sábado, 31 de mayo de 2008

Pasando el susto hasta Kratie

Martes, 27 de Mayo de 2008



Recorrido: de Stung Treng a Kratie: 144 km



No habia mas que alguna diminuta aldea hasta Kratie, la primera ciudad en condiciones que me iba a encontrar en el pais. Por ello, si queria dormir como dios manda, debia llegar a la ciudad. Por otra parte, la ruta numero 7, que era la que estaba recorriendo desde la frontera en direccion a Kratie y al sur, habia sido hasta hacia poco una solitaria y peligrosa carretera escenario de ataques de los ultimos guerrilleros khmeres rojos, asi como de bandidos procedentes de los bandos y milicias desmovilizados tras el final del conflicto armado. Iba bien informado, por lo que no era una locura transitar esta carretera: hacia ya varios años que no se registraban asaltos ni asesinatos, la zona se daba por pacificada, y todo el mundo a que preguntaba me aseguraba que era perfectamente tranquila. Pero por si acaso preferia que no me sorprendiera la noche en un despoblado antes de llegar a Kratie. Por eso madrugue bastante, desayune fuerte, y me puse en camino bajo un radiante cielo azul de un amanecer que teñia de dorados el rio y la selva en su otra orilla.



El paisaje era continuacion del anterior: sin a penas asentamientos, el bosque surgia imponente mas alla de la franja de cien metros a cada lado de la carretera, roturada y clareada, centrada por dispersas casitas aisladas con una familia que de manera muy rudimentaria y falta de estrategia, plantaba yuca erraticamente entre los restos de troncos y el terreno levantado. Cada muchos kilometros una aldea cuyas casitas no parecian menos aisladas: si en Laos solian apiñarse con pequeños terrenos separandolas, en estos lugares la separacion de casa a casa era de varios centros de metros, como si nadie quisiera saber de nadie... me recordo el paisaje rural del norte de Paraguay, en donde hay que caminar 500 metros para pedirle perejil a la vecina.







Eran un monton de kilometros los que tenia que hacer antes de la noche, contando ademas con el invariable viento de los llanos, siempre de cara. Por eso las paradas fueron pocas y cortas; aunque tampoco eran abundantes los lugares donde poder hacerlo. Me costo encontrar donde comer una sopa, y luego encima parece que no les apetecia prepararmela, como si no estuviese bien sacarlos de la galvana a la hora del caluroso mediodia. Yo por si acaso llevaba un buen cargamento de platanos, y estuve alimentandome de ellos todo el dia, y bebiendo el agua hirviente de mis botellines al sol.





Ya me flaqueaba la energia cuando por fin, sobre las cinco de la tarde, desaparecieron los bosque para dejar lugar a terrenos encharcados cubiertos de flores de loto, que aparecian entre los arrozales a la entrada de Kratie, una chiquita y pacifica ciudad sin ruido, tambien a orillas del Mekong, mas alla del cual parecia que no habia vida. Algunos edificios de estilo europeo resistian al paso de los años desde que los franceses los levantaran a principios del siglo XX. El aspecto decadente de las ciudades coloniales laosianas era aqui superado por las tan descuidadas calles, las escombreras omnipresentes, las montañas de desperdicios y los charcos como piscinas del negro color de la basura descompuesta.






Busque posada junto al mercado, eran estas las calles mas bulliciosas y centricas, aunque tambien las mas pestilentes. Seguia pareciendome otra ciudad de pobreza extrema donde mas vale andarse con cuidado por las calles, pero no detecte las mismas miradas torcidas y agresivas de Stung Treng, y pude pasear mas tranquilo.

El atardecer en la barbacana del rio fue, como todos los que estaba viendo en el Mekong, un despliegue de color entre nubes lejanas y enormes que le daban una profundidad y amplitud inusual a la boveda celeste.
Estaba molido, y solo tenia ganas de descansar. En la pension coincidi con un belga que recorria Camboya en moto, y con otra viajera canadiense en solitario. Por unas horas rompi el silencio del viaje.









Miercoles 28 de Mayo de 2008

En Kratie

A parte de descansar, tenia otras tareas por hacer en la ciudad; por eso me lo tome con calma y cogi un dia libre en la ciudad, dejando la bici en un rincon, que ya esta bien. Me levante a las tantas (que podian ser las nueve y media), y fui a desayunar al mercado, entre moscas y gusarapos que nadaban en la abundancia de la porqueria. Hay que tener los higados a prueba de balas para pasear por estos lugares con encanto, y mas aun para comer algo en ellos, pero ya estoy muy curado de espanto. Recorri las posadas de la ciudad a la caza de alguna guia de Camboya que algun otro viajero se hubiese dejado olvidada o hubiese cambiado a punto de dejar el pais. A falta de librerias, hay que acudir a estas tretas en paises como este, y asi, en efecto, me hice con una guia un poco antigua, pero suficiente para mi: en realidad solo quiero saber de ella que lugares son interesantes, y un poco de historia solbre ellos. El tema de posadas y comederos, ya lo soluciono yo al paso. Tambien me hice con un mapa de carreteras del pais, que hasta ahora habia caminado a tientas por la carretera principal. Ahora solo tenia que ponerme a leer, seleccionar los sitios a ver, y planear un poco la ruta, a grandes rasgos.






Me pase el dia entre paseos a la orilla del rio, y escribir y hacer recuento de la ultima semana; no solo para poner al dia el diario del viaje, sino tambien para ordenar mi memoria y tomar conciencia de las cosas que habia vivido. Esto es crucial, ya que si se viaja durante mucho tiempo, la memoria y la sensibilidad acaban por saturarse, y si las vivencias no se pueden compartir con alguien, caso es del viaje en solitario, o bien se toman medidas como escribir y plasmar pensamientos y momentos, o se corre el riesgo de adentrarse en una cierta confusion que no deja despues ser consciente y sensible a lo que se ve y se vive cada dia del viaje. Hasta de la belleza y la aventura se puede llegar al hartazgo, y esto es muy peligroso para un largo recorrido. Contarlo, escribirlo, ayuda a darle forma y retenerlo, a tener una vision global y seguir aceptando lo que llega.



Despues de otro magnifico atardecer junto al rio, tuve que capear con la mayor dignidad y respeto posibles con un mendigo ebrio y algo agresivo que se sento a mi lado. Era un hombre de mi edad, pero torturado por la vida, y sus ojos estaban inyectados en el rencor hacia ella. Disimule el cierto estado de alerta que por supuesto llevaba yo por dentro; en el hipotetico caso de que el tipo hubiese hecho un movimiento a su bolsillo, tal vez en busca de un arma, antes de que la pudiese sacar yo ya estaria seguro a cien metros de el. Era un caso improbable, pero hay que estar atento y no dejar la vida en las manos del azar. Sin perder las formas, eso si, y en este estado, mostraba una serena mirada de confianza para tranquilizarlo y mostrarle que con sus voces mas altas de lo necesario no me iba a impresionar. Trataba de entenderme con el mediante gestos, aunque el no hacia otra cosa que gritar en Khmer, por lo que poca comunicacion se establecio. Cuando considere que ya le habia dedicado suficiente tiempo como para no quedar como un melindroso europeo de los que se apartan despavoridos del que huele mal, le estreche la mano y me marche tranquilamente. Se quedo refunfuñando: con sus aspavientos y su vocerio en mi cara, no habia conseguido amedrentarme. No le culpo, seguramente era mi espejo en unas condiciones mucho peores, asi que no tenia nada que decir sobre ello; solo que, siendo que yo miraba desde este lado del espejo, debia cuidarme las espaldas por si acaso.



Despedi el dia en la pension, a la luz de las velas, con otros viajeros que se alojaban alli. El apagon le daba un aspecto siniestro a la ciudad, y no invitaba a alejarse mas de un metro de la terraza a pie de calle. Una pareja de viajeros canadienses me invito a sentarme con ellos, se les notaba algo aburridos y faltos de conversacion. En un momento en que el se levanto para ir a por alguna cosa a su habitacion, ella me confeso que llevaban viajando 4 meses juntos y que no lo soportaba mas. En la vida diaria nos vemos y aguantamos unas escasas horas, pues la mayor parte del tiempo se pasa trabajando o en otras actividades. Pero, ay amigo, cuando se viaja son 24 horas juntos, y eso que hay multitud de estimulos externos para distraerse. Pero la convivencia llevada al extremo es muy dificil de llevar, y no era un caso infrecuente el de aquellos canadienses camino de darse de bofetadas. Suerte amigos, que os voy a decir.