sábado, 5 de abril de 2008

Chiang Mai, la ciudad del norte






Un rato antes de la salida del tren busque el vagon de carga para dejar alli la bicicleta. Se debe pagar una pequeña suma por llevarla, pero no tienes que cuidar de ella toda la noche molestando al resto de pasajeros.
En mi viaje anterior por este pais, llevamos tantas veces las bicis en el tren que el pequeño lio de facturarla me resultaba casi mecanico. Recorde una noche que viajabamos desde una estacion en medio de la nada. No habia plazas libres, ni habia donde comprar el billete; asi que nos ofrecieron dormir en el suelo del vagon de carga, junto a las bicis. Fue una noche para recordar: en seguida me di cuenta de que a mi lado yacia, sobre el suelo, boca arriba y tapado con una sabana blanca de la cabeza a los pies, el cadaver de un tipo que imagine llevaban a enterrar a otro lugar. La idea de dormir a su lado era tan desagradable que creo que no pegue ojo en toda la noche por temor a que un vaiven del tren me lo echase encima. Yo alli, a tres metros de el, todo lo mas alejado que pude, cumpli el velatorio con un ojo abierto por si le diera por rodar hacia mi.
Cual no seria mi sorpresa y mi cara de tonto cuando por la mañana, el muertito resucito, se puso su gorra de soldado, me dio los buenos dias y se levanto a desayunar algo que llevaba en un zurron. Habia pasado una extraña y macabra noche de difuntos por un tipo con una curiosa manera de dormir. Supongo que con el ruido y el ajetreo del tren no me percate de que el zombie respiraba; dede luego que no cambio de postura en todo ese tiempo, porque si no me hubiese fabricado rapidamente una cruz de madera por si viniera a por mi. Y ni un ronquido en toda la noche...? Claro, la explicacion de la sabana era simple, se la habia puesto a modo de sudario no para asustar, sino para protegerse de los mosquitos que nos asaltaban desde los muchos arrozales por los que atravesaba el tren.
Esta vez no hubo simpatico muertito a quien saludar de buena mañana, sino una comoda litera con sabanas limpias. Importante para el viajero: hay que asegurar las mochilas con un candado y una cadena a algun herraje del tren, y si es posible dormir sin perder el contacto con ellas para echarlas en falta rapidamente si aun asi las robaran a media noche. Alguna vez he atado un pedazo de cuerda, con un extremo a las mochilas, y el otro a mi pie, disimulandolo entre el saco de dormir, para ser el primero en percatarme del tiron. Es muy frecuente el robo de equipajes en los trenes nocturnos. Cuantos viajeros incautos no habre visto quedarse con lo puesto despues de una noche al descuido.
Pequeños intercambios con otros pasajeros me amenizaron parte del viaje. A mi lado viajaba Mem, una joven madre con su hija que volvia a su pueblo con su familia despues de visitar a su marido en Bangkok. Su niña de cuatro años no paraba ni un minuto, y era la alegria del que pasaba.


Al despertar por la mañana tuve mi primer contacto con el paisaje de la epoca entre monzones. Yo ya conocia el verde, fresco y lluvioso final del monzon en Octubre y Noviembre: fue en estas epocas cuando visite Tailandia e India en ocasiones anteriores. Tambien conocia el comienzo de la epoca seca, diciembre y enero, de noches frias y campos recien segados. Pero me quedaba por vivir el pleno diluvio de los meses de junio a septiembre, y la estacion entre monzones, de marzo a junio, en que dejan de soplar los vientos y el sol calienta la tierra de una manera dificil de imaginar si no se ha vivido en persona. Estaba por ver que mis piernas fuesen capaces de pedalear por las empinadas montañas donde habitan las mas numerosas comunidades de las minorias etnicas del pais, lo cual era la primera idea del viaje. Ya podia ver desde el tren como se quedaba el paisaje en esta estacion sin agua: ante mi aparecia un secarral que recordaba mas a una quemada sabana africana que al verde norte tailandes que yo habia visto. La mayoria de los inmensos arboles de estos bosques tropicales mostraban un aspecto mortecino, con a penas algunas hojas verdes que les dieran sustento, y una espectante muchedumbre de chicharras musicaban el indomito paisaje. De hecho, buena parte de estos arboles son de hoja caduca, y aprovechan esta canicula despiadada para desvestirse y esperar tiempos mejores. Con un aspecto otoñal y unas condiciones meteorologicas de la sabana, de pronto me asaltaban las dudas, seria una buena idea comenzar este recorrido en plena epoca intermonzonica, o deberia dejarlo para octubre y entre tanto explorar lugares mas al sur, como Malasia e Indonesia?

El clima monzonico se comporta con una regularidad tan pasmosa que, durante miles de años, ha permitido unos ciclos de cosechas perfectamente sincronizados, y una abundancia cronica que no se conocio en Europa hasta la aparicion de la agricultura mecanizada. El sudeste asiatico gozo de los recursos alimenticios necesarios para alimentar a una poblacion siempre creciente que, salvo hambrunas puntuales mas politicas que climaticas, convirtio a esta region en la mas densamente poblada de la tierra.

Por fin llegamos a Chiang Mai con tres horas de retraso. Sali pedaleando de la estacion para confirmar que en un horno asi seria una locura dedicarse a la bicicleta. Pero no queria echarme atras sin intentarlo, al menos tendria que darme una oportunidad.

La ciudad de Chian Mai fue siempre un disputado enclave; lanas, birmanos, tais, khemeres,... han luchado durante siglos por las fertiles tierras del valle interior tailandes, y la ciudad a la que estaba llegando habia sufrido su condicion fronteriza. Aun conservaba su estructura defensiva, un perimetro amurallado con altos muros de adobe de varios metros de anchura, rodeados por un foso de 20 metros de anchura lleno de agua. O mas bien lo que quedaba de ellos tras el saqueo birmano en el siglo XVIII. De muros adentro un pequeño y acogedor casco antiguo de calles estrechas y ajardinadas. Aunque en un pais cuyas construcciones suelen basarse en la madera, lo unico que permanece al paso de los siglos son los muchos templos de las sucesivas epocas que vieron esplendores y decadencias de la ciudad.

Chiang Mai es punto de partida para expediciones al encuentro de las etnias de las montañas, y tambien ha atraido a los viajeros su riqueza artistica manifestada en el interior de sus templos. Pero conforme el turismo occidental la va invadiendo, aparecen fenomenos crecientes, como el hecho de que a primera vista podria imaginarse que la industria principal de la ciudad es la prostitucion. Sin duda no era tan evidente cuando alla por el 2001 visite estas tierras. Por doquier aparecia el tipico blanco, occidental, cincuenton y solo, frecuentando bares repletos de jovenes tailandesas. Por ello me dedique, principalmente, a olvidarme de este sordido aspecto y a recorrer uno a uno los templos del casco historico, captando momentos de intramuros.



Los templos budistas consisten en un amplio espacio ajardinado en el que se levantan diversos tipos de edificios: votivos, como los chedis, edificios para el culto, otros destinados a las reuniones de sacerdotes, o los lugares de retiro y las habitaciones en las que duermen los monjes. Y esta amplitud los convierte en espacios multifuncionales, en los que puedes encontrar rincones con mesitas y sillas donde la gente charla o se come la merienda, hierba donde alguien esta echando la siesta, o caminos por los que alguien hace ejercicio y los niños monjes hacen sus travesuras lejos de la mirada de sus maestros.



Volviendo a cruzar el foso de agua por cuyas orillas paseaban las parejas, atravese las calles mas turisticas para caminar por el Gran Bazar, un mercado nocturno cuyas especialidades son las mas bellas sedas y la joyeria en plata de inspiracion etnica, que a veces es fabricada y vendida por las propias mujeres hmong, tai,...

Mientras me tomaba un refresco en una terracita, comece a hablar con una chiquilla que jugaba con una niña, quien resulto ser su sobrina. No vivia en la ciudad, y tan solo habia venido a traer algunas cosas de su granja y visitar a algunos amigos. Pan Penh, o Luna Feliz, como se llamaba, presumia de que trabajando la huerta y enviando hortalizas a la capital obtenia lo suficiente para vivir mas que holgadamente, y para demostrarlo me mostro el flamante 4x4 que se acababa de comprar. Su ingles era bastante bueno, y es que a menudo venia a Chiang Mai a estudiar esta lengua, tal vez porque en una ciudad tan turistica son muchas las puertas que se abren de esta manera. Segun hablabamos, varias mujeres le iban trayendo ropa usada de niño, que ella apilaba con esmero. Me explico que cada vez que venia a la ciudad hacia esta colecta, y luego la repartia en las aldeitas donde la gente mas humilde agradecia esta ayuda como regalo del cielo.

Habia decidido madrugar para iniciar, por fin, el viaje propiamente dicho, es decir, el recorrido en bici que tanto me apetecia. Por eso me acoste pronto, pero cuando sono el despertador algo habia sucedido en mi, tal vez por este calor que casi me impedia caminar. Me habia sumergido en una extraña sensacion animica de pereza, de letargo irreflexivo, de incapacidad para salir de la cama. Algo me ataba a ella, como queriendo impedir que me pusiera en marcha bajo el sol y entre bosques desnudos. Y no consegui levantarme hasta casi la una de la tarde. Si contamos con que esa era la hora mas torrida del dia, y que tan solo quedaban cinco horas de luz, a estas alturas la decision era, a mi pesar, evidente. Tendria que postponer la partida un dia mas. Bien, miremos el lado positivo, que prisa hay en un viaje que puede durar meses, que es un dia en tanto tiempo? Tal vez lo necesitaba para adaptarme al clima, ya que no fisicamente, al menos si mentalmente.

No estuvo tan mal. Esto me dio la oportunidad de pasear de nuevo por los templos de la ciudad, y descubrir un agradable parque salpicado de estanques y canales donde las familias pasaban la tarde de asueto del sabado. Ancianas mujeres alquilaban esteras de tiras de bambu, en las que se recostaban los mayores mientras los niños correteaban a la sombra de los arboles.

Al volver a la pension para dejar la bici conoci a Charlotte, un curioso personaje con el que pase la tarde. Con tan solo 19 años, esta francesa cosmopolita llevaba tres años viajando, con breves interrupciones de verano en las que trabajaba en la hosteleria francesa lo justo para poderse pagar el resto del año. Yo habia conocido muchos viajeros de este estilo, pero creo que nunca tan asombrosamente jovenes: yo con 16 años no me figuraba si quiera que algo asi se pudiese hacer.

Con el tiempo me he vuelto de algun modo un coleccionista de personas. Me encata caminar por el mundo y toparme con personas como esta, a las que apuntaria en mi lista de seres geniales si la tuviese. Esta casi niña mostraba una madurez impropia de su edad. Era reflexiva, educada, culta, hablaba un ingles perfecto del que no se distinguia el acento frances, y contaba anecdotas sobre sus viajes con un trasfondo curioso y analitico. Con 16 años habia decidido que el mundo de los canones y de las reglas para la vida no estaba hecho para ella, y su familia la habia apoyado en su decision. La idea era simple: nada es seguro, todo cambia; ni si quiera la vida es segura, me podria morir en cualquier momento, y lo unico importante es que cuando llegue ese momento pueda mirar atras y reconocer que he sido feliz. Es mejor aprovechar el instante, y ser feliz sin pensar demasiado en el mañana. La gente pasa su vida haciendo planes, que como tal nunca se cumplen, que como ideales que nunca se alcanzan, producen una continua frustracion de la que no escapamos. En Europa, segun ella, nos pasamos la vida quejandonos, de lo que no tenemos, de lo que esta mal o no esta perfecto. Salimos a la calle y seguimos en aislamiento, rechazamos el contacto con otros por miedo, por desconfianza. Viajar abre esa puerta, te ayuda a comprender lo sencilla que es la vida en realidad, lo poco que hace falta para ser feliz y hacer feliz a los demas. Conocer las condiciones de vida de tantos pueblos como ella ha visto, te hace apreciar cada pequeña cosa, cada pequeño momento, cada placer o cada sonrisa.

Cuando le pregunte que es lo que le gustaba tanto de viajar, como para que en tres años no se hubiese hartado de estar sola, afirmo que nunca esta solo el viajero, y en realidad es asi. Lo que mas le reconfortaba del viaje eran las personas que conocia cada dia, los momentos compartidos, hablar con alguien en una playa, alrededor de una hoguera hasta el amanecer... el paisaje, el entorno, era lo de menos, tan solo un marco que adornase los momentos. Y quien se queda en casa no puede esperar que las personas tan interesantes que se conocen viajando vayan un dia a llamar a tu puerta. Hay que salir ahi fuera, y dejarse llevar, fluir.

Todo esto era algo con lo que yo estaba de acuerdo, conclusiones a las que yo tambien he llegado a lo largo de los años; pero escucharlo de la voz de una chiquilla de 19 años me convencio de que me encontraba ante una autentica joya que recordare siempre. Suerte en tus viajes, Charlotte.