lunes, 12 de mayo de 2008

Camino de Vientianne

Sabado 10 de Mayo de 2008

Recorrido: de Vang Vieng a Phong Hong: 90 km

Se paso la noche lloviendo, y yo soñando que viajaba en bicicleta por algun lugar de ensueño, pero empapado entero. Algunos truenos tremendos de rayos que debian de caer en la casa de al lado me despertaban de vez en cuando, haciendo retumbar los cristales, y me dejaban la amarga sensacion de que segun fueran empeorando las condiciones del clima de cara a junio, dia tras dia me irian rindiendo el animo hasta que finalmente me obligaran a tirar la toalla antes de lo previsto. Y como era habitual, por la mañana no habia dejado de llover. Me puse en camino bajo una fina lluvia que no se detuvo ni un momento hasta bien entrada la tarde. Al menos tenia la fortuna de no encontrarme recorriendo lo mas alto de las sierras de los dias anteriores, sino llaneando junto a los rios de los valles, por lo que la temperatura mucho mas suave no me lo hacia pasar tan mal como en dias pasados.

Un osito de peluche azul, que colgado del manillar de mi bicicleta me habia acompañado durante casi una decada de viajes, habia desaparecido. Tal vez algun niño se habia encaprichado de el, pese a su roñoso y descolorido estado. Me dio rabia, pues en su tela, que nunca habia querido lavar, cargaba lluvias y barrizales, solanas y polvaderas de unos cuantos paises del mundo. Tantas veces habia vencido la barrera del idioma y de la desconfianza, al añadir una nota de simpatia al forastero de la bicicleta. Quedaba a vivir en Vang Vieng, que por otra parte no era mal lugar para el retiro de un peluche.

Pase junto a la cola del enorme pantano que provee de agua y electricidad a la region de Vientianne y a parte de la vecina Tailandia. La estacion seca y el bajo nivel de las aguas dejaban al descubierto los viejos esqueletos de arboles del bosque que antaño poblaba los valles ahora inundados. Entre islas y lagunas formadas por la retirada del agua, se podia ver a multitud de pescadores que, desde las orillas, o sobre barcas alargadas construidas de un solo tronco de arbol, se afanaban en lanzar y recoger sus redes.

Aunque el paisaje seguia siendo verde y frondoso, si lo comparaba con los bosques que habia recorrido al principio, en esta zona casi no quedaban mas que grupos de varas que no llegaban a arboles entre las sueves lomas cultivadas. Aun asi pensaba yo que ya quisieramos tener en nuestra seca España desiertos como estos.
Pare a tomar un cafe en un restaurante de uno de los pueblitos del camino. Era sabado, y algunos grupos de amigos y amigas entorno a la treintena bebian whisky y se pasaban el microfono para martirizar al resto del personal con el karaoke del bar, que no dejaba oir otra cosa que no fuesen los guturales chirridos. Me quedaba perplejo viendo como algunas mujeres aventajaban a sus compañeros llenando su vaso de licor una y otra vez, apurandolo sin perder la compostura. Aunque la extraña costumbre del karaoke hace furor en Asia y parece el unico entretenimiento durante los fines de semana, estaba claro que no todos se desinhibian por igual; habia alguno que otro que, vencido por la timidez, pasaba el microfono a otro tras intentar sin exito un par de versos de la cancion.


La lluvia me dio una tregua pasada la hora del almuerzo, y me adentre en una llanura sin limites hasta donde alcanzaba la vista. Los arrozales ya inundados formaban un mosaico de espejuelos pulidos por la quietud del aire, rota solo en alguna que otra huerta que estaba siendo arada por algun hombre con su motocultor.



En Phong Hong di con una guest house, y decidi hacer noche a una etapa ya de Vientianne, la capital, que alcanzaria al dia siguiente. Con mucho dia por delante pasee por el pueblito, que denotaba a las claras su proximidad a la gran ciudad, por su aspecto prospero y sus casas grandes de cemento, con detalles inusuales tales como columnas y frisos tallados sobre el mismo concreto fresco. Bien surtido de tiendas repletas de productos, contaba con poco mas que la carretera como unica calle, y un par de templos subiendo la suave loma del oeste, mientras que al este solo aparecian arrozales inundados tras la fila de casas.
Era dia de celebrar que por fin pasaba la distancia de 2.000 kilometros recorridos durante este viaje. Pero comence a sentirme mal, tal vez por ello, y preferi acostarme cuanto antes por darle tiempo al cuerpo de recuperarse de un creciente estado febril.


Domingo 11 de Mayo de 2008
Recorrido: de Phong Hong a Vientianne: 80 km

No hacia ni una semana que habia desafiado a los cielos presumiendo de no haber caido enfermo en todo el viaje. La habitual fiebre que suele llegar en los primeros dias de un viaje tropical aparecio aquella noche, y me mantuvo en un extraño duermevela que, pese a haberme acostado temprano, no me dejo descanasar lo suficiente. Lo achacaba a una tortilla que me habia almorzado muerto de hambre la mañana anterior, y que repleta de guindillas trampa (esta gente es una sadica, por dios), me habia revuelto los interiores. Sin embargo no tenia dolores de estomago, ni vomiteras, tan solo me encontraba en un estado de flojera inusual. Me molestaban las articulaciones y sentia el trance febril de la gripe. Pero yo soy partidario de engañarme conscientemente y hacer como que nada me aflige, pues a veces los males se realimentan con la sensacion de pesadumbre que dejan en la mente. Asi que, convenciendome de que una carrerita en bici me pondria de nuevo a tono, arme de nuevo el floreado tiovivo y me puse en marcha. Despues de todo, si habia que reposar algun mal cuerpo, era mejor hacerlo en Vientianne, que me quedaba a 70 kilometros de camino, y me ofrecia mas entretenimiento que aquel pueblillo sin nada que hacer en el, y ademas disponia de hospitales, para el caso improbable de que la fiebre fuese a mayores.
La terapia funciono al principio, y hasta parecia que las piernas, ya entradas en calor, empujaban con mas fuerza que otros dias. Pero cuando al cabo de un par de horas pare en un puestito a tomar un almuerzo mas consistente que la leche de soja que llevaba puesta, en cuanto me apee de la bici y retome la humana y vertical posicion, senti que de un latigazo se volvia a apoderar de mi cuerpo un estado alterado, romo y desagradable, con vertigos que me obligaron a tomar asiento en cuanto pude. Vertigos? Me cruzo por la cabeza la idea de la malaria, pero la deseche enseguida, pues tal vez no habian llegado a media docena los mosquitos que me habian hecho blanco durante el viaje. Me habia cuidado bien de pasar siempre las horas del atardecer cubierto de ropa larga y repelente. Aun me puse peor segun me tomaba la inevitable sopa picante de tallarines. No seria acaso un galopante episodio de alergia a la sopa de tallarines? Probaria con antihistaminicos, por un suponer.
Me di una hora para recuperarme bajo el toldo antes de continuar la jornada. Las dos mujeres que atendian la cocina cuando venia alguien a comer, la dejaban tan pronto acababan y se ponian a hilar y a tejer las telas de las faldas que casi todas las laosianas lucian por la calle.

Practicamente desde que habia salido de Phong Hong, la carretera se convirtio en una calle principal con hileras de casas a los lados, espaciadas por sus amplios terrenos arbolados, y dejando aqui y alla un campo libre como hueco por donde mirar los arrozales que se extendian detras de las filas y hasta los lejanos bosquecillos del horizonte sin relieve. En algunos de los cauces se veia gente pescar con redes tenidas entre cañas, que introducian y retiraban del agua sin mucha prisa.



Pero el aspecto rural se habia perdido definitivamente. Eran buenas casas aquellas, y rebosantes tiendas y talleres a cada poco, notandose que la cercania de Vientienne cambiaba el tipo de economia de la zona.

Me sorprendia la abundancia de templos y monasterios que asi mismo se sucedian durante la ruta, con sus coloridos murales sobre las fachadas de cemento, y sus monjes de tunicas anaranjadas caminando bajo paraguas para protegerse del sol. Excepto en Luang Prabang, no habia tenido hasta el momento demasiadas ocasiones de verlos en Laos.

Tambien el trafico fue en aumento, y sin llegar a ser exagerado, se fue haciendo pesado para mi, que venia de semanas sin mas ruido ni humos que los de insectos y avecillas. Aun asi, cuando no me quedaban ni 20 kilometros para llegar a la ciudad, pensaba lo increible que resultaba poder llegar por la carretera principal del pais, que no dejaba de ser un carril de asfalto polvoriento con poca anchura y menos coches. Como en Madrid, vamos.

Tal vez fuera culpa del asueto del domingo, pero la ciudad no parecia tal. Sus anchas avenidas no eran transitadas mas que por algunas motos y bicicletas, que no llegaban a armar el barullo de una capital de provincias. Un cierto aspecto desangelado y desierto chocaba con el hecho de que no encontraria mayor aglomeracion en todo el pais. Parecia que todo el mundo hubiese echado el candado y se hubiese marchado.
Algo mas de ambiente, principalmente de turistas, pero tambien de locales, se encontraba en la calle que miraba al Mekong, que muy escaso de cauce por el estio monzonico, dejaba al descubierto las desnudeces de un enorme arenal de tal vez 400 metros de anchura, tras el cual aparecia el agua, y Tailandia en la orilla opuesta.

El preponderante palacio presidencial no era mas que una casona de estilo europeo, que no paecia poder albergar los designios de todo un pais. Cruce tambien algun que otro templo de combados tejados que aparecia tras los muros que lo protegian del... silencio de las calles.
Habia un sinfin de posadas, pero por mas que preguntaba, o estaban llenas o eran demasiado caras. La ventaja de la bici es que, en estos casos, adelanto la obligada visita por el centro de la ciudad sin importarme recorrer los kilometros que haga falta mientras paso a preguntar en cada posada que veo. De paso me hago una idea de lo que se puede ver en la ciudad, del ambiente que se respira, y de la zona mas agradable y animada donde buscar alojamiento. Esto no es posiblecon la mochila a la espalda que acarrean los viajeros de a pie, que se han de conformar con lo mejor que encuentren en un par de manzanas alrededor de donde los haya dejado el autobus, o el tuk tuk que hayan tomado desde la estacion.
Asi, de entre lo caro de la ciudad, encontre un cutrichil de precio razonable, y no muy lejos de las calles mas animadas junto al rio.

Por la orilla paseaba la gente entre docenas de puestos de comida dotados de terrazas colgantes, cubiertas, abiertas al arenal que ya no era rio. Los mas jovenes animaban un partido de baloncesto entre chicos y chicas, en una cancha abierta junto a los puestos.
Bajo los efectos del paracetamol saque fuerzas para pasear por la noche. Era curioso el crisol de viajeros que poblaba las terrazas, mas variado que en otros lugares: mujeres malayas con velo, africanos, indios, latinoamericanos, japoneses y chinos, y por supuesto las cabecitas rubias norteeuropeas.




Un poco mas alla de la cancha de baloncesto habian montado un escenario con potentes equipos de musica, y celebraban un concurso local de hip hop (por supuesto en lengua laosiana, por laosianos, y para laosianos) En el fondo me daba una cierta repugnancia ver a los cantantes locales ataviados al uso de las tribus urbanas neoyorkinas. Este mimetismo, en un pais aun pacificado y sin tremendas desigualdades sociales como Laos, podia ser de lo mas inocente, si soslayamos la rampante invasion cultural de semejante pueblo, el norteamericano, que tiene poco de lo que presumir a estas alturas del cuento. Pero tantas veces habia visto, especialmente en Latinoamerica, a los jovenes imitar no solo la estetica, sino el modo de vida pandillero y gangsteril, violento y desgarrado, de la iconografia cinematografica yankee... Cuanta muerte y cuanto sufrimiento producen estos modelos de conducta, unidos a situaciones de evidente carencia, en las generaciones de jovenes latinoamericanos...

Como muestra de los nuevos aires politicos que respiraba el pais con su reapertura tan temprana al capitalismo, podian verse por las calles nocturnas, aunque a modo testimonial todavia, algunos mendigos rogando limosna o desarmando las bolsas de la basura en busca de algo que comer. Si se cuentan por millones en Africa o Latinoamerica, en Vientianne los conoci a todos en una noche, pero no dejaba de ser una tragedia sin nombre. Tambien habian vuelto a poblar las esquinas de las avenidad las prostitutas, muchas de ellas travestidos. Si con la revolucion del año 75 fueron deportadas a campos de reeducacion, los nuevos tiempos mas justos las devolvian a la ciudad. Y es que no hay grandes ni pequeñas ideas que puedan erradicar la aberrante naturaleza humana. Sin darle el aspecto sordido y peligroso de otras ciudades del mundo, ni rodearlas la ponzoñosa fauna de otras latitudes, le daban a la poco animada noche de Vientianne un aspecto penoso y decadente. Al menos seguia pudiendo pasear bajo la limpia y oscura noche de perfecta temperatura sin exponerme por ello a riesgos innecesarios.

Con fiebre en aumento, me meti en el catre a dormir.