martes, 27 de mayo de 2008

Llegando a las tierras Khmeres

Jueves 22 de Mayo de 2008

Recorrido: de Pakse a ChampasaK: 61 Km

Sin tiempo para recorrer el altiplano que se elevaba al este de Pakse, con cataratas, aldeas tribales y plantaciones de cafe entre otros puntos de interes, me encontraba en la recta final (nunca mejor dicho en estas llanuras interminables) del recorrido en Laos. En los pocos dias de visado que me quedaban antes de tener que cruzar a Camboya, me habia propuesto viajar a Champasak para ver las ruinas de un templo Khmer previo a la epoca de Angkor; y despues descender hasta las 4.000 islas, Si Phan Don, una zona de ensanchamiento del Mekong junto a la frontera con Camboya, en la que se forman innumerables islas fluviales en las que discurre una relajada vida sin coches ni ruidos que es aprovechada como escala y descanso por los viajeros en transito entre los dos paises.

Asi, para empezar sali de Pakse despues de despedirme de los muchos compañeros que habia conocido en la Sabaidee. Cuando se viaja de mochilero, es frecuente que de estos encuentros surja el perfecto compañero de viaje durante unos dias, hasta que otro cruce separe los caminos y nuevos viajeros aparezcan en el lugar menos pensado, de manera que la mayor parte del tiempo no se viaja solo si uno no quiere. Pero en bici no es frecuente dar con algien que pedalee en la misma direccion, por lo que la partida significa siempre decir adios a todo el mundo.

Fue un recorrido corto hasta el desvio que retomaba el camino del rio. Al llegar a la orilla se terminaba la carretera, y me subi a la barcaza que por unos centimos atravesaba el rio hasta Champasak, en el lado opuesto. Coches, motos y personas se apiñaban en su fragil estructura de tablones montados sobre tres barcas metalicas. Una chapuza espantosa que, sin embargo, navegaba la anchura ya considerable del Mekong.

Champasak comenzaba justo en el embarcadero contrario, y consistia en poco mas que una hilera de casas escondidas entre enormes arboles, con grandes jardines sombrios y verjas cubiertas de enredaderas. A ese lado del rio no habia carreteras de asfalto, ni se conectaba con ningun lugar importante, por lo que por sus calles no circulaban mas vehiculos que bicis y motos. Era dificil creer que aquel sencillo monton de casitas hubiera sido la capital de un reino que corono a tres reyes, hasta ser finalmente sometido en el siglo XIX. Era un bucolico lugar, silencioso y encantador, asomado a la orilla de extramada belleza del gran rio.
Mi objetivo en el lugar era visitar el Wat Phu, el templo khmer, unos 10 kilometros al sur del pueblo. Asi que antes incluso de buscar posada, preferi parar solamente a almorzar, y despues continuar directo hacia las ruinas con todo el equipaje, con tal de disponer de toda la tarde para visitarlas. Comi en una terraza colgada sobre el rio; bajo un cielo vivo que mezclaba deslumbrantes claros de cegadora luz tropical con nubes oscuras de tormenta que se revolvian en cuestion de minutos, se entregaban a sus pacientes tareas los pescadores que, bajo la asadura del sol, o el diluviar del monzon, no dejaban nunca de echar y recoger sus redes desde las fragiles barquitas alargadas. Despues, y sin entretenerme mucho en sobremesas, me puse en camino hacia el Wat Phu.
Al final de un bucolico paisaje de arrozales y casitas con hamacas colgadas a buena sombra, aparecia el gran estanque artificial del viejo templo, que seguia conteniendo agua como antaño; la ancha escalinata que desembocaba en el como final del templo, y donde los antiguos khmeres, de religion hinduista, se daban sus abluciones matutinas rituales, habia sufrido el paso del tiempo, y sus enormes sillares en piedra de laterita volcanica y arenisca, se veian desencajados y movidos, ondulados como si la tierra se las hubiese querido sacudir de encima.
Tras ellas la ladera ascendia suavemente hacia unas montañas boscosas. Pasarelas y escalinatas flanqueadas por linghams (simbolo de Shiva), o Nagas (serpientes mitologicas de siete cabezas), se sucedian hacia la parte alta que casi no se distinguia entre enormes arboles. Pase junto a los edificios mas grandes del conjunto, unas estructuras de unos 30 metros de lado y unos 5 de altura, riquisimas en bajorrelieves y detalles decorativos con la triada principal hinduista, Shiva, Vishnu y Brahma, o de Parvati, la esposa de Shiva. Ventanas balaustradas en piedra seguian en pie como 14 siglos atras, y era facil imaginar a los monjes espiando la calle entre los enormes barrotes de piedra.
Conforme me adentraba ladera arriba, el bosque se iba apoderando de todo. Los arboles enraizados entre las piedras de los muros y escaleras, le daban el aspecto de civilizacion perdida devorada por la selva que facilmente se asocia con el mundo de Angkor. Al final del mas empinado ascenso, en que los escalones se juntaban y hacian mas altos, convirtiendo en una hazaña el subirlos, y en un peligro el bajarlos, se llegaba a una sombria explanada a los pies de enormes paredes de roca arenisca rojiza, tapizadas de enredaderas, y cerrado todo ello al cielo por las copas de unos arboles espesos que no dejaban ni atisbarlo.
Un pequeño templo que habia estado centrado por un lingham de Shiva, pero que posteriormente se habia destinado al culto budista, colocando en su lugar una imagen de Buda mas bien grotesca, era el centro mas sagrado del conjunto, junto con el manantial sagrado que surgia de unas rocas justo detras y cuyas aguas desde antiguo se habian considerado milagrosas. En el templo rezaban con grandes ademanes y en voz alta, varios fieles, en contraste con las silenciosas oraciones que yo habia observado en otros lugares del pais. Entre los humos del incienso elevaban al aire enormes fragmentos de piedra de lo que seguramente fue el lingham original, en un extraño y particular sincretismo de los que abundan en Asia.
Y desde lo alto se disfrutaba de una privilegiada vista de las escalinatas llegando a los estanques alla abajo, y del interminable valle cubierto de bosques salteados de vez en cuando por arrozales inundados hasta un liso horizonte que se difuminaba con el aire.
A la salida del templo pase por un museo donde guardaban las mejores piezas del Wat Phu: esculturas de los principales dioses hindues y de Buda, piezas de ceramica, animales mitologicos detenidos en la piedra,... La visita a Champasak habia valido la pena, y me emocionaba pensando que en pocos dias me encontraria recorriendo los templos Khmeres de Camboya.
Regrese al pueblo lloviendo, aunque sabiendo que dormiria a cubierto no me moleste en pasarlo mal, y tan solo disfrute del refresco y del colorido que las negras nubes aportaban a las montañas y a los arrozales.
Despues del atardecer, duchado y con todo en orden, me di un paseo por la antigua capital del reino, por la que solo caminaba algun perro despistado. Todas las ambiciones humanas caben en una bacia, y aquella que presumio de ser capital de un reino sucumbia a un dulce olvido lavado por una lluvia melancolica. Ambiciones, motivos, guerras y famas, acaban sin remedio siempre convertidas en pasto de gusanos. Y de que sirve considerar tan a pecho la vida, por que tomarsela tan en serio y con tanta gravedad? Si todo es tan pasajero, si pasajeros somos, y no hay un grano de arena que coloquemos y no sea devuelto por el viento al fondo del mar. Que insignificante la vida, que futiles los sueños...