sábado, 3 de mayo de 2008

Luang Prabang, la apacible orilla en el tiempo

Viernes 2 de Mayo de 2008

Recorrido: de Pak Mong a Luang Prabang: 118 km

A partir de Pak Mong cambio definitivamente el paisaje. Los espesos bosques de arboles descomunales cubiertos de orquideas dieron paso a un valle demasiado estropeado por la mano del Hombre, con tramos quemados para el cultivo, y otros de quemas anteriores que se reverdecian de hierba, pero que habian dicho adios definitivamente a las arboledas. Solo los remates de los mogotes karsticos que aca y alla sobresalian desafiantes sobre un terreno ya casi plano, conservaban la antaño omnipresente cubierta vegetal.Y emparejada con la naturaleza, la presencia humana carecia de la atractiva armonia de las aldeas de bambu que dejaba atras. Los
tejados de chapa y los muros de bloques de cemento se mezclaban con la madera y los tejados de guano, dando un aspecto eternamente provisional a los asentamientos.Fue un largo recorrido para llegar con tiempo a Luang Prabang, por lo que, sumado al escaso atractivo de lo que iba viendo a mi paso, decidi reducir el numero de paradas y su duracion. Aun asi, segun me iba cociendo el dia, me sentaba a tomar un refresco aqui y alla. En uno de estos descansos tuve ocasion de una poca guasa con un vietnamita pizpireta de unos 35 años, que pasaba con su moto
llena de cachivaches repartidos en varias cestas de bambu que llevaba como alforjas. Al verme alli aparcado con mi bici colorida paro, y sin mirarme, con un fingido descaro, desmonto de su moto y se fue directo hacia la bici, a inspeccionarla como joyero ante un rubi, a tocarla y a menearla como si la acabase de comprar. Yo no me preocupe por su actitud, pues con su cara de cachondeo lo decia todo. Y solo con la cara, pues hablaba yo mas vietnamita que el ingles. Con gestos me propuso un cambio, el se llevaria mi bici con sus alforjas coloridas, y yo su moto con todo el tesoro de hojalatas que cargaba de manera inverosimil en las cestas. Es mas; me cambiaba su morral por mi riñonera. Cuando le dije que salia perdiendo el, mostrandole que solo tenia en ella unos pocos miles de kips, es decir, un par de euros, me mostro un fajo de billetones que llevaba en el morral y me lo ofrecio, mientras los laosianos que nos miraban con curiosidad a duras penas aguantaban la risa. Cuando mi amigo vietnamita por fin rompio a reir, los laosianos, que hasta entonces casi ni me habian saludado, y permanecian en silencio, empezaron a reir y a celebrar la ocurrencia con nosotros. Laos y Vietnam, dos vecinos y casi hermanos, estaban culturalmente separados por todo un mundo. Los vivos, descarados y simpaticos vietnamitas contrastaban, como saltaba a la vista en aquella situacion, con los reservados, timidos y silenciosos laosianos. Lei en la guia un dicho frances que me venia a cuanto: "Los vietnamitas plantan arroz, los camboyanos lo ven crecer, y los laosianos lo escuchan crecer".








Seguia pedaleando junto a un rio agitado que discurria entre suaves lomas peladas y aldeas sin cuento. Por fin, pasadas las tres de la tarde, aparecio de nuevo ante mi el Mekong, al que iba a parar el rio que venia siguiendo todo el dia. Y poco despues, en la orilla del gran rio, llegaba a Luang Prabang, unos dias y unas fatigas despues de cruzar la frontera con Laos. Si mi intencion habia sido ganarme la llegada a la ciudad, lo habia cumplido con creces, disfrutando de un paisaje casi virgen, pero sudando y sufriendo sus montañas y sus soledades.Luang Prabang se asentaba en la confluencia del Mekong con un afluente que se retorcia y rodeaba un monte boscoso, que presidia la ciudad, antes de verter sus aguas al rio principal, formando una especie de peninsula. Y en lo alto del monte que le daba origen, un chedi dorado se podia ver desde cualquier lugar de la ciudad.Me quedaban tantas horas de luz que no tuve prisa por alojarme, y me pase la tarde paseando por sus tranquilas avenidas de corte frances, repletas de villas al estilo europeo, engarzadas en jardines de arboles tropicales cubiertos de flores. Los franceses debian de haber vivido aqui como reyes, pero una vez expulsados por la revolucion y los años de guerra, habian quedado sus casonas, que mezclaban detalles de gusto oriental en madera, expuestas a una dulce decadencia y decrepitud que eran, justamente, el principal atractivo de esta ciudad que ya no era tal. El turismo le habia dado una segunda oportunidad, y muchos de los edificios se habian restaurado, y en ello estaban, para convertirlos en hotelitos y restaurantes, dandole un aspecto de pueblo turistico de mar, pero sin mar.



Lo que mas seducia de ella era su apacible discurrir, el tempo lento que marcaba su metronomo. Sin ruidos, ni trafico estridente, paseaba yo en bici por ella como un inesperado vehiculo veloz entre gente relajada que caminaba despacio y hablaba casi en silencio. Ligeras notas musicales de buen gusto, jazz o musica local, salian sin solaparse de alguno de los cafes, que repletos de turistas occidentales, vivian de espaldas al gran Mekong, cuya orilla descuidada y desaprovechada se asomaba tras una calle con alguna posada, sin mucho mas.
Y caia la tarde sumergida en una quietud de sonidos humanos, palabras amables a media voz, saludos gentiles y miradas livianas que no acosaban al viajero.
Enormes torres de nubes despedian al sol iluminadas en sus cimas cuando sobre la ciudad ya caia la penumbra, mientras llegaban sin prisa a la avenida principal los vendedores del mercado nocturno, que ya comenzaban a montar los toldos rojos que, para cuando la noche se adueñaba del lugar, se extendian a lo largo de la calle ofreciendo productos de artesania.
Y esa era casi la unica actividad nocturna de Luang Prabang: pasear sus puestos y entretenerse con los abalorios de plata hmong, las sedas tejidas en colores, las lamparas de bambu y papel pintado,...
Con todo, la ciudad me habia decepcionado un poco; era tanto lo que habia escuchado sobre ella, que no habia podido evitar crearme unas ciertas espectativas, un error siempre, que no se habian cumplido. Imaginaba de otro modo sus calles mas antiguas, que en realidad no eran tan distintas de los pueblitos de casas de madera que tantas veces habia cruzado en el viaje. El ambiente me recordaba algunas ciudades de influencia francesa del hemisferio latinoamericano, que venidas a menos conservan un cierto aire señorial y decadente. Sus templos, de pobres materiales, principalmente cemento mal pintado en blanco ya raido por la lluvia, no me sorprendian despues de tantos como habia visitado en Tailandia, como por ejemplo los excepcionales de Chiang Mai.
Sabado 3 de Mayo de 2008
Le dedique a Luang Prabang tambien el dia siguiente, sabado. Continue en la tonica, paseando junto al Mekong, la estupenda via de escape que en todo momento se encontraba a un par de cientos de metros, y cuyos arboles ofrecian una refrescante sombra en las horas de mas calor.
La ciudad era el lugar ideal para relajarse con un cafe en cualquiera de sus muchas terrazas de aire soñoliento, y leer un libro digno de la ocasion. Comence por enesima vez el Quijote, ese libro de viajes vestido de azañas e ideales frustrados. Y esa fue mi principal actividad, junto a los momentos en los mercados de comida o las visitas a alguno de los templos que interrumpian la linea de casonas francesas.
Y aunque como lugar de visita turistica se me antojaba algo aburrido, me parecia que era el mejor sitio del mundo para vivir, si lo que se busca es una vida relajada y apartada del mundanal, con vistas a los bosques y montañas, con un precioso rio cerca que limpia el aire de una ciudad que aun no conoce la polucion. Cualquiera de sus casitas olvidadas en medio de un estupendo jardin tropical de perennes sombras y floridas varandas, podria ser el refugio perfecto para un escritor, un pintor, o para cualquiera que no necesitase de grandes artificios mas que de paz para vivir. De alguien que disfrutase cada tarde de un tranquilo paseo por sus callejuelas laberinticas plegadas a veces en escaleras para salvar el ligero desnivel hasta el rio, entre casitas de madera y brisas frescas. Respirando una atmosfera como de otro tiempo en que el mundo aun no se habia terminado de volver loco.
Por la noche me quede en la posada a conversar con el chaval que la cuidaba y se encargaba de todo en la madrugada. Compaginaba su trabajo con sus estudios, y hablaba un ingles facil de entender; aproveche para hacerle preguntas que llevaba tiempo deseando hacer. Por ejemplo, sobre el sistema social de Laos. Me confirmo lo que me habia contado Pako sobre su sistema sanitario y educativo: muy lejos de ser publico y universal, estudiar no estaba al alcance de cualquiera, y una matricula universitaria suponia el sueldo medio de un año. Con la sanidad ocurria otro tanto, y cada consulta u operacion quierurgica debia ser pagada del propio bolsillo, cosa no siempre a cualquier alcance. Era facil comprender que en un pais destruido por una guerra atroz tan solo 30 años atras, y sin grandes recursos economicos, no habia sido facil salir adelante; pero despues de conocer el sistema cubano, parecia inconcebible que los servicios basicos no fueran universales y gratuitos. Por lo menos, segun el, la colectivizacion de la tierra y su fruto habia asegurado el suministro alimenticio del total de la poblacion, que veia con optimismo su futuro.
Y despues se me hizo tarde hablando con Len, una viajera noruega que recalaba en mi misma posada. Una mas de esas personas a punto de cumplir la treintena, que no soportan que su vida este escrita de antemano y deciden volar libres, pero que se ven abocadas sin remedio a pasar por todos los aros que les impone la sociedad, y en particular, el entorno familiar: lo tipico, buscar un buen marido, deslomarse trabajando para pagar una casa lo suficientemente cara como para estar muy por encima de sus posibilidades; llenar el mundo de criaturas, y despedir los ultimos postreros de la juventud durmiendose cada noche apollardados los dos frente al televisor. Era posible escapar de este destino desaforado? Ella pensaba que no, y viajaba como ultimo capricho de despedida, sabedora de la secuencia que la agaurdaba a su regreso a casa. Que curiosos me resultaba volverme a encontrar tanto fatalismo en almas lo suficientemente bravias como para pegarle una patada al atlas y volar por esos mundos...




viernes, 2 de mayo de 2008

El norte inhospito

Lunes 28 y Martes 29 de Abril de 2008


Dia 28: de Vieng Poukha a Luang Nantha: 65 km
Dia 29: en Luang Nantha

Si lo que buscaba cruzando la frontera era un cambio de aires, desde luego que habia dado en el clavo. En los dias que llevaba de ruta por Laos me habia perdido por un paisaje practicamente despoblado, cubierto de una espesa selva tan solo desarreglada por los arañazos de una carretera que casi no llegaba a serlo, y por menudos claros donde se asentaba la poca poblacion humana, casi exclusivamente tribal en estas latitudes del pais. Es cierto que tras la primera etapa, despues de Vieng Poukha, y segun me acercaba a Luang Nantha, la primera poblacion reconocible como contemporanea, la civilizacion moderna iba poco a poco ganando terreno, y las aldeitas ya lucian sus cables electricos sobre postes sobrecargados, y las primeras antenas parabolicas. Bueno, no tenia claro si esto al final era un adelanto o un atraso. La selva cedia aberturas cada vez mayores a la voracidad del bicho, pero seguia mirando de reojo al ser Humano. El cambio de estacion ya se hacia notar. Hasta ahora solo habia llovido por las noches; pero un persistente viento del sudeste comenzaba a soplar y a traer toda la humedad del Indico para sepultar bajo agua al Asia monzonica, a comienzos de junio. Tras un par de etapas bastante duras, con innumerables puertos poniendo a prueba mi masoquismo (que empezaba a flaquear), decidi quedarme en Luang Nantha, pese a que el recorrido del dia habia sido corto y aun me quedaban varias horas de luz.

Aproveche la tranquila ciudad para disfrutar, despues de muchos dias de casi calamidad, de algunos burgueses lujos, como pasear por el mercado, disfrutar de un cafe en una terraza, o escribir en el cibercafe. Se me fue la tarde y la noche leyendo en algun barecito refugiado de la lluvia y relajandome con su aroma de humedad tropical.

Me acoste temprano con la esperanza de madrugar y que me cundiera el dia en bici. Pero cuando a penas llevaba una hora durmiendo, llego un frances que trataba de ligarse a una de dos australianas que venian con el, y que no encontro otro sitio para contar su obra y milagros que el patio de la posada. Les pedi silencio, pero con herida hombria se nego el frances; con personaje tan grosero y primario solo habia dos opciones: aguantar hasta que se cansaran y se fueran a dormir, o rememorar la batalla de Roncesvalles. Aunque el tipo se merecia esto ultimo, opte por no ponerme a su altura y trate de dormir pese al barullo. No lo consegui hasta que se fueron a acostar, mas tarde de las dos de la madrugada. Me quedo el consuelo de que el tipejo no se comio una rosca; pero en un pais que se reactiva a las 5 de la mañana para aprovechar la luz que se desvanece a las 6 de la tarde, esto me dejaba pocas opciones de levantarme a buena hora y aprovechar el dia en bici. Cuando sono el despertador llovia copiosamente, asi que me parecio estupendo apagarlo, seguir durmiendo, y pasar el dia en Luang Nantha, que seguro que me sentaria bien descansar del trajin.

Desayunaba a deshoras en una terracita cuando empezo a hablar conmigo Silke, una alemana que viajaba sola, a raiz de un ataque de estornudos que me dio. Fue solo un momento de charla, pero me invito a que me acercase a comer pasado el mediodia con ella y un grupo de españoles con los que habia quedado. Mmmm, españoles... y yo que siempre solia rehuirlos cuando viajaba; pero este aislamiento de la bici y la selva me pedia a gritos un poco de conversacion sin esfuerzos.

Y asi conoci a lo largo del dia a varios personajes interesantes con los que comparti un relajante y divertido dia para recomponer mi equilibrio mental, tocado por la soledad de casi un mes por los montes.

Alberto y Carol eran una pareja de ingenieros que lo habian dejado todo aparcado para dedicarse a viajar durante un año. Tanto eran viajeros de largo recorrido, que segun contaban su blog alcanzaba el centenar de visitas diarias. Humor fino y buena onda, justo lo que me hacia falta. Aqui enlazo el blog por quien le interese un viaje de mochileros que probablemente den mejores referencias que la Lonely Planet:

http://asiaside.blogspot.com

Otra chiquilla, canaria, vivia en una furgoneta en España. Su cuerpecillo menudo no le impedia trabajar de camionera, ella lo solucionaba todo con un compresor.

Y al final de la noche aparecio Pako, otro experimentado viajero cuya especialidad era el analisis politico. Su blog:

www.pakgoesto.com/blog

Con el despedi la noche en una interesante conversacion sobre experiencias viajeras o sobre el sistema socialista de Laos o Vietnam, que segun el distaba mucho de los logros sociales de Cuba. Algo en lo que nuestras experiencias discrepaban eran nuestros respectivos viajes a Vietnam. Pako casi maldecia a los vietnamitas, que segun su relato habian tratado de engañarle y cobrarle sobreprecio con descaro en cualquier cosa que habia necesitado. Hablaba de gente desdeñosa y poco amistosa que carecia de escrupulos para aprovecharse del viajero extranjero. A mi modo de ver esto confirmaba una vez mas la gran diferencia entre viajar de mochilero con transporte publico, o viajar en bicicleta. En un mes en Vietnam, en bicicleta, mi experiencia conocia gente encantadora, amistosa, que sonreia al verme pasar, que me convidaba a cenar y a dormir en su casa, que incluso si me descuidaba me buscaba novia... Cuando se viaja en autobus se suele llegar a puntos neuralgicos, grandes nucleos de poblacion, casi siempre con algun reclamo turistico proclamado en las guias, y por tanto inundado de viajeros todo el año. Este flujo constante corrompe las mentes, y alla donde el negocio es posible, aflora lo peor de las gentes.

Sin embargo, la bici te lleva fuera de los circuitos turisticos. De acuerdo, no esta al alcance de todo el mundo, pero una buena opcion es alquilar moto o coche y viajar de un modo parecido., si no se esta en forma. Para empezar, te da una vision mas real del pais; la autentica cultura vive en el campo, que guarda las costumbres y los viejos modos de vida. Las ciudades son, hoy en dia, exactamente iguales en todo el mundo. Por ejemplo, quien viene a España y ve el Albaicin de Granada, el centro de Sevilla y la Gran Via de Madrid, se va sin conocer nuestro pais. La vida y la cultura hispanicas palpitan en los pueblos serranos de Andalucia, en ciudades perdidas como Teruel o Soria, en los pueblitos donde la gente saca las sillas a la puerta para charlar a la fresca de la noche escuchando los grillos.

Por eso solo el viaje en bici es capaz de mostrarle al viajero la autentica dimension de la cultura que irriga las venas de un pais. Y por otro lado, alli donde nadie suele llegar, donde si acaso alguien pasa de largo de vez en cuando sin pararse a mirar, no se ha dado esa perversion de las personas que, como comentaba Pako, le trataban de engañar en todos los lugares que visitaba en Vietnam.

Le conte a Pako mi experiencia mas parecida a ser engañado en Vietnam: entre a comer en un puestito de un pueblo; un joven estudiante que hablaba un poquito de ingles se acerco a conversar conmigo. A veces no encontraba las palabras en ingles, y la conversacion se quedaba algo bloqueada. La dueña del restaurante se dio cuenta, y trajo un diccionario ingles-vietnamita, que nos ayudo un poco a profundizar sobre lo que me estaba contando.

Cuando fui a pagar casi me enfade; la señora me pidio un precio excesivo, unas tres veces lo que yo sabia que costaba el arroz en cualquier sitio. Pero ya me lo habia comido, y no tenia mas remedio que pagar y acordarme la proxima vez de preguntar el precio antes de pedir nada. Con esta sensacion de timo y un buen cabreo continue carretera adelante. Cuando llevaba unos 30 km de recorrido, paro a mi lado un camion. El conductor empzo a decirme algo y a hacer gestos que yo no entendia. Como yo no me enteraba, se debio de desesperar y subio el tono, indicando que volviese hacia atras. Yo le decia que no, que tenia que seguier, casi asustandome por aquel tio dando voces, algo que se me antojaba demasiado violento en un pais casi melindroso como Vietnam. De repente me di cuenta de todo: el gesto que hacia describia un libro. Me decia que tenia que volver al pueblo a por el diccionario. Ya comprendia: la señora no me habia cobrado de mas. Habia entendido que yo queria el diccionario y me lo habia vendido; y al ver despues que me lo habia dejado en la mesa (que otra cosa iba yo a hacer con un diccionario que no sabia que habia comprado), encargo a un camionero que pasaba en mi direccion que me avisase para que volviese a por el libro. Por supuesto no regrese a por el, agradeci al camionero su paciencia, y continue el viaje con la sensacion de que los vietnamitas eran todo corazon.

Miercoles 30 de Abril de 2008

Recorrido: de Luang Nantha a Udom Xai: 118 km

El dia tambien amanecio lloviendo. Pero no podia quedarme en aquel pueblito sin demasiado interes. Puse los impermeables a las alforjas y comence a pedalear cuando parecia apaciaguarse un poco. Me esperaba ademas un largo dia de bici por delante. Queria llegar a Udom Xai, a unos 120 km, la siguiente ciudad del recorrido, el unico lugar donde podia encontrar donde alojarme. En otros viajes, en otras condiciones, me encanta dejar que caiga tranquilamente la tarde, y pedir a alguna familia que me deje dormir en su casa. Asi lo hice muchas veces en Cuba o Vietnam, incluso en Marruecos. Al final me convertia en el acontecimiento del siglo para la aldea, y todos sus habitantes iban desfilando por la casa, cuyo dueño y anfitrion mio presumia de su nuevo amigo occidental. La velada se hacia entrañable, rodeado de un monton de gente que se divertia con mis esfuerzos por comunicarme y entenderlos a ellos. Me daban de cenar, e incluso trataban de marearme con licor de arroz.

Pero en Laos no sentia que podia hacer esto. No al menos en los poblados tan humildes que estaba cruzando. No me apetecia abusar de la hospitalidad de los nativos pidiendoles que me acogieran en sus casas. Familias enteras, varias generaciones, convivian bajo un techo de no mas de 30 metros cuadrados, y no me parecia razonable intentar ser su intruso. Me estaba planteando incluso, que si no llegaba a la ciudad de Udam Xai, tal vez podria pasar la noche en alguna d elas chozas de los arrozales: a penas empalizadas elevadas del suelo y techadas, sin paredes, servian a los campesinos para protegerse de las inclemencias del tiempo cuando trabajaban en los campos a varios kilometros de sus aldeas; pero no vivian en ellas, y por las noches tal vez podrian servirme de refugio si me embadurnaba en repelente de mosquitos.

Durante todo el dia me acompaño un tiempo intestable, con ratos de llovizna que no llegaban a empaparme. El paisaje seguia siendo insolito, de una belleza indescriptible. Al principio extensos y verdisimos valles de arroz bordeados por el bosque. Despues solo el bosque, la montaña, la naturaleza virgen.

Me quede a 15 km de la frontera china, y alli me desvie hacia el sur, por una carretera que alternaba tramos de asfalto en los que dos coches no se podian cruzar sin cuidado, con otros de tierra y piedras embarrizadas por la lluvia, que hacian penoso todo avance.

Echaba de menos la comunicacion con la gente. Sin una lengua comun me tenia que limitar a sentarme en las aldeas, tomarme un refresco si habia tiendita, y observar a las personas en us tareas, sonreir, intercambiar algunas miradas. Las necesidades basicas eran faciles de cubrir con gestos. Pero hubiese planteado tantas preguntas a aquellas gentes, preguntas que no podian mas que quedarse en el aire...

El recorrido seguia consistiendo en subidas y bajadas hasta el hastio, por montañas que se agrupaban sin orden ni concierto en todas direcciones. El relieve era tan accidentado que los franceses, en su epoca de metropoli, descartaron toda posibilidad de sacar provecho a aquellas tierras mediante cultivos extensivos; sin provecho economico, se olvidaron de ellas y las condenaron al estancamiento y a la prehistoria. Ni si quiera se molestaron en construir caminos que las comunicasen, solo el Mekong hacia de lentisima autvia para los pueblos de sus riberas. Y fueron los chinos, en plena guerra de independencia de Laos, los que construyeron la precaria red de carreteras de la que hoy dispone el pais, para ayudar al Phatet Lao, el partido revolucionario socialista que acabo expulsando a franceses y norteamericanos en una sangrienta guerra de emancipacion. Laos, y en particular este norte que yo recorria, ostenta desde entonces el record de haber recibido el mayor numero de bombas por habitante de la Historia de las guerras. Bombas norteamericanas, por supuesto, y napalm, y agente naranja...

Al final del dia por fin respire tranquilo al llegar a Udom Xai, una fea ciudad que a escala española no seria mas que un pueblito de la provincia de Toledo. Pero tenia hospedajes. Y muchos. Desde que los chinos vinieron a Laos para construir sus carreteras, Udom Xai se convirtio practicamente en una ciudad china. Era evidente por los carteles de los comercios, la abundancia de productos chinos, o los rasgos predominantes de sus habitantes. Y como centro de comercio con la cercana China, estaba bien surtida de hospedajes para los viajantes de comercio.

Aunque esta naturaleza china del lugar me daba un repelus. Cuanto mas voy conociendo a los chinos menos me gustan, menos ganas me quedan de visitar su pais. En Vietnam, junto a la frontera china, tuve ocasion de comprobar lo poco amistosos que eran, y la mala cara que traian en contranste con la sempiterna sonrisa vietnamita; algunos viajeros me habian contado historias grotescas del contacto con los chinos. Por ejemplo, una amiga que cruzo en bicicleta toda Asia, desde Turquia hasta Pekin y de ahi hasta Bangkok, contaba bellezas sobre paises a priori tan dificiles para una mujer como Iran, Irak o Pakistan; pero describia a los chinos como agresivos, racistas, xenofobos, chovinistas orgullosos de su ignorancia, que solian recibirla a pedrada limpia cuando pasaba por las aldeas.

En Udom Xai se les veia en su nueva salsa, trajinando en sus negocios y manejando los billetes con soltura. Los tiempos de Mao quedaban ya en el olvido.

Entre a cenar en un restaurante, inevitablemente chino. En la carta tenian escrito en chino e ingles los platos. Pedi coliflor, pero me trajeron acelgas. Con calma y una sonrisa trate de explicarle que coliflor era otra cosa, que tal vez la carta estaba mal escrita o se habia equivocado al tomarme nota. La señora cogio el plato y se marcho gritando y haciendo exagerados aspavientos. No tuve mas remedio que marcharme ante su violenta reaccion, que hubiera sido impensable si se hubiera tratado de un laosiano, un vietnamita o un tailandes.

Que lejos quedaban los tiempos en los que voluntarios internacionalistas chinos venian animados por Mao a trabajar gratis por la causa revolucionaria laosiana, construyendo sus puentes y carreteras bajo las bombas. Que poco habia durado el sueño de hermandad de los pueblos.


Jueves 1 de Abril de 2008

Recorrido: de Udom Xai a Pak Mong: 84 km



Aunque el Monzon seguia instalandose sin prisa sobre los verdes campos de Laos, me dio un dia de respiro sin lluvia, pero teniendo a cambio que cargar a la espalda con la losa terrible del sol. Al menos el agua me perdono, que era preferible.

Y es que algo habia que celebrar: mi primer mes de viaje, completado sin contratiempos, sin ni si quiera haber caido enfermo un solo dia. Lo tipico cuando se viaja por el tropico es tener alguna diarrea o fiebre (mas bien todo junto), normalmente durante un par de dias en la primera semana, y despues ya poder viajar tranquilo con el cuerpo adaptado a las nuevas condiciones. Mas aun viajando de esta manera, comiendo en los lugares mas mohosos de las aldeas mas insalubres, perdidas en los montes mas remotos. Sin embargo, a un mes del comienzo, no habia tenido ni un mal dolor de cabeza.

Por supuesto estoy vacunado de meningitis, encefalitis japonesa, rabia, tifus, hepatitis A y B, fiebre amarilla, tetanos, y de todo lo que uno se puede vacunar. Pero no hay que llevarse a engaño: si existen vacunas para una docena de enfermedades, no las hay para unas doscientas enfermedades de tipico contagio tropical, especialmente via vector alimentario. Se recomienda evitar ensaladas, zumos, batidos, yogur, comida no procesada en calor, y por supuesto beber agua embotellada. Pero aprendi hace ya mucho a no obsesionarme con el tema, y como lo que encuentro, incluso si veo como la cocinera usa sus renegridas uñas para preparar la comida. Si los locales lo comen y no se mueren es que yo puedo y no me he de morir; y si mi cuerpo es mas flojo que los suyos, que se vaya adaptando, que ya va siendo hora.

Tambien habia que celebrar que no me habia salido muy caro el mes, hasta ahora me habia gastado unos 300 euros. Tengo amigos que se gastan esto en un fin de semana, asi que no me podia quejar.

Y sobre todo tenia que celebrar que seguia ilusionado, y con mas ganas que nunca de continuar viajando hacia nuevos horizontes.

Desde el comienzo en udom Xai, la carretera se abrazo a unas hermosas montañas cubiertas de la mas pura selva. Subia sin remedio durante horas, gozando de las nubes mas hermosas que recuerdo, de un volumen sorprendente, unas lineas perfectas delimitandolas, y un blanco fulgor que deslumbraba, alzandose soberbias en un cielo azul limpisimo, y dando una dimension y una profundidad inusual a la boveda celeste.

Con las lluvias, que llevaban ya unos dias regando la inmensa selva, habian comenzado a descomponerse las hojas secas en el suelo, y el aroma humedo y profundo del bosque tropical se veia de vez en cuando envuelto en un recuerdo de barrica de vino tinto, de bodega, de fermentacion dulce.

Al paso me salian escalofriantes criaturas, de las que la bici me protegia, afortunadamente, a cierta altura del suelo: escolopendras de unos 30 cm de longitud, del grosor de un pulgar y con hileras de patas de unos 3 cm cada una. Escorpiones negros y enormes tambien, amenazando con su aguijon erguido. Alguna serpiente reptando entre las hojas o cruzando la carretera...

Y tambien las mariposas, en una impresionante variedad; predominaba el color negro azabache, siempre combinado con vivos colores metalizados: verde, azul, amarillo, rojo... la mayoria de ellas lucia tamaños descomunales, como una mano adulta extendidos los dedos, y cuando me pasaban rozando no podia evitar, pese a saber que eran inocuas, verme impresionado por su envergadura y reaccionar casi inconsientemente tratando de espantarlas. Imponian respeto aquellos bichos...

Por selvas y mas selvas cruzadas por un carrilito de asfalto o barro, iba avanzando siempre por la penosa pendiente, y parando en cada aldeita a refrescarme en una sombra y observar lo que sucedia a mi alrededor.
En una de ellas se me acerco a charlar un joven estudiante que hablaba un ingles bastante bueno. Habia sido monje en Luang Prabang, pero lo habia dejado para seguir estudiando y convertirse en un arquitecto, y por ahora estudiaba en el instituto de Udom Xai. Al verme hablar con el, la gente que pasaba, que normalmente me solia mirar con una mezcla de recelo, timidez y humildad, en seguida se acerco a verme mas de cerca y a reirse con las frases que el estudiante les iba traduciendo. Pase un buen rato e incluso hice fotos sin tener que esconderme para ello.



Por el camino pase por una cascada a un centenar de metros de la carretera. Lejos de cualquier lugar habitado, no debia de haber muchas visitas al cabo del año. Pero en el punto de acceso habia una chocita con un guardia que cobraba la entrada, y se alegraba de tener compañia. Eso si, la tarifa era doble para extranjeros, y yo no pasaba por laosiano.

La subida no acababa nunca, pero confiaba en llegar a Pak Mong, un pueblito en el siguiente cruce de carreteras; pensaba que era probable que dispusiera de alojamientos, gracias a su situacion algo estrategica. Y asi fue. Despues de disfrutar de las tremendas vistas desde lo alto del puerto que alcance por fin, tan alto que alla arriba se notaba un poco de fresco, y sobre el que se situaba una montaraz aldeita hmong, comence una vertiginosa bajada de 25 kilometros que me llevo hasta el mismo Pak Mong, en las puertas de un gran valle, y como cruce de caminos, repleto de tienditas y alojamientos.

El pueblo tenia su encanto, situado junto a un rio y rodeado de arboles. Pasee al atardecer por las desordenadas casitas de bambu sobre suelo de tierra. Los chavales jugaban al Kataw, una especie de boleybol jugado con los pies y la cabeza, mientras los hombres mayores los observaban fumando sus largas pipas hechas con una gruesa caña de bambu, y las mujeres tejian en sus telares o preparaban el arroz de la cena en hogueras junto a las chozas. El humo le daba un aire misterioso y difuso al atardecer, mientras los ultimos rayos de sol se filtraban por los escasos huecos que dejaban los arboles enormes.

Bajando unos escalones esculpidos en la arcilla se llegaba a un recodo del rio donde varias familias despedian el dia bañandose; algunas mujeres lavaban la ropa en una estructura de cemento, mientras los hombres se bañaban y fregaban de la cabeza a los pies a sus muchachos, y todo se hacia en un distendido y alegre tono de juego.



Luang Prabang me quedaba ya a tiro de piedra, a 110 km que esperaba bastante llanos, ya que segun el mapa descenderia junto a un rio que iba a dar al Mekong, a cuyo cauce regresaba yo tras una semana por los montes.




Uno de los hijos de los dueños de la posada donde me alojaba, que debia de tener cumplidos los 25, mostraba su travestismo sin complejos. Esto lo habia observado muy a menudo en tailandia, pero se me hacia increible en un pais mucho mas tradicional y conservador como Laos, donde es inmoral dar un abrazo a una chica en publico, no digamos ya un beso. Mas aun en un pueblo perdido que no pasaria de los 500 habitantes.
Habia oido que en los paises de la region no era ya solo que la extraordinaria tolerancia de los budistas permitiese con normalidad fenomenos como el travestismo. Era mas bien que muchas familias educaban y vestian, ya desde la cuna, a alguno de sus hijos varones para que se comportase como una mujer. El motivo de esta practica me era desconocido, pero era algo que debia investigar en cuanto tuviese ocasion.

lunes, 28 de abril de 2008

El salto a Laos

Sabado 26 de Abril de 2008

Recorrido: de Chiang Saen a Chiang Kung: 59 km

Un mes me parecia mas que suficiente en Tailandia. Ese era el tiempo que llevaba de viaje, y aunque me sentia comodo, a gusto en este pais encantador, empezaba a pensar que llegaba la hora de cambiar. Esperaba volver mas tarde para recorrer sus costas, de las mas hermosas del planeta. Pero ya estaba cansado de la homogeneidad de la parte del pais que habia estado viendo, ya se me hacia incluso monotonia.
Estaba decidido a cruzar a Laos al dia siguiente, y a cambiar de aires; fuese para mejor o para peor, en el cambio esta la gracia, y yo no soy persona que fuste de acomodarse.

Tome la carretera que descendia junto al Mekong, despues de un tranquilo desayuno junto al rio. A pocos kilometros de Chiang Saen subi un camino que se separaba del principal para ascender la colina sobre la que se encontraba un templo construido sobre otro antiguo, del que quedaban algunos restos. Desde arriba las vistas de los meandros del rio y de su fertil valle eran privilegiadas.


En algunos tramos del dia, la carretera se separo del rio para obligarme a subir un par de buenos puertos, agotadores; parecia que Tailandia no queria despedirse sin darme un ultimo repaso.
La etapa fue corta, pero mas cansada de lo que esperaba, asi que llegue con alivio al final del recorrido.

(En la foto una pescaderia en la carretera)


El unico punto de interes de Chiang Kung consistia en ser la puerta de Laos.

Pase una tranquila tarde refrescandome en alguna terraza sobre el rio, o paseando por la calle principal ocupada por puestos y mercados. Tome buena nota del horario de las lanchas que cruzaban a Laos, y me asegure, preguntando en la posada y en alguna agencia de viajes, de cual era el tramite a seguir para pasar la frontera.
Era tan simple como sellar la salida de Tailandia en la oficina de policia del embarcadero; tomar la lancha y cruzar, y una vez alli pagar la visa y darse por entrado.



Al final del recorrido eche la vista atras. Tailandia era un pais librando una batalla entre sus ansias de modernizacion y su deseo de conservar sus tradiciones. Sus ciudades atesoraban una gran riqueza, pero el campo vivia especialmente atrasado. Lo que los unia a todos era el budismo, y el amor por su rey, cuya imagen omnipresente se encontraba en cualquier casa, tienda, cartel callejero, oficina... La monarquia estaba incluso por encima de la politica, de las frecuentes asonadas militares y golpes de estado. Para los Tailandeses representaba el nexo de union con una cierta estabilidad en el tiempo. Algo que los asiaticos aman por encima incluso de las condiciones sociales y economicas en las que viven. Despues de todo, Tailandia fue uno de los pocos paises de la region que nunca sufrieron la colonizacion europea. Y su monarquia era admirada con devocion por este pueblo tan nacionalista.
Echaria de menos este querido pais...

Habia conseguido un mapa de Laos, pero no una guia, por lo que toda la informacion de la que dispondria hasta llegar a Luang Prabang seria, con toda probabilidad, la del mapa de carreteras. Luang Prabang era el destino turistico principal, y la primera ciudad de importancia que me encontraria tras 500 kilometros de carretera por pequeños poblados en los que no esperaba encontrar una libreria.
De todos modos habia pocas alternativas ademas de bajar el rio en barco hasta Luang Prabang: solo una carretera sin ramificaciones cruzaba toda la region de Bokeo, la primera que encontraria y la mas deshabitada y salvaje del pais.

En la posada coincidi con un grupo organizado desde una agencia de viajes. A este subtipo de viajeros prefiero llamarlos turistas, simplemente. Estaba claro que aquellas chicas, que bebian una cerveza tras otra sin perder el compas, y que seguramente nunca habian salido de su barrio de Londres, no habrian podido llegar muy lejos sin un guia. Ese era el papel, o papelon, de Scott, un australiano curtido por el sol que conocia bien la region; aproveche para preguntarle algunas cosas sobre Laos. Segun el, con la salvedad de que no encontraria mucho mas que chozas de bambu, no tendria problema alguno para viajar en bici por todo el pais.


Domingo 27 de Abril de 2008

Recorrido: de Chiang Kung a Vieng Poukha: 123 km

Me levante de un bote de la cama y me puse en marcha. Algo raro en mi, pero tenia que tomar una lancha a Laos. Estaba impaciente; sentia una cierta inquietud por pasar a un nuevo pasi cuyos trucos desconocia, mezclada con la ilusion por el nuevo descubrimiento que me aguardaba. Ya le habia sintonizado los ritmos a Tailandia, y ahora que me encontraba circulando tan a gusto y en mi salsa, daba el salto a otro pais. Me quedaba mucho por ver de Tailandia, pero tendria que esperar a una proxima ocasion.
Segun lo previsto, selle la salida y baje al embarcadero; bueno, en realidad una playa fluvial embarrada y a la que se acercaban las proas de las lanchitas que cruzaban los 200 metros de rio. Desmonte las alforjas para poder subir los bultos y la bici, y en un momento desembarcamos en Laos. Medio centenar de viajeros occidentales ocupaba la orilla, esperando el slow boat que en dos dias los transportaria a Luang Prabang. Yo me habia planteado tomar ese barco, pero despues pense que no seria buena idea empezar por el lugar mas atractivo del pais. Lo mejor hay que dejarlo para el final, porque si no, lo menor ya no sorprende. Y cuando se viaja en bici hay que ganarselo, llegar como Julio Cesar a Roma triunfal tal la conquista de las Galias. Asi que decidi dejar atras el Mekong y continuar por la carretera, que me llevaria por unos 500 kilometros de tierra a penas habitada antes de llegar a Luang Prabang.

Pero antes los tramites. Durante mas de una hora tuve que pelearme con una sudorosa marabunta de viajeros que no hacian cola para la unica ventanilla en la que se firmaban los visados de entrada. Yo era el unico de ellos que no iba a tomar el slow boat, y sin barco que perder, era tal vez el que menos prisa tenia ante la tediosa ventanilla. Pero no podia dejar que se me hiciera muy tarde, con un duro dia en bici por delante. No habia banco en el pueblo, tan solo una oficina que cambiaba moneda; me alegre de llevar siempre una remesa de euros para estas ocasiones, y asi poder obtener mis primeros kips, la moneda laosiana, para cubrir las necesidades de los primeros dias.
Tome una sopa de tallarines en un puesto callejero, y me puse en marcha pasadas las 10 de la mañana. Lo primero que comprobe fue que en Laos conducen como dios manda, es decir, por la derecha. En Tailandia, en cambio, se conduce a la inglesa, que por mas que ellos insistan, es conducir al reves; y mis quebraderos de cabeza me habia costado, por ejemplo, en los cruces imposibles de Bangkok, cuando ademas el sentido de todo estaba cambiado.
Al principio se dejaba notar la proximidad del pueblo de Huay Xai, que iba quedando atras en el rio, y su actividad. Humildes pueblitos que, al menos, tenian aspecto de pueblo con su templo, alguna casa en cemento y las demas en madera, tiendas y cables electricos. Pero poco a poco me fui adentrando en una inhospita region de sublime belleza. Un cielo azul surcado por brillantes nubes coronaba una selva inmaculada, en la que no se podia apreciar la actividad del Hombre mas alla de la carretera. A diferencia de en Tailandia, esta selva se encontraba en estado virgen, era un enmarañada alfombra de altura descomunal sobre un suelo que nunca llegaba a verse; venerables gigantes alzaban sus ramas por encima del muro de vegetacion, con portes de mas de 40 metros y troncos de varios metros de diametro. Cada muchos kilometros aparecia una calva en la selva de un centenar de metros de lado, en cuyo centro se refugiaba una chocita de bambu. Lejos de representar una amenaza para la selva, parecian baluartes de humanizacion a punto de ser devorados por la floresta.


Y el relieve accidentado, una inacabable sucesion de montañas y valles, hizo de esta etapa una de las mas duras en lo que llevaba de viaje. Subia enormes puertos tan solo para bajar despues hasta el lecho del siguiente rio, y perder asi toda la cota ganada, para a continuacion reanudar la subida, y asi sucesivamente. Los valles solian estar ocupados por precarios asentamientos humanos, a penas unos grupos de casitas de bambu rodeados por algunos arrozales, y despues la selva.


La carretera era muy buena. Hasta poco tiempo atras habia sido una pedrera infame, pero recien acabada por los chinos para tener una via rapida a Tailandia a traves de Laos, ofrecia un firme estupendo... para mi solo, ya que algun vehiculo se cruzaba conmigo tal vez cada media hora. La soledad era sobrecogedora, y aunque bellisima, no terminaba de hacerme sentir bien. Me acabo doblegando el animo, y me vi en la necesidad de escuchar musica. Gracias a la seleccion de mi mp3, consegui recuperar ganas y pedalear de nuevo al ritmo.
Y las pocas personas que me cruzaba en cualquiera de las aldeitas, parecian encantadas de verme; los niños se emocionaban y gritaban Farang para avisar a sus amigos y saludarme todos con la mano, o correr un rato junto a mi bici. Farang es la manera en que los laosianos y tailandeses pronuncian la palabra France, el pais que los trajo locos durante unas cuantas decadas mandando mas de la cuenta por estas latitudes, y hoy llaman asi a todos los occidentales.

(Para quien diga que todos los orientales son iguales, buscar las 35 diferencias en menos de 5 minutos)


El contraste con Tailandia era profundo. Los campesinos vestian ropajes viejos, agujereados y llenos de mugre. Muchos niños andaban descalzos, y la electricidad no llegaba a ninguna de las aldeas. Ni el agua corriente: un unico grifo surtia a cada pueblo. Si habia alguien sobre este planeta que no se veria demasiado afectado por el fin de la era del petroleo, eran los habitantes de esta remota region, por los que el siglo XX habia pasado de largo. Muy pocas cosas ademas del asfalto de la carretera servian para convencerme que no me hallaba viajando por el siglo XV o por cualquier otro.
Se acababa el dia, me habia propuesto dormir en un pueblo que el mapa marcaba como algo mas grande que las aldeitas primitivas que cruzaba, y que no tenian ni una tiendita ni un lugar donde comer o dormir. Y llegue casi anocheciendo, con el cuerpo molido por el recorrido rompedor. Pero no habia donde alojarse; pregunte en varias casas si me podian dejar algun rincon para dormir, y todo fueron negativas. Cuando me di cuenta de que el panorama no era muy prometedor, preferi ponerme de nuevo en marcha para hacer los 12 kilometros hasta Vieng Poukha, un lugar que con seguridad tenia donde alojarse, antes de que la ultima claridad del dia fuese sustituida por una noche cerrada. Con la fresca de la noche camine todo lo a prisa que podia sin arriesgarme a salirme de la carretera por no verla; la iba adivinando gracias a la linea blanca de su medio, y poco a poco se hacia mas imperceptible en la noche. Miles de luciernagas voladoras parpadeaban casi sincronizadas, ofreciendo un espectaculo psicodelico. Habia momentos en que eran tantas las que volaban contra mi direccion en el aire que atravesaba, que el efecto era similar a esas peliculas de ciencia ficcion en que la nave espacial cruza el universo a velocidades inimaginables, y por la ventanilla se ven las estelas de las estrellas que se acercan y pasan de largo hacia atras. Fue una experiencia unica.
Y si esperaba encontrar una gran urbe en Vieng Poukha, la mayor ciudad del recorrido, solo encontre otra aldeita oscura, sin luz en las calles. Aqui si que habia electricidad en algunas casas, en las que se veia brillar alguna bombilla. Pero la oscuridad era tan cerrada, que no me daba cuenta de que me cruzaba con alguien hasta que lo tenia a dos metros de mi. Afortunadamente encontre una posada, y por fin me baje de la bici tras 123 km de paliza. Cuando quise andar, las piernas no me respondian.

Despues de ducharme y cenar di un pequeño paseo en la oscuridad total de la noche. Por suerte llevaba una linterna. Porque luego me entere de que en este pueblo la electricidad solo funcionaba de 6 a 9 de la tarde; a partir de esa hora solo alguna tenue vela tras las paredes de bambu de las casas, y el mar de luciernagas por doquier, se distinguian del negro vacio.

Mientras las observaba sentado en silencio en la terraza de mi habitacion, con la linterna apagada, senti la necesidad de agarrarla fuerte no se me fuese a caer. Sin ella estaba perdido. Pensaba lo indefenso que se encuentra el fragil ser humano sin la luz. Imaginaba lo duros que tuvieron que ser los tiempos en los que la Humanidad caminaba la teirra sin la bendicion del fuego.