viernes, 9 de mayo de 2008

Montañas y lluvia tras Luang Prabang

Domingo 4 de Mayo de 2008

Recorrido: desde Luang Prabang a una chocita en la montaña: 71 km

Parecia inevitable que cada parada larga me dejase en un letargo perezoso. Y de nuevo, al retomar la bicicleta, mis piernas vagas se empeñaban en dormir a deshoras.
Desde Luang Prabang ya podia apreciar que la carretera a Vientianne, la capital del pais, comenzaria adentrandose por unas imponentes montañas que, elevandose hacia el este y sur, las dos tardes anteriores se habian envuelto en oscuras tormentas. Imaginando que me esperaba un buen puerto o varios, desayune por dos veces dos sopas de tallarines, porque no me faltase el combustible.



Y buena falta me hizo. Poco despues de un agradable llaneo junto a un rio donde los lugareños pescaban desde canoas, comenzo la subida, y no se acabaria ya hasta el final del dia, y ni tan siquiera entonces. Las montañas de moles imponentes ofrecian unas infinitas vistas de verde arrugado com un mar embravecido y caotico, bajo un torturado cielo de nubes y brumas, grises y plomos y cortinas de agua barriendo desde los picos hasta los valles, que desaparecian de la vista a su paso. Y algunas de ellas acababan cruzandome por encima a descubierto, y empapandome de la cabeza a los pies mientras me peleaba con la rocha.
Los someros bosques que me encontraba, sin embargo, en un paisaje tan asilvestrado, denotaban la humana destruccion. Pequeños arboles en grupos incipientes, limitados a recodos despistados por las quemas y las talas. El clima lluvioso propiciaba rapidos reverdeceres, y asi la selva habia dejado paso a praderas de altas herbaceas y cañas, recordando un paisaje asturiano o escoces bajo el encapotado cielo.

Sorprendia el inexistente trafico; me hallaba recorriendo la unica carretera que unia las dos ciudades principales del pais, y mucho era si cada media hora me cruzaba algun vehiculo. Al pasar junto a unas lomas alcance a un chaval de unos 12 años que se incorporaba a la cuesta con su bici, embarrado, proviniente seguramente de alguna huerta en la que ayudara a sus padres. Cuando me vio se puso a mi paso, y me acompaño durante varios kilometros por la empinadura, mientras algun aguacero nos alcanzaba y nos bañaba de nuevo. Tian, que asi se llamaba, sonreia con hidalguia, pero sufria intentando seguirme en toda una picada en regla. Los dos acabamos sudando la gota gorda, hasta que pasamos junto a su aldea y, muy aliviado, me indico que se quedaba ya. Le hice una foto, su compañia silenciosa pero risueña me habia sentado muy bien.



La lluvia arrecio cuando no me quedaban muchos kilometros para coronar la cima del puerto, que se veia ya en lo alto de un collado. No lejos de la carretera vi una de esas chocitas sin paredes que sirven a los campesinos para refugiarse de los chaparrones y alejarse de las alimañas elevados en sus plataformas de bambu a un metro del suelo, y pense que lo mejor seria refugiarme bajo techado hasta que pasase lo peor del chaparron. Pero el dia se moria, y no tenia muy claro si la aldea diez kilometros mas arriba de la cuesta tendria o no donde alojarme, ni si tendria tiempo de llegar antes de quedarme empapado y a oscuras. Pense que seria bonito dormir en la chocita, un par de metros de lado, con su tejado de guano. Desde luego que las vistas eran inmejorables, alla arriba, divisando los valles cubiertos de nubes, que se deslizaban muy por debajo de donde yo me encontraba.



Cuando amaino la lluvia despedi la tarde contemplando los haces de sol regando las nubes del valle, que se iban disipando abajo, mientras otras subian poco a poco por las vertientes, y por momentos atravesaban la chocita en girones convertidos en nieblas pasajeras. La noche llego entre brumas que le daban un aire de misterio y hadas a las verdes crestas que me rodeaban. En el silencio humano y el apogeo de los sonidos de la naturaleza, sumergido en la oscuridad solo rota por algunas luciernagas, me acomode en mi saco y me quede dormido.


Lunes 5 de Mayo de 2008

Recorrido: de la chocita hasta Kasi: 104 km

Durante el atardecer la chocita me habia protegido bien de la lluvia. Pero la noche fue un desproposito. Se levanto un traicionero viento que aireo las capas de paja del tejado, y entre las goteras y las rafagas de lluvia colandose por los lados de la estructura sin paredes, acabo mi saco mojado. Me habia puesto toda la ropa que tenia, ya que a tanta altura como estaba hacia un frio considerable; pero ya mojado, y temiendo mas que sufriendo la larga noche en agua que me podia venir a visitar, no deje de despertarme y volverme a despertar, acurrucandome cuanto podia en el centro de la plataforma que me sostenia. Cuando por fin amanecio me sentia helado y con la certeza de no haber pegado ojo en toda la noche.
Pese a ello el despertar fue hermoso. Solo tuve que girar la cabeza para verme rodeado de montañas salpicadas de retales de nubes avanzando graciles ladera arriba y abajo. Al menos habia dejado de llover, como animandome a salir con la primera luz del alba. Por lo inesperado del refugio no habia previsto llebar mas comida; si habia cenado dos platanos, me contente con desayunar dos galletas que me quedaban. Y aun aterido de frio me tuve que quitar mi ropa larga para volver a vestir la ropa corta de bici, que empapada como seguia, me sento como un hielo cuando me la ponia.


Pero fue ponerme en marcha y entrar en calor, por la empinada cuesta que continuaba hasta el puerto. Las deslumbrantes montañas se destacaban sobre el mar de nubes de halo perezoso y sobrenatural que ocultaban los valles de nuevo, alla, muy abajo. Los extremos se encaramaban por las laderas como un gigantesco ser vivo que extendiera sus tentaculos para trepar a las cimas. Algunos de los pedazos me envolvian casi de repente, sumergiendome en una espesa niebla fria y silenciosa.
Junto a la carretera encontre un caño de bambu sostenido por varas en el aire que daba salida a la conduccion, tambien de bambu, que traia el agua del bosque que habia ladera arriba. Y alli me lave al estilo del gato, ya que con el fresco de la mañana no me apetecia mas. Me conforme con sacarme las legañas.

Aun pase 10 kilometros de penurias por la cuesta arriba antes de llegar a un pueblito donde por fin pude desayunar, hambriento como estaba por el mañanero desgaste y las dos galletas que ya no me llenaban el estomago. Tome doble racion, por recuperar un poco lo que no habia comido en muchas horas, y sali repleto como un saco.

Fijandome en los cultivos de las laderas podia comprender el por que de tanta quema y tala. Los inmensos terrenos desbastados sustituian los viejos arboles por cultivos poco elaborados: matas de bananos separadas una decena de metros, y entre ellas cañas de maiz separadas dos metros, y plantas de calabaza de vez en cuando. El aprovechamiento del terreno era minimo, ni caballones, ni surcos, ni terrazas ni regadios, nada mas que un hoyo en el suelo y una semilla para crecer a su aire. Y era evidente que cultivando asi tendrian que quemar todo el sudeste asiatico para dar de comer a los 6 millones de laosianos. Afortunadamente estas eran mayoritariamente practicas tribales, que con hacer mucho daño no representaban una gran proporcion del pais.

Tras el desierto del dia anterior, volvia a pasar por aldeitas que, siendo habitadas por etnias, ya no ofrecian el aspecto original de las aldeas del noroeste, ni sus habitantes utilizaban los atuendos tradicionales. Me entretenia parandome a observar desde un rincon, con disimulo, las tareas de unos y otros. Cuando no tenian nada que hacer, como por ejemplo durante los ratos de lluvia, se sentaban bajo los aleros de los tejados a manera de porches; a menudo alguna mujer se afanaba rebuscando y aplastando con las uñas los piojos del largo cabello de otra, que luego la relevaba en el empeño. Los hombres afilaban las herramientas y los machetes, o pasaban el rato en cuclillas afeitandose los cuatro pelillos que les asomaban en sus caras lampiñas con unas pinzas y un espejito de mano. Los niños correteaban por la carretera, que practicamente libre de trafico, seguia siendo el lugar de sus juegos. Ingeniosas armas de bambu que disparaban semillas, o ballestas de madera con arpones para pescar en el rio, les servian para convertir el juego en algo util, y de vez en cuando aparecian con algun pajarillo o pez colgando en la mano. Gallinas, vacas, cabras y cerdos buscaban en la carretera algun resto de comida, y los perros dormian sobre el asfalto despreocupados de los esporadicos vehiculos que pudieran pasar.


Y es que seguia sin cruzarme con coches, o si quiera motos, durante horas. Pero comprobe que, si queria sentirme mas acompañado, solo tenia que parar en la orilla de la carretera y ponerme a mear. En ese mismo instante, ineludiblemente, solian aparecer como minimo un par de autobuses repletos de turistas occidentales, y alguna furgona de remolque abierto transportando una veintena de laosianos apiñados de pie, que se me quedaban mirando con ojos como platos mientras yo trataba de disimular lo mas que podia. El metodo era infalible. Pero era terminar la faena y retomar la pedalada, y volvian el silencio imperturbable y la espesa niebla hasta que volvia a tener ganas de desahogarme. Opte por beber mas y mas agua.

Continuaban alternandose la lluvia y la niebla, que me mantenian empapado y helado. A veces, entre las brumas aparecian siluetas fantasmales, que segun se acercaban tomaban forma humana, normalmente algun campesino hmong cargado con un enorme rifle de aspecto antediluviano, supongo que de caza; o mujeres con pesados haces de leña. Las mujeres de las montañas siempre llevaban a donde fuesen una cesta a la espalda a modo de mochila, y era comun verlas muy cargadas mientras sus maridos les abrian el camino carretera alante, muy en silencio, y abrigandose las manos en los bolsillos.

Poco a poco llegaron algunas cuestas abajo para ir saliendo de la sierra hacia el valle. Cuando me tocaba subir me quitaba el impermeable para no pasarlo peor sudando, y la lluvia me mojaba la camiseta. Cuando la carretera tomaba la de bajar, volvia a vestir el impermeable porque me cortara el frio viento.
Para completar el extraño dia, por la tarde se despejo el cielo y volvi a sufrir el caloron. Llegaba a una zona de inmensas paredes karsticas, onduladas en su cumbre, que de nuevo me evocaban dormidos dragones reptando por la tierra, cubiertos de selva alli donde los hombres no son capaces de encaramarse. Una de ellas se elevaba como una imposible y solitaria roca gigante, tal vez mil metros por encima del paisaje que la circundaba, y ocultando su cumbre entre nubes en un cielo ya despejado.

Cuando al final del valle que se abrio una vez deje atras las montañas, llegue por fin al destino, Kasi, el sol reinaba en un cielo azul. El pueblo era bastante apañado, con casas mas grandes, predominio del cemento y detalles de buen gusto.

En Laos los valles son ocupados principalmente por la etnia mayoriataria, lao, que por supuesto disfruta historicamente de los avances y la abundancia mucho antes que las minorias que pueblan las tierras altas. Y paseando por las callecillas de Kasi, repletas de antenas parabolicas, me sorprendia descubriendo como en cada casa, con las puertas y ventanas abiertas dejando poco espacio a la intimidad, todo el mundo se quedaba embelesado frente al televisor, ignorando el soberbio atardecer que nos cubria a cambio de algun programa chabacano de la television tailandesa, que las antenotas se encargaban de llevar a cada casa.

Como aquel no era lugar frecuentado por turistas, los chavales que estudiaban ingles en el instituto aprovechaban mi presencia para practicarlo. Mientras leia en una mesa del restaurante de la posada, fueron llegando uno tras otro diferentes grupos de estudiantes que se relevaban. Muy cortesmente me pedian permiso para sentarse y hablar conmigo, y conversabamos hasta que se nos acababa el repertorio y llegaban los siguientes a sustituirlos.
Entre otras cosas me entere asi del plan que tiene el gobierno del pais para llegar al año 2020 con todas las comunidades tribales de las montañas asentadas en nuevas aldeas construidas para ellos en los valles fertiles de los rios. Con ello pretenden, por un lado mejorar las condiciones de vida y cobertura de las minorias etnicas, y por otro acabar con sus practicas de tala y quema de los bosques, tratando asi de salvar la increible naturaleza de Laos. Una nota de esperanza para el futuro con la que irme contento a dormir.