sábado, 17 de mayo de 2008

Por las llanuras infinitas del Mekong

Lunes 12 de Mayo de 2008

En Vientianne

Vientienne no me parecia un lugar demasiado atractivo para quedarme. Pero ya me habia hecho a la idea de que mi siguiente paso tras Laos seria cruzar por el sur a Camboya; y para ello tenia que obtener el visado por adelantado en Vientianne, ya que en la frontera no solia ser posible conseguirlo. Asi que me veia obligado a pasar el lunes en la capital. Lo cual no le venia mal a mi salud, dada la fiebre y el malestar de los dias anteriores.Madrugue todo lo posible para estar en la puerta de la embajada en cuanto abriesen al publico. Cuando me levante la fiebre se habia calmado, y me vi con fuerzas para coger la bici y cruzar toda la ciudad hasta el consulado.Habia leido que las carreteras de aquel pais eran pesadas y polvorientas, llanuras extensisimas que se hacian eternas. Pero parecia la continuacion natural de mi viaje. Y por otro lado no me podia marchar de esta zona del mundo sin visitar las ruinas Khmeres, como el espectacular templo de Angkor, fuente de leyendas por haber quedado abandonado e inundado por la selva hasta que fue redescubierta por los europeos. Una vez entregado el dinero y rellenados los formularios, me emplazaron para volver a las 4 de la tarde. Era estupendo, con una poca suerte podria abandonar Vientianne a la mañana siguiente.

Con los deberes hechos y la ventaja de la bici sin peso, me dedique a dar vueltas por la ciudad y a visitar lo poco que habia por ver. La mañana bullia un poco mas que el apagado domingo que habia visto, y las motos y los tuk tuks llenaban de ruido las avenidas.Cruce por la principal de ellas hacia el norte, y pase por el arco de Triunfo, que de alguna manera recordaba el de Paris aunque poco tenia que ver con el, y que llamaban la pista vertical, debido a que el corrupto gobierno que propicio la revolucion del 75 habia utilizado el cemento que se suponia iba destinado a la construccion del aeropuerto para la edificacion del dicho arco. Continuando hacia el norte llegue a la pagoda Pha That Luang, simbolo religioso del pais, y que ya hacia casi veinte años que habia sustituido a la hoz y el martillo en el emblema del pais. Y si antiguamente era un lugar sagrado, desde que los franceses le dieron un buen enlucido de cemento y pintura amarilla, no era un lugar que valiese la pena visitar.

Mas interesante me resulto el mercado, repleto de telas y sedas, por el que se podia caminar sin las habituales aglomeraciones mañaneras. Pase despues un par de horas poniendo al dia el blog, tenia que aprovechar un dia que por fin encontraba conexion a internet; y pase las horas mas calurosas del dia visitando un par de templos al este del Palacio Presidencial, con algo mas de solera y encanto. Siempre es agradable hacerlo en estas horas de calor, ya que se obliga al visitante a descalzarse para caminar por el, y los cocidos pies se relajan por un rato.

Me fije en algo que siempre me llama la atencion cuando viajo. Un par de rubitos cargaban sus guitarras calle alante y calle atras buscando posada. Misterios de la vida, hay quienes viajan con enormes mochilas llenas de ropa y zapatos para cada diferente ocasion, y que no pueden levantar ni entre dos; los hay que, mucho mas extravagantes, viajan no solo con el mochilon, sino tambien con una mano siempre ocupada portando una guitarra enfundada, para cualquier entendedor, sin duda, lo mas practico en un viaje aventurero, acarreandola siempre de aqui para alla con la dificultad añadida de su fragilidad; que dan ganas de arrebatarsela y destrozarla contra un buzon por librar al pobre incauto de semejante penitencia. Mas raro aun, vi a un viajero en Tailandia con un xilofono a cuestas, seria para evitar que los tipicos ciclones de septiembre lo puedan llevar por los aires. Yo en estos casos veo mas razonable llenarse los bolsillos de piedras, pero cada uno se gasta el dinero como prefiere. A este lo aventajaba un viajero que me cruce en Peru, y que se desplazaba siempre de la mano de ese extraño instrumento australiano con la forma de un tubo de dos metros de largo, y que emite un unico tono vibrante y profundo cuando se hacen pedorretas en su embocadura. Era la compañia perfecta de quien quiere la versatilidad, la posibilidad de subir un rio en piragua con todo su equipaje, o de poder salir corriendo si aparece un malandro con malas ideas.
Pero el rey de todos estos locos era Mac, un curioso canadiense que conoci en Brasil, en el pintoresco pueblo de Lencois, a los pies de la Serra da Chapada Diamantina. Llevaba mas de un año viajando por Latinoamerica, y no entendia yo como se las habia arreglado para continuar tan blanco como cuando saliera de Quebeq, y para no ser capaz de pronunciar una palabra de español o portugues. En aquel pueblito tuve ocasion de hacerme con otra de esas adorables familias de viajeros, y pasamos unos ratos inolvidables bañandonos en las pristinas aguas que venian de las montañas, o tomando un refresco en las placitas y calles coloniales del pueblo. En estas tuvimos noticia de un encuentro de una 'familia' hippy, los Rainbow, que se iba a celebrar en un recondito lugar de la selva, a unos 90 km de Lencois a traves de un insufrible camino de tierra y pedruscos; algunos pensamos que seria toda una experiencia aparecer por alli y ver que se cocia. Mac, que dependia de mi para poderse comunicar con todo el que no hablara ingles o frances, y que no se despegaba ni cinco minutos, se apunto a la expedicion. Uno de los viajeros, brasileiro paulista, tenia un minusculo 4x4, y se ofrecio a llevarnos a 4 de nosotros. Las otras dos acompañantes fueron una pareja de alemanas que despues me encontraria repetidas veces en el viaje, y que me llenaron de anecdotas para contar.
Pues bien, Mac se presento a la hora prevista en el lugar previsto. Se bajo de un taxi, y descargo, a parte de dos pesadas maletas, dos enormes baules de madera y laton. Al preguntarle nos dijo que siempre viajaba con ellos: uno estaba lleno de zapatos, y el otro de sombreros...
Por supuesto los baules y buena parte de su equipaje se quedaron en tierra, guardados en su posada a la espera de que, pasada la aventura con los hippies, volviera su dueño a por ellos. Y aun asi las 12 horas que tardamos en recorrer los 90 kilometros acabaron con nosotros destrozados por las preturas de cinco personas y sus mochilas, y los enormes baches de aquel que ni era camino.

A las cuatro fui a recoger el visado. Con esto ya estaba todo hecho en Vientianne. Pase por el mercado para comprar una camiseta y dar asi otra de baja. A diferencia de Mac o de otros viajeros extremos, yo prefiero ir ligero de equipaje. De hecho llevo lo justo de ropa: una muda larga por si hace frio o hay que tomar un autobus nevera, de esos que llaman Air Conditioning. Dos o tres juegos de ropa interior, la malla de la bici, y dos camisetas. Cada noche lavo la ropa sudada del dia, y por la mañana le tengo lista. De esta manera no hay lugar a peso ni a desarreglos, cargando con montones de inutil ropa sucia hasta dar con una lavandera. La pega es que, despues de un mes en bici, tostado por un enorme sol tropical, la espalda de la camiseta se queda sin color, mientras que la pechera lo conserva. Es el momento de darla de baja y comprar otra.

Tambien aproveche para hacer otra compra. Antes de salir de España habia puesto nuevas las dos cubiertas de las ruedas; pero tras mas de 2.100 kilometros, la de atras empezaba a mostrar sus cordaduras, amenazandome con dejarme tirado por reventon en cualquier momento. Asi que la cambie por otra nueva en el mercado.
Disfrute de un soberbio atardecer en una terraza colgante junto al rio. Rosados y plateados reflejos embellecian el ya por si insolito Nam Kong, el Mekong para los laosianos. Algunos jovenes con redes escudriñaban las aguas poco profundas de los brazos aislados por el bajo nivel en busca de peces. Y yo me dejaba picotear por las moscas y gusarapos que el ocaso levantaba de sus escondrijos, y para los que el repelente no era mas que un delicioso manjar.
Por el mercado junto al rio se podian encontrar cosas extrañas, como estas curiosas bebidas picantes, a alguien le apetece un trago?

Cuando me fui a dormir ya estaba convencido de que la fiebre y el malestar no eran nada de lo que alarmarse. Parecian finalmente unas simples anginas, seguramente producidas por los frios de la noche en la choza de la montaña, o mas posiblemente, por el descuido con que tomaba los refrescos bien frios cuando, durante las marchas de bici, encontraba donde acogerme del caloron.




Martes 13 de Mayo de 2008
Recorrido: desde Vientianne hasta Tha Bok: 96 km

Aunque no estaba del todo bien y la garganta me dolia, el cuerpo me respondia lo suficientemente bien como para volver a la carga. Asi que recogi y me puse en marcha de nuevo.
A las siete y media la ciudad volvia a vivir su mayor actividad. La gente desayunaba en los puestos callejeros un cafe Lao: cafe, te y buñuelos, antes de incorporarse a sus trabajos. En uno de aquellos puestos desayune mientras charlaba con un comerciante que me dijo conocer bien el sur del pais, y que me recomendo algunos lugares que no debia perderme en mi recorrido hacia Camboya.
Aunque el centro de la capital era tranquilo y sin trafico, en cuanto comence a alejarme a lo largo del cinturon industrial, me vi envuelto en un denso trajin de vehiculos, sobre todo ruidosos camiones que me envolvian de humo y polvo. Durante mas de 10 kilometros no vi mas que una aburrida avenida llena de empresitas y comercios, en un frenetico ir y venir.
Como en otros paises socialistas (en este caso ex-socialista) que habia conocido, una caracteristica llamativa de su capital era que, a diferencia del resto de paises, no se encontraba ni una sola chabola o infravivienda pasados los deslumbres del centro urbano. Aqui la transicion se daba del orden calmo del centro mas monumental y administrativo, a la elongada zona industial fabril y febril, y de ahi al campo sin solucion de continuidad, otra vez agricola y rural. No mediaba, como en la deslumbrante Bangkok, el tipico abrazo kilometrico de millones de desheredados condenados a vagar entre charcos de podredumbre y montañas de basura.

En los paises capitalistas se fomento durante el siglo XX una emigracion masiva del campo a los cinturones miserables de las ciudades, de forma que se creara una mano de obra casi esclava compitiendo entre si por el escaso trabajo industrial y administrativo. Esto se habia demostrado imprescindible para abaratar costes y poder seguir en la dinamica de crecimiento ad infinitum que es indisoluble de los axiomas capitalistas. Y para lograrlo, solo habian tenido que matar de hambre a la poblacion rural para empujarla a buscar un futuro mejor en las ciudades. Por dar un ejemplo: en Brasil la tierra fertil pertenece a unas pocas familias, y para los millones de brasileiros del campo solo quedan las zonas mas aridas e improductivas, sujetas a sequias y hambrunas. Sin una politica de reparto de tierras entre campesinos, solo habia que esperar alguna sequia y los desheredados acudirian en masa a las ciudades. De los desiertos del Sertao provienen la mayoria de los habitantes de las favelas de Rio de Janeiro. Por supuesto, no hay trabajo para todos, lo cual redunda en beneficio de las empresas, que siempre encuentan a quien trabaje por poco mas que la comida. Asi, primero es el empobrecimiento material, y despues llega el moral. Al final hay generaciones enteras dispuestas a matar casi por el capricho de robarte un reloj, o por ser el pandillero mas guay y mas rico de la favela, so pena de no cumplir los 25 de todas todas.

Por contra, la logica de los paises socialistas habia sido opuesta, tratando, supongo que infructuosamente, de disminuir la division social campo-ciudad, llevando a cabo las reformas agrarias y colectivizaciones agricolas que, por un lado mejorasen las condiciones materiales de la vida rural; y por otro evitase el inmanejable crecimiento urbano por causa de los excluidos del campo. El resultado, no libre de contradicciones, desarreglos y quimeras, saltaba a la vista al comparar, por ejemplo, dos ciudades de un similar entorno social, cultural y geografico, como son Vientianne y Bangkok.
La llanura por la que me alejaba definitivamente de la urbe era bastante aburrida. Arboles sueltos entre campos poco aprovechados de un palido verde mostraban los efectos del paso de una autentica plaga por las selvas primigenias. Sin montañas que me protegiesen por ningun lado, el viento soplaba a sus anchas. Como decia un amigo, en bicicleta el viento siempre viene de cara, y las cuestas son cuesta arriba. El pedaleo se hacia insufrible.
En un restaurantito de un pueblo en que pare a comer di con alguien que hablaba un buen ingles, el dueño. Habia estado en Hungria estudiando mecanica en los tiempos ya pasados del socialismo.
Echaba de menos muchas cosas de aquel entonces, pero preferia la democracia, que aun estaba por llegar al pais. Decia que en Laos se podia contar con un 40 por ciento de comunistas frente a un 60 por ciento que no lo eran en absoluto, por lo que las reformas de los ultimos lustros se le hacian demasiado lentas para el que el pensaba era el sentir de la gente.
La bici me habia estado haciendo algo raro todo el dia, pero no habia conseguido saber por que. Al reanudar la marcha despues de comer me di cuenta de lo que era, la lengueta que sale del cuadro de la bici, donde se engancha el transportin, estaba rota. Esto si que era una autentica faena. No es pieza que se pueda cambiar, y una soldadura de hierro sobre la aleacion de cromo y molibdeno que tiene la bici, no estaba claro que pudiese resultar. Estaba vendido de verdad. De todos modos, habia que intentarlo: en un taller de motos del pueblo me hicieron una soldadura precaria, como pudieron, y sali casi temiendo los baches, porque aguantara un poco mas la soldadura. El chaval que me lo hizo, que soldaba sin gafas oscuras, no me quiso cobrar nada por ello, ni si quiera me dejo invitarle a una cerveza por el favor, y me deseo buena suerte con una sonrisa.
Aunque seguia por llanos, se hacian cada vez mas silvestres, y el paisaje habia olvidado definitivamente la proximidad a la ciudad, para ser puramente rural y aldeano. Al final del recorrido llegue a Tha Bok, un pueblito en la carretera con un par de posadas. Despues de ducharme y apañarme sali a dar un paseo por la calle unica. Era un lugar con encanto, sumergido en arboles de no mucho porte, pero que añadian frescura al estupendo atardecer que deslumbraba en un cielo despejado. El pueblo vivia junto a un rio, en el que algunos pescadores apuraban la ultima luz.
Para contrarrestar los malos cuerpos de los dias anteriores pase por una farmacia, en realidad un dispensario con poco mas que una estanteria de madera y cuatro cosas que ofrecer, para comprar un complejo vitaminico. Junto a ella, en una chocita elevada que hacia de parada de autobus a resguardo de sol y lluvia, unas mujeres comian y bebian dando grandes voces y risotadas, y al verme me hicieron acercarme. Me dieron cerveza, que no siendo de mi gusto no podia rechazar sin ser desconsiderado; fue un rato divertido, y se hartaron de reirse de mi, e incluso intentaron liarme con una de ellas. Preferi continuar el paseo e irme a cenar a una de las barracas que se asomaban al rio.
A la luz de las estrellas di un ultimo paseo antes de irme a acostar. Comenzo a hablar conmigo un tendero que se debia de alegrar de las pocas visitas extranjeras que recibia el pueblo. Habia sido refugiado junto con su mujer en EEUU tras la revolucion del 75. Claro que, siendo su padre funcionario del anterior, corrupto y sanguinario gobierno, habian tenido mucho que temer del cambio de papeles, y salieron por pies por la frontera tailandesa. Habian vuelto cuando el gobierno hasta entonces socialista decidio cambiar el sistema alla por principios de los 90, llamando a todos los exiliados a volver libremente a Laos. Decia que ya no quedaba nada de socialismo en todo el pais, que la economia era privada y que con dinero, poderoso caballero, se podia comprar toda la tierra o todas las empresas que uno quisiera. Lo que yo no terminaba de entender era esta convivencia de la practica capitalista con la extendida presencia de la bandera roja con la hoz y el martillo en muchas casas del pais, e incluso en muchos edificios oficiales de los pueblos que yo me habia ido cruzando. Segun el esto no eran ya mas que simbolos para nostalgicos, que nada representaban en la practica. Claro, que la version que me podia dar alguien que hablaba un perfecto ingles no era la que mas me interesaba. La que a mi me gustaria escuchar seria la de cualquiera de los campesinos de los mil pueblos que habia cruzado, y que sin saber ingles y tal vez ni si quiera lao, jamas me podria expresar su opinion al respecto.