domingo, 22 de junio de 2008

Hacia un remoto rincon de la frontera con Tailandia

Domingo 15 de Junio de 2008

Recorrido: de Sihanouk Ville a Sre Ambel: 103 km

Misteriosamente amanecio sin agua; pero solo era para que me confiase y me pusiese en camino, y despues zas! , el diluvio.
Deje sin pena la ciudad, y por la sucesion de cuestas y recuestas volvi sobre mis pasos hacia Veal Rihn, unica salida de la carretera hacia Tailandia. Ya hacia tiempo que descartaba seguir el viaje en medio de las lluvias monzonicas, que se apoderaban definitivamente del sudeste asiatico en el mes de julio. Habia visto los prolegomenos, y ya me bastaba de agua. Asi que ahora me dirigia de vuelta a Bangkok, para tomar un vuelo que me devolveria a Madrid el dia 1 de Julio. Tal vez unas semanas en España, y despues cambio de tercio, Sudamerica?

En seguida me cerco un cielo negro, que esta vez procedia del interior en lugar del mar. Y en una estructurilla de bambu me refugie como pude, en un descampado sin mucho mas a la vista, cuando el chaparron se hizo insoportable hasta con capa de agua. Pero cuando llevaba alli mas de una hora, decidi que con lluvia y todo debia continuar, pues no podia quedarme mas atras de Sre Ambel para dormir. Por un lado, antes de este pueblo no habia nada en mas de 40 kilometros; por otra parte, desde el hasta la frontera con Tailandia la carretera recorria una selva deshabitada de 140 kilometros, que por tanto deberia recorrer en un solo dia. Por eso mas me valia llegar a Sre Ambel, y salir la mañana siguiente bien temprano para no tener que dormir bajo un arbol de aquellos bosques llenos de tigres, osos y elefantes.
Y asi, armado de paciencia y con mi capa de agua , con la que me mojaba igual, pero mas lentamente, fui avanzando poco a poco con el viento de cara y un trafico mayor del habitual yendo y viniendo de la ciudad de... vacaciones, la vergonzosa Sihanouk Ville.

Cuando pase por Veal Rihn pare a comer donde la vez anterior, recordando los tallarines fritos (no en sopa!) que me habian cocinado tres noches antes. Mientras los disfrutaba como el manjar desacostubrado que en verdad eran, llego alli mismo una pareja de kiwis (neozelandeses en el argot viajero), que tambien viajaban en bici bajo la lluvia. Para ser francos, eran un poco vagos, en tres semanas no habian recorrido mas que trescientos kilometros. Pero eran majetes, y tenian mucho que contar. Cuando les dije que iba a cruzar la carretera occidental hacia Tailandia, se echaron las manos a la cabeza. Robert fue a sus alforjas y me trajo una tableta de chocolate, para que tuviese algo energetico cuando estuviese por esos montes. La verdad es que entre todos me estaban asustando. Pero solo veia con ojos de naufrago un chocolate que hacia dos meses que no habia ni oido mentar. Y respecto de la carretera, psche, habia recorrido etapas mas duras, mas largas, y mas despobladas. Selvitas a mi... Que nadie se asuste, es verdad que hay tigres y una abundante fauna salvaje. Pero esos bichos se cuidan mucho de acercarse a la carretera, por la que el Hombre es el unico y mas despiadado depredador.

Los pantanos, digo... los arrozales, reflejaban un cielo manchado y vivo, y sus unicos paisanos eran los bueyes, que parecian disfrutar del barrizal. Pare a tomar algo en cada ocasion que tuve, mas por guarecerme de la lluvia que por gula. A la hora de la telenovela, todo el pueblo se reunia en silencio en el bar, ordenados en sillas mirando el televisor. Algunos niños jugaban en la calle, aprovechando que habia parado el aguacero.





Sin mucha mas historia llegue al penultimo pueblo de Camboya por la ruta suroeste, Sre Ambel. Se encontraba totalmente cercado de campos inundados por un metro de agua, sobre la que se elevaba la carretera como unica tierra firme, dandome una agradable sensacion de confort poder pedalear sobre ella, y no tener que navegar por el resto de un mundo que se veia sumergido como en tiempos de Noe.
La carretera que partia desde este pueblo hacia la frontera se habia construido dos años antes. Hasta entonces, la unica manera de hacer el recorrido era atrancarse en un barrizal que se interrumpia cada 30 o 40 kilometros por algun rio que habia que cruzar en barca. Y al calor de los pasos en barco habian crecido pequeñas aldeas, la unica vida humana del camino, que con los nuevos puentes y la carretera se veian condenadas a desaparecer, una vez concluida su funcion. Sre Ambel era la primera de estas aldeas, y aunque su proximidad a Phnom Penn la salvaba hasta cierto punto de este destino fatal, se notaba como la construccion de los puentes habia reducido su actividad drasticamente. Era un pueblo orientado a la orilla del rio, una pequeña Venecia flotante de madera sobre pilotes, a cuya orilla se amarraban algunos barcos. Me parecio un lugar con encanto, y disfrute del paseo por sus calles silenciosas y casi desiertas.






En seguida me fui a dormir. Tenia que madrugar todo lo posible. Me esperaba una etapa larga, con las primeras montañas en mas de un mes, en el que mis piernas se habian desacostumbrado y aflojado. Y seguramente lloveria, como lo habia hecho todos los dias, con lo que eso suponia de dificultad añadida. Habia pensado que no usaria la capa de agua en caso de llover, ya que cortando el viento me reducia la velocidad a la mitad; y no podia permitir tal cosa, con tantos kilometros por recorrer. La verdad es que hacia mucho que no me producia tanta inquietud una etapa del viaje.