sábado, 14 de junio de 2008

Rumbo al mar

Martes 10 de Junio de 2008

Recorrido: de Phnom Penn a Kaeb: 171 km

Este dia no se me podra olvidar nunca, sin esperarlo recorri mas distancia que nunca antes en un solo dia. Con 171 kilometros batia mi propio record, y se me quitaban las ganas de volver a intentar algo asi, aunque es dificil decir "de este agua no bebere". Empece la marcha bien pronto por la mañana, cuando el sol se levantaba en un cielo limpio de nubes y el febril trafico urbano tomaba ya las calles. Durante unos 10 kilometros parecia que seguia en plena ciudad, y es que por aquel extremo se extendia sin pausa. La tormenta de la noche habia llenado de charcos la carretera, y a veces era imposible no ser salpicado de tarquin por los coches que pasaban.

Desde que estaba en Camboya el tiempo se habia portado con total elegancia conmigo: solo llovia por la noche, con la fuerza de una tempestad, pero el dia siempre amanecia despejado y a pedir de boca. Sin embargo este martes marco el punto de inflexion, para que un monzon que se habia hecho esperar, tomara definitivamente la tierra para encharcarla de dia y de noche.




Antes de salir de la ciudad pare en un taller de bicicletas para cambiar la cubierta de la rueda delantera; con mas de 4.300 kilometros de recorrido, no daba mucho mas de si. En seguida tome el desvio hacia el sureste, hacia Kaeb, mi primer contacto con el mar en este viaje. Al principio se trato de una carreterita del demonio, con restos de asfalto sobre un lodazal infame que desagradaria a los puercos mas curtidos, con baches como autenticos lagos profundos y un trafico todavia pesado por la proximidad de la ciudad, que circulaba despacio porque de otra forma no podia, pero aun asi salpicaba de barro en cada charco a mi y a los habitantes de las aldeas.

Afortunadamente esto no duro muchos kilometros, y enseguida mejoro la carretera y desaparecio el flujo de camiones. Volvi al placido paisaje rural al que estaba acostumbrado. El dia se fue cubriendo de nubes, y por la tarde acabo de tormenta. Justo me pillo pasando por unas casitas en un cruce, y alli me resguarde y disfrute de los rayos tomando un refresco. El que de verdad se lo pasaba en grande era un chiquillo de unos cinco años que bailaba bajo los chorros de agua que caian de las ondas del tejado de chapa, desnudo y feliz. Me dio envidia, pero temiendo tener que dormir en algun templo del camino, ya que no habia casi nucleos de poblacion hasta la costa, no era cuestion de mojarse.
Una mujer aprovechaba el chorro que caia de una canalera del arco de entrada a la pagoda del pueblo, para ducharse con jabon y todo. Y el niño bailarin se unio a ella.





Como siempre, despues de la tormenta quedo una luz diferente, fascinante, resaltando los colores y contrastes en un campo cada vez mas verde y arbolado, asilvestrado, acuoso y rural. A cada paso encontraba algun poblado, diminuto y consistiendo en solo unas pocas casas, de madera y sobre pilares, como en otros lugares. Pero la cubierta vegetal mas frondosa, las palmas de azucar, el suelo mas cuidado y limpio de basuras, y el ambiente humedo y relajante que habia dejado la lluvia, le daban un delicioso aspecto algo distinto del de otros rincones.




En realidad no habia pensado llegar a la playa en un solo dia. Aunque el mapa no era nada claro, parecia que habia demasiada distancia hasta alli. Pero cuando habia recorrido unos 100 kilometros, pregunte por Kaeb y me dijeron que quedaban otros 40 kilometros. Pense que con las horas de luz que quedaban podia llegar de sobra a ver el atardecer sobre el mar, y me lo plantee como un pequeño reto.
Sin embargo, como no habia previsto el sobreesfuerzo, no me habia alimentado adecuadamente, y me vino lo que vulgarmente se conoce como pajara. Vamos, que me quede que no me podia menear. Pare a comer una sopa de tallarines, y en seguida me puse en camino, pero segui sintiendo la flojera y no empece a notar los efectos reparadores de la sopa hasta al cabo de una hora. Sufri intentando mantener el ritmo, con un objetivo que me animaba, llegar por fin al mar.

Volvio a llover, pero suavemente, sin impedirme continuar aunque me fuera humedeciendo poco a poco. El agua me acompaño durante un par de horas. Y Kaeb no aparecia. Volvi a preguntar cuando ya no faltaba mucho para cumplir los 40 kilometros que me habian dicho, y segun aquel aun me faltaban 18. Un rato despues volvi a preguntar, aun faltaban 17, luego 20,... cada uno me decia una cosa diferente, y entre todos consiguieron que se me hiciera de noche entre villorrios sin un templo si quiera donde alojarme. Casi no podia abrir los ojos para atisbar el camino por culpa del bicherio que volaba por el aire; tampoco era cuestion de parar para buscar las gafas transparentes que llevo para estas situaciones, pues me hubieran comido los mosquitos en unos segundos. Y sin saber nunca cuanto me iba a llevar llegar, acabe recorriendo mas de 30 kilometros de noche, con los ojos entreabiertos y acordandome del personal que tan bien me habia indicado el camino.

Por fin llegue pasadas las 8 y media de la noche a Kaeb, que ni si quiera era un pueblo. Eso si, estaba repleto de hospedajes de todos los precios, aislados entre bosquecillos junto al mar, y entre unas montañas que a penas imaginaba contra la claridad del cielo. Viejos chalets construidos antes de la epoca de Pol Pot habian sido despues abandonados y dinamitados incluso, y asomaban entre arboles y malezas como fantasmas del pasado, con muchas historias que contar. Pese a su estado, algunas de ellas eran hogar de una familia, que no siendo propietaria ni se habia dignado en arreglar un techado decente para protegerse de las inclementes lluvias.

En cuanto llegue al paseo maritimo apoye la bici sobre un arbol y baje a la arena para bautizarme del oceano Indico, que no era la primera vez que me recibia, pero si lo era durante este viaje. Habia dejado de llover, y algunas estrellas y rescoldos de una luna nublada daban algun resplandor a la superficie calmadisima de un mar que a penas daba olas a la playa. No habia ni un alma por la calle, ni propia ni foranea, de no ser por la familia que atendia el restaurantito que habia junto al paseo. Alli cene algo rapido, y pregunte por algun alojamiento barato. Aun recorri otros 3 kilometros con un cuerpo que ya ni era mio, para llegar al lugar que me habian indicado, cerca del mercado que en la practica era el centro mas urbano del pueblito, aunque no sumaba mas de doce casas. De la ducha cai en la cama y en un profundo sueño antes si quiera de que me diera tiempo a secarme.