jueves, 26 de junio de 2008

No es facil salir de Koh Chang

Domingo 22 de Junio de 2008

Recorrido: de Sai Khao a Chantaburi: 93 km





Si no hubiera hecho un esfuerzo para abandonar la isla aquella mañana, bien a gusto me hubiera podido quedar lo que me quedaba de viaje. Pero amanecio otro dia soleado que invitaba a pedalear y ver mundo. Unas cuestas mas, y regrese al muelle del extremo oriental. Esta vez no tuve que esperar demasiado, y pronto estaba cruzando el estrecho del mar. Con la marea baja, de este lado de la costa, en que en lugar de playas habia pedregales, los nativos escudriñaban el lecho emergido en busca de crustaceos y moluscos que hubieran quedado varados entre las piedras.





En la orilla del continente me esperaba un camino facil y llano, entre plantaciones de piñas, rambutanes (un arbol frutal de la zona), y caucho. Estas ultimas recordaban los bosques artificiales de nuestras choperas, aunque debido supongo a los rigores estacionales, mostraban un alicaido aspecto. El sol calentaba los cascarones llenos de semillas, unas bolas del tamaño de una castaña, que se abrian con una pequeña explosion que las lanzaba ruidosamente en todas direcciones, bombardeando el suelo y a mi de vez en cuando.



Habia dejado de ver el mar, pero a cambio aparecio por el norte una cadena de montañas cubiertas de pura selva que ya me acompañaron hasta Chantaburi, una agradable ciudad a los pies de sus redondeadas cumbres.

Llegue a la ciudad con mucha tarde por delante, y me dedique, antes de buscar alojamiento, a recorrer sus calles tranquilas de domingo. Solo se notaba mayor actividad en un parque alrededor de un lago artificial que hacia de centro de la ciudad. Eran muchos los que corrian por un carril que rodeaba su orilla, y los que hacian gimnasia en las instalaciones publicas situadas a la sombra de pequeños bosquecillos. El carril cruzaba por unos puentes medianamente artisticos a un par de islotes en el lago, entre cuyos arboles se levantaba una estatua al rey Taksin, fundador de la actual dinastia, que en esta ciudad era particularmente venerado. Al fondo las montañas, en un perfecto escenario para disfrutar del domingo haciendo ejercicio.

Subiendo una calle se llegaba a un animado mercado de comida donde el olor a refrito y a salsa picante, los humos y los vapores, se mezclaban con el sonido del gentio paseando, hablando y riendo, comiendo sentados en las muchas mesitas que se apiñaban por donde podian alrededor de los puestos ambulantes de comida. La atmosfera era densa y traslucida, humana y, como todo lo humano, con un cierto gusto de lo pasajero y efimero.

Volvia a parecer un naufrago, asi que aproveche para pasar por la peluqueria y dejar de asustar a los niños. Una vez acomodado en una pension en la solitaria orilla del rio, me fui a pasear por la calle de las joyerias. La actividad principal de la ciudad consistia en el comercio de piedras preciosas, y las tiendas, en su mayoria regentadas por chinos, las exponian y vendian casi como si de caramelos se tratase.