sábado, 12 de abril de 2008

Bordeando la frontera Birmana

Jueves 10 de Abril de 2008

Recorrido: Nulo, me quede en Mae Sariang







Cuando viajo en bicicleta hay algo que me empuja a continuar a toda costa, a no quedarme en un lugar mas tiempo que el imprescindible: es decir, suelo pasar la noche, y por la mañana vuelvo a ser nomada, y no me siento bien conmigo mismo hasta que estoy en marcha de nuevo.
Sin embargo, en este viaje que prometia ser largo, me habia planteado dejar de ser tan, digamos, dogmatico en este aspecto, y parar de vez en cuando si necesitara descansar o si encontrase un lugar del que me apeteciese disfrutar con mas tiempo.
En este caso no se debia al encanto de Mae Sariang, un aburrido pueblito con cuatro calles que se vaciaban al caer la tarde. Tampoco se debia a que hubiese conocido gente interesante, tal vez algun grupo de viajeros con los que charlar tumbados en hamacas. Habia dicidido quedarme porque mi cuerpo me habia dado un aviso, de que tuviese cuidado con las burradas que estaba haciendo. Estaba realizando un esfuerzo excesivo en un clima abrasador; pasaba muchas horas sin toparme con una aldea o si quiera un puestito en la carretera donde tomarme algo fresco o recargar de agua mis botellas. De hecho, en varias ocasiones habia estado pedaleando durante horas por las tremendas cuestas sin a penas alimento en el estomago, hasta que las rodillas se convertian en un elastico reblandecido por el sol, incapaces de impulsarme un poco mas. El calor no me dejaba sentir el hambre ni la sed, por lo que comia y bebia si me lo decia el reloj y coincidia con una ocasion de encontrar donde hacerlo, no porque fuese el estomago quien se quejase.
El resultado fue un agotamiento que no habia remitido ni despues de 8 horas de sueño. Decidi pues quedarme en Mae Sariang, un dia de reposo a orillas del manso rio, leyendo, escribiendo, tomando placidos cafes a la sombra en alguna de las terrazas sobre el agua, donde una agradable brisa hacia mas llevadero el calor.


No habia mucho mas que hacer en el pueblo, asi que aproveche para pasar por el barbero y redondear mi aspecto de monje para cuando volviese a vestir de amarillo. Mis pelos desaliñados me hacian parecer un autentico naufrago, y a menudo alguien me hacia un gesto con el que claramente me imploraba que, por dios, me quitase esas barbas, que parecia un animal. Tan lampiños son estos orientales que mis pintas no eran decorosas a su manera de ver, y los niños huian de mi asustados.


No por ser Mae Sariang una ciudad principal en la zona ofrecia mayor variedad de comidas que las humildes chocitas del camino. Cuando en España se habla de la rica comida tailandesa, se esta pensando en refinamientos que no llegan a la mayoria de rincones del pais. La hora del desayuno, del almuerzo o de la cena, no era la de la gastronomia, sino la del llenado del estomago. A menudo solo se podia elegir entre sopa de tallarines con unos pedacitos de verduras y carne de pollo o cerdo, o eso mismo frito y seco y acompañado de arroz blanco. Es mas, para el desayuno ni si quiera habia opcion, era sopa o sopa. Acostumbrado a desayunar cafe con leche, no es facil pasarse a la sopa de tallarines picante, pero no hubo mas remedio que irse acostumbrando.
Ni si quiera en cuestion de frutas estaba teniendo suerte. Tailandia ofrece una extraordinaria variedad, pero la mayoria se cosechan al final de la epoca humeda, cuando en las calles de los pueblos se multiplican los puestos que venden medio centenar de diferentes frutas peladas y troceadas con exquisito cuidado e higiene. Ahora, en cambio, solo podia encontrar platanos, mangos, naranjas y sandias. Y nadie se molestaba en trocearlas u ofrecerlas bien fresquitas a la hora de mas calor.
Eso si, el precio de las cosas no dejaba lugar a la queja. Por medio euro podia tomarme la sopa o el refirto de tallarines, y por otros 20 centimos se acompañaba de un refresco. Tampoco era caro dormir; aunque siete años atras el precio de una habitacion era menos de la mitad, hoy, por unos tres euros, se encontraba una habitacion lo suficientemente decente: una cama con su sabana y almohada, una mesita, el ventilador para mantener a raya a los mosquitos, y un habitualmente roñoso cuarto de baño. Aunque, con lo escrupuloso que yo soy (cosa que me ha protegido hasta ahora de las mil enfermedades que se pueden encontrar en estos paises), yo siempre utilizaba mi saco sabana para dormir, evitando tocar lo que no fuese mio, incluidas esas sabanas de dudoso uso u origen.


Por la tarde me di un paseo en bici hasta el mercado, a la entrada del pueblo. En uno de los puestos crei encontrar algo que habia probado en India, pedazos de colmena llenos de miel. Una delicia, si lo fueran, porque cuando despues de comprar un pedazo fui a probarlo, me di cuenta de que no era colmena de abejas, sino avispero, y cada celda contenia en vez de miel una larva de avispa que se retorcia. Me deshice de aquello con disimulo, y pase un rato escupiendo donde no me viese la gente.
Por la calle principal los niños vaciaban cubos de agua sobre todo el que pasase en bici o en moto. Antes de hacerlo comprobaban la cara de su victima, y si el agua no era bien recibida le perdonaban el chapuzon. Si que eran educados aquellos chiquillos; no se si yo a su edad, en una fiesta tan traviesa como esta, le hubiese perdonado a alguien el remojon.




Casi pidiendo agua, pase despacio con la bici junto a ellos; y aunque la mayoria parecian ignorarme con cierta timidez por ser occidenal, finalmente consegui que me bautizaran mientras sus mayores reian y me saludaban.

En las posadas junto al rio se respiraba un cierto ambiente de mochileros. Pero no tuve ocasion de entablar mas que pequeñas conversaciones casuales. Se trataba de alguna pareja, algun grupo ya formado... Y yo seguia en realidad un poco cerrado. Pero la soledad de los ultimos dias empezaba a obligarme a buscar un poco mas de intercambio. Al final de la noche, cuando apuraba unas lineas de lectura para ir haciendo sueño, charle un rato con un australiando que aparco su coche junto a la posada y se quedo con una habitacion. Venia de un campamento de refugiados birmanos unos 100kms al sur. Me explico su vision de la situacion de guerra encubierta que se libraba en el pais vecino. Una de las nueve etnias principales, la burma, descendiente del historico reino birmano, siempre militarista e imperialista y que llego a someter regiones enteras de Tailandia en el siglo XVIII, seguia hoy siendo el azote del resto de etnias, a una escala mas local. Estas etnias aspiraban a la independencia, por lo que numerosas guerrillas actuaban en las montañas del norte del pais, que de facto se hallaba en guerra. Toda la frontera de Tailandia era un coladero de inmigrantes tratando de escapar del infierno.

Mientras hablabamos, Dah, la simpatica recepcionista de entia Karen, que ya se habia hecho amiga mia, devoraba una tras otra las telenovelas de la television tailandesa, versiones aun si cabe mas naiv de sus primas latinoamericanas. Malotes con pintas de muñequitos a la moda, lloronas damiselas en apuros; malas malisimas pasando la cincuentena que maquinaban crueles planes con el unico fin de hacer la puñeta a la guapa... galanes engominados tratando de salvar a la chica. En fin, como la vida misma.


Viernes 11 de Abril de 2008

Recorrido: de Mae Sariang a Kung Yuam: 108 kms

Durante los siguientes dos dias pedalee por una solitaria carretera que discurria a poca distancia de la frontera birmana, unos 180 kilometros de hermoso e inhospito bosque en el que a penas encontre enclaves habitados. La carretera parecia discurrir junto a un rio si miraba el mapa, por lo que prometia ser un facil llano sin subidas. Pero a menudo se alejaba del agua para ascender colinas y volver al valle, con lo que el trayecto resulto no ser tan accesible.
Aunque el bosque tenia el ya comentado aspecto reseco propio de la epoca, parecia bastante cuidado, mucho mas silvestre que los dias anteriores.
En una aldeita me fije en una curiosa gasolinera casera atendida por una mujer, que entre repostaje y repostaje vendia alguna gallina de las que mostraba en unas jaulas de bambu.


Pare a tomar un refresco, y en seguida comenzo un desfile de curiosos personajes que se sentaban a mi alrededor bajo las jugosas sombras de los arboles. Una anciana que podria tener mil años atendia una tiendita; una campesina que fumaba un extraño tabaco liado con hojas; algunos nativos ataviados con sus trajes etnicos; un anciano cubierto de tatuajes procedente de alguna minoria de las muchas que poblaban esta apartada region... curiosas estampas en un insospechado rincon como cualquier otro. Algo tenian en comun: les encantaban mis alforjas de flores.



Durante cien kilometros a penas me encontre alguna otra aldeita, y algun nativo cargando algun fardo a lo largo de la carretera, que de repente tomaba una imperceptible senda y se perdia bosque adentro, supongo que de camino a su casa perdida en el monte.

Bebi y comi tanto como pude para evitar un nuevo capitulo de insolacion. Cada vez que me topaba con un lugar habitado buscaba donde avituallarme, y asi puede continuar sin contratiempos.

Los escasos vehiculos que pasaban de vez en cuando servian para animarme. Los pasajeros me saludaban con la mano y el pulgar hacia arriba, supongo que alucinados de encontrarse por tales lares a un pobre chiflado monte arriba y monte abajo, sudando como una regadera. Pero de alguna manera despertaba su simpatia, y eso se notaba en sus rostros.

Al llegar a la segunda aldea del dia me recibieron con un chapuzon, que por supuesto agradeci, cocido como estaba ya. Me sente junto a aquel grupo a la entrada del pueblo, todos chavales jovenes que se cobijaban del sol y se refrescaban a cubo limpio. Uno de ellos se hacia entender bastante bien en ingles, y me explico que se estaban encargando de controlar que nadie utilizase un vehiculo si mostraba haber bebido mas de la cuenta. Y de paso lo mojaban de arriba abajo. De vez en cuando se acercaba algun hombre ebrio de cerveza y se echaban unas risas todos juntos, era la fiesta del agua y no importaba la hora que fuese. Pasadas las faenas de la mañana, la tarde se dedicaba a beber y a disfrutar. Una pena no entender sus bromas, pues no paraban de reir a carajada suelta. Cuando salia del pueblo fui directo a unos chavales dedicados a lo suyo con bidones y mangueras. Aparque la bici y me meti entre ellos para que se cebaran conmigo, me hacia falta una ducha para poder subir mas fresco las cuestas que venian. Que delicia de gente, siempre riendo, siempre de buena onda.

Encontre posada en Kung Yuam, asi que decidi parar en este pueblito sin demasiado interes, ya que en tan despoblada zona no creia poder encontrar otro lugar donde dormir sin tener que acudir a la caridad de alguna familia. Mientras cenaba en un retaurantito llego un occidenal, cosa que desde luego no esperaba en un lugar tan perdido. Y es que Damien, un australiano de 25 años, era otro loco viajando en bici. Bueno, dejaba mi incipiente aventura en un paseito, el ya llevaba 9 meses pedaleando por Asia en solitario, y no tenia fecha de vuelta a casa. Ya me conocia, me habia visto llegar a Mae Sariang con mis llamativas alforjas de flores. Despues de un rato de charla, me di cuenta de que estaba ante un viajero de los autenticos, y me parecio estupenda su idea de pedalear juntos hasta Mae Hong Son a la mañana siguiente.



Sabado 12 de Abril de 2008

Recorrido: de Kung Yuam a Mae Hong Son: 68 kms

Despues de tantos dias sin contacto con nadie, mas alla de algun gesto basico para cubrir las necesidad minimas, me apetecia la idea de acompañar a Damien en la etapa hasta Mae Hong Son. Reconozco que me daba un poco de miedo la paliza que seguramente me daria un tipo que llevaba 9 meses pedaleando por estas latitudes: Laos, Camboya, Malasia, Indonesia y Tailandia. Parecian toda una referencia.

Comenzamos la marcha a las 8, un poco mas tarde de lo que yo hubiese preferido para evitar lo peor del sol. Pero a cambio de un poco de conversacion, creo que hubiese aceptado cualquier condicion para la ruta.

El trayecto fue agradable: un bosque sin pausa llenandolo todo, la Naturaleza al completo y alguna casita perdida en aquella soledad infinita. Y el perfil suave, pequeñas cuestas y pequeñas bajadas. Afortunadamente Damien estaba fuerte, pero no era para tanto; nos equilibrabamos bien. El se lanzaba cual Kamikaze por las cuestas abajo y me dejaba muy atras, y luego yo le alcanzaba en las subidas, para las que el no mostraba excesivo estilo, con lo que al final seguiamos un ritmo parecido. Y entre tanto hablabamos de lo que fuese, como quien acabase de romper su voto de silencio tras una decada.

Segun lo iba conociendo, aunque demostraba con creces su espiritu aventurero y valiente, me sorprendia lo resignadamente fatalista de su modo de pensar. El estaba viviendo este viaje porque sabia que no tendria mas ocasiones de hacerlo en el futuro. Con 25 años no tenia trabajo, ni novia, ni responsabilidades mayores que cuidar de si mismo y mantenerse a flote. Pero el sabia que dejaria de hacer estas cosas cuando, en breve, volviese a casa, conociese una chica, se casase, tuviese hijos y un monton de compromisos. Me dejaba helado que afirmase todo esto la misma normalidad y aceptacion con que una golondrina explicaria que en dos dias emigra a Africa, un año mas. Casi como un ineludible sino, como una marca a fuego en el ADN manifestada en un instinto que no se pudiera ignorar, fuera de todo albedrio. En cualquier caso, aqui estaba el, escribiendo una fantastica e inolvidable pagina de su vida.

Haciendo relevos el uno al otro, y sin a penas parar a respirar en alguna sombra, recorrimos rapidamente aquellos bosques dispuestos sobre suaves lomas, en los que predominaban los tonos ocres y siena sobre un menguado verde, que solo se abria paso al llegar a algun precioso valle a orillas de un rio. El agua devolvia la vida a la quemada tierra, que se escalonaba en terrazas plantadas de arroz entre las que alguna modesta casita de madera y paja, construida sobre pilares para separarse del dominio de culebras y escorpiones, dotaba de fugaz humanidad al paisaje. Era raro ver moverse a algun indigena por alli; supongo que, pasada la epoca de la cosecha, las labores del campo quedaban muy reducidas.

Ir acompañado te obliga a esforzarte mas por no perder el ritmo, y asi en relevos, se acaba consiguiendo una velocidad media mayor. Antes de la hora del almuerzo estabamos entrando en Mae Hong Son.

Esta ciudad, una de las mas remotas del pais, se situaba en medio de las montañas que conservan hoy la mayor variedad etnica y natural del pais. Construida alrededor de un laguito, se poblaba de extranjeros en cualquier epoca del año, que acudian a hacer visitas guiadas por los poblados de las minorias etnicas de las montañas, como los Paduang, cuyas mujeres alargan sus cuellos con anillos de cobre, y son conocidas como las mujeres jirafa.

Antes de callejear por la ciudad tuvimos la precaucion de cubrir las alforjas con los impermeables. Y por fortuna, porque cada 20 metros aparecia un grupo de chavales junto a un bidon de agua, y era imposible escaparse del diluvio. Detras de los bidones solian poner una mesa con altavoces y el whiskey necesario para bailar y emborracharse, e invitar a quien quisiera apuntarse. En oriente, el techno es la musica preferida por los jovenes con ganas de fiesta, asi que me sentia como en casa. Crei escuchar una version en tai del Exta Si de Chimo Bayo... Mientras comiamos un arroz en un mugriento restaurante del mercado, las cocineras y los camareros, que ya no estaban por cumplir los cincuenta años cada uno, no perdian el ritmo del buen monton de decibelios que vomitaban los altavoces situados entre la fregadera y la parrilla.

Damien queria buscar una television para ver un partido de futbol de su pais, asi que quedamos para la noche, y yo sali a dar un paseo, visitar algun templo, relajarme junto al lago, y tomar algunas fotografias pintorescas.



En un pais donde cualquier salida de tono es considerada una intolerable falta de educacion, me llamo la atencion una pareja que discutia con exageracion junto al lago. No podia oirles, pero con una actitud semejante y tal desconocimiento de las normas locales de educacion, se me paso por la cabeza la absurda idea de que se tratase de dos turistas españoles en luna de miel. Y... acerte, lo puede saber cuando al acercarme un poco mas los oi discutiendo en mi preciado idioma. Los salude aunque suelo evitar a otros españoles cuando viajo, lo hice casi por apaciguarlos. Al menos los minutos que pasamos charlando les ayudaron a relajarse un poco, y tal vez despues tuvieron tema de conversacion para sosegar la mente.

Al volver a la pension ya estaba Damien hablando con otros viajeros, y me uni a la conversacion. Un fotografo italiano contaba detalles del reportaje que hacia sobre la situacion de los Paduang, la etnia de las mujeres jirafa. Decadas atras habian escapado de Birmania, pero su suerte en Tailandia no habia sido mucho mas digna. Los obligaban a vivir en tres aldeas de las que no los dejaban salir, y el estado tailandes hacia su negocio a costa de ellos, llevando turistas para que los fotografiasen, convirtiendo sus pueblitos en un zoologico vergonzoso. A penas les daban un porcentaje de los ingresos para que pudieran sobrevivir. Vivian como esclavos de facto. Incluso, Nueva Zelanda, indignada por esta situacion, los habia invitado a establecerse en su territorio libremente; pero el estado tailandes no lo permitia.

Avisado asi de la verdad sobre estos pueblos, decidi no acercarme a verlos con mi bici, como habia pensado antes. No podia ser complice de algo asi. Por eso, mi estancia en Mae Hong Son evito los tipicos recorridos por los que viene todo turista, y se dedico mas a la tranquila ciudad y a los muchos viajeros que conoci.

Despues se unio a nosotros un economista britanico de unos 60 años, y la conversacion derivo rapidamente por otros derroteros. Este tipo de hablar pausado pero apasionado aun era mas agorero y catastrofista que yo, y entre los dos nos dedicamos a asustar al resto del personal sobre las consecuencias del reventon de la burbuja inmobiliaria global, y el mas que probable crash del sistema financiero y bancario internacional, que de llegar a producirse nos sumira en una crisis cuyos precedentes solo se pueden buscar en los ya lejanos años 20 del siglo pasado.

Pasada la media noche nos fuimos todos a uno de los dos bares que abrian hasta tarde. Un grupo local tocaba en vivo dentro de la sala, y los tailandeses escuchaban el concierto ordenadamente sentados por grupos de amigos a la mesa, a la manera de un restaurante y no de una sala de conciertos. Pero en seguida comenzaron a sonar acordes de pop occidental, y la gente se fue desinhibiendo, levantandose a bailar, eso si, sin moverse del sitio y tan solo retirando un poco la silla. Y se movian sin complejos, sin parecer pendientes de lo que los demas pudieran pensar sobre su manera de bailar. Me encantaba observar como demostraban disfrutar como niños haciendo algo que debia de ser lo habitual y casi diario par ellos. Con esa alegria loca y esa espontaneidad que poco a poco se ha ido perdiendo en nuestros aparatosos paises de apariencias.

Aun crecio el grupo de viajeros un poco mas: dos chicas francesas, Charlotte y Julie; un ingles de origen rumano, Ivan, que llevaba 12 años en Asia; Sushandong, una tailandesa urbanita que viajaba sola por el pais, y que aunque estudiaba teologia se declaraba atea, por lo que aporto interesantes puntos de vista sobre el budismo. Tambien trataron de unirse al grupo tres adolescentes judios que hacian un descanso de tres meses en los 4 años de servicio militar obligatorio de su pais... estos ultimos no eran santo de mi devocion, dado que en la situacion actual del conflicto palestino, yo que conozco un poco aquellos vericuetos y la mentalidad de unos y otros, tenia claro que con toda probabilidad se trataba de tres niños que a menudo mataban sin pensar. Su mirada vacia lo confirmaba. Habian visto ya tantos horrores, y los habian interiorizado de manera indolente, para poder seguir viviendo y disparando... Y aunque el resto de viajeros hariamos buenas migas durante los dos dias que me quede en la ciudad, de los colegas israelies no se volvio a saber.

miércoles, 9 de abril de 2008

Comienza la aventura

(Nota: como me esta resultando mas dificil de lo pensado encontrar conexion a internet, pondre en cada post los dias anteriores hasta ese)


Domingo 6 de Abril de 2008

Recorrido: de Chiang Mai a Chom Thong: 106 kms

Con tanto tiempo de viaje por delante habia dejado pasar los dias con estos prolegomenos algo insulsos, tratando de ir adaptandome al calor y a las condiciones del pais. Pero a estas alturas empezaba a sentirme mal conmigo mismo, necesitaba empezar de una vez. Esta vez el despertador volvio a sonar a su hora, pero para evitar tentaciones me incorpore de un golpe y sali corriendo hacia la ducha. Ni me habia terminado de secar cuando ya tenia listas las alforjas, habia desayunado algo de fruta que tenia en la habitacion, y bajado los 7 pisos del hotelito para montar todo y, por fin, salir a recorrer esos mundos. Lo hacia como de costumbre, sin nada planeado, con escasamente un vistazo al mapa para situar los lugares de interes, las montañas, los parques naturales, las aldeas y ciudades con algun punto destacable. Con eso mas o menos sabia que la ruta partiria de Chiang Mai, y descenderia algo hacia al sur buscando la carretera que sube al Doi Inthanon, la montaña mas alta de Tailandia y parque natural de selva y espectaculares saltos de agua; seguiria desde alli mas hacia el sur hasta tomar la ruta al oeste, en direccion a la frontera de Birmania, y de alli continuaria hacia el norte a lo largo de la frontera. Claro, todo esto en un numero de dias indeterminado. El resto, dejado a la aventura: tal vez continuaria hacia el este hasta Laos y el valle de Mekong; tal vez me aburriria del paisaje y volveria a Chiang Mai para que algun tren me llevase a las costas del sur. Es lo bueno de no planear nada: que todo son opciones posibles, y a veces la decision depende de alguien que conoces por el camino, de algo que te cuenta sobre un lugar.

La mañana se habia aliado conmigo, regalandome unas espesas nubes que me protegieron del calor durante las primeras horas. Esto me sirvio para ir pasando el susto que me habia tenido algo varado los primeros dias. Camino del sur recorria el valle del rio, llano y agradable, para ir calentando unas entumecidas piernas desacostumbradas a los largos dias de bicicleta que me esperaban. Por el momento el paisaje no era tan seco como me temia: me rodeaban verdes arrozales, frondosos campos de frutales, de mango, platano, papaya... Aun asi no era un lugar demasiado interesante, y la cercania de la gran ciudad se notaba por la abundancia de pueblitos sin encanto, y el reguero de basura a los lados de la carretera.
Me habia comprado el mejor mapa de carreteras del pais, segun me habian dicho. Pero los topografos no se habian molestado mucho a la hora de hacerlo. Si bien con un buen mapa de España y un poquito de intuicion no hace falta preguntar a nadie para reconocer los cruces, los desvios o las salidas adecuadas, en el mapa que manejaba habia carreteras inexistentes, y no figuraba una autovia en la que sin remedio tuve que entrar. Mal comienzo este, apenas unos kilometros de viaje y ya me habia perdido. La primera leccion: no hay que fiarse del mapa, siempre es preferible preguntar, pues los desvios son de lo menos intuitivos. O al menos no siguen el tipo de intuicion que se estila en occidente. Alguien me dijo una vez que los mapas de esta region del mundo se hacen mal a proposito, con la intencion de que solo el ejercito tenga acceso a la verdadera geografia, y no cualquier ejercito invasor. Nunca olvidare una ciudad del norte de Vietnam que estaba unos doscientos kilometros mas al norte de donde la situaba el mapa. Desde luego que un enemigo poco avezado como yo lo tenia complicado para conquistar la urbe a lomos de su bicicleta.
Pero despues de todo el resultado del despiste no fue malo. Deshice el camino para salir de la autovia, y tuve que pasar por Lamphun, un tranquilo pueblito que escondia uno de los templos mas antiguos de Tailandia, construido en los tiempos en que la India influia directamente sobre el reino Dhravida que ocupaba lo que hoy es Tailandia, mezclandose los cultos Hinduista y Budista en un curioso sincretismo. Por aquel entonces la etnia Tai que hoy domina esta region del mundo vivia en el sur de China, y no podia imaginar si quiera que terminaria viviendo por aqui. El chedi dorado de este templo es uno de los lugares mas sagrados del pais, por lo que los peregrinos venian de todas partes a postrarse ante las imagenes.


En el templo habia un grupo de personas realizando un reportaje para la television tailandesa. Al verme aparecer con mi bici y mis alforjas de flores sintieron curiosidad, y vinieron a hablar conmigo. Practicamente me realizaron una entrevista, aunque sin camaras. Perdi asi la ocasion de tener mi minuto de gloria... Lo que mas les llamaba la atencion es que viajase solo, que no supiese si quiera donde iba a dormir esa misma noche. Y que lo hiciese sin conocer la lengua del pais, condenado a la incomunicacion. Me dieron animos y me desearon suerte, y volvieron a su reportaje sobre el chedi sagrado.

Atravesando los campos de arroz, el mediodia habia caldeado de nuevo la tierra, y elevaba aromas almizclados en un aire saturado de humedad que abofeteba la cara como si tratase de respirar sobre una olla de agua hirviendo. Encontre un puesto techado al lado de la carreterita que vendia sandias. Unos niños lo atendian, y pare a refrescarme y a cobijarme del sol. El mayor me trajo una y un cuchillo para comerla, mientras los demas jugaban con pistolas de agua. Estaba llegando la semana del agua, una celebracion en la que todos mojan a todo el que pase por la calle. Valen pistolas de agua, pero tambien cubos y mangueras, la idea es empaparse y reirse de la cara que se le queda al empapado, que por supuesto ira raudo a cobrar venganza. Cuando terminaba con la sandia llegaron los padres de los niños con el almuerzo, el tipico arroz con verduras y huevo revuelto. Me invitaron a comer con ellos, pero con una sandia en el estomago tuve que declinar el ofrecimiento.
Conforme fue llegando el final del dia aparecian entre brumas y al final de los arrozales, las montañas que esperaba ascender al dia siguiente. El tramo que acababa de recorrer se podria haber ignorado sin pena, pero hubiese sido una locura proponerse en primer lugar subir montañas, no tanto por la altitud de estas, sino por el clima poco apropiado sumandose a mi escasa forma fisica.

Chom Thong era un sencillo pueblito como tantos, bastante ruidoso hasta la hora a la que la gente se recoge en su casa y de una vez por todas apaga el motor de sus ensordecedores coches y motos. Llegue casi a esta hora en que la vida se va sosegando, y comi en una amplia plaza jalonada por dos templos. Unas mesitas sin techado alguno justo en medio de la explanada eran compartidas por varios puestitos de comida, y mucha gente que volvia de sus trabajos iba sentandose para la hora de la cena.

Despues de unos tallarines de arroz sali a buscar algun hostal, pero por mas vueltas que daba no encontraba alojamiento; preguntaba a la gente y nadie parecia comprender que lo que necesitaba era una habitacion para dormir. Al fin di con una chica que comprendio que lo que buscaba era posada, y de paso me enseño a pedirlo en tailandes para evitar futuras confusiones. Subio en su moto con sus dos hijas pequeñas, y me indico que las siguiera a las tres con la bici. Una amiga suya tenia una habitacion en una casita tradicional de madera, y aunque era evidente que hacia mucho tiempo que no la alquilaba, despues de mirarme y remirarme se decidio a dejarmela para una noche, y a un precio razonable.

Curiosamente, el color de la ropa de los monjes es el naranja azafran, nada que ver con el amarillo claro de mis pantalones de algodon. Acepto que tal vez sea un colorido demasiado chillon para un extranjero ya de por si llamativo. Pero la razon de tal color era la de vestir ropa lo mas clara posible para no atraer a los mosquitos. Si, y la camiseta tambien era amarilla... pues bien, por tres veces me confundieron con un monje budista. Una mujer me dedico un Wai, el saludo de respeto que se muestra en todas situaciones juntando las manos a diferentes alturas desde el pecho hasta la frente, segun el rango social del saludado. En este caso, las puso en la frente, lo cual indicaba que me tomaba por monje, evidentemente extranjero. Otra anciana que no debia de conocer el pueblo me pregunto en ingles por el templo, porque evidentemente un monje como yo tenia que saberlo. La situacion era graciosa, pero estaba claro que debia combinar la ropa de otra manera, en lo sucesivo. El hecho es que muchos extranjeros se internan en algunos de estos templos y hacen retiros de semanas o meses al cuidado de algun maestro que les ayude a perfeccionar sus tecnicas de meditacion. Por ello es frecuente ver un occidental vestido con la tunica azafran, sandalias y sombrilla a juego. Aunque el lugar donde te lo encuentres puede ser un 7Eleven, comprando revistas o algun capricho dulce, supongo que sin el consentimiento de su maestro.

Cuando me volvia a mi habitacion despues del paseo me di cuenta de que el cielo se habia llenado de luminosos globos de papel, que cerrados por arriba y con una vela en el interior, ascendian lenta y dulcemente hasta perderse de vista en la altura. Seguramente parte de alguna celebracion religiosa, los monjes encendian uno a uno estos globos y los soltaban a intervalos regulares desde el patio de uno de los templos, dando lugar a una cadena iluminada, un bello espectaculo en la noche que, por fin, respiraba un agradable silencio.



Lunes 7 de Abril de 2008

Recorrido: de Chom Thong a Mae Chaem: 66 kms


En cuanto hube desayunado y tome el desvio al parque natural del monte Doi Inthanon (preguntando, por supuesto), comprobe que el dia iba a ser duro. Ya conocia algunas carreteras tailandesas, asi que era consciente del particular concepto tailandes de optimizacion de las calzadas. En Europa, una carretera que tenga que ascender por una ladera se diseña en zigzag, de modo que el recorrido se alarga en distancia, pero la pendiente disminuye considerablemente, facilitando el ascenso. En Tailandia, sin embargo, utilizan el concepto de minima distancia entre dos puntos, es decir, la linea recta desde abajo hasta arriba; claro, de que otra manera podria hacerse, no? Es cuestion de perspectiva, para ellos seria yo el poco sagaz por no comprender un concepto tan simple como la distancia minima. En definitiva, incluso subir una suave loma se convierte en tormento cuando la pendiente asusta y no hay mas remedio que utilizar el desarrollo mas pequeño de la bicicleta (cosa que no hacia desde mucho tiempo atras).
Supongo que la causa de que se construyan asi es que son relativamente recientes. Las carreteras europeas se construyeron en epocas en las que el trafico era de mulas y carretas, y habia que ponerselo facil a los animales. En Tailandia se construyeron cuando ya los potentes motores de explosion habian sustituido a las mulas, y es que no podia yo imaginar a un pobre bicho tirando de una cargada carreta por estas cuestas arriba.

Al final de una de estas aparecio el desvio a la primera catarata del parque. De repente me di cuenta de que ya habia estado aqui en mi viaje anterior. Yo hubiese jurado que la zona que visite en aquella ocasion se encontraba 60 kms mas al sur. Pero no, sin duda ya habia estado en la catarata Mae Klang, un precioso cruce de lineas de agua escalonadas en sucesivas terrazas de roca. La recordaba con mas agua. Claro, a finales de la epoca lluviosa rebosaba como una unica caida estruendosa, y ahora me tenia que conformar con menos.
Continuando el camino ya habian desaparecido los arrozales, y ascendia sin pausa entre el tipo de bosque requemado, seco y otoñal que viera desde el tren. Estos bosques eran un espectaculo en la epoca humeda, pero en este momento del año no era agradable recorrerlos. Como la incomunicacion empezaba ya a hacerme mella, decidi escuchar musica en el mp3 para aderezar un poco el tormento bajo el sol implacable. A falta de los sonidos de la selva viva, tan solo me rodeaba el intenso estrepito de las chicharras. Aunque no de las que se pueden oir en los veranos mediterraneos. Mucho mas escandalosas, recordaban el sonido de una sierra electrica con algun engranaje mal engrasado que las hiciera sonar metalicamente, y se hacian oir mas intensamente cuando me pasaba por su lado. El andar solo y un principio de insolacion me hacian pensar tonterias que no me creia, como que no se trataba de chicharras, sino de un loco persiguiendome con su sierra electrica, y que llevandome la delantera se divertia escondiendose entre los arboles y haciendo rodajitas de algun ciclista que hubiese pasado antes. Segui bebiendo agua, mucha agua, esto no podia continuar asi.

Mientras comia en un puestito de carretera enclavado entre una docena de casitas de madera y paja, aparecio por una senda un grupo de gente portando un ataud enorme, en direccion a la carretera por donde yo habia venido. Me llamo la atencion una gran cruz de madera que llevaba el primero de la comitiva, sobre todo teniendo en cuenta que estos poblados eran mayoritariamente hmong, una de las muchas etnias que pueblan las montañas y que tradicionalemente han sido animistas. Pero al poco pasaron dos mujeres ataviadas claramente de monja catolica, con un crucifijo colgando del cuello. A remotos lugares se habian venido para trastocar la apacible vida de los hmong.
Poco despues llegue al desvio de la segunda catarata, Mae Wachiritan. Cielos, tambien habia estado alli. Ya recordaba, en el viaje anterior llegamos hasta esta catarata y decidimos volver al pueblo, pues el tiempo del viaje se agotaba y no daba tiempo para mas antes de tener que regresar a Bangkok. Esta vez, sin embargo, continuaria ascendiendo hacia el corazon del parque natural. Caminando hasta una pasarela de madera a los pies de la imponente caida de agua, pude verme a mi mismo años atras, disfrutando del espectaculo. Me decia a mi mismo, como has tardado tanto, te estaba esperando. Que tal te fue la vida, viejo? Era yo, mas joven, con mas pelo, con menos prejuicios y mas ilusion. Creo que pase el resto del dia conversando con el, mientras pedaleaba subiendo, subiendo, subiendo.
Tanto estaba subiendo que de nuevo cambio el paisaje. Para cuando llegue a la tercera catarata del dia, me encontraba cubierto de selva frondosa y humeda, llena de aves de colores que cantaban extrañas melodias. Y todo tipo de sonidos, aullidos de monos, seres que se arrastraban entre la maleza y movian las ramas sin dejarse ver. Los arboles se cubrian de orquideas y de otras plantas epifitas que decoraban sus ramas como verdes barbas al viento. Enormes mariposas de colores metalizados y negro sobrevolaban el aire empapado.
El cielo se habia cubierto, y una tormenta me merodeaba mientras el ascenso continuaba sin respiro. Coloque el impermeable a las alforjas, y en los conatos de chaparron me cobije en alguna choza de las que aparecian junto a la carretera, y que los locales utilizaban como parada de autobus. El ascenso era muy duro y las piernas me flaqueaban ya, pero las vistas eran de una belleza incomparable.


Si, esta era la selva tropical que tanto me gusta. Un delicioso y humedo aroma entre mentolado y frutal me devolvia al vergel primigenio, tan repleto de vida, vibrante, tan lleno de matices.
Y en todo el camino solo una pequeña aldea donde reponer fuerzas.



Tras 42 kms de subida demencial, habia salvado los 2000 metros de desnivel que separaban el valle de Chom Thong y el puerto que cruzaba a los pies del Doi Inthanon, que por fin aparecia ante mi, cubierto de bosque y coronado por una estupa que marcaba su cumbre. Y desde alli unos 24 kms de vertiginoso descenso hasta Mae Chaem, por un paisaje que de nuevo cambiaba, olvidando la selva y mostrando la calcinada tierra cuyos arboles solo parecian peladas estacas que alguien hubiese clavado ya muertas.

Depues de buscar una pensioncita en Mae Chaem, al otro lado del rio, sali a dar un paseo. Un hombre que supervisaba la obra de una gasolinera me hablo en un ingles bastante fluido. Tenia curiosidad por mi procedencia, pues me habia visto llegar con mi bicicleta cargada, y por el pañuelo en la cabeza le habia parecido que yo era un sikh. Esto le debia descuadrar bastante, ya que los sikhs se dedican a los negocios, y a cualquiera le sorprenderia ver a uno montar en bicicleta si no hubiese ganancia economica por medio. En cualquier caso pense que no era tan mala idea que pudiese pasar por sikh, pues los hombres pertenecientes a este credo siempre van armados, por lo que dificilmente alguien se mete con ellos o les roba. Cuando le dije que buscaba un cibercafe me ofrecio usar su ordenador. A penas consulte el correo, pues en seguida vino a charlar, y asi nos pasamos varias horas, sentados en la terracita de la calle.
Om era un hombre inquieto, formado en la universidad, que manejaba el prospero negocio de la gasolinera del pueblo y se podia permitir viajes de turismo por algunos paises de su entorno. Le encantaba viajar, y ver en primera persona los lugares donde se ha escrito la Historia. Soñaba con Europa, donde se conservaban lugares de miles de años de antiguedad que habian originado el mundo moderno que conocemos. En Tailandia, segun el, lo mas antiguo que se conservaba apenas se remontaba a 7 siglos atras. Y cierto es que, dejando a parte algunas ruinas Khmer al este del pais, la arqueologia no es uno de los atractivos de Tailandia.
Mientras su hijo escuchaba con atencion, me preguntaba sobre mis viajes, queria un testimonio de primera mano sobre las piramides, Machu Picchu, Roma, Nazca, Jerusalem... Me oia encantado, y prometiendose ir cuanto antes.
Me conto que el pueblo era mayoritariamente de etnia Karen, y se habian dedicado tradicionalmente al negocio del opio. Pero en la actualidad cultivaban otros productos menos romanticos, como coles, ajos o sandias. Eso si, me dejo bien claro que aqui nunca se consumio el opio, y que toda la produccion se exportaba. Quien sabe si con la tentacion tan cerca la gente se podria mantener al margen.
Charlar un par de horas con un tipo tan majo me rescato de mi autismo, y me devolvio el buen animo y las ganas de seguir. Es duro pasar tantas horas, tantos dias seguidos, reduciendo la comunicacion con el mundo exterior a unos pocos gestos para pedir comida o cama, o a unos vanos intentos de conversacion que no puede prosperar. Pero esta vez me iba a la cama con la alegria de no estar del todo solo.


Martes 8 de Abril de 2008

Recorrido: de Mae Chaem a un templo en medio de alguna parte: 46 kms

El que cree que es libre se engaña; en realidad no ha volado lo suficiente como para encontrarse con los barrotes de su jaula. Y no solo eso, hay dos jaulas distintas, concentricas: la que nos viene impuesta desde fuera, de la que no siempre somos conscientes; y la que nos ponemos nosotros mismos, de la que aun solemos ser menos conscientes. A veces pienso que Libertad es la distancia que una persona puede caminar sin toparse con su propia conciencia, que la espera sonriente, sentada junto a los primeros barrotes. Ah, has venido. Sabes que te has alejado demasiado, verdad? Las trabas sociales, familiares, emocionales, economicas... que nos amarran a una vida homogenea y con algo de tarde gris de invierno, no son nada comparadas con las que uno mismo se fuerza, inconscientemente. Tabues, prejuicios, miedos. Ahi radica la cobardia ante el cambio, ante la evolucion. Ahi nace el tiempo que nos vuelve conservadores en su transcurso, que nos ata al pie de una cama y no nos permite una locura, un capricho sin pensar demasiado en las consecuencias. Un inmovilismo que nos hace complices de todo lo que sucede, malo y bueno, en el mundo estancado y conformista que nos rodea. Que nos impide darle a veces la espalda (ilusos de los que lo intentamos creyendo que se puede) al Sistema. Que seria del mundo si no fuese por los que no se conformaron. Tal vez seguiriamos habitando cuevas y recolectando frutos silvestres.
Para andar los caminos en una sola direccion, sin volver atras en busca de refugio; para sentirse libre y poderle regalar tu rumbo al capricho del viento; para sentir el palpito de Gaia, el crepitar de la Historia y de los pueblos que desde el comienzo de los tiempos caminaron y moldearon la superficie de este mundo. Para todo ello, es necesario partir de una mente lo mas sosegada posible, de una conciencia tranquila con poco que reprocharse, y menos que ocultar. De lo contrario, tarde o temprano topamos con los barrotes que te demuestren lo alocado de la aventura. Que hunden tu animo y te hacen regresar con el rabo entre las piernas. Hace falta un desapego, un olvido, un tratar de inventarse, de salirse al margen. Algo en si desaconsejable, pues nos convierte en una suerte de inadaptados que no se conformaron con la feliz existencia que se les ofrecia. Pero curiosamente el naciente siglo XXI bulle de seres inconformes que se dedican, a la manera de Erasmos modernos, a hacer de embajadores de la nueva cultura y extenderla por el mundo.
Se hace camino al andar.
Antes de continuar la senda cruce de nuevo el rio y pase a despedirme de mi amigo Om, que me habia invitado a desayunar en su terraza. Ya no habia pescadores en las chocitas flotantes de sus orillas.

Deseandonos todo lo mejor nos despedimos y busque la carretera del sur. Entre unas cosas y otras volvia a ser demasiado tarde y a hacer demasiado calor para pedalear, pero no habia mas remedio mientras no fuese capaz de levantarme a las 5 de la mañana para aprovechar la fresca. Me libre por poco del chapuzon de unos chavales que con cubos celebraban la fiesta del agua. Una docena de ellos venia a por mi, pero al señalarles mis alforjas comprendieron que mejor me perdonaban la vida, y todo quedo en unas risas. Aunque con el caloron me hubiese venido fenomenal un remojo. En seguida me arrepenti de no haber aparcado los trastos e iniciado la batalla del agua con ellos.

El dia fue tan duro como el anterior. No encontre enormes puertos que subir, pero casi era peor: una interminable sucesion de montañas y valles con alguna aldeita junto a un rio. Pasaba una hora subiendo para luego perder la cota y en cinco minutos volver al valle. Y todo esto en un paisaje desolado, arrasado por los incendios, de casitas precarias huerfanas entre marrones campos casi deserticos y esqueletos carbonizados de arboles. Las etnias de la region seguian empleando el metodo de cultivo tradicional: quemar el bosque y cultivar esa tierra hasta agotarla; abandonarla entonces y continuar quemando. Ancestralmente tal vez no fuese un problema; pero cuando la superficie forestal del pais se ha rebajado del 70 por ciento al 20 por ciento del total en a penas 50 años, y las minorias viven en los ultimos reductos de montañas y selvas, esta actividad es una catastrofe.

Y es que siempre olvidamos que cuando la Humanidad da la espalda a la Naturaleza, finalmente es la Naturaleza la que acaba dando la espalda a la Humanidad, cobrandole cara la afrenta. Cuantas civilizaciones se han extinguido como tales por haber destrozado la Naturaleza y los recursos que las alimentaban. Recordaba el viejo topico: la Humanidad es capaz de lo mas grande, y de lo mas ruin. Y es que cuando se dedica a lo mas ruin, se olvida de todo, se vuelve un ser irracional sin perspectiva que solo mira su ombligo. Se convierte en una autentica plaga para este fragil huesped que lo cobija, como un furibundo virus que crece, se multiplica y lo desbarata todo hasta agotar al huesped, que muere, y el virus con el por inanicion. Tan dificil de comprender es que este camino no nos lleva a nada? Somos una especie condenada a desaparecer por culpa de nuestro propio exito?

Como siempre llegue achicharrado a un poblado Karen en un valle junto a un rio turbio en el que se bañaban los niños. La imagen era a menudo paradojica, como esa mezcla de aldea de otro tiempo, construida en madera y barro, y las enormes antenas parabolicas con que recibian infinidad de canales de television.


Almorce en una de las chocitas, mientras las gallinas picoteaban debajo de la mesa. Ya se habia pasado la hora del almuerzo, todo el mundo habia comido ya, y los hijos de la cocinera fregaban los cacharros en un balde.

Continue en soledad por el desierto, con la unica compañia de mi musica y de infinidad de reptiles de varias especies que se dejaban ver cerca de la carreterita. Uno muy gracioso, con cara de circunstancia, corria como atolondrado sobre sus patas traseras y la cola, dejando libres las patas delanteras, con las que parecia pedir un taxi para escapar de mi.

Cada vez que encontraba una chocita donde se pudiera tomar algo paraba a refrescarme. Los lugareños curioseaban al loco que habia aparecido bajo el ardiente sol para escribir unas notas en su cuaderno mientras sudaba lo que se estaba bebiendo. Una mujer tejia una red de pesca fluvial, de las que se lanzan en circulo sobre el agua y se recogen inmediatamente a la vez que se cierran. Un sencillo sistema que parece universal, pues lo vi utilizar en Asia, en Africa, en las playas de Rio de Janeiro, en el misterioso Orinoco...


Las casitas mas aisladas eran las mas precarias, y sus habitantes se diferenciaban claramente de los tailandeses: por sus rasgos, por hablar una lengua diferente, por vestir sus tradicionales atuendos tribales. Por mostrarse aun mas timidos que los tais, y evitar el contacto con el extraño tipo barbado que aparecia de la nada.


No terminaban las cuestas, y esta vez la tormenta que me merodeaba todo el dia prometia alcanzarme. En lo alto de una colina el viento comenzo a soplar como un vendaval, y me apeaba de la bici sin remedio. Una espesas nubes oscuras se aproximaban traidas por el viento. Por fortuna justo en ese momento aparecio tras una curva de la carreterita un pequeño y providencial templo en lo alto de la loma. Entre rapidamente a buscar cobijo justo cuando el aguacero arreciaba. A penas lo habitaban dos ancianos monjes, hombre y mujer, y otro monje mas joven, Udong, que pese a su apariencia tenia 62 años muy bien llevados. En seguida me atendio, y en su precario ingles me recomendo que dejara la bici para el dia siguiente, y que me quedase a dormir alli. Me mostro la celda de retiro, una espartana habitacion con una cama de madera sin acolchar. Y me proporciono una manta, una almohada, y una esterilla de hojas cuidadosamente plegada.
Eran las 4 de la tarde, y por un lado me fastidiaba perder 3 horas de luz y dejar el hito del dia en solo 46 kms. Pero la tormenta duraria hasta la noche, por lo que me relaje y disfrute de la absoluta paz del promontorio del templo. Despues de todo la experiencia prometia ser interesante, y me debia considerar afortunado de haber encontrado un sitio asi tan oportunamente en un lugar tan despoblado. Los truenos resonaban en todo el valle, y mientras el aire se refrescaba y se llenaba de suaves aromas, yo leia resguardado bajo el saledizo de la cabaña en la que estaba situada mi celda.
Cuando amainaron la lluvia y el viento, regreso Udong para ofrecerme un cafe caliente, que yo mismo me hice bajo un techado unas decenas de metros mas alla del jardin. Cada vez que Udong venia a ofrecerme algo, a penas intercambiabamos las palabras justas y se retiraba a su celda, al otro lado del Bot del templo. Estuve todo el tiempo solo, relajando mi cansado cuerpo por un dia extremadamente duro. Leyendo y disfrutando de la paz y la naturaleza que me rodeaban.
Viendo lo apañado que estaba el cuartito (pese a unos enormes avisperos deshabitados que colgaban del techo, de dos palmos de diametro) y lo limpios que estaban los baños, situados al final de una sendita empedrada entre arboles y orquideas, pense que a partir de ese momento buscaria activamente alojarme en templos, a sabiendas de que es una practica comun y bien vista. Despues de todo, alguien que viaja en soledad como yo lo hago, debe de tener algo de monje, verdad?
Claro, y de paso me ahorraba unos eurillos, que un sin empleo como yo no esta para derrochar.

Mientras estaba lavando la ropa sudada del dia, aun regreso Udong para avisarme de que me habia dejado la cena junto a la celda. Con el buen hambre que traia disfrute de ella, aunque me llamo la atencion que entre la sopa de tallarines habia mezclados trozos de carne de cerdo y huevos. Hubiese pensado que se trataria de comida vegetariana, pero el budismo therevada, caracteristico de tailandia, tiene sus peculiaridades.

En soledad, bajo una bombilla en una terraza techada del templo, acogi la preciosa armonia de la noche, lejos de cualquier lugar habitado, entre profundas resonancias de grillos y lejanos truenos. Como amo la libertad. A veces dura. A veces enloquecedora. Pero no cambio por nada esta sensacion de estar vivo, de ser dueño de mi camino, al menos por unos instantes. De perseguir horizontes desconocidos, de ser un quijote que ya no desficiese entuertos, pero todavia siguiese la vereda marcada por el azar. No es hermosa la vida?



Miercoles 9 de Abril de 2008

Recorrido: desde el templo hasta Mae Sariang: 86 kms

Sin mucho que hacer me habia acostado pronto, pensando en levantarme antes que el sol y aprovechar las horas mas frescas del dia. Pero a penas pude dormir, alterado por las vivencias que me traian en la oscuridad infinidad de imagenes de los ultimos dias. Y debido tambien a la docena de diferentes sonidos que abrumaban la noche, procedentes de insectos y animales que celebraban la llegada del agua, es decir, de la vida. Una ensordecedora algarabia que no dejaba dormir. Para colmo, a las 4 de la mañana unas vibrantes campanas que sonaron mas de 20 minutos obligaban a levantarse a todo el mundo. Pasado el martirio consegui volverme a dormir, pese a los monotonos mantras que sonaban desde un altavoz del jardin. Por fin sali de la cama sobre las 6, cuando entre brumas despuntaban las primeras luces del dia. Me despedi de Udong, que me aconsejaba quedarme a desayunar dos horas despues. Pero no podia desaprovechar la agradable temperatura, me esperaba otro duro dia de montañas. Comence con una soberana cuesta, y en seguida decidi vestirme la ropa de bici, aun mojada y colgada de los pulpos en el transportin, para que me sirviera asi de refrigerante ante la que se me venia encima. Un camion que avanzaba casi tan lento como yo por la cuesta se puso a mi altura, y aparecio por la ventanilla del copiloto un chaval sonriente ofreciendome una botella de agua mineral. Acepte encantado, pues ya no me quedaba mucha.

Y asi subi en ayunas 15 kilometros de interminable cuesta. Habia pensado que encontraria algun lugar donde comer algo, pero solo habia bosque y mas bosque. Un bosque poderoso y reseco, que me recordo el Chaco Paraguayo. Aquel paisaje me hizo rememorar una anecdota de otro viaje. Queria cruzar la frontera entre Bolivia y Paraguay, una region inhospita sin poblacion alguna durante cientos de kilometros de caminos de tierra. Bosque y polvo, y algun animal despistado. La manera oficial de hacerlo consistia en tomar un autobus por cuyo billete habia que pagar 60 dolares, algo desmedido para mi bolsillo en aquel momento, y un insulto sabiendo que tramos equivalentes de esa distancia costaban unos 3 euros en moneda boliviana. Decidi acercarme en bus local hasta el ultimo pueblo de Bolivia, y alli hacer autostop. Camine hacia la salida del pueblo, que mas bien era la entrada al impenetrable Chaco, y espere un par de horas hasta que aparecio un camion. El tipo no tuvo inconveniente en llevarme, aunque era hombre de pocas palabras. En las primeras horas de las 18 que duro el camino a penas contesto con monosilabos alguna pregunta que le hacia para romper el hielo, aunque finalmente se solto cuando le dio unos tragos a su botella de cachasa y termino contandome su vida, desde su promiscua juventud como artista de circo en el feliz Brasil de hacia 30 años, hasta los avatares de la vida y de la politica que habian convertido a Paraguay en un pais desengañado. Solo paramos una vez para orinar; y ni el ni yo teniamos comida, asi que aguantamos el hambre masticando hoja de coca, el remedio indigena contra el hambre. Entrada ya la noche llegamos a la primera localidad de Paraguay, Mariscal Estigabiria, una tacha en medio del Chaco que a penas era el cuartel de la unidad antidroga del ejercito. Varios de estos militares armados y protegidos con chalecos antibalas registraban los vehiculos que llegaban, y al verme en el camion se armo el lio. Habia cometido un delito, no se podia entrar asi en el pais, me podian acusar de trafico de drogas, de espionaje, de cualquier cosa si hubiesen querido. Y me lo decian sin verguenza. Me sometieron a un interrogatorio, registraron hasta la suela de mis zapatos y cada pliegue de la mochila en busca de algo que les demostrara alguna actividad ilegal. Yo permanecia tranquilo, explicando mi historia, y confiando en que aquello no terminaria en fusilamiento, aunque viendo sus caras y sus movimientos agitados, no las tenia todas conmigo. Tras varias horas debieron decidir que lo que contaba era verdad, que tan solo era un tipo loco viajando por el cono sur americano, y por fin me dejaron marchar. Aun no habia comido desde el amanecer del dia anterior... A la mañana siguiente paseaba por el poblado con el susto todavia en el cuerpo cuando reconoci en un jeep militar a los tipos que me habian interrogado, asomandose para que me acercase hasta ellos. Asustado anduve con desgana y recelo hasta el coche para, con gran sorpresa, ser invitado a una parrillada de carne de res en el cuartel. Acabe el dia comiendo hasta no poder mas, contando historias, riendo chistes y jugando a voleybol con aquellos aguerridos soldados antidroga, que me contaban sus frecuentes incursiones en el Chaco para acabar con guerrilleros y traficantes. Los mismos que casi me fusilan la noche anterior y a menudo mataban en el campo sin tener que dar muchas explicaciones a nadie, escuchaban el relato de mi viaje como estupefactos, como quien no puede creer lo que escucha.

Y seguia escalando con mi bici, en ayunas. El Chaco tailandes se habia tornado ya pinar, transportandome por unos instantes a los montes de Albarracin por los que di mis primeros pasos con la bicicleta. Aquel bosque tenia un aspecto mediterraneo inconfundible. No habia que olvidar que el pino era oriundo de Asia, y que no llegaron a Europa hasta que aquellos visionarios romanos lo introdujeron junto con la civilizacion.

A punto de desfallecer de puro hambre, llegue renqueante al puerto, donde en una casita pude comer un arroz que me devolviera la vida. Una niña no paraba de corretear y tirarlo todo al suelo.


Tras la bajada, otra subida, el tipo de bosque variaba cada vez que cruzaba una cota hacia arriba o hacia abajo. Al menos esto daba vitalidad al recorrido. En la unica aldea que me cruce, a orillas de un rio, compre algo de fruta que me comeria en el siguiente puerto, junto a una gran imagen de Buda. Mientras pasaba el rato de mas calor bajo una sombra a pocos metros del Buda, pude observar que todo el que pasaba en coche o moto reducia la velocidad junto a la imagen, hacia sonar su claxon varias veces para atraer la atencion de Buda (no me lo estoy inventando), y juntaba las manos para hacer una reverencia sin llegar a parar el vehiculo. Curiosa manera de comunicarse con Dios, verdad?

Cruce otra cota para regresar a la selva humeda, espesa, oscura, de imponentes arboles como torres atacadas por enredaderas que cubrian de verde todos los niveles hasta la copa de los mas altos, y que no dejaban ni a un solo rayo de sol tocar el suelo. Aisladas casas de madera y techos de hojas se enclavaban en pequeños claros del bosque, humanizados en terracitas de cultivos de verduras que ofrecian bonitas estampas de pinceladas de verdes.


Al final de un agonizante dia de montaña me deje caer ladera abajo, entusiasmado con la brumosa sucesion de montañas, cada una mas alejada y mas difuminada que la anterior, todas cubiertas de jungla hasta perderse en un confuso horizonte. Mae Sariang me esperaba 25 kms mas abajo. Siempre da gusto dejar lo mejor para el final, y llegar asi relajado a la parada del dia.

Para ser una ciudad fronteriza, dotada incluso de aeropuerto, no parecia mayor que un pueblito con tres o cuatro calles, y un templo en cada manzana de sencillas casitas de dos alturas. Estaba situada en la orilla este de un rio, y en la orilla opuesta no habia mas que bosque y siluetas de montañas. Encontre una agradable posada colgando sobre pilares que descansaban en el rio, disminuido por la sequia y convertido en un calmado lecho de agua remansada entre bancales de arena. La terracita de madera ofrecia un estupendo rincon para relajarse y contemplar el paisaje. Una extraña luz rosada asombraba el atardecer y su reflejo en el rio.

Pero algo no andaba bien en mi. En cuanto me baje de la bici me di cuenta de que me habia dado el sol mas de la cuenta. Me encontraba en un estado febril, dolorido. A mi mente le costaba concentrarse, y ya no me salia ni el ingles. No era tan intensa como otras insolaciones que habia tenido antes, pero andaba cerca de serlo. Ni una larga ducha fria ni los litros de agua y refrescos que bebi a lo largo de la tarde consiguieron devolverme a un estado normal. Segui paseando y bebiendo liquidos, y solo al final de la noche recupere la concentracion y la seguridad de que no pasaria una noche infernal como en algunas insolaciones anteriores. Tal vez debia quedarme un dia en Mae Sariang para recuperarme y no exponerme a algo peor.