sábado, 5 de abril de 2008

Chiang Mai, la ciudad del norte






Un rato antes de la salida del tren busque el vagon de carga para dejar alli la bicicleta. Se debe pagar una pequeña suma por llevarla, pero no tienes que cuidar de ella toda la noche molestando al resto de pasajeros.
En mi viaje anterior por este pais, llevamos tantas veces las bicis en el tren que el pequeño lio de facturarla me resultaba casi mecanico. Recorde una noche que viajabamos desde una estacion en medio de la nada. No habia plazas libres, ni habia donde comprar el billete; asi que nos ofrecieron dormir en el suelo del vagon de carga, junto a las bicis. Fue una noche para recordar: en seguida me di cuenta de que a mi lado yacia, sobre el suelo, boca arriba y tapado con una sabana blanca de la cabeza a los pies, el cadaver de un tipo que imagine llevaban a enterrar a otro lugar. La idea de dormir a su lado era tan desagradable que creo que no pegue ojo en toda la noche por temor a que un vaiven del tren me lo echase encima. Yo alli, a tres metros de el, todo lo mas alejado que pude, cumpli el velatorio con un ojo abierto por si le diera por rodar hacia mi.
Cual no seria mi sorpresa y mi cara de tonto cuando por la mañana, el muertito resucito, se puso su gorra de soldado, me dio los buenos dias y se levanto a desayunar algo que llevaba en un zurron. Habia pasado una extraña y macabra noche de difuntos por un tipo con una curiosa manera de dormir. Supongo que con el ruido y el ajetreo del tren no me percate de que el zombie respiraba; dede luego que no cambio de postura en todo ese tiempo, porque si no me hubiese fabricado rapidamente una cruz de madera por si viniera a por mi. Y ni un ronquido en toda la noche...? Claro, la explicacion de la sabana era simple, se la habia puesto a modo de sudario no para asustar, sino para protegerse de los mosquitos que nos asaltaban desde los muchos arrozales por los que atravesaba el tren.
Esta vez no hubo simpatico muertito a quien saludar de buena mañana, sino una comoda litera con sabanas limpias. Importante para el viajero: hay que asegurar las mochilas con un candado y una cadena a algun herraje del tren, y si es posible dormir sin perder el contacto con ellas para echarlas en falta rapidamente si aun asi las robaran a media noche. Alguna vez he atado un pedazo de cuerda, con un extremo a las mochilas, y el otro a mi pie, disimulandolo entre el saco de dormir, para ser el primero en percatarme del tiron. Es muy frecuente el robo de equipajes en los trenes nocturnos. Cuantos viajeros incautos no habre visto quedarse con lo puesto despues de una noche al descuido.
Pequeños intercambios con otros pasajeros me amenizaron parte del viaje. A mi lado viajaba Mem, una joven madre con su hija que volvia a su pueblo con su familia despues de visitar a su marido en Bangkok. Su niña de cuatro años no paraba ni un minuto, y era la alegria del que pasaba.


Al despertar por la mañana tuve mi primer contacto con el paisaje de la epoca entre monzones. Yo ya conocia el verde, fresco y lluvioso final del monzon en Octubre y Noviembre: fue en estas epocas cuando visite Tailandia e India en ocasiones anteriores. Tambien conocia el comienzo de la epoca seca, diciembre y enero, de noches frias y campos recien segados. Pero me quedaba por vivir el pleno diluvio de los meses de junio a septiembre, y la estacion entre monzones, de marzo a junio, en que dejan de soplar los vientos y el sol calienta la tierra de una manera dificil de imaginar si no se ha vivido en persona. Estaba por ver que mis piernas fuesen capaces de pedalear por las empinadas montañas donde habitan las mas numerosas comunidades de las minorias etnicas del pais, lo cual era la primera idea del viaje. Ya podia ver desde el tren como se quedaba el paisaje en esta estacion sin agua: ante mi aparecia un secarral que recordaba mas a una quemada sabana africana que al verde norte tailandes que yo habia visto. La mayoria de los inmensos arboles de estos bosques tropicales mostraban un aspecto mortecino, con a penas algunas hojas verdes que les dieran sustento, y una espectante muchedumbre de chicharras musicaban el indomito paisaje. De hecho, buena parte de estos arboles son de hoja caduca, y aprovechan esta canicula despiadada para desvestirse y esperar tiempos mejores. Con un aspecto otoñal y unas condiciones meteorologicas de la sabana, de pronto me asaltaban las dudas, seria una buena idea comenzar este recorrido en plena epoca intermonzonica, o deberia dejarlo para octubre y entre tanto explorar lugares mas al sur, como Malasia e Indonesia?

El clima monzonico se comporta con una regularidad tan pasmosa que, durante miles de años, ha permitido unos ciclos de cosechas perfectamente sincronizados, y una abundancia cronica que no se conocio en Europa hasta la aparicion de la agricultura mecanizada. El sudeste asiatico gozo de los recursos alimenticios necesarios para alimentar a una poblacion siempre creciente que, salvo hambrunas puntuales mas politicas que climaticas, convirtio a esta region en la mas densamente poblada de la tierra.

Por fin llegamos a Chiang Mai con tres horas de retraso. Sali pedaleando de la estacion para confirmar que en un horno asi seria una locura dedicarse a la bicicleta. Pero no queria echarme atras sin intentarlo, al menos tendria que darme una oportunidad.

La ciudad de Chian Mai fue siempre un disputado enclave; lanas, birmanos, tais, khemeres,... han luchado durante siglos por las fertiles tierras del valle interior tailandes, y la ciudad a la que estaba llegando habia sufrido su condicion fronteriza. Aun conservaba su estructura defensiva, un perimetro amurallado con altos muros de adobe de varios metros de anchura, rodeados por un foso de 20 metros de anchura lleno de agua. O mas bien lo que quedaba de ellos tras el saqueo birmano en el siglo XVIII. De muros adentro un pequeño y acogedor casco antiguo de calles estrechas y ajardinadas. Aunque en un pais cuyas construcciones suelen basarse en la madera, lo unico que permanece al paso de los siglos son los muchos templos de las sucesivas epocas que vieron esplendores y decadencias de la ciudad.

Chiang Mai es punto de partida para expediciones al encuentro de las etnias de las montañas, y tambien ha atraido a los viajeros su riqueza artistica manifestada en el interior de sus templos. Pero conforme el turismo occidental la va invadiendo, aparecen fenomenos crecientes, como el hecho de que a primera vista podria imaginarse que la industria principal de la ciudad es la prostitucion. Sin duda no era tan evidente cuando alla por el 2001 visite estas tierras. Por doquier aparecia el tipico blanco, occidental, cincuenton y solo, frecuentando bares repletos de jovenes tailandesas. Por ello me dedique, principalmente, a olvidarme de este sordido aspecto y a recorrer uno a uno los templos del casco historico, captando momentos de intramuros.



Los templos budistas consisten en un amplio espacio ajardinado en el que se levantan diversos tipos de edificios: votivos, como los chedis, edificios para el culto, otros destinados a las reuniones de sacerdotes, o los lugares de retiro y las habitaciones en las que duermen los monjes. Y esta amplitud los convierte en espacios multifuncionales, en los que puedes encontrar rincones con mesitas y sillas donde la gente charla o se come la merienda, hierba donde alguien esta echando la siesta, o caminos por los que alguien hace ejercicio y los niños monjes hacen sus travesuras lejos de la mirada de sus maestros.



Volviendo a cruzar el foso de agua por cuyas orillas paseaban las parejas, atravese las calles mas turisticas para caminar por el Gran Bazar, un mercado nocturno cuyas especialidades son las mas bellas sedas y la joyeria en plata de inspiracion etnica, que a veces es fabricada y vendida por las propias mujeres hmong, tai,...

Mientras me tomaba un refresco en una terracita, comece a hablar con una chiquilla que jugaba con una niña, quien resulto ser su sobrina. No vivia en la ciudad, y tan solo habia venido a traer algunas cosas de su granja y visitar a algunos amigos. Pan Penh, o Luna Feliz, como se llamaba, presumia de que trabajando la huerta y enviando hortalizas a la capital obtenia lo suficiente para vivir mas que holgadamente, y para demostrarlo me mostro el flamante 4x4 que se acababa de comprar. Su ingles era bastante bueno, y es que a menudo venia a Chiang Mai a estudiar esta lengua, tal vez porque en una ciudad tan turistica son muchas las puertas que se abren de esta manera. Segun hablabamos, varias mujeres le iban trayendo ropa usada de niño, que ella apilaba con esmero. Me explico que cada vez que venia a la ciudad hacia esta colecta, y luego la repartia en las aldeitas donde la gente mas humilde agradecia esta ayuda como regalo del cielo.

Habia decidido madrugar para iniciar, por fin, el viaje propiamente dicho, es decir, el recorrido en bici que tanto me apetecia. Por eso me acoste pronto, pero cuando sono el despertador algo habia sucedido en mi, tal vez por este calor que casi me impedia caminar. Me habia sumergido en una extraña sensacion animica de pereza, de letargo irreflexivo, de incapacidad para salir de la cama. Algo me ataba a ella, como queriendo impedir que me pusiera en marcha bajo el sol y entre bosques desnudos. Y no consegui levantarme hasta casi la una de la tarde. Si contamos con que esa era la hora mas torrida del dia, y que tan solo quedaban cinco horas de luz, a estas alturas la decision era, a mi pesar, evidente. Tendria que postponer la partida un dia mas. Bien, miremos el lado positivo, que prisa hay en un viaje que puede durar meses, que es un dia en tanto tiempo? Tal vez lo necesitaba para adaptarme al clima, ya que no fisicamente, al menos si mentalmente.

No estuvo tan mal. Esto me dio la oportunidad de pasear de nuevo por los templos de la ciudad, y descubrir un agradable parque salpicado de estanques y canales donde las familias pasaban la tarde de asueto del sabado. Ancianas mujeres alquilaban esteras de tiras de bambu, en las que se recostaban los mayores mientras los niños correteaban a la sombra de los arboles.

Al volver a la pension para dejar la bici conoci a Charlotte, un curioso personaje con el que pase la tarde. Con tan solo 19 años, esta francesa cosmopolita llevaba tres años viajando, con breves interrupciones de verano en las que trabajaba en la hosteleria francesa lo justo para poderse pagar el resto del año. Yo habia conocido muchos viajeros de este estilo, pero creo que nunca tan asombrosamente jovenes: yo con 16 años no me figuraba si quiera que algo asi se pudiese hacer.

Con el tiempo me he vuelto de algun modo un coleccionista de personas. Me encata caminar por el mundo y toparme con personas como esta, a las que apuntaria en mi lista de seres geniales si la tuviese. Esta casi niña mostraba una madurez impropia de su edad. Era reflexiva, educada, culta, hablaba un ingles perfecto del que no se distinguia el acento frances, y contaba anecdotas sobre sus viajes con un trasfondo curioso y analitico. Con 16 años habia decidido que el mundo de los canones y de las reglas para la vida no estaba hecho para ella, y su familia la habia apoyado en su decision. La idea era simple: nada es seguro, todo cambia; ni si quiera la vida es segura, me podria morir en cualquier momento, y lo unico importante es que cuando llegue ese momento pueda mirar atras y reconocer que he sido feliz. Es mejor aprovechar el instante, y ser feliz sin pensar demasiado en el mañana. La gente pasa su vida haciendo planes, que como tal nunca se cumplen, que como ideales que nunca se alcanzan, producen una continua frustracion de la que no escapamos. En Europa, segun ella, nos pasamos la vida quejandonos, de lo que no tenemos, de lo que esta mal o no esta perfecto. Salimos a la calle y seguimos en aislamiento, rechazamos el contacto con otros por miedo, por desconfianza. Viajar abre esa puerta, te ayuda a comprender lo sencilla que es la vida en realidad, lo poco que hace falta para ser feliz y hacer feliz a los demas. Conocer las condiciones de vida de tantos pueblos como ella ha visto, te hace apreciar cada pequeña cosa, cada pequeño momento, cada placer o cada sonrisa.

Cuando le pregunte que es lo que le gustaba tanto de viajar, como para que en tres años no se hubiese hartado de estar sola, afirmo que nunca esta solo el viajero, y en realidad es asi. Lo que mas le reconfortaba del viaje eran las personas que conocia cada dia, los momentos compartidos, hablar con alguien en una playa, alrededor de una hoguera hasta el amanecer... el paisaje, el entorno, era lo de menos, tan solo un marco que adornase los momentos. Y quien se queda en casa no puede esperar que las personas tan interesantes que se conocen viajando vayan un dia a llamar a tu puerta. Hay que salir ahi fuera, y dejarse llevar, fluir.

Todo esto era algo con lo que yo estaba de acuerdo, conclusiones a las que yo tambien he llegado a lo largo de los años; pero escucharlo de la voz de una chiquilla de 19 años me convencio de que me encontraba ante una autentica joya que recordare siempre. Suerte en tus viajes, Charlotte.

jueves, 3 de abril de 2008

La ciudad insufrible

La idea del dia era acercarme a la embajada de Malasia para preguntar por la idoneidad de un viaje en bicicleta por aquel pais, opcion que me estaba planteando despues de Tailandia y Laos. Pero en realidad solo era una excusa para convencerme de hacer algo que no me apetecia demasiado, pero que podia ser toda una experiencia: cruzar de punta a punta la ciudad de Bangkok, ya que la embajada se encontraba justo en el extremo opuesto, en una zona que no conocia, la refulgente mole de hormigon, acero y vidrio de los rascacielos que se elevaban en la parte este. Aqui se movia la elite finaciera, los ejecutivos encorbatados, los estudiantes de business de universidades extranjeras, uniformados y transformados casi en muñecos y muñecas de porcelana.
Sobrevivir a esta valentia resulto ser un esfuerzo superior a otros que a priori parecen mucho mayores, como algun tramo de 100 kilometros de camino de tierra por selva que recorri en Vietnam, y del que me acordaba con cariño entre calles atestadas de todo lo imaginable. En la loca urbe de Bangkok, donde puedes estar al sol intentando cruzar una calle mas de diez minutos, y finalmente solo lo consigues al grito de Banzai!, acabe mucho mas agotado que en campestres machadas anteriores. Pero es algo digno de ser vivido, y de ser contado.
En las zonas mas modernas, los edificios de oficinas convivian con templos que antaño seguro que eran tranquilos y apartados lugares de olvido, hoy rodeados de cemento. Desentonando, como un espejismo de otra epoca, como psicoimagen que en cualquier momento se pudiera esfumar en la niebla. Pero la realidad era otra: sus patios, sus explanadas por las que paseaban los monjes en plena meditacion, se utilizaban como parking de pago. Esto demuestra el espiritu practico que ha llevado a este pais a unas altas cotas de desarrollo industrial.
A la sombra de los edificios almorce entre ejecutivos y estudiantes universitarios. El espectaculo del europeo en ropa corta sudando sin remedio debia de resultarles curioso entre tanta gomina y cuello blanco. Aqui solo monta en bici quien es tan pobre que no tiene dinero para un vehiculo de motor. De todos modos, por muy fina que fuese esta gente, el lugar de almuerzo era tan mugriento como el resto, y el menu se reducia a arroz, tallarines, y algun acompañamiento de pollo o verduras fritas. Tambien entre los ejecutivos hay clases, tambien los hay de postin.




Recordando una anecdota de la noche anterior aproveche para pensar un poco mas sobre lo que me iba encontrando: habia visto una escena que bien podria considerarse un fiel reflejo de la contradiccion entre pasado y presente que afecta a todas nuestras sociedades, y en especial a culturas que, como la tailandesa, han cambiado poco en muchos siglos... hasta la actualidad. Se trataba de una monja budista ya anciana, reconocible por su tunica blanca y su pelo muy corto, que en una de las calles de Khao San, espantaba a paraguazos a un travesti de los innumerables que pueden verse en Bangkok. Gritando alto, tal vez proferia insultos mientras a duras penas lo perseguia, en tanto que el se escabullia como jugando, se reia, y con el quienes andaban cerca. Los tiempos, que cambian demasiado deprisa; a veces me asalta la idea de que 80 años son demasiados para una vida, pues se acaba por no poder digerir lo que va trayendo la evolucion.
No hace falta irse al otro extremo del mundo: creo que mi abuela se fue justo a tiempo para no tener que escandalizarse tratando inutilmente de comprender el mundo nuevo de internet, de las tecnologias y las telecomunicaciones que lejos de comunicar aislan a los adolescentes en sus cuartos, erradicando la alegria de las horas muertas sentados a la fresca, en la calle con los vecinos, en la fuente llenando los cantaros. A tiempo para no tener que comprender el ritmo loco de la gente que se obsesiona por el trabajo, por tener mas y mas sin pararse a pensar para que; gente que camina por la calle con un gesto serio y un fruncido ceño, con una altivez del que cree merecerlo todo, que no osaria una conversacion alegre y casual en el autobus, en el metro, en la cola de una oficina. De un mundo loco por poseer muchas pequeñas cositas sin importancia, dejando a un lado lo unico importante: los buenos momentos con seres queridos, las risas, un cafe entre amigos, el placer, la buena compañia.
Si, creo que se fue a tiempo, y mi monja budista posiblemente ya no trata de comprender, ni pide en sus rezos que vuelvan sus viejos valores, perdidos para siempre.

La verdad es que esta ciudad no me estaba sentando muy bien. Vovia medio cocido al sol, por calles ruidosas, entre un irrespetuoso trafico que lo llenaba todo de humo y polvo, dando un aspecto mugriento incluso a esta parte mas nueva de la ciudad. El culto oriental a la belleza quedaba a veces relegado, confinado al reducto de algunos maceteros de ceramica llenos de agua, en la que crecian nenufares y nadaban pequeños peces de colores. Aqui y alla alguien habia obviado el entorno deplorable decorando su parte de acera con algunas de estas macetas, en un vano intento que a penas podia distraer la atencion del ruido y del ajetreo.
No se si el final de la era del petroleo volvera a hacer habitables las ciudades, o mas bien lo que quedara de ellas si esto sucediera. Pero es para mi una tragedia haber visto ya tantos paraisos perdidos como este, que en medio de un tropico exuberante, rico, de arboles inmensos y flores deslumbrantes, ha dejado de mirar el cielo por verguenza.

Sintiendome debil, aplastado por el sol implacable, continuaba mi vana lucha contra el trafico de regreso a Khao San, aunque esta vez buscando para mi bici una ruta mas al norte que me evitase pasar por el caotico barrio chino que por la mañana me habia destrozado. De repente, de un lado de uno de los canales que atraviesan la ciudad, vi asomar unas tranquilas callejas, y casi sin pensarlo hui por ellas.
Tan estrechas como para que solo una bici o un peaton pudiesen caminar por ellas, sus casitas desordenadas y decrepitas ofrecian un fresco cobijo del sol del mediodia. En seguida me di cuenta de que se trataba de un barrio musulman, la minoria mas numerosa del pais. Lo dude, pero me deje llevar por el instinto, y comence a adentrarme en el laberinto de contraluces, como queriendo tantear que percibian a dia de hoy los musulmanes tailandeses viendo a un occidental como yo. En mi anterior viaje senti continuamente un profundo rechazo por su parte: eran los dias del 11-S y el Islam volcaba toda su furia contra occidente por la guerra que un mes despues desencadeno sobre Afganistan, del que cada dia llegaban noticias de bombardeos y masacres.
Sin embargo esos sentimientos parecian haberse diluido con el tiempo; o tal vez di con las personas adecuadas. Pero en mi paseo por su barrio, e incluso frente al concurrido cementerio ajardinado que se abria el final de un recodo por el que a penas cabia yo con mi bici, las miradas no eran de rechazo, sino al contrario, de curiosidad; y muchas de ellas se volvian confiada sonrisa en cuanto yo sonreia. Me tome un refresco en una tiendita, charlando amistosamente con el dueño y su madre, que aun se defendian con el ingles. La ventaja de ser español es que todo el mundo sabe quien es Raul y como va el Real Madrid, y eso facilita los contactos interculturales. Hice algunas fotos, como esta de unos niños jugando con una de las muchas jaulas de pajaros que adornaban las entradas de las casas.



Tenia que volver a por el equipaje, a la pension. Ya lo habia preparado por la mañana, para dejar libre la habitacion antes del mediodia, y me lo guardaban en el cuarto de los ratones. No queda mas remedio que fiarse si uno no quiere acarrear todo el dia con los bultos, pero no seria el primero al que le roban todo por dejarlo de esta manera. Por si acaso no deje dinero, documentos, ni nada vital en su interior. La ventaja de viajar por un pais tan relativamente seguro como Tailandia, es que puedes llevar encima tus documentos y objetos de valor sin exponerte a un robo con violencia, sin peligro de perder la vida por llevar mas de la cuenta. Aunque siempre es sabio ser lo mas discreto posible, disminuyendo asi las posibilidades de llegar a ese callejon sin salida que todo viajero se encuentra en el fondo de sus pesadillas.
Despues del ultimo viaje por Venezuela, donde te acabas volviendo paranoico y le tienes miedo a todo lo que no sea una piedra, me apetecia relajarme en el sudeste asiatico, un remanso de paz en este mundo convulso del siglo XXI. Aqui no hay tiroteos al atardecer ni balas perdidas, ni asaltos pistola en mano. No hay zombies drogados que pueden matar sin darse cuenta. No hay vampiros que te siguen con una mirada depredadora mientras evaluan tu precio en dolares. Aqui no tienes que caminar por las calles en plan comando, mirando bien cada esquina que vas a cruzar por si pudiera ser el escondite perfecto del malandro que te acechara, y en caso de sospecha pasar a unos metros de distancia para llevarlos de ventaja si tocara correr. No sucede nada de eso aqui. Tal vez sea el budismo; tal vez sea el culto a los ancestros, el respeto a la autoridad de los mayores, o la familia perfectamente estructurada de la influencia confucionista. Lo que es seguro es que aqui hay que temer mas a otros viajeros sin plata en el bolsillo, y que podrian forzar la puerta de tu habitacion, que a los propios nativos. En un pais como Venezuela, en cambio, es mejor dejar todo lo valioso en la habitacion, nunca llevarlo a la calle. Alli tampoco es buena idea dejar tu dinero al cuidado de la caja de caudales de la pension. El recepcionista podria llamar a algun malandro conocido, informarle de cuanto dinero lleva consigo el gringo (asi llaman a todo extranjero por aquellas latitudes), y conchabarse con el a partes iguales con tal de que el asalto sea unas calles mas alla para no levantar sospechas. Como digo, uno puede volverse paranoico.



En la foto, uno de los canales de Bangkok al atardecer, trafico fluido en el nudo norte noroeste. Esta noche dormiria en el tren, rumbo a Chian Mai.

miércoles, 2 de abril de 2008

Un dia por Bangkok


El desfase horario y el calor sofocante no me dejaron conciliar el sueño hasta bien entrada la noche. Asi que no madrugue demasiado, y no quise ni perder tiempo con esos pormenores de la ducha y el desayuno. Monte en la bici y sali a recorrer las calles.
La luz cegadora del sol hacia dificil mantener los ojos abiertos ante el brillo dorado de las estupas y chedis del Wat Phra Kaeo, un fenomenal conjunto de palacios y templos de la monarquia tailandesa. No lo visite por dentro, ya que lo habia hecho en mi anterior viaje. Lo cierto es que, aunque estos edificios deslumbran desde lejos por su monumental exotismo, vistos de cerca denotan claramente el caracter tailandes, a veces deliciosamente ingenuo, a veces extremadamente chabacano. Los brillos de los chedis son pan de oro, pero los templos estan forrados de pequeños espejos de colores, que los hacen parecer mas un parque tematico para niños que un templo solemne.
Tome el bote para cruzar hasta la orilla occidental del rio que se abre paso en el plano de hormigon de la ciudad, un ligero respiro de aire fresco bajo los 35 grados sin tregua del mediodia.
Por callejuelas de a penas un par de metros de anchura, la bici era el mejor transporte, paseando entre casitas de madera o cemento, con sencillos tejados de chapa; niños jugando en el suelo, familias enteras charlando en la calle durante las mas pegajosas horas del dia. Sonrisas. La proverbial sonrisa tailandesa, que de natural acaba contagiando al viajero. Acabas caminando con una sonrisa por la calle, y sonries a quien cruce contigo la mirada, algo muy peligroso si luego vuelves a Madrid y no tratas de borrartela de la cara, pues cualquiera en España pensaria que estas loco o que buscas una paliza... Asi somos los españoles.
Al final de las callejas y de varios templos, aparecio el fenomenal Wat Arun, cubierto de intrincados relieves de porcelana china multicolor. Soberbio de lejos, vuelve a parecer un juguete hinchable cuando se lo ve de cerca, pero siempre es agradable el ambiente relajado y recogido de un templo como este, a orillas del rio, salteado de arboles rituales, pequeñas fuentes y bonsais, por donde caminan en silencio monjes de tunicas de color azafran que hacen una oracion frente a cada rincon del templo con contenido simbolico. Bueno, si que ha cambiado este pais: vi occidentales y tailandesas usando minifaldas y tops en medio del templo; recordaba cuando solo se podia entrar con pantalon largo y manga larga, y no habia mas remedio que llevar siempre esta ropa a mano para poder entrar en los templos, pese al sofocante calor.
Cruzando un puente sobre el rio volvi a la alocada Bangkok, a su barrio chino, fundado en parte por los chinos del Kuomingtan que decidieron continuar con el trafico de opio cuando la China continental se volvio comunista. Aqui se respira capitalismo, desarrollismo bestia, una huida hacia adelante que no consigo comprender. La calidad de vida de estas gentes sumergidas en el trafico y en la insalubre aglomeracion es pesima desde mi punto de vista; pero eso si, estan bien surtidos de los millones de tonterias y juguetes, a veces utiles y a veces inservibles, que abastecen otros miles de tiendas esparcidas sin pausa por los bajos de los edificios, sus aceras, y las propias calles. Enormes carteles luminosos ensuciando todas las fachadas anuncian un futuro de serpentina. Aqui se puede encontrar de todo. La foto corresponde a la calle principal, en esta al menos la calzada esta libre de puestos y los coches intentan circular como pueden.


Decidido, no es lugar para mi. Mañana parto en tren a las montanhas, a la ciudad de Chian Mai, en el norte de Tailandia. Puedo resumir diciendo que Bangkok se va occidentalizando rapidamente; que los chinos no conocen limites y si los dejamos se lo comeran todo. Y una nota a pie de pagina: por las noches se pueden ver multitudes sin hogar durmiendo por las calles; por el dia he visto una enorme cola de gente en un comedor callejero benefico. Tal vez la crisis de los Tigres Asiaticos de los pasados años empobrecio mas a este pueblo que ya se hacinaba en los suburbios de Bangkok cuando vine la primera vez. En aquel entonces no recuerdo tanto mendigo, tanta persona abandonada a su suerte.

martes, 1 de abril de 2008

Un aterrizaje suave



No es la primera vez que lo dejo todo por una de estas locuras adolescentes y me voy a ver mundo, pero nunca me habia costado tanto separarme de las personas que se quedan esperandome. La sensacion estos ultimos dias era como si nada fuese a ser igual cuando vuelva dentro de unos meses; esta vez creo que el cambio no solo moldeara al viajero, sino que la tierruca que dejo ya no sera la misma al regreso. No sabria explicar por que. Seguramente porque ya no soy ese adolescente jugando a dejarlo todo por un sueño. Y porque tal vez nunca el mundo cambio tan rapido como lo hace ahora.
Si bien sera un viaje al sudeste asiatico, lo comence admirado por los alemanes. Tenia que conectar el vuelo en Munich, asi que tuve ocasion de disfrutarlos. Una azafata que no permite repetir cafe con el frugal almuerzo; un aeropuerto, el de Munich, carente de carteles, indicaciones, sin paneles luminosos informando del lugar de embarque de mi vuelo. Y no es que uno acabe de llegar al orbe, pero tuve que calzarme la boina y la faja para preguntar a no menos de seis personas de uniforme como dar con mi puerta de embarque. Cada uno contradecia al anterior, cada vez tenia que deshacer el camino, no era la terminal 2, sino la 1, bueno, era la 2 pero la salida B, que por supuesto no aparece indicada. Ah, pero esto debe de ser en el edificio de enfrente, atraviesa una placita con tiendas y alli detras tiene que ser. Y yo que tenia por otra cosa a los alemanes. Llegue a la puerta de embarque tan solo unos minutos antes de que lo cerraran.
Claro que, volvi a mi concepto original sobre este curioso pueblo injustamente olvidado por los antropologos, cuando el compañero de asiento que la suerte me deparo probo ser un especimen preclaro. Pasaba la sesentena, y su modo de tomar el almuercito con la dedicacion y pasion meticulosa con la que se dirige una orquesta sinfonica, demostraba claramente que el tipo debia de saber hablar, aunque fuese en teuton. Pues bien, sin mediar palabra me declaro una guerra fria (fria porque el tipo ni pestañeo, ni llegue nunca a escuchar su voz) por la posesion del reposabrazos comun que nos separaba, que unilateralmente decidio reclamar como territorio aleman. Si en algun momento ensaye una escaramuza aprovechando que el tipo retiraba su brazo para, que se yo, rascarse una oreja, el en seguida ponia las cosas en su sitio y el orden que debia durar mil años se imponia de nuevo mediante un habil y seco codazo que me obligaba a retirarme a la retaguardia. El, entonces, avanzaba persiguiendo al enemigo, y finalmente tomaba territorios allende la frontera polaca. Es decir, entre mis costillas y el higado.
Con este panorama poco pude dormir, por lo que, tan cansado, el dia fue bastante soso. Un jet lag poco curado (recomiendo dormir las horas del vuelo y llegar asi adaptado, pero en ese caso hay que declarar la guerra a Alemania); una temperatura excesiva, una soledad que añade confusion... Vaya, y encima ya no hay tren desde el aeropuerto a Bangkok. Es lo que tiene llevar mi vieja guia de hace 7 años, ya hay hasta un nuevo aeropuerto, y no dispone de conexion por tren con la capital. Afortunadamente habia preguntado por todo esto antes de montar la bici, porque en caso de enterarme con todo armado no hubiese podido tomar el autobus que en su defecto me llevaria al centro. Primera impresion: como ha crecido este pais desde la ultima vez... una maraña de scalestrics enreda el paisaje urbano, llega a ser exagerado. Y que abundancia de mochileros en la vieja Khao San, lugar de encuentro de viajeros. Me gusta empezar el viaje intercambiando opiniones con otros viajeros, tanteando la situacion en cada region, y por eso he venido a hacer noche a este lugar. Pero esto ya es excesivo, no se trata de los cuatro o diez viajeros que en seguida nos encontramos y nos tomamos algo juntos para contarnos y recomendarnos rutas: hay miles de neohippies, de jovenes caminando en bikini (ellas) o sin camiseta (ellos), en un pais budista que yo recordaba especialmente porque no hace tantos años podias ser cercado por miradas reprobatorias si enseñabas demasiada pantorrilla. Creo que tengo que salir de aqui cuanto antes y comenzar mi ruta...

En el mismo lugar donde me dejo el autobus arme la bicicleta y sali pedaleando. No, si esto lo hago por montar el espectaculo y que me pregunten de donde soy. La foto corresponde al momento de la asuncion de la bicicleta, sacada del carton, y ya hecha una.

Por la noche, el barrio de Khao San se convirtio en el paraiso de quien busque buen ambiente de marihuana, musica, cerveza barata... Entre coloridos puestos de comida, artesania, ropa, musica,... paseaban y bebian los grupos de rubios viajeros, sin mucho cuidado. Obviando las costumbres de este pais, que seguramente se escandalizaria en caso de ver lo que sucede por estas calles. Mujeres de las montañas convertidas en simples vendedoras de abalorios, chicas jovenescon la ropa justa utilizadas como reclamo de turistas para que entren en uno u otro bar, supongo que algunos de ellos rayando el concepto de club de carretera. Un cosmos curioso, aunque incomodo para un viajero que no busca estas cosas en un viaje.

Conforme se hacia mas de madrugada, los grupos de turistas, muy afectados por el alcohol, se desparramaban por las aceras alrededor de quien tuviese una guitarra, a veces un tailandes cantando canciones americanas en un sedoso ingles. Yo volvia de un recorrido nocturno con mi bicicleta, por deserticas calles que infundian un poco de respeto, pero disfrutando de unas bellisimas vistas de los templos y palacios iluminados en todo su esplendor oriental.