domingo, 22 de junio de 2008

Una selva inhospita y bellisima

Lunes 16 de Junio de 2008

Recorrido: de Sre Ambel a Koh Kong: 145 km

Debe de suceder que el buen dios escucho mis plegarias, y amanecio despejado, y con una luz dorada e increible. Creo que era la primera vez en muchos dias que veia lucir el sol, y no podia haber hecho su reaparicion en mejor ocasion, para facilitarme un recorrido que prometia ser complicado de por si. Rece porque no se enterase antes de la noche de que soy ateo, y despues de un desayuno contundente, y de comprar algo de fruta, pan y agua para la jornada, tome el camino de tierra que llevaba a la nueva carretera.

Con la luz solar para mi ya inusual, las neblinas que todavia no se habian disuelto en el aire por la temprana hora a la que comenzaba, y la belleza impresionante del entorno, me estuve parando cada diez metros a tomar fotografias, maravillado por el espectaculo. Envuelto en una nube aparecia el puente nuevo sobre el gran cauce, sobre el que algunas canoas salian de pesca con la primera luz.





En seguida tome la carretera y me dirigi hacia el oeste. Al principio recorri campos todavia habitados y cultivados, pero poco a poco el bosque fue sustituyendo al paisaje humanizado, y me fui internando en una selva espesa, como una cortina que no dejaba ver nada tras de si a tan solo unos metros a ambos lados de la carretera. Durante unas horas me acompaño un sol generoso; hasta aquella mañana habia llegado a dudar de que todavia existiera alla arriba, tras las nubes.
Pero antes de las 10 de la mañana, de la primera cadena de montañas que tenia que ascender, vino a mi encuentro un nubarron oscuro y bien cargado de agua que a ratos se entretuvo conmigo el resto del dia. Aun asi no puedo quejarme, y debo concluir que mis plegarias mas o menos funcionaron, ya que en comparacion con cualquier dia de la semana anterior, fue este un dia casi seco. Salvo algun chaparron puntual que sortee sin capa de agua por no disminuir el ritmo, en general tan solo se trato de un fino goteo que se hacia soportable.
Despues de los chaparrones, la selva recalentada previamente por el sol de la mañana, evaporaba el agua caida en forma de girones de niebla que se elevaban sobre las copas, en un escenario absolutamente deslumbrante. Era facil darse cuenta de que aquella selva era practicamente virgen, y que solo el arañazo de la reciente carretera habia roto su milenario aislamiento.


No supe administrarme bien las fuerzas. Inquieto como estaba por llegar a Koh Kong antes de la noche, force un poco mas de la cuenta el ritmo en las cuestas. Y asi me sucedio que buena parte del camino anduve con unas piernas que no podian conmigo. Y ahi se entra en un quiero y no puedo que te agota cada vez mas, y mas por ello te mueve a forzar el ritmo por verse uno lejos de la necesaria meta. Acabe realmente agotado, aunque, contra lo que me habian avisado, no tuve problemas en encontrar comida en las dos o tres aldeas que se anidaban junto a los rios que ahora cruzaban flamantes puentes de hormigon. Las viejas barcazas que antes se usaban para cruzar, se oxidaban abandonadas en algun banco de barro de la orilla.

Parecia mentira encontrar, aislados del mundo y a sus anchas, algunos poblados perdidos en aquellos bosques, a los que seguramente solo sus propios habitantes sabian como llegar.




Al final de la tarde, cuando un cielo que habia sido benigno conmigo se vestia del colorido de la puesta de sol, aviste de nuevo el mar al pasar un puertito de una cadena de montañas. Tras la soberbia alfombra de arboles aparecian, onduladas, las curvas de la desembocadura de varios rios de cauce joven y erratico, llegando al mar en un accidentado paisaje de lejanas islas, cabos y estuarios. Fue otra de esas ocasiones en las que superado por la belleza de lo que veo, se me eriza la piel pensado que la mayoria de los habitantes de este planeta pasaran por esta vida sin ver alguna de las maravillas de las que soy testigo en estos viajes casi a diario. Sin si quiera imaginar la belleza desbordada que he visto y sentido en esta, y en otras muchas ocasiones.
Justo anochecia cuando llegue a Koh Kong, el ultimo pueblo de mi viaje camboyano. Cruzaria la frontera por la mañana, y sentia que echaria de menos a aquella gente encantadora, incapaz de enfadarse o dejar de sonreir aun encarando la penosa realidad de cada dia. El camboyano era uno de los pueblos que mas habia sufrido los desmanes de este siglo XX que no hace mucho que habiamos despachado. Los yankees los habian bombardeado, incluido en su guerra contra el vietcong; despues habian armado y apoyado a los Khmeres Rojos como contrapoder del emergente Vietnam comunista. No contentos con el genocidio de Pol Pot, aun los habian apoyado y rearmado durante los casi 20 años que siguieron al momento en que los vietnamitas los sacaron del poder en 1979. No solo los yankees: los tailandeses, los franceses, los chinos... los contendientes de la guerra fria habian elegido este pueblo entrañable como escenario de sus despropositos. Y aun hoy era un pueblo en estado de shock, que me recordaba extrañamente en su actitud a la de los paraguayos. Paraguay fue el pais mas desarrollado de la hispanoamerica del siglo XIX. Muchos años antes de que en España se instaurase la escuela obligatoria para los niños de hasta cierta edad, Paraguay habia desterrado el analfabetismo y desarrollado un sistema de salud publica mas o menos decente para los inexistentes canones de aquel tiempo. Un gobierno que no llegaba a ser socialista, pero que habia organizado la economia de una manera relativamente democratica y equitativa, habia propiciado una prosperidad que no tenia parangon en ningun pais del entorno. Tambien fueron los yankees los que metieron la zarpa, pues no era un ejemplo que se pudiese permitir cundir; asi que organizaron la guerra del Chaco, por la que argentinos, chilenos, bolivianos y brasileños arrebataron al pais la mayor parte de su territorio, exterminaron a su poblacion, y sumieron a los supervivientes en una pobreza y en un letargo del que todavia no se han recuperado. Los paraguayos, como los Camboyanos, son unas gentes con una mirada extrañamente vacia y apocada, la de alguien que no quiere saber, que no quiere pensar, que prefiere dormitar. Tanto querian escapar de la realidad los paraguayos, que renunciaron incluso a la lengua española, que era la suya, pero tambien la de sus vencedores. En un pais en el que no queda ni un indigena guarani, sorprende escuchar como sus habitantes, de evidente origen eurpeo, hablan el guarani y reniegan del español. Camboya daba esa sensacion de vivir relativamente, de vivir a medias. Poco a poco comenzaba a fraguar un cierto desarrollismo que habia traido por primera vez en muchas decadas una cierta prosperidad. Pero la subida de los precios de los alimentos comenzaba de nuevo a amenazar su existencia... vuelta a empezar?