sábado, 14 de junio de 2008

Cambio mi bici por una piragua

Jueves 12 de Junio de 2008

Recorrido: de Kaeb a Veal Rihn: 86 km

Durante los primeros minutos del amanecer, un sol radiante ilumino las nubes y el oceano, colandose entre unos claros del horizonte marino, que adquirio un hermoso tono anaranjado y luminoso. Pero seria el ultimo sol que veria en varios dias. En unos minutos se oculto tras las nubes, que poco despues arreciaban sobre la ya saturada tierra.
Pase lo peor del aguacero desayunando. Pero cuando una hora despues ya me habia convencido de que la lluvia habia venido para quedarse, como mandaba la epoca que era, cubri las alforjas de impermeable, y a mi mismo de resignacion, me puse la capa de agua, y sali al camino.




En seguida me aleje del mar para volver a los arrozales de tierra adentro. Poco despues llegue a Kampot, una agradable y colorida ciudad, relativamente limpia y cuidada, con un interesante barrio colonial frances junto al gran rio que lo visitaba. El barrio habia sido acertadamente reutilizado para el turismo interior, que llegaba desde la capital en epocas mas propicias del año en busca de relax, temperaturas mas suaves, y del buen marisco que ofrecia. Casitas cuidadas y decoradas con macetas y cocos huecos portando orquideas colgantes, se alternaban en alojamientos o restaurantes.

Como llovia no quise entretenerme mucho, tan solo eche un vistazo en internet a las noticias que venian de casa, para confirmar el cariz que las cosas iban tomando a marchas forzadas. Y continue por la carretera de la costa hacia Sihanouk Ville, dandole vueltas a las cosas que leia y que me contaban. Cuando al iniciar el viaje decia en un post que sentia que nada seria igual cuando volviese a casa, me referia a esto. Oscuros tiempos se avecinan. Durante años parece que todo el mundo se quiso sumar a la loca fiesta de la eterna primavera, y ahora toca pagar la cuenta. España ya es el pais mas endeudado del mundo per capita, y en terminos absolutos solo superado por Estados Unidos. Lejos de emplear un volumen de credito sin precedentes en la Historia para crear un sistema de energias alternativas capaz de salvar el inminente declive del petroleo, y garantizar una cierta independencia aprovechando los irrisorios precios del petroleo de los ultimos años, los españoles nos lo habiamos gastado en tochos de ladrillo, sin mas valor intrinseco que el que cada uno le quiera dar. Ahora sobraban por millones; reventada la burbuja, el 30% de nuestra economia desaparecia de la noche a la mañana. En una crisis semejante, con un tercio de la economia destruida, el incremento del paro y la desaparicion de la riqueza ficticia en que todos creiamos, pronto haria que el consumo cayera por los suelos, destruyendo mucho mas empleo en servicios e industria de bienes de consumo. Un circulo vicioso que da vertigo, agravado por una escalada de precios energeticos, en un pais que no sabe moverse sin petroleo; liquido que cada vez sera mas escaso y caro, una vez que la demanda por fin supero a la oferta a nivel mundial.
En España nos paso como a los argentinos: tuvimos delirios de grandeza, pero nunca dejamos de ser el pais de pandereta de toda la vida.
Ya la situacion estaba aflorando, pasando de solo traviesa a algo mas contumaz. Y no habia hecho mas que empezar. Panico me daba la sola idea de tener que volver a la realidad tarde o temprano. Por primera vez en la vida de las actuales generaciones, el contrato social se iba a quebrar por sus principios basales. En el mundo occidental, la gente va a sus trabajos cada dia por ese contrato, que establece de alguna manera que lo que hoy tiene valor, lo seguira teniendo mañana. La vida diaria puede ser dura, pero se sobrelleva pensando que el futuro evoluciona, que se va hacia mejor; que el fruto del esfuerzo y del trabajo mejora las condiciones de vida. La gente ahorra porque piensa que el dinero que guarda seguira valiendo lo mismo mañana. Se compra una casa porque cree que ese valor aumentara o al menos no se perdera.
Si algo se aprende viajando es lo fragil que es el equilibrio de la vida, lo precario que es el suelo firme en que creemos vivir. Me acordaba de una mujer que conoci en Caracas, ya curtida por la vida. Me contaba como en los años 70 habia viajado varios meses con su marido por toda Europa, vuelos, los mejores hoteles y restaurantes... todo por 5.000 bolivares. Pocos años despues, con 5.000 bolivares no se podia comprar una barra de pan. Las decadas trabajando y luchando para ahorrar unos bolivares se habian esfumado como la juventud, para con todo ello no poder comprar la barra de pan. Parece dificil de creer que el meollo de la vida radica en el sistema financiero en que vive la sociedad. Pero en Venezuela, conscientes como son de que el pobre idiota que trabaja y ahorra sera tarde o temprano arruinado y estafado por el sistema, quien quiere trabajar? Quien sigue creyendo en el sistema, en el contrato social? Finalizado el contrato social, el que quiere algo lo consigue a tiros. Y asi se vive en los pueblos y ciudades de un pais como Venezuela, que es inmensamente rico, pero moralmente esta desvencijado por un sistema creado para estafar a los pueblos.

Pues bien. Es probable que el momento de la gran estafa financiera haya llegado a Europa. Veremos como este pueblo extraordinariamente civilizado soporta la quiebra del contrato, cuando el esfuerzo de una vida, materializado en ahorros, en pisos, etc, se vean poco a poco, o mas probablemente de repente, volatilizados y valiendo casi nada. Creo que son los chinos los que dicen "Dios me libre de vivir tiempos interesantes". Y sin duda van a ser de los mas interesantes de los ultimos siglos.

Tampoco en Asia el panorama era mas alentador. Se notaba la preocupacion de la gente con la que podia hablar, porque el precio de todo se estaba multiplicando. Especialmente sensible era el de la gasolina, que mueve todo y todos en estos paises, y el del arroz. En una region del mundo donde el 90% de los ingresos se dedican a comprar la comida, esto es, el arroz, el hecho de que el precio de este bien se hubiera duplicado en las ultimas semanas significaba que la mayoria de la gente podria comer... la mitad de lo que solia comer! Daba miedo pensar que el razonamiento no podia ser mas simple.

Bueno, tratando de alejar estos demonios de una mente algo cansada de pensar en ellos, seguia pedaleando bajo la lluvia, y sin ver el mar mas que de vez en cuando, al contrario de lo que segun el mapa cabia esperar. Para colmo, no era lluvia serena, sino una pura ventisca que hacia que mi capa de agua actuase como la vela de un barco. Y como el viento siempre viene de cara, la marcha no podia ser mas lenta. A ese paso no podia llegar a Sihanouk Ville, como tenia mas o menos pensado.



Aunque la lluvia lo deslucia, el paisaje fue encantador, con unos campos que ya no se veian bajo un manto de agua, y unas montañas boscosas envueltas en nubes. Los pocos campesinos que desafiaban a los elementos se desplazaban a lomos de bueyes, que aun adaptados a estos barrizales, se tomaban su tiempo para pisar en firme. Por el lado del mar, que no estaba mas que a unos pocos cientos de metros de la carretera, no se veia mas que el manglar que circundaba la costa, con sus raices aereas enmarañadas sirviendo de cobijo a extraños peces casi anfibios que se arrastraban con sus aletas delanteras con la baja mar.

A los pies de una de las lomas encontre el pueblo de Veal Rihn, con una posadita que me vino de perlas, aunque cara y cochambrosa. Fue salir de la ducha para dar un paseo y cenar, cuando casi por primera vez en todo el dia dejo de caer aquella lluvia impertinente.



Bajo la lluvia de Kaeb


Miercoles 11 de Junio de 2008

En Kaeb

Suelo presumir de que soy una persona tranquila, y ni el trabajo ni la vida diaria logran estresarme, no al menos como al urbanita medio. Lejos de llenar mi tiempo libre de actividades programadas, prefiero dejarlo como tal, libre, y hacer cada vez lo que mas me viene en gana. Esta suele ser una fuente de estres en el europeo urbano tipico, que llena su agenda (indispensable, y por escrito), de cursos, bailes de salon, deportes en equipo, y similares, que los hacen ir todo el dia de prisa en prisa, y lejos de relajarlos aun los llenan de mas ansiedad.
En cuanto al trabajo, me lo tomo con filosofia. Muchas veces arde la oficina, no se llega a tiempo a una entrega, todo el mundo se pone nervioso y pierde los papeles. Yo me pregunto, que es lo peor que me puede pasar si no llego? Que me despidan? Pues no es para tanto, en ese caso ya encontrare otro trabajo; no vale la pena angustiarse cuando las cosas no salen como debieran, menos la muerte todo tiene remedio. Asi, cuando todo el mundo pierde los nervios, yo trato de conservar mi calma interior, sobre todo porque no pienso dejar que una maldicion biblica como es el trabajo, pueda interferir lo mas minimo en mi buen estado de salud mental y fisica. Y porque, por mas que digan, quien trabaja bajo presion y ansiedad, no rinde, y llena su trabajo de errores. Despacio y buena letra, ya es viejo el refran.

Sin embargo, en Kaeb tuve ocasion de darme cuenta de hasta que punto me encontraba en un cierto estado de ansiedad en mi ya antigua vida madrileña. Poco antes de mi viaje pase unos dias en Malaga con Susana, y despues con ella y mas amigos por la Axarquia, regresando de nuevo al mar Mediterraneo al final del recorrido. Recuerdo haberme dado cuenta de que la vision del mar me producia una extraña sensacion de desasosiego; su superficie revuelta, siempre cambiante y manchada, de fondo invisible y profundo, desconocido, de inexistente equilibrio ni paz, lejos de relajarme y transmitirme buenas sensaciones, sumergia mi animo en una tormenta de inquietud y ansiedad. No podia encontrar de ningun modo la belleza del mar.

Y aqui en Kaeb, mucho mas relajado y conforme conmigo mismo tras dos meses y medio de viaje interior en solitario, pase horas maravillado contemplando un agitado mar dominado por las lejanas tormentas que descargaban al final del horizonte. Su superficie encrespada no me crispaba ya. Sus aguas oscurecidas y su fondo inhospito no me asustaban, sino que lograban sosegar mi animo y acompasar el ritmo de mi respiracion con su belleza infinita. Efectivamente, mi estado mental antes del viaje no era el optimo, y el mar no habia sido mas que un espejo donde mis demonios se proyectaban. Ahora, las casi negras aguas revueltas llegaban a mi como caricias de pura vida, y no como amenazas atavicas. Volvia a ser yo mismo, y me gustaba lo que encontraba en mi interior.




Y eso que estaba agotado por la paliza del dia anterior. Seguramente el sobreesfuerzo habia minado mis reservas, y me faltaban todo tipo de sustancias indispensables para el organismo. Asi que pese a la temperatura ideal propiciada por la lluvia, estaba debil, somnoliento, sumergido en un letargo que me hacia tardar varios segundos en reaccionar a cualquier estimulo exterior.



Siempre en bici pasee toda la carreterita que bordeaba la playa alrededor del pueblito. Mas que playas eran pedregales, detras de los cuales se extendian espesos bosques, entre los que destacaban las ruinas espectrales de los chalets de la incipiente clase acomodada de la Camboya de los años 60, que fue a parar directamente a las fosas comunes en los cinco años de Pol Pot. Un extraño aspecto de post-guerra nuclear hacia contener inconscientemente la respiracion al pasar cerca de ellas.

Y alli estaba frente al mar, tras 4.400 km de interior. En la perfecta soledad de la temporada baja. Disfrutando de la recompensa merecida de un dia paseando junto a las olas.



Por la tarde arrecio la tormenta, y me dio tiempo a resguardarme bajo uno de los muchos toldos que esperaban sin uso la temporada alta, cuando bajo ellos se ofrecen masajes y refrescos a los turistas de la capital. Los colores del cielo y el mar se desvanecian en un tono plomizo que trataba a todo por igual. Se iba el dia, y de nuevo me perdia la puesta de sol en el mar. Con tanta nube y tanta lluvia pasajera, el atardecer fue solo un desvahirse los grises del cielo hasta verse envuelto en una silenciosa oscuridad.
En un bar charle un rato con un viajero australiano que habia llegado alli casi por despiste, y con el dueño del local, un holandes rondando la cincuentena que aparentaba muchos menos pese a la poco sana vida que decia haber llevado. Mas de 8 años alli, casado con una preciosa camboyana mucho mas joven, era feliz con su sencilla vida de paraiso peliculero, preparando cocteles y jugando al billar. Si es que hace falta muy poquito para estar a gusto...
La vuelta a oscuras por los 5 km de paseo junto al mar, me trajo siniestras evocaciones, entre casonas abandonadas y devoradas por las selvas. A poco que me dejase sugestionar parecia que me mirasen al pasar. Con la unica luz del debil resplandor del cielo encapotado, una presencia sobrecogedora de mirada aterrada me observaba desde otro tiempo, no muy lejano. Agazapados entre las columnas y las paredes derruidas, sus antiguos habitantes gritaban sin ser oidos y arañaban vidrieras que ya no existian.



Rumbo al mar

Martes 10 de Junio de 2008

Recorrido: de Phnom Penn a Kaeb: 171 km

Este dia no se me podra olvidar nunca, sin esperarlo recorri mas distancia que nunca antes en un solo dia. Con 171 kilometros batia mi propio record, y se me quitaban las ganas de volver a intentar algo asi, aunque es dificil decir "de este agua no bebere". Empece la marcha bien pronto por la mañana, cuando el sol se levantaba en un cielo limpio de nubes y el febril trafico urbano tomaba ya las calles. Durante unos 10 kilometros parecia que seguia en plena ciudad, y es que por aquel extremo se extendia sin pausa. La tormenta de la noche habia llenado de charcos la carretera, y a veces era imposible no ser salpicado de tarquin por los coches que pasaban.

Desde que estaba en Camboya el tiempo se habia portado con total elegancia conmigo: solo llovia por la noche, con la fuerza de una tempestad, pero el dia siempre amanecia despejado y a pedir de boca. Sin embargo este martes marco el punto de inflexion, para que un monzon que se habia hecho esperar, tomara definitivamente la tierra para encharcarla de dia y de noche.




Antes de salir de la ciudad pare en un taller de bicicletas para cambiar la cubierta de la rueda delantera; con mas de 4.300 kilometros de recorrido, no daba mucho mas de si. En seguida tome el desvio hacia el sureste, hacia Kaeb, mi primer contacto con el mar en este viaje. Al principio se trato de una carreterita del demonio, con restos de asfalto sobre un lodazal infame que desagradaria a los puercos mas curtidos, con baches como autenticos lagos profundos y un trafico todavia pesado por la proximidad de la ciudad, que circulaba despacio porque de otra forma no podia, pero aun asi salpicaba de barro en cada charco a mi y a los habitantes de las aldeas.

Afortunadamente esto no duro muchos kilometros, y enseguida mejoro la carretera y desaparecio el flujo de camiones. Volvi al placido paisaje rural al que estaba acostumbrado. El dia se fue cubriendo de nubes, y por la tarde acabo de tormenta. Justo me pillo pasando por unas casitas en un cruce, y alli me resguarde y disfrute de los rayos tomando un refresco. El que de verdad se lo pasaba en grande era un chiquillo de unos cinco años que bailaba bajo los chorros de agua que caian de las ondas del tejado de chapa, desnudo y feliz. Me dio envidia, pero temiendo tener que dormir en algun templo del camino, ya que no habia casi nucleos de poblacion hasta la costa, no era cuestion de mojarse.
Una mujer aprovechaba el chorro que caia de una canalera del arco de entrada a la pagoda del pueblo, para ducharse con jabon y todo. Y el niño bailarin se unio a ella.





Como siempre, despues de la tormenta quedo una luz diferente, fascinante, resaltando los colores y contrastes en un campo cada vez mas verde y arbolado, asilvestrado, acuoso y rural. A cada paso encontraba algun poblado, diminuto y consistiendo en solo unas pocas casas, de madera y sobre pilares, como en otros lugares. Pero la cubierta vegetal mas frondosa, las palmas de azucar, el suelo mas cuidado y limpio de basuras, y el ambiente humedo y relajante que habia dejado la lluvia, le daban un delicioso aspecto algo distinto del de otros rincones.




En realidad no habia pensado llegar a la playa en un solo dia. Aunque el mapa no era nada claro, parecia que habia demasiada distancia hasta alli. Pero cuando habia recorrido unos 100 kilometros, pregunte por Kaeb y me dijeron que quedaban otros 40 kilometros. Pense que con las horas de luz que quedaban podia llegar de sobra a ver el atardecer sobre el mar, y me lo plantee como un pequeño reto.
Sin embargo, como no habia previsto el sobreesfuerzo, no me habia alimentado adecuadamente, y me vino lo que vulgarmente se conoce como pajara. Vamos, que me quede que no me podia menear. Pare a comer una sopa de tallarines, y en seguida me puse en camino, pero segui sintiendo la flojera y no empece a notar los efectos reparadores de la sopa hasta al cabo de una hora. Sufri intentando mantener el ritmo, con un objetivo que me animaba, llegar por fin al mar.

Volvio a llover, pero suavemente, sin impedirme continuar aunque me fuera humedeciendo poco a poco. El agua me acompaño durante un par de horas. Y Kaeb no aparecia. Volvi a preguntar cuando ya no faltaba mucho para cumplir los 40 kilometros que me habian dicho, y segun aquel aun me faltaban 18. Un rato despues volvi a preguntar, aun faltaban 17, luego 20,... cada uno me decia una cosa diferente, y entre todos consiguieron que se me hiciera de noche entre villorrios sin un templo si quiera donde alojarme. Casi no podia abrir los ojos para atisbar el camino por culpa del bicherio que volaba por el aire; tampoco era cuestion de parar para buscar las gafas transparentes que llevo para estas situaciones, pues me hubieran comido los mosquitos en unos segundos. Y sin saber nunca cuanto me iba a llevar llegar, acabe recorriendo mas de 30 kilometros de noche, con los ojos entreabiertos y acordandome del personal que tan bien me habia indicado el camino.

Por fin llegue pasadas las 8 y media de la noche a Kaeb, que ni si quiera era un pueblo. Eso si, estaba repleto de hospedajes de todos los precios, aislados entre bosquecillos junto al mar, y entre unas montañas que a penas imaginaba contra la claridad del cielo. Viejos chalets construidos antes de la epoca de Pol Pot habian sido despues abandonados y dinamitados incluso, y asomaban entre arboles y malezas como fantasmas del pasado, con muchas historias que contar. Pese a su estado, algunas de ellas eran hogar de una familia, que no siendo propietaria ni se habia dignado en arreglar un techado decente para protegerse de las inclementes lluvias.

En cuanto llegue al paseo maritimo apoye la bici sobre un arbol y baje a la arena para bautizarme del oceano Indico, que no era la primera vez que me recibia, pero si lo era durante este viaje. Habia dejado de llover, y algunas estrellas y rescoldos de una luna nublada daban algun resplandor a la superficie calmadisima de un mar que a penas daba olas a la playa. No habia ni un alma por la calle, ni propia ni foranea, de no ser por la familia que atendia el restaurantito que habia junto al paseo. Alli cene algo rapido, y pregunte por algun alojamiento barato. Aun recorri otros 3 kilometros con un cuerpo que ya ni era mio, para llegar al lugar que me habian indicado, cerca del mercado que en la practica era el centro mas urbano del pueblito, aunque no sumaba mas de doce casas. De la ducha cai en la cama y en un profundo sueño antes si quiera de que me diera tiempo a secarme.





La llegada a la capital, Phnom Penn



Domingo 8 de Junio de 2008

Recorrido: de Kampong Chhnang a Phnom Penn: 109 km

Por fin parecio que el cuerpo me volvia en si, y por primera vez en varios dias disfrute, si no de un recorrido espectacular, si al menos del pleno uso de mis facultades fisicas y mentales, que ya echaba de menos.

Durante kilometros el paisaje seguia siendo tan completamente rural y perdido, que sorprendia la proximidad de la capital. Aun a menos de 25 kilometros de Phnom Penn la carretera continuaba pequeña, poco transitada, y atravesando campos de cultivo y aldeitas donde era dificil encontrar donde tomar un refresco.
Los ultimos kilometros llegaron con la creciente aglomeracion y suciedad de todas las ciudades del siglo XXI, y sin darme cuenta me vi dentro del radio de accion de la urbe. A diferencia de Vientianne, la pobreza era evidente en kilometros de viviendas precarias entre calles sin otro pavimento que los cascotes que afloraban con la basura entre charcos ennegrecidos por la podredumbre. El trafico se hacia pesado, y eso que afortunadamente estaba llegando a la ciudad un domingo, en que la actividad siempre es menor que otros dias de la semana.
Me habian recomendado para alojarme la zona del lago, un barrio popular y casi marginal alrededor de un pantanal, donde la gente mas humilde de la capital vivia en unas condiciones parecidas a las de las favelas de Brasil o los cerros venezolanos; pero con un buen surtido de hospedajes, la gente del lugar se aseguraba de que todo el mundo respetase a los extranjeros, cuyo dinero era una fuente principal de ingresos para la comunidad. Aun asi preferi no quedarme en cuanto eche un vistazo para ver que las lluvias hacian de sus calles canales y piscinas de mugre, y seguramente criaderos de mosquitos, de dengue y de malaria. Preferi continuar hacia el centro sacrificando la experiencia del lago, y despues de muchas vueltas, en que aproveche para ir haciendome una idea de la fisonomia de la ciudad, acabe buscando posada tras el monumento a la Independencia, en el extremo sur.

Tenia mucho dia por delante, asi que tras la ducha de rigor, me dispuse a darme mi primer paseo, a pie. A penas camine unos metros antes de hartarme de que cada conductor de moto o rickshaw me ofreciese con insistencia sus servicios, y que de cada restaurante o pension me ofrecieran comida y alojamiento; asi que volvi a por mi bici, que es el mejor metodo de disuasion contra pesados. Sera porque se sorprenden, sera porque se quedan sin argumentos para ofrecer taxi a quien tiene bici; pero el caso es que pedaleando se consigue ser un camboyano mas y olvidarse de lo que en Cuba llaman jineteros.

Tras algunas vueltas por el centro y una primera vista de las agujas y torres doradas de la pagoda de Plata y del palacio Real, me dirigi hacia el paseo del rio, donde se podia ver a los capitalinos disfrutando de la tarde libre del domingo, paseando en familia, comiendo sobre esterillas en el suelo o en las barbacanas del malecon. Con sus mejores ropas de domingo, daban un alegre colorido a la tarde que ya decaia en rojizos y anaranjados tonos. Muchos se tumbaban en la hierba mientras los niños jugaban sin alejarse demasiado. Centenares de vendedores ambulantes de comida ofrecian frutas peladas y cortadas, pinchos de carne, platanos asados, zumos y refrescos, y un sinfin de cachivaches y abalorios. Todo este ambiente estaba protagonizado por la gente mas chic de la ciudad, que vestida a la ultima moda sorprendia al viajero tras tantos dias en el paisaje rural del pais. Era la gente mas fina, la gente estupenda que despues de la semana trabajando en la oficina pasaba por la peluqueria y salia de compras a los centros comerciales. Al menos en esta parte del mundo, a este sector de la poblacion se lo podia ver paseando por la calle. En lugares menos pacificados, como hispanoamerica, las elites no se mezclan con lo que ellos llaman chusma; tienen sus propios lugares de recreo, y puedo decir que en seis meses viajando por los paises del cono Sur, jamas me tope con alguien de este estrato social, tan en mundos aparte viven. El sureste asiatico vive las desigualdades sociales con una sorprendente naturalidad. El budismo hace aceptar con una indulgente resignacion estas situaciones, y asi en aquel paseo del Mekong se podian ver, junto a toda esta nata de la sociedad, a multitud de mendigos, muchos de ellos mutilados, otros simplemente desquiciados por la vida. En pocos metros cuadrados convivian, sin mezclarse, niños descalzos abandonados a su suerte, con los bien vestidos hijos de la clase media. Estos ultimos se divertian a veces tomando el pelo a alguna mendiga que gritaba al aire y maldecia su suerte, con la hilaridad indolente de los que la rodeaban.

Al atardecer el rio se bañaba de una esplendida luz plateada, reflejando brillos rosados de las nubes enrojecidas por el sol poniente. Las agujas doradas de los palacios brillaban contra un cielo oscurecido, y el colorido de vestimentas y de rasgos en esta encrucijada de caminos creaban un momento magico para mi.

Por la noche subi a la terraza de la posada a leer antes de acostarme. Alli conoci a Amelie, una suiza de unos 25 años que llevaba dos viviendo en la pension, desde que decidiera quedarse con su novio camboyano, el dueño de la posada. Fue una interesate conversacion, quien mejor que ella para contarme curiosidades sobre el pais y el caracter de su gente, sobre una ciudad que no disponia de un cine pero era el paraiso de los pederastas de occidente. Donde se podia conseguir todo lo prohibido a un precio casi ridiculo. De un lugar donde el calor era tan sofocante que la gente parecia que preferia pasar hambre a trabajar. Y con todo, una ciudad que la tenia fascinada y retenida indefinidamente. Sin extrañar de su Suiza natal mas que una buena pelicula, o una buena obra de teatro.




Lunes 10 de Junio de 2008

En Phnom Penn

Con la fresca de la mañana empece el paseo. Por supuesto, en bici, que ya estaba escarmentado. Lo primero era pasar por la embajada Tailandesa, pais que seguia a Camboya en mi recorrido. Tenia que saber si podia cruzar por el paso fronterizo de la costa, y si necesitaba visado o lo podia conseguir en la frontera. No habia problema, para cruzar tan solo tenia que llegar alli y sellar el pasaporte. Con esto ya podia dedicarme a pasear tranquilo. Segui junto al rio, por las avenidas que la tarde anterior bullian con el asueto del domingo, y que con el trafico del lunes por la mañana habian cambiado radicalmente de aspecto. No era el lio imposible de Bangkok, pero no resultaba sencillo circular por el caos de su trafico anarquico.

No estaba seguro de querer verlo, pero pense que no me podia ir sin ver el palacio real y la pagoda de Plata, que parecian junto al museo Nacional los unicos atractivos culturales de Phnom Penn. No merecieron, como esperaba, los 4 euros de la entrada, que bien me podia haber excusado. Construido a capricho de los monarcas del ultimo siglo, que tan buena Historia habian escrito sobre este torturado pais, no era mas que un desproposito de lujo de reciente construccion en un pais que aun tenia que solucionar como dar de comer a todo el mundo. Y la pagoda de Plata termino de levantarme la ira. Varios cientos de losas de plata adoquinaban el suelo, dando nombre a la pagoda. Y en muchas vitrinas se exponian los tesoros de oro, plata y piedras preciosas de la corona khmer. Era especialmente execrable un ridiculo Buda de pesimo estilo artistico, pero fabricado con 90 kilos de oro macizo y miles de diamantes, algunos de ellos mas grandes que alubias. Y el resto del pais pasando penurias, hambrunas, guerras, revoluciones... para seguir de nuevo como siempre. De nuevo una cierta vena piromana que yo tengo me arrebataba de mis cabales en frente de aquel Buda de gesto bobo e inexpresivo que valia, eso si, su peso en oro.

Fue mas provechosa la visita al museo Nacional, que guarda lo mejor del arte escultorico khmer de los periodos previos a Angkor, y de la propia etapa dorada de esta cultura. Valia la pena recorrerlo con detenimiento, aunque seguia decepcionandome el arte tan homogeneo y algo burdo de la iconografia hinduista y budista local. Durante siglos, y llegando a la actualidad, el arte habia estado estancado en unos cuantos patrones religiosos establecidos hace dos mil años, y que no habian permitido o no habian favorecido evolucion alguna. Por ejemplo, hay 7 maneras de representar a Buda, ni una sola mas. Esto hace que, vistas estas 7, no valga la pena el esfuerzo de subir los escalones de un templo para contemplar una imagen mas del iluminado. En esta parte del mundo la religion habia sido propiciadora de un estilo artistico, y responsable de su anclado en el tiempo.

Continue visitando el barrio frances, construido al estilo continental alrededor de la pagoda Wat Phnom, sobre un cerro casi imperceptible que daba nombre a la ciudad. Cruzando la avenida Monivong volvi al lago donde no habia querido alojarme, para si al menos recorrer sus anegadas callejas con un poco de perspectiva. Era como ya habia visto fugazmente a mi llegada, otra villa cochambre donde la gente sobrevivia como podia entre desperdicios y lodazales. Y pese a todo, con esa filosofia asiatica que a veces hace inverosimil que esta gente haya protagonizado guerras y genocidios aterradores, podia pasear con toda la tranquilidad del mundo entre gente reposada, amable y sonriente, conforme y resignada.

Volviendo a la parte mas prospera de la ciudad regresaba a las calles repletas de vehiculos, de gente, motos, coches y camiones que se agolpaban en cada cruce, para aprovechar un hueco y cruzar escabullendose, o esperar una avalancha colectiva que se impusiese a otro raudal de trafico que tenia que esperar a ser mas voluminoso o mas valiente que el contrario. Ser peaton era una profesion de riesgo que la gente llevaba como podia; los ancianos, testigos resignados de decadas del cambio mas frenetico que vieran los Tiempos, sorteaban como podian el maremagnum. Niños descalzos caminaban por las basuras del mercado como lo hago yo por la arena de la playa; mucha gente usaba mascarillas de tela como si asi pudieran aislarse del aire contaminado y algo hediondo. Y con todo, era una ciudad agradable y paseable, que no habia terminado de perder el aspecto y el caracter de un pueblo provinciano algo entumorado. En las explanadas del monumento a la invasion vietnamita (fueron ellos los que desterraron a los Khmeres rojos del gobierno), las familias se acomodaban pasado el caloron de la tarde, y practicaban el deporte asiatico por excelencia: comer en la calle, de todo y en cualquier momento. Tambien jugaban a badminton, a la indiaka (esa especie de mazorca con unas plumas que se golpea con manos y pies y tarda un rato en caer); se sentaban en la hierba, o acomodados en la barbacana del Mekong contemplaban los barcos sobre el rio.


Habia disfrutado de la ciudad. Me parecia interesante y agradable; pero con dos dias habia tenido suficiente, y con la mañana partiria hacia algo que me atraia mucho mas: con una poca suerte, en un dia o dos llegaria a la costa, al oceano Indico que se abria infinitamente tras los llanos interminables del valle del Mekong.

viernes, 13 de junio de 2008

Un mal cuerpo no acompaña

Nota: me han hecho notar que mi falta de tildes puede llevar a pensar que soy un completo analfabeto. Lo soy, pero que no se diga por causa las tildes. Por eso quiero aclarar que no las escribo porque en los teclados asiaticos no se encuentran. Tampoco se encuentran las dieresis ni las ñ, pero esta ultima la copio y pego cada vez que la necesito desde alguna pagina española que abro antes de empezar, porque si no ya seria el texto del todo ilegible. Gracias por la paciencia.

Viernes 6 de Junio de 2008

Recorrido: de Battabang a Pursat: 112 km

Seguia con el cuerpo revuelto, y con ese malestar acrecentado por el calor, no tenia la mejor predisposicion para estos dias. Y una buena predisposicion es indispensable para que sucedan cosas interesantes cuando se esta viajando. Con el animo decaido y mala cara, poca mas interaccion se puede esperar que la de los pedales de la bici, en un pesado y lento avanzar que se hace insufrible.

Aun asi tuve ocasion de pasar un rato agradable con una familia camboyana que vivia al lado de la carretera. Estaba yo caminando como podia por los llanos ya mas que monotonos de los aledaños del Tonle Sap, cuando pase a un hombre que podia tener mi edad, y que caminaba mas lento sobre su bici cargada de una enorme alpaca de paja; como la mayoria de los ciclistas no tan vocacionales como forzados que me encontraba en el camino, se pico amistosamente, y en seguida me volvio a pasar pedaleando todo lo fuerte que podia. Casi por despejarme acepte durante unos metros, pero no tenia yo fuerzas para grandes hazañas, y con una sonrisa le deje ganar la carrera. Ri, que asi se llamaba, me invito por gestos a que me parase un rato a tomar algo en su casa, y un poco mas adelante nos metimos por un caminito de tierra a su parcelita de campo. Mientras apoyaba yo mi bici junto a un arbol, Ri subio como un mico a lo alto de un cocotero y empezaron a llover cocos.
Con el refresco del agua de coco pasamos un rato agradable, en que me enseñaba fotos de su boda, y yo le mostraba algunas de mi familia y amigos que tenia en mi camara digital. No hacia mucho que se habia casado, y por alli rondaba su mujer, su bebe que no hacia mucho que habia nacido, su hermana, y su sobrina de ojos enormes que me miraba como quien ve un extraterrestre.
Despues de dos horas seguiamos alli, a la sombra bebiendo coco y tratando de contarnos con gran esfuerzo cosas y circunstancias; me acordaba yo de aquel sinverguenza que se levanto un dia con la idea de construir una torre en Babel. Entre aquella gente excepcional, que lo daba todo no teniendo nada, y que solo albergaba una deliciosa bondad en el corazon, y yo, habia una enorme barrera que impedia la comunicacion, por mas que ambos nos moriamos de ganas de saber tanto del otro.

Y aun me dio Ri un par de cocos para que me los llevase, convenientemente pelados y listos para solo pinchar el extremo y poderlos beber; no era la mejor idea llevar tanto peso, que ya tenian bastante mis piernas con sostenerme. Pero Ri habia se habia tomado tanto trabajo que no podia decirle que no. Y no me vinieron nada mal para refrescarme durante el recorrido. Seguia bajo un sol abrasador, por unos caminos infinitamente rectos y monotonos. Algo mas seco que el norte del lago, en aquel terreno no predominaban los arrozales inundados, sino los campos mas terrosos ya cosechados.

El resto del dia, con esta mala predisposicion que no me dejaba disfrutar, tuve como siempre muchas paradas para refrescarme y ocasiones de conversar con los locales; se esforzaban como yo en mantener una primaria conversacion, que sin lengua comun no podia ir mucho mas alla de explicarles mi recorrido durante el viaje, mi pais de origen, mi trabajo, si estaba casado o no... esas cosas sin importancia. Al final ya ni me apetecia el esfuerzo de hacer los gestos, que ya me sabia de carrerilla.

Celebre los 4.000 kilometros de viaje con un mal cuerpo y una flojera tremendos, y cuando llegue al destino del dia no tenia ganas mas que de cenar un poco, ducharme y tumbarme hasta que el sueño me arrebato en sus brazos.




Sabado 7 de Junio de 2008

Recorrido: de Pursat a Kampong Chhnang 104 km
Como el dia anterior, este fue poco interesante. Seguia con el malestar, asi que pase por una farmacia para conseguir algun remedio. De las dos docenas escasas de medicamentos, todos empezados y sin envoltorio, que tenian en un mugriento mostrador, me puso tres o cuatro en las manos cuando le explique por gestos que es lo que tenia. Uno era un antiinflamatorio, otro aspirinas, otro despejaba las vias respiratorias. El matasanos, que era el medico del pueblo, tardo en pasarme unas pastillas que en letras bien grandes mostraban ser remedio contra la diarrea. Yo lo entendi en ingles, pero tambien estaba escrito en khmer, por lo que no era excusa. Estaban caducadas, pero menos daba una piedra. Y fue mano de santo, porque a la mañana siguiente ya estaba como nuevo para llegar a Phnom Penn. Aquel supuesto medico curaba las heridas de una campesina que tal vez habia pisado alguna herrumbre, y se las cubria de yodo sin dejar en ningun momento de fumar compulsivamente; seguramente no se habia lavado las manos desde el dia de la comunion, asi que rece lo que supe por no ponerme enfermo de verdad en un pais como aquel.
Y este dia fue otro penoso luchar contra la desidia y el mal cuerpo, aplastado por el sol y sufriendo una soledad ya demasiado continuada por un paisaje que, pese a ser extremadamente hermoso, era demasiado monotono para esta forma de viajar. Llevaba mas de 1.000 kilometros entre arrozales verdes inundados, aldeitas sobre pilares, y llanuras salpicadas de cocoteros y palmas azucareras bajo un cielo azul. Muy idilico, pero necesitaba algo nuevo, no se, una curva en la carretera, un cerro con unos arboles enmarañados; una cascada, que se yo... Tampoco los intercambios con los nativos eran muy amenos, y era culpa mia, por supuesto, por no ser capaz de hablar un poquito de su lengua. Pero con mas de 40 vocales y mas de 60 consonantes, el khmer estaba fuera de mi alcance, como de la mayoria de los mortales.

Como era habitual, entre los bellisimos campos camboyanos aparecian las fosas como parte del paisaje.



Llegue pasada la hora de comer, con la etapa cumplida, a la ultima parada antes de la capital. Kampong Chhnang era una agradable ciudad chiquita y campestre, asentada alrededor de otro cochambroso mercado que se parapetaba detras de barricadas de basura pestilente. No es que los camboyanos fueran mas guarros y descuidados que los españoles, pero a diferencia de estos ultimos, ellos no disponian de un servicio publico bien organizado como nuestro servicio de recogida de basuras, y la porqueria se acumulaba. Tampoco habia tal abundancia de vacas como en la India. Alli, si no fuese por las sagradas criaturas, hace milenios que estarian enterrados en basura. Las vacas de la India se comen los desperdicios y los reciclan en forma de boñigas que en seguida alguien recoge y pega en una pared de la calle para que, secada al sol, se convierta en el combustible con el que cocinan los hogares indios. Y por otra parte tambien los reciclan en leche, que se puede tomar en cualquier esquina transformada en massala chai, un delicioso te en leche originado en la porqueria. Si algun dia llego a ministro camboyano, propondre llenar las ciudades del pais de vacas sagradas.
Y hay un detalle curioso de las carreteras de Laos y Camboya que todavia no habia comentado. Cuando se produce un accidente de trafico, generalmente un atropello de algun motorista o ciclista por parte de un vehiculo mas pesado, la policia dibuja mas o menos esquematicamente sobre el asfalto como quedaron los vehiculos, y las victimas si las hubo. Y como la pintura es resistente y dura años, los accidentes se van acumulando y en mi recorrido era raro el kilometro en que no se veia el escenario de uno de ellos, que era facil de reconstruir en la imaginacion, y ponia los pelos de punta. Viendo la alegre manera con que ciclistas, motoristas y peatones recorrian la carretera sin apartarse a la cuneta y sin mirar ni para cruzar, no era sorprendente la cantidad de siniestros que se contaban. En la foto un atropello de una bici (al fondo) que seguramente era montada por dos niños, tendidos en el suelo:



Antes de buscar donde alojarme, segui por una carreterita flanqueada de casas que llevaba al Tonle Sap, aqui ya convertido de lago en rio, el desague que llega al Mekong y que invierte su curso segun la estacion seca o lluviosa. El puerto era un bullicioso estercolero de gente que trasegaba freneticamente con fardos de todo tipo y con cargas de pescado sepultadas en moscas. Un tipico ambiente asiatico lleno de una pintoresca vida muy peculiar.
Sin mucho mas que hacer en la ciudad, despues de la ducha y la muda a ropa limpia, pase la tarde entre paseos por el mercado, un cafe aqui y otro alla, leyendo los ultimos capitulos del ingenioso hidalgo. Con la inminente llegada a la capital, que seguramente me ofreceria nuevas perspectivas algo mas variadas que los llanos de las ultimas semanas, recupere un poco de animo y de ilusion. Y es que, cuando se viaja solo, y mas aun de esta manera tan particular que sobrealimenta la soledad que es la bicicleta, es inevitable que el animo se vea sujeto a altibajos. Es parte del viaje, y lo acepto, y lo disfruto y lo sufro. Igual que la dureza del camino, las montañas, los llanos interminables, el sol inmisericorde o la lluvia crispante, son parte del todo que hace que el viaje sea el momento que mas vivo hace sentir, tan sujeto a la propia naturaleza humana y al entorno, a sus cambiantes circunstancias, a su agreste y poco hospitalario trato. A lo fragil y precario de nuestro propio ser, de una mente y un cuerpo que sigue siendo alienigena en su propio planeta, mas diseñado para bestias que para humanos.






lunes, 9 de junio de 2008

La vida flotante del Tonle Sap

Jueves 5 de Junio de 2008

Recorrido: en barco de Siem Reap hasta Battabang

Tuve que madrugar mucho para poder estar listo y desayunado a las 6 de la mañana, hora a la que me habian dicho que pasaria a por mi el minibus que recogia a los pasajeros para llevarlos a la lancha, amarrada en el puerto unos 12 km rio abajo de Siem Reap. En un principio habia pensado hacer esta distancia en bici, pero con ser la salida tan temprana hubiera tenido que ponerme en camino de noche para asegurarme de encontrar el barco a tiempo. Asi que hice de turista contra mi gusto, y por primera vez desde aquel tren que me llevo a Chiang Mai desde Bangkok, tome un transporte que no fuese mi bicicleta o una barca para cruzar algun rio.

Los brillos dorados del amanecer levantaban las ultimas brumas del rio mientras la ciudad se desperezaba. Los habitantes de las casitas clavadas en el lecho del agua sobre pilares de madera iniciaban sus jornadas aseandose con el agua del mismo rio recogida con un pozal atado a una cuerda. En el minibus no era yo el unico occidental, aunque me apetecia poco charlar con otros viajeros tal dia como este, en que preferia no distraerme de los detalles del rio y el lago. Pronto la carretera dejo de ser parte del paisaje para elevarse una decena de metros sobre el, en un artificial reguero ancho de tierra sobre un plano de matorrales que al final de la epoca lluviosa formaba parte del fondo del lago. Las unicas casas que no estaban construidas sobre estructuras flotantes y ancladas en la baja del rio sobre sus aguas, eran las que sobre pilares se aferraban a la estructura de tierra sobre la que se habia levantado la carretera para evitar que quedase bajo agua con la crecida. Asi este camino sin salida iba a morir en un ramal de rio que llegaba, poco mas alla, a la orilla del lago en la temporada seca; pues en la temporada lluviosa cualquier borde de la carretera podia servir de embarcadero.
Cuando solo quedaba un kilometro para este, desaparecio el asfalto y entramos en un barrizal. Unas maquinas removian el terreno para reparar los destrozos de la lluvia, y el barro resbaladizo atrapaba a los vehiculos que, por mas que intentasen avanzar o retroceder, no hacian mas que escorarse peligrosamente hacia el talud, como si sobre hielo se deslizaran. Visto lo cual preferimos apearnos y embarrarnos, antes que arriesgarnos a bajar al fondo seco del lago con furgoneta y todo.
Baje la bicicleta de la baca del vehiculo, monte las alforjas, y camine como pude por el suelo pegajoso; unos cientos de metros mas adelante, el barro no estaba tan removido y ya pude pedalear hasta el embarcadero, a penas unas tablas uniendo el barrizal sobre el que se anclaban casas flotantes ahora varadas en tierra, con algunas lanchas techadas. Subi la bici y los bultos, y busque acomodo bajo el techo, en una fila apiñada de asientos.
Durante unos minutos viajamos rio abajo por un estrecho canal en cuyas orillas flotaban casas de madera construidas sobre balsas de bambu o bidones vacios. Otras no eran casas aunque su funcion lo era, tan solo barcas con un techo bajo el que toda la vida de una familia discurria. La madre cocinaba en la proa fuera de la cubierta del tejado; se acicalaba el hombre con un espejito mientras los niños se levantaban de la hamaca para ir a la escuela. Al lado de cada casita o barcaza habia algunas canoas con las que se desplazaban a la escuela flotante, a la pagoda o a la iglesia flotante, que tambien se veian por aquellos lares; al mercado flotante, al bar flotante. Flotantes eran las barcas de las vendedoras ambulantes que llevaban todo tipo de mercancias de casa en casa, remando despacio por la calle liquida.
En breve salimos al amplio Tonle Sap. No alcanzaba la vista su orilla opuesta, tomando mas el aspecto de un mar que de un lago. Por el lado de costa que dejabamos se extendia un reguerito de casas sobre el agua, que con el nivel minimo de esta epoca del año se anclaban a tierra firme, aunque no se viera a nadie caminar por ella. Cubierta de enmarañados matorrales de poca altura, nadie se molestaba en aclararla o prepararla, dado el ciclo de crecidas y bajadas de su nivel que hacian esos tramos de tierra completamente inservibles. Asi, cuando la epoca de lluvias elevaba varios metros el nivel del lago, este avanzaba varios kilometros tierra adentro, convirtiendo las aldeas en islas humanas lejos de tierra firme.
El Tonle Sap era un ingenioso invento de la Naturaleza. Conectado al Mekong a traves de un canal que lo desaguaba al rio en Phnom Penn, invertia su curso cuando la epoca de lluvias hacia crecer tanto el caudal del Mekong como para subir canal arriba y llenar el lago, que se convertia de esta manera en regulador de sus crecidas en el delta. En esa epoca la superficie del lago se multiplicaba, y todas las aldeas se hacian verdaderamente flotantes.
Tras una hora de lago tomamos el ramal de otro rio que llevaba hacia el oeste, y luego al suroeste, hasta Battabang. Durante las 6 horas de dificil recorrido por su somero lecho en bajo caudal, casi nunca dejamos de ver aldeitas formadas no se sabe si por casas o por barcas grandes, con un estilo de vida particular, aislado y muy diferente de la del resto del pais. La lancha hacia de autobus local, y cada poco paraba a la llamada de algun local que voceaba o salia al encuentro en su canoa, llevado por alguien que despues regresaba con la barquita. Y cada poco alguien se apeaba en otra canoa u otra casita flotante de las aldeas del recorrido. Era sorprendente ver que, sin cables ni corriente electrica, ni servicio de aguas mas que la propia embarrizada del lago o el rio, era rara la choza o barca vivienda que no dispusiera de una antena y un televisor, y supongo que de un generador de gasoil que lo alimentara. Era sorprendente el poder omnimodo del mostrenco, y su voracidad llegando a los ultimos rincones del planeta.
La vida de la mayoria de sus habitantes discurria en los escasos 4 metros cuadrados de las barcazas techadas, y si no estaban pescando con las canoas y sus redes circulares, pasaban el rato en las escasas tareas que una vida asi les proporcionaba. Por eso la mayoria se veian tumbados a la bartola, no importaba la hora del dia, sobre las hamacas que colgaban del techo.

Disfrute del recorrido sentado en la proa del barco. Solo habia sitio para uno, y como fui el primero en tomar la iniciativa de desapiñarme de la bancada de asientos y salirme afuera, aproveche las mejores vistas y el mejor aire fresco del paseo; aunque tras 6 horas al sol me descuide sin protector, y acabe con el cuello y la nariz tostados.

A las 2 de la tarde llegabamos a Battabang. Una ciudad voluminosa y ajetreada que contrastaba con los lugares perdidos y apeados del ritmo moderno que acababa de recorrer. Trazas de su pasado colonial frances y del dominio tailandes durante los ultimos siglos, hacian a Battabang distinta y atractiva, aunque tan sucia como era costumbre en Camboya. Sus comercios vibrantes y su velocidad postmoderna me chocaban, acostumbrado como estaba ya a la mera tranquilidad rural. Su especialidad eran las tallas en madera, sobre todo en raices de grandes arboles, retorcidas y magnificas, en las que se buscaba la manera de encajar dragones, budas, princesas, o lo que fuese menester. Despues de acomodarme en una pensioncita apañada, me di un paseo para ver algunas de estas esculturas.

En un rincon frente al rio con unas estupendas vistas del atardecer, estuve de contemplacion hasta que vino a hablar conmigo un chaval de 18 años que hablaba ingles mejor que yo (cosa harto facil, debo reconocer). Me conto de todo, incluida su vida. Su padrastro lo habia apuñalado hacia dos años, de lo que conservaba una buena cicatriz en la cara. De aquello no habia vuelto por su casa; y lo que me gusto del asunto es que en cualquier pais del mundo subdesarrollado, posiblemente hubiese acabado de mendigo en la calle, o mas posiblemente dedicado a la delincuencia, como sicario o similares. Pero Jon, como se hacia llamar, habia sido recogido, como era normal en estos casos, por los monjes de uno de los templos de la ciudad. Con eso tenia las necesidades basicas cubiertas, y encontraba tiempo para trabajar como mototaxista, y con el dinero pagarse sus estudios secundarios, y a fe que lo aprovechaba bien en ingles. Me hablo de los campos de la muerte, lugares del entorno conocidos por haber sido escenarios de ejecuciones masivas en tiempos del Khmer Rouge. Tambien me empezaba a parecer que la gente exageraba mucho a la hora de contar estas historias, pero despues de todo estaban en su derecho. Por lo visto existia un turismo especializado en recorrer los escenarios del genocidio, en un extraño y morboso gusto que yo no llegaba a entender. No me acercaria yo a uno de esos lugares como no fuese a llevar un ramo de flores. Pero hay gustos para todo. Tambien me hablo de las proximas elecciones, que seguramente ganaria de nuevo Hun Sen, el viejo presidente del CPP ex-comunista y provietnamita, que segun Jon gozaba de gran apoyo popular por haber sacado adelante un pais destruido y despoblado.

Aunque seguia con mis malestares y dolores, no veia el momento de ponerme en camino de nuevo con la bicicleta. Asi que no tarde mucho en meterme en la cama para poder aprovechar bien la mañana.

Dos dias en las ruinas de Angkor

Martes 3 de Junio de 2008

Recorrido: primer dia en Angkor: 57 km

Con la fresca de la mañana ya estaba yo en el edificio de entrada comprando el billete. Un poco excesivo, hay que reconocerlo, pero no habia mas remedio que pasar por el cepillo. Despues de pagar los 40 dolares de la entrada, ayudado eso si por el reciente hundimiento del dolar frente al euro, pedalee por la sombria avenida de arboles gigantes, que en lugar de llevar a Angkor, hubierase dicho que llevaba al corazon de una selva. Aun las rojizas brumas del amanecer coloreaban las copas de los arboles cuando llegue al foso de un centenar de metros de anchura y unos dos kilometros de perimetro que rodeaba el Angkor Wat. Pero dejando este para despues, continue por la carreterita que lo rodeaba hacia el este, encaminandome a los varios templos de diferentes epocas que sucesivos reyes habian edificado como simbolo de su poder y del estado que representaba su reinado. Siempre entre dulces arboledas fui visitando unos templos tras otros. Algunos eran pequeñas estructuas en ladrillo, con torres y relieves mal conservados de deidades hindues. Otros ya en piedra suponian un despliegue mucho mayor de ingenio; kilometricos muros de piedra cerrando la explanada, y puertas monumentales con caras esculpidas en los cuatro puntos cardinales que daban entrada a los recintos.



Una vez dentro de las antiguas explanadas ahora convertidas en bosques, una larga caminata conducia al templo central, a veces flanqueado por otros edificios menores, pero ricos tabien en relieves arrebatados al Hombre por la Naturaleza. Especialmente espectacular era Ta Phrom, el templo en el que las sucesivas reconstrucciones y restauraciones habian respetado mayor numero de arboles de intrincadas raices aereas colgando sobre las estructuras, dandole un aspecto magico y perdido que, por mas conocido de todos, no dejaba de sorprender y admirar.

Como viera en el puente de Kampong Kdei, la ausencia de arcos y el uso un poco caotico de estructuras poco meditadas, habian convertido la mayoria de galerias y pasadizos en montañas de escombros de piedras talladas sobre los que crecian arboles de portes majestuosos. Impresionaba mas este dominio de la naturaleza que el arte en si de su piedra. Con menos de mil años de antiguedad, la simplicidad de los motivos de sus relieves, su hieratica e ingenua composicion, y la poco estudiada estructura, desordenada y de proporciones mas bien menores, el conjunto me estaba decepcionando un poco. Tal vez era culpa de que ya habia visto otras creaciones de la Humanidad; Egipto, con dos o tres milenios mas de antiguedad, y exquisitas y gigantes obras de belleza delicada y sensual; Roma, Grecia, con una maestria escultorica y una grandiosidad en sus monumentos que no podia compararse; yendonos a creaciones contemporaneas de las Khmeres, no se podia comparar la delicada ejecucion de los relieves de Kajuraho en el corazon del hinduismo, con las poco imaginativas y planas figuras de Angkor. El esplendor del gotico escalaba al cielo cuando los khmeres creaban galerias de cuatro metros de altura que se habian ya venido abajo. En fin, a sabiendas de que decir esto me puede propinar una reprimenda, tenia que afirmar que todo aquello me parecia extraordinario y en medio de un escenario natural magico y misterioso. Pero en ningun modo me llego a impresionar. Mas bien lo encotre tosco, primitivo y simple. Ahora las collejas, por favor.


Tampoco me impresionaron algunos otros templos que se estructuraban en piramide. Mas toscos todavia, en su mayoria nunca fueron terminados por los reyes que los mandaban construir, y que morian antes de tiempo. Si me gustaba, sin embargo, imaginar aquellas autenticas ciudades con miles de monjes y estudiantes que siglos atras poblaban cada rincon de las galerias. Por tiempos hiduistas y por tiempos budistas, de las dos religiones quedaban testimonios en piedra.




El calor me doblo, y tal vez fue eso lo que me impidio disfrutar de todo aquello como se merecia. Montado sobre la bicicleta habia olvidado los calores del tropico. Pero recorrer la solana de los templos a pie, sin el airecillo del pedaleo, me sumia en un estado de letargo fisico y mental cercano al sueño. Me hacia sentir enfermo, febril, debil y lento. Cada escalon o pedrusco de los derrubios era un suplicio que las piernas no podian aceptar. La barriga seguia dandome dolores, y tenia que sentarme cada vez que encontraba una sombra. Al final de la tarde pude recobrar el aliento, y para tener una primera impresion de los edificios mas impresionantes, Angkor y Bayon, cerre el recorrido circular descendiendo desde el norte hacia el sur por la ciudadela de Angkor Tom y el Angkor Wat en si. Un esplendido atardecer me mostraba de lejos unas joyas algo mas relucientes, que dejaria para la segunda jornada.



Reventado y febril, me fui a dormir a penas llegue de regreso a Seam Reap.




Miercoles 4 de Junio de 2008

Recorrido: segundo dia en Angkor: 43 km

Era el momento de visitar el templo por antonomasia. Angkor Wat esperaba cercado por un foso lleno de agua, de orillas escalonadas con sillares, que bien merecia ser considerado una maravilla en si mismo. Cruzando por un pasaje monumental se llegaba al primer cierre, una muralla kilometrica con estructuras a modo de puerta columnada por cientos de metros. Los relieves de las paredes representaban unicamente Apsaras, diosas danzantes hindues, pero aun entrando ya en terrenos del siglo XII, no mostraban una memorable evolucion del arte Khmer en siglos. Tras la bienvenida de una gran estatua de Vishnu, que incomprensiblemente seguian adorando muchos camboyanos aparentemente budistas, se salia a la explanada interior, con un portentoso pasaje de piedra dos metros elevado del suelo y una decena de ancho, con varandas de nagas tambien en piedra, y unos trescientos metros de largo que acababan en la estructura principal del templo, cuyas torres aparecian en una conocidisima silueta. Al no haber ni un solo arbol, con pasar de las 9 de la mañana el corredor de piedra era ya un horno insufrible. Antes de darme cuenta ya tenia el dia preparado a semejanza del anterior, agotado antes de tiempo, con dolores en todo el cuerpo y una debilidad que me hacia aborrecer cada escalon. Me aproxime al templo sin prisa, contemplando la variante perspectiva, que con todo no me parecia demasiado estudiada. Desde ningun angulo se contemplaba completa la estructura principal, que siempre era ocultada por partes menores del edificio que, eso si, era del todo enorme y monumental.
Con este templo bien se merecia la fama el enclave. Di en primer lugar una vuelta completa por el segundo cerramiento de muros y galeria alrededor de la piramide principal de cinco torres que era el centro del templo. Estas galerias estaban ricamente labradas sobre la piedra arenisca, con escenas del Ramayana, la leyenda epica sagrada hindu. Tras darle la vuelta completa, volvi al origen para cruzar los vestibulos escalonados que antecedian al centro del templo, con galerias construidas alrededor de cuatro piscinas tambien escalonadas que alguna vez llenas de agua sirvieron para que los reyes Khmres profesaran los ritos de purificacion. Y siguiendo el ascenso por las escaleras, por fin aparecia la estructura piramidal, que recordaba vagamente las mayas, con escalinatas peligrosamente verticales en cada uno de los cuatro lados. Las ricamente adornadas torres que la coronaban no podian contemplarse satisfactoriamente desde ningun angulo, una vez mas habia siempre algun impedimento para ver su totalidad.
Con todo le dedique casi un par de horas a Angkor Wat, refugiandome del calor en algun rincon de las galerias que me permitiese una buena vista. Cuando ya habia saboreado cada relieve y cada apsara danzante, sali por el pasaje de piedra en direccion al foso de agua, para recuperar la bici que me esperaba atada en la puerta, y continuar hacia Angkor Tom, la ciudadela de kilometrico perimetro que albergo el centro del imperio, una ajetreada vida urbana, y varios templos y palacios magnificos. Por el puente sur, flanqueado de nagas, demonios y guerreros de piedra, cruce bajo la puerta de la muralla, coronada por cuatro caras segun los puntos cardinales, y estatuas del dios Indra sobre elefantes. Despues de un par de templos menores, continue hasta Bayon, una estructura enjuta y desordenada, pero sorprendente por las mas de 200 caras enormes esculpidas en sus torres, y por los relieves contando historias de las guerras que sometieron a los Cham al imperio Khmer. Bayon, que asi se llamaba este templo, era la obra culmen y ultima de la epoca dorada de esta cultura, pero tampoco sus galerias de precaria estructura se habian librado del derrumbe, tan solo ocho siglos despues. Y en una de las muchas piedras sueltas meti el pie de mala manera, hasta darseme la vuelta, con un dolor tremendo que me llevo al suelo, mareado y pensando que me habia roto algun hueso. Por unos minutos pense que se acababa con esto el viaje en bici, y casi el viaje completo. Pero un rato despues me di cuenta de que no tenia nada mas que una luxacion. Durante dias me costaria caminar, pero nada me impediria pedalear normalmente.
Y asi pase otro dia de agobio soleado, tratando de reponerme de las penurias para disfrutar imaginando aquellas gentes viviendo cada dia, vistiendo sus coloridos y sensuales ropajes, desfilando en un asiatico maremagnum de personas, animales, carros, elefantes, monos... Podia casi tocar aquella vida atrapada en las piedras milenarias, que distinto era todo.
Cuando al atardecer se aproximaba la hora del cierre, me habia dado tiempo a ver el resto de edificios importantes del complejo. Podia decir que lo que me quedaba por ver era comparativamente menudo, asi que aunque habia estado en dudas de dedicar un tercer dia a Angkor, ya tuve claro que lo daba por visto. Ademas no me quedaba cuerpo para otra socarrina como la de los dos dias que habia pasado, entre dolores y sudores, desmadejado y derrotado. Angkor era una maravilla digna de visitarse, pero haciendo caso del consejo de no crearse espectativas. Sin duda era mejor dejarse llevar e ir descubriendolo poco a poco con un espiritu de sorpresa.
Con la decision de partir a la mañana siguiente, nada mas llegar a Siem Reap fui a comprar un billete para el barco que, cruzando el Tonle Sap, el lago interior camboyano, me llevase al sur, hasta Battabang. Hubiera preferido un viaje mas largo por el lago, tal vez incluso hasta Phnom Penn; pero con el agua baja de la estacion seca, solo los barcos hacia el suroeste seguian funcionando, y si queria ver la vida y el paisaje particular del lago, no tenia mas remedio que conformarme con este recorrido y cruzar a Battabang. No podia dejar de conocer este paisaje fundamental del pais, con sus aldeas flotantes y su vida en barca, y solo me evitaba a cambio unos tramos de carreteras polvorientas por el oeste del pais que carecian de puntos de mayor interes que algun perdido pueblo comercial en la ruta a Tailandia.




domingo, 8 de junio de 2008

Por fin en Angkor

Lunes 2 de Junio de 2008

Recorrido: de Kampong Kdai a Siem Reap: 73 km

Ya no me quedaban mas que unos pocos kilometros para llegar a Siem Reap, la ciudad crecida al aroma de las ruinas de Angkor, tan solo unos 10 kilometros al norte de su centro, y que atraia una ingente cantidad de turistas avidos por contemplar la maravilla. Antes de ponerme en marcha volvi a ver el puente, con su extraña estructura desconocedora del arco; los ojos por los que pasaba el agua del rio, eran estructuras apuntadas, conseguidas apilando piedras y uniendolas poco a poco hasta cerrarlas en una. Esto no las hacia demasiado resistentes, como podria comprobar mas tarde en las ruinas de Angkor.

Durante todo el recorrido pase al lado de no menos de una docena de puentes menores que salvaban sendas ramblas y torrenteras. La carretera habia circulado por encima de ellos hasta recientemente; pero por fortuna ya habia puentes nuevos que los evitaban pasando a unos pocos metros de ellos. Asi podia verlos al paso, y luego continuar pedaleando por el asfalto que cubria la antigua calzada khmer.

Como? No he hablado todavia de las santas motos del sureste asiatico? Habria que dedicarles un capitulo completo. No es posible entender la vida en esta parte del planeta sin el memorable e indispensable papel de estas silenciosas y sufridas maquinas, como no es posible entender la Historia de Europa sin la contribucion de burros y caballos. Se las puede ver cargando seis personas apiladas; o toneladas de paja, o cientos de gallinas atadas por las patas y colgadas de varas. O manojos de tuberias de 20 metros de largo llevadas al hombro del propio conductor, dandole un aspecto de Quijote lanza en ristre. O como en la foto, llevando muebles apoyados sobre un pequeño carrito de dos ruedas mas pequeño incluso que la moto.





A menudo durante el viaje, muchachos en bicicleta me acompañaban durante algun tramo. A veces los alcanzaba cuando pedaleaban despacio en mi misma direccion. Adelantandolos para continuar a mi ritmo, conseguia que se dieran por retados, y aceleraban el pedaleo para seguirme todo lo aprisa que podian. Algunos incluso me desafiaban a un sprint, y si no andaba flojo de animos, solia aceptar como algo divertido; ellos no tenian plato grande en sus bicis, pero a cambio no llevaban dos mochilas cargando la parte trasera. El hecho es que hasta la fecha ninguno logro sacarme un metro de ventaja; pienso que tiene mas que ver con que los camboyanos y laosianos fuman desde que son adolescentes, y a todas horas. Me divertia dejarlos atras con sus caras amarillas tornadas en bermellas, y sin poder creer que el farang de las flores les ganase la carrera.



Con moscas y todo, mis lugares favoritos seguian siendo los mercados, una estupenda ocasion siempre para sentarse y observar las vidas, las miradas, las bromas y las tareas de los nativos.
Pedalear por la carretera no me parecia peligroso, pese a que el flujo de trafico era considerablemente mayor que en Laos. Los coches dejaban suficiente espacio al pasar, acostumbrados como estan a que todo el mundo circulase a pie, en bici o en moto por estas carreteras. Sin embargo para los locales era un infierno estar cerca de la via. Los conductores eran sin excepcion una panda de malnacidos que no disminuian la velocidad al pasar por los poblados; mas teniendo en cuenta que el concepto urbano en estos paises es muy diferente al nuestro, con una mera linea de casas a cada lado de la carretera, que hace de esta la unica y principal calle, y escenario de todo lo que sucede. Camiones, autobuses y coches pasaban a toda velocidad, levantando continuas polvaderas sobre la estoica gente, que tenia que convivir con ello cada minuto del dia. Y sin olvidarse de atravesar el pueblo tocando el claxon por costumbre, que a mi me desesperaba y crispaba sobremanera. El infierno de polvo y ruido era agotador despues de cinco minutos; me amiraba una vez mas de la capacidad de sufrimiento y adaptacion del ser humano, dispuesto a vivir en unas condiciones que desesperarian al mas pintado. Daban ganas de dar escarmiento publico a cada uno de aquellos bellacos incivicos.
Una niña que jugaba con otras amigas dio un paso al asfalto sin mirar, y estuvo a punto de ser atropellada por uno de aquellos bolidos, que como colofon recorrio el resto del pueblo pitando estruendosamente. Por si fuera poco, la niña tuvo despues que aguantar la regañina y el griterio de los adultos que se encontrasen a cien metros a la redonda.
Por fin Siem Reap a la hora de comer. Era una ciudad mucho mayor de lo que esperaba, ruidosa e industrial, ademas de turistica. Recorriendola junto al rio baje al mercado central para buscar posada. Queria saber cuanto antes como tenia que hacer para aprovechar bien la visita a los templos de Angkor; despues de ducharme y lavar la ropa sucia, que ya era casi toda la que tenia, sali con la bici a preguntar a alguna agencia. Pero pasando por una esquina escuche hablar en español: las salude, mas con animo de preguntar por la visita a los templos que de otra cosa. Eran una venezolana, una portuguesa y una española. Ya habian estado en las ruinas, asi que me explicaron un poco, y me dieron un mapa de la zona. Casi tenia solucionadas las dudas, solo tenia que ir hacia el norte unos kilometros, y hacer un recorrido de lo mas trillado por los templos; la entrada, en la puerta: o un solo dia, o un plazo de tres, que era el que a mi me convencia. Mientras ojeaba el mapa, volvio Filipa, la portuguesa, para invitarme a cenar con ellas por la noche, asi que quedamos para entonces.
Tenia mucho que leer antes de ir a las ruinas. Busque un bar donde tomarme un cafe, que despues de varios dias montunos ya me lo habia ganado, y pase el resto de la tarde leyendo la informacion de que disponia, y planeando como hacer la visita. Primero recorreria los templos menos importantes, y dejaria Angkor y Bayon, los mas espectaculares, para el segundo dia. De haberlo hecho al contrario, tal vez los pequeños me hubiesen parecido muy poca cosa, despues de haber conocido Angkor. Bajo otra estupenda tormenta vespertina, agote las horas de luz con la guia y los mapas.
Acudi al encuentro de las nuevas amigas, que fueron llegando poco a poco, para completarse el grupo con Paulo, otro portugues que viajaba alrededor del mundo. Cenamos y charlamos hasta tarde, era un gusto relajarme en mi lengua materna despues de tantos dias de aislamiento. Filipa hacia lo que yo tantas veces me habia propuesto viajando: montar una empresa de importacion de artes y artesanias exoticas. Parecia irle muy bien, y siendo varios años mas joven que yo, me daba sana envidia, a mi que a este paso no dejaria nunca de ser un pobre asalariado sujeto a un jefe y a unas impertinencias... Y hablando de todo un poco, la española resulto ser, como yo, de Teruel . Era la primera vez en mi vida que me encontraba a alguien de Teruel fuera de la provincia, y no podia creerme que a 10.000 kilometros de la Plaza del Torico pudiera estar charlando con una paisana. Desde pequeña se habia criado en Valencia, y hacia años que vivia en Londres. Pero yo le habia detectado algo familiar en la mirada antes de saber de su origen.

El animo solitario

Domingo 1 de Junio de 2008

Recorrido: de Kampong Thom a Kampong Kdei: 90 km

Cuando uno pasa tantos dias solo, hablando consigo mismo la mayor parte del tiempo, o a lo sumo de vez en cuando intentando ya sin excesiva gana una conversacion gestual con los nativos, hay dias en los que la belleza del lugar y las sonrisas de los niños lo compensan todo y la mente disfruta relajadamente del trayecto, volando en pensamientos de toda indole pero mas o menos positivos. Sin embargo, hay otros dias en los que uno se levanta con el pie torcido; tal vez un poco incomodo al sentarse por la mañana en la bicicleta; tal vez un poco soñoliento y con unas pesadas remoras en las rodillas; tal vez con algun picor de algun bicho que se divirtio por la noche a mi costa... y esos dias la soledad consigue hacer mella en el animo, y no hay sonrisa que pueda remediarlo. Dos meses despues de iniciado el viaje, todo esto se juntaba a la cierta monotonia de un paisaje que durante casi 2.000 km habia sido predominantemente plano, de rectas infinitas que era mejor no mirar, como quien para no sentir vertigo procura no mirar el suelo alla abajo. Por otra parte el revuelto de tripas del dia anterior seguia debilitandome, y no se pasaria en varias jornadas. Muy perezoso y derrengado, el animo desbordante de los ultimos tramos como digo me abandono a mi suerte, y sin su ayuda no me resultaba facil el recorrido. Mas feo, despoblado y seco que hasta entonces.

Las casas eran aqiu mas sencillas, abundaban los tejados de chapa, y la basura se acumulaba en sus alrededores; muchas ni si quiera cuidaban que el estanque del que obtenian pescado y patos no se convirtiera en un basurero.

Encontre un pequeño oasis, sin embargo, a la hora de mas calor: junto a un ancho pantano de aguas calmas como un espejo pulido hasta la linea del horizonte, se asomaba una asombrosa area de servicio de carretera fuera de lugar. Hubiera sido normal encontrarse algo asi en una carretera europea; pero no habia visto nada asi en los ultimos miles de kilometros. En contraste con la cochambre general, el edificio estaba impoluto y guardaba una cierta estetica moderna, sin descuidar la galeria porticada de bambu que aparecia por el lado del pantano, colgando sobre un agua cubierta de nenufares sobre que ranitas verdes descansaban a la sombra de las hojas mas crecidas.







Disfrute de un cafe durante mas de una hora, y es que no me queria ir de alli a seguir pasando penurias bajo un sol implacable y un viento hirviente que lejos de refrescar, solo caldeaba el mal animo empeñado fuere como fuere, en soplar siempre en contra.

Una y mil veces pare durante el recorrido a refrescarme. En cualquier puesto de los pueblitos, la basura hacia de ellos el reino de las moscas, que en bandadas como nubes se apropiaban de la carne y el pescado que se vendia en los puestos, cubriendolos de un moteado negro que hacia optar en el fuero interno por la sopa de tallarines vegetariana. Si paraba a tomar algo, antes me hartaba de que hicieran un festin de mi las moscas, que de estar sentado sin hacer nada.







El legado de la India, del que iba a ser privilegiado testigo en las ruinas de Angkor, seguia presente en muchas de las miradas camboyanas, en sus rasgos oscuros, en sus ojos grandes y expresivos, llenos de fuerza. En pomulos y cejas mas rectos, en el cabello largo de las mujeres mas propenso al rizo que al plano.

Algo desquiciado del viento, debilitado de mis problemillas internos, y perseguido por una tormenta que se las apañaba para venir tras de mi ignorando el viento que me venia de cara, consegui llegar a Kampong Kdei sin pegarle una patada a la bicicleta para arrojarla sobre un ribazo. El pueblo no parecia tener mucho mas que mugre y unas calles de barro destrozadas y encharcadas por el paso de coches y camiones, que le daban al lugar un aspecto de postguerra atroz. La gente sorteaba como podia los lagos y las arenas movedizas, los pozos y los terraplenes, con una paciencia que me admiraba. Habia varias posadas en el pueblo, pero estaban todas completas. Dedicandome a llamar de puerta en puerta en todas las que encontraba, halle de casualidad, al final de una calle, una joya singular que no aparecia ni en las guias ni en ningun cartel del mismo pueblo: un enorme puente de piedra arenisca, de los tiempos de Angkor, con nagas (serpientes mitologicas) en piedra como varandillas, y una anchura mayor que la de las actuales carreteras de Camboya. Mil años de historia a los que no les faltaba ni una piedra.