viernes, 13 de junio de 2008

Un mal cuerpo no acompaña

Nota: me han hecho notar que mi falta de tildes puede llevar a pensar que soy un completo analfabeto. Lo soy, pero que no se diga por causa las tildes. Por eso quiero aclarar que no las escribo porque en los teclados asiaticos no se encuentran. Tampoco se encuentran las dieresis ni las ñ, pero esta ultima la copio y pego cada vez que la necesito desde alguna pagina española que abro antes de empezar, porque si no ya seria el texto del todo ilegible. Gracias por la paciencia.

Viernes 6 de Junio de 2008

Recorrido: de Battabang a Pursat: 112 km

Seguia con el cuerpo revuelto, y con ese malestar acrecentado por el calor, no tenia la mejor predisposicion para estos dias. Y una buena predisposicion es indispensable para que sucedan cosas interesantes cuando se esta viajando. Con el animo decaido y mala cara, poca mas interaccion se puede esperar que la de los pedales de la bici, en un pesado y lento avanzar que se hace insufrible.

Aun asi tuve ocasion de pasar un rato agradable con una familia camboyana que vivia al lado de la carretera. Estaba yo caminando como podia por los llanos ya mas que monotonos de los aledaños del Tonle Sap, cuando pase a un hombre que podia tener mi edad, y que caminaba mas lento sobre su bici cargada de una enorme alpaca de paja; como la mayoria de los ciclistas no tan vocacionales como forzados que me encontraba en el camino, se pico amistosamente, y en seguida me volvio a pasar pedaleando todo lo fuerte que podia. Casi por despejarme acepte durante unos metros, pero no tenia yo fuerzas para grandes hazañas, y con una sonrisa le deje ganar la carrera. Ri, que asi se llamaba, me invito por gestos a que me parase un rato a tomar algo en su casa, y un poco mas adelante nos metimos por un caminito de tierra a su parcelita de campo. Mientras apoyaba yo mi bici junto a un arbol, Ri subio como un mico a lo alto de un cocotero y empezaron a llover cocos.
Con el refresco del agua de coco pasamos un rato agradable, en que me enseñaba fotos de su boda, y yo le mostraba algunas de mi familia y amigos que tenia en mi camara digital. No hacia mucho que se habia casado, y por alli rondaba su mujer, su bebe que no hacia mucho que habia nacido, su hermana, y su sobrina de ojos enormes que me miraba como quien ve un extraterrestre.
Despues de dos horas seguiamos alli, a la sombra bebiendo coco y tratando de contarnos con gran esfuerzo cosas y circunstancias; me acordaba yo de aquel sinverguenza que se levanto un dia con la idea de construir una torre en Babel. Entre aquella gente excepcional, que lo daba todo no teniendo nada, y que solo albergaba una deliciosa bondad en el corazon, y yo, habia una enorme barrera que impedia la comunicacion, por mas que ambos nos moriamos de ganas de saber tanto del otro.

Y aun me dio Ri un par de cocos para que me los llevase, convenientemente pelados y listos para solo pinchar el extremo y poderlos beber; no era la mejor idea llevar tanto peso, que ya tenian bastante mis piernas con sostenerme. Pero Ri habia se habia tomado tanto trabajo que no podia decirle que no. Y no me vinieron nada mal para refrescarme durante el recorrido. Seguia bajo un sol abrasador, por unos caminos infinitamente rectos y monotonos. Algo mas seco que el norte del lago, en aquel terreno no predominaban los arrozales inundados, sino los campos mas terrosos ya cosechados.

El resto del dia, con esta mala predisposicion que no me dejaba disfrutar, tuve como siempre muchas paradas para refrescarme y ocasiones de conversar con los locales; se esforzaban como yo en mantener una primaria conversacion, que sin lengua comun no podia ir mucho mas alla de explicarles mi recorrido durante el viaje, mi pais de origen, mi trabajo, si estaba casado o no... esas cosas sin importancia. Al final ya ni me apetecia el esfuerzo de hacer los gestos, que ya me sabia de carrerilla.

Celebre los 4.000 kilometros de viaje con un mal cuerpo y una flojera tremendos, y cuando llegue al destino del dia no tenia ganas mas que de cenar un poco, ducharme y tumbarme hasta que el sueño me arrebato en sus brazos.




Sabado 7 de Junio de 2008

Recorrido: de Pursat a Kampong Chhnang 104 km
Como el dia anterior, este fue poco interesante. Seguia con el malestar, asi que pase por una farmacia para conseguir algun remedio. De las dos docenas escasas de medicamentos, todos empezados y sin envoltorio, que tenian en un mugriento mostrador, me puso tres o cuatro en las manos cuando le explique por gestos que es lo que tenia. Uno era un antiinflamatorio, otro aspirinas, otro despejaba las vias respiratorias. El matasanos, que era el medico del pueblo, tardo en pasarme unas pastillas que en letras bien grandes mostraban ser remedio contra la diarrea. Yo lo entendi en ingles, pero tambien estaba escrito en khmer, por lo que no era excusa. Estaban caducadas, pero menos daba una piedra. Y fue mano de santo, porque a la mañana siguiente ya estaba como nuevo para llegar a Phnom Penn. Aquel supuesto medico curaba las heridas de una campesina que tal vez habia pisado alguna herrumbre, y se las cubria de yodo sin dejar en ningun momento de fumar compulsivamente; seguramente no se habia lavado las manos desde el dia de la comunion, asi que rece lo que supe por no ponerme enfermo de verdad en un pais como aquel.
Y este dia fue otro penoso luchar contra la desidia y el mal cuerpo, aplastado por el sol y sufriendo una soledad ya demasiado continuada por un paisaje que, pese a ser extremadamente hermoso, era demasiado monotono para esta forma de viajar. Llevaba mas de 1.000 kilometros entre arrozales verdes inundados, aldeitas sobre pilares, y llanuras salpicadas de cocoteros y palmas azucareras bajo un cielo azul. Muy idilico, pero necesitaba algo nuevo, no se, una curva en la carretera, un cerro con unos arboles enmarañados; una cascada, que se yo... Tampoco los intercambios con los nativos eran muy amenos, y era culpa mia, por supuesto, por no ser capaz de hablar un poquito de su lengua. Pero con mas de 40 vocales y mas de 60 consonantes, el khmer estaba fuera de mi alcance, como de la mayoria de los mortales.

Como era habitual, entre los bellisimos campos camboyanos aparecian las fosas como parte del paisaje.



Llegue pasada la hora de comer, con la etapa cumplida, a la ultima parada antes de la capital. Kampong Chhnang era una agradable ciudad chiquita y campestre, asentada alrededor de otro cochambroso mercado que se parapetaba detras de barricadas de basura pestilente. No es que los camboyanos fueran mas guarros y descuidados que los españoles, pero a diferencia de estos ultimos, ellos no disponian de un servicio publico bien organizado como nuestro servicio de recogida de basuras, y la porqueria se acumulaba. Tampoco habia tal abundancia de vacas como en la India. Alli, si no fuese por las sagradas criaturas, hace milenios que estarian enterrados en basura. Las vacas de la India se comen los desperdicios y los reciclan en forma de boñigas que en seguida alguien recoge y pega en una pared de la calle para que, secada al sol, se convierta en el combustible con el que cocinan los hogares indios. Y por otra parte tambien los reciclan en leche, que se puede tomar en cualquier esquina transformada en massala chai, un delicioso te en leche originado en la porqueria. Si algun dia llego a ministro camboyano, propondre llenar las ciudades del pais de vacas sagradas.
Y hay un detalle curioso de las carreteras de Laos y Camboya que todavia no habia comentado. Cuando se produce un accidente de trafico, generalmente un atropello de algun motorista o ciclista por parte de un vehiculo mas pesado, la policia dibuja mas o menos esquematicamente sobre el asfalto como quedaron los vehiculos, y las victimas si las hubo. Y como la pintura es resistente y dura años, los accidentes se van acumulando y en mi recorrido era raro el kilometro en que no se veia el escenario de uno de ellos, que era facil de reconstruir en la imaginacion, y ponia los pelos de punta. Viendo la alegre manera con que ciclistas, motoristas y peatones recorrian la carretera sin apartarse a la cuneta y sin mirar ni para cruzar, no era sorprendente la cantidad de siniestros que se contaban. En la foto un atropello de una bici (al fondo) que seguramente era montada por dos niños, tendidos en el suelo:



Antes de buscar donde alojarme, segui por una carreterita flanqueada de casas que llevaba al Tonle Sap, aqui ya convertido de lago en rio, el desague que llega al Mekong y que invierte su curso segun la estacion seca o lluviosa. El puerto era un bullicioso estercolero de gente que trasegaba freneticamente con fardos de todo tipo y con cargas de pescado sepultadas en moscas. Un tipico ambiente asiatico lleno de una pintoresca vida muy peculiar.
Sin mucho mas que hacer en la ciudad, despues de la ducha y la muda a ropa limpia, pase la tarde entre paseos por el mercado, un cafe aqui y otro alla, leyendo los ultimos capitulos del ingenioso hidalgo. Con la inminente llegada a la capital, que seguramente me ofreceria nuevas perspectivas algo mas variadas que los llanos de las ultimas semanas, recupere un poco de animo y de ilusion. Y es que, cuando se viaja solo, y mas aun de esta manera tan particular que sobrealimenta la soledad que es la bicicleta, es inevitable que el animo se vea sujeto a altibajos. Es parte del viaje, y lo acepto, y lo disfruto y lo sufro. Igual que la dureza del camino, las montañas, los llanos interminables, el sol inmisericorde o la lluvia crispante, son parte del todo que hace que el viaje sea el momento que mas vivo hace sentir, tan sujeto a la propia naturaleza humana y al entorno, a sus cambiantes circunstancias, a su agreste y poco hospitalario trato. A lo fragil y precario de nuestro propio ser, de una mente y un cuerpo que sigue siendo alienigena en su propio planeta, mas diseñado para bestias que para humanos.