lunes, 21 de abril de 2008

Hacia las ciudades del noreste

Domingo 20 de Abril de 2008

Recorrido: de Pai a Pa Pae: 70 km

Y casi fue como preveia. Por la mañana recogi todo para ponerme en marcha cuanto antes. Pero me encontre con Tracy, la chiquilla norteamericana del grupo, con la que tan buenos ratos habia pasado esos dias. He de admitir que, al saber que era norteamericana, afloro en mi un viejo prejuicio que me imponia una barrera ante cualquier persona de esa nacionalidad.

Años atras comenzaba la guerra de Irak. Yo me encontraba de viaje por Brasil, a punto de llegar a Belem de Para, en la desembocadura del Amazonas, listo para tomar uno de los barcos que poco a poco remontan sus orillas de ensueño hasta Peru, a donde llegaria 20 dias y varios miles de kilometros despues tras un sinfin de paradas. Mientras desayunaba, en la television se veian imagenes del salvaje bombardeo de Bagdad, vendido como el fuego de artificio indolente y aseptico de un videojuego. Aquel dia me prometi a mi mismo no volverle a dirigir la palabra a norteamericano alguno. Y hasta la fecha solo habia hecho una excepcion, y a regañadientes, con un amigo de mis compañeros de montaña de Madrid. Por lo demas habia cumplido mi palabra durante estos años. Y me habia resultado facil, pues la sarta de americanos que me habia encontrado en los ultimos años de viajes, eran representantes del puro estilo prepotente, ignorante y ciego, esos norteamericanos baldios que machacan sin piedad pueblos, naciones y espiritus.
Hasta que casi a la fuerza, la rompi definitivamente con Tracy. Siendo amiga del grupo, trate de ser al menos diplomatico. Y en seguida me di cuenta de que ella era diferente. Este era su viaje iniciatico, que comenzaba con un curso de masaje tai, pero continuaria por meses, en busca de su particular eldorado. Harta, hastiada de lo que ocurria en su pais, habia decidido exiliarse, encontrar un lugar donde empezar una nueva vida, y seguramente no volver a su pais, que ella reconocia sumido en una dictadura fascista. Se declaraba libertarian, un tipo de liberalismo humanizado que propone un sistema completamente nuevo. Una especie de capitalismo anarquista en el que no exista un Estado militarista que controle a las personas y ejerza el monopolio de la banca y el dinero. Su maximo teorico, Ron Paul, carecia de las mas minimas posibilidades de ganar las elecciones; segun ella, los comicios siempre eran amañados. Republicanos y democratas eran tan extremadamente corruptos y atentos a los intereses de los lobbies de poder, que no habia esperanza de cambio. Un pueblo deprimido entrando en recesion, sumido en una guerra de desgaste y con pocas esperanzas de futuro, daba la espalda a la politica y dejaba en manos de Bush un sistema que se dirigia al precipicio.
Descubriendo a aquel personaje tan interesante, con ideas criticas y una valentia admirable, con una sensibilidad social extraordinaria, habia pasado buena parte de las charlas en Pai. Y al final solo me llegue a despedir de ella, deseandole que encontrase su pequeño rincon del mundo. Por mi parte, yo me prometi que en lo sucesivo daria una segunda oportunidad a los norteamericanos que me encontrase por el camino, y desterraria el viejo prejuicio. Habia establecido un bonito lazo de amistad con aquella idealista, y fue de nuevo muy dificil decir adios.





Sali a mediodia, una vez mas achatado por el peor sol, despues de alargar el desayuno hasta el almuerzo. Al principio segui el valle del rio, de escaso bosque pelado en faciles badenes. Pero en seguida llegaron 30 km de ascenso sin interrupcion. Cuando vuelva a España tengo que subir el Angliru ese a ver si es para tanto...
La cota iba subiendo rapidamente, por lo que en seguida se noto la diferencia climatica en el bosque que se espesaba y reverdecia encajado entre lomas. Y volando por los arboles, sin que les prestara demasiada atencion, agobiado como estaba por la pendiente y el caloron, multitud de aves de gran colorido, larguisimos plumones como cola, en una variedad de especies y cantos sorprendente. De nuevo aparecian los sonidos chillones, las llamadas que alcanzaban el ultimo rincon de la espesura, la sinfonia de voces de tantos seres vivos escondidos lejos de las miradas humanas. Las montañas se vestian de una extraordinaria selva lluviosa en estado puro, sin duda el mejor tramo en lo que llevaba de viaje. Volvia a ser duro e interminable, pero asomarse de esta manera privilegiada a esta foresta primigenia valia el esfuerzo dedicado.
En las alturas se abrian a veces claros entre los arboles, y se podia ver que las montañas extendian la selva hasta el infinito. Aqui no habia ni incendios, ni casitas, ni personas. Solo vida en estado puro, y un leve arañazo en su seno, la carretera desierta, sobre la que asomaban sus moles los arboles, como prometiendo adueñarse de ella algun dia.

Me bebi los tres litros de agua que llevaba, y ya tenia problemas de reseco mucho antes de coronar el puerto; solo tras diez kilometros de bajada por un paisaje similar, salio de entre la mata un poblado donde, pasadas las 5 de la tarde, pude almorzar y recargar agua.
Seguramente deberia haberme quedado en la guest house que habia en el pueblito. Pero solo llevaba 44 km de recorrido (duro, eso si), y todavia me quedaban dos horas de luz. Decidi continuar hasta Pa Pae, unos 25 km despues, arriesgandome a no llegar a ningun sitio antes de la noche. Y practicamente eso seria lo que paso.

Durante kilometros continue entre llanos y ligeras subidas, disfrutando del espectaculo del atardecer en el insondable bosque sin luz. Los ultimos rayos de sol avivaron el griterio de las miriadas de animales e insectos que despedian el dia envueltos entre las brumas que se levantaban sobre las copas de los arboles.




Se me hacia de noche. Evidentemente no encontraria posada entre las casitas sueltas que me iba encontrando, a penas chocitas campesinas terminadas de lata y carton. Al ver un templo pase a pedir asilo. Hubiese sido un dormitorio insuperable, enclavado como estaba en la cima de una loma absolutamente sumergida en selva. Pero por mas que, mediante gestos, les explique a los monjes que no podia seguir pedaleando de noche, no me permitieron quedarme. Caramba con los curas, pues no eran tan majetes como pensaba.
No tuve mas remedio que continuar a oscuras, con la leve luz de la luna, por los 5 km de despoblada carretera hasta la aldea de Pa Pae, tan solo una callejita apartada de la carretera, y con casitas de madera a sus orillas.
Pregunte a todo el que vi por la calle por un lugar donde dormir, con la esperanza de que alguien se apiadase y me ofreciese un jergon o un pedazo de suelo donde pasar la noche. Esto me funciono bastante bien en viajes anteriores, como por ejemplo en Cuba o en Vietnam. Pero lo unico que consegui fue saber que no habia posada en 30 km a la redonda.

Estas cosas son parte de la aventura, y como siempre, me lo tome con calma y sin angustias. Porque al final, no se como, siempre hay una solucion y la vida continua por la mañana.
Por eso decidi que lo primero era lo primero, y pare a cenar tranquilamente en el unico puesto que habia abierto a esas horas, mientras los jovenes mas macarras del lugar demostraban su irresistible maldad torturandome con el karaoke del comedor.

No habia tenido mucha suerte en el templo anterior, pero pense que no tenia muchas mas opciones que intentarlo con el templo que habia visto a la entrada del pueblo. Pague la cuenta y pedalee de nuevo a tientas por la carretera desierta hasta el templo. Ni luz habia en todo el recinto, y parecia no haber nadie. Asi que pense dormir bajo el alero del tejado del bot, el edificio principal con la imagen sagrada de Buda.
Pero en eso llego un monje en su coche, hablando por su telefono movil de ultima hornada. Le pedi permiso para dormir, y accedio, menos mal. A que durmiera en el suelo de cemento, polvoriento y roñoso, de la terraza cubierta de la cocina. Bueno, menos daba una piedra.
El monje se marcho y volvi a quedarme solo. Me duche como pude con un vaso y el agua algo sucia de un caldero que habia junto a la cocina. Estaba sentado escribiendo bajo la luz de una bombilla que le lmoje habia dejado encendida para mi (que detalle), cuando llego en moto otro monje. Mon Rae era mas joven, mas simpatico, y queria ayudarme. Aunque parecia casi ciego y se guiaba del oido para hablar conmigo. Viendome alli me acomodo mejor dentro de la sala de meditacion. Al menos era un edificio cerrado, con esterillas en el suelo para no extender mi saco sobre sucio. Lo estire en el suelo mientras Mon Rae me buscaba una manta y un cojin. Cuando volvio con ello, me aviso de mi error: habia puesto el saco con los pies hacia la imagen de Buda que presidia la sala. Los pies representan la parte mas impura del cuerpo, y nunca deben señalar en direccion a una persona, y mucho menos a una imagen de Buda. Colocandome transversalmente a la estatua, solucione el problema, y dormi como un liron junto al altar. Supongo que lord Buda me daria sus bendiciones.


Lunes 21 de Abril de 2008
Recorrido: de Pa Pae a algun lugar cerca de Ping Knong: 99 km

No queria que los monjes me encontrasen durmiendo junto a Buda cuando llegasen por la mañana a iniciar sus rezos y meditaciones, me hubiese parecido una incomoda y un tanto irrespetuosa situacion; asi que me levante con la primera luz del dia. Como era la costumbre ultimamente, habia soñado con mi cabaña, con un bosque muy verde, con muros de piedra centenarios, lagos cristalinos, y mi gente, mi familia, mis amigos, mi hogar. No es que lo estuviese echando todo tanto de menos como para sentirme mal, pero tal vez, precisamente, para evitar que sucediese, por las noches viajaba de regreso a casa y pasaba un rato con todos ellos.
El pueblo se desperezaba, y yo con el, cuando rodeado de brumas y de fantasmas de arboles salia por la unica callecita del lugar. Me cruce con los monjes de la noche anterior, que caminaban despacio, envueltos en sus tunicas azafran, en direccion hacia el templo, cargando unos recipientes tapados en los que, como limosna, la gente les añadia un poquito de arroz hervido segun pasaban. Mon Rae, que casi no me reconocio por culpa de su ceguera, me saludo con una franca sonrisa cuando distinguio el bulto de un tipo montado en una bici con dos grandes alforjas. Me insistia en que volviese al templo para desayunar el arroz con ellos. Pero decline la invitacion con cortesia. A lo largo de este viaje no estaba siendo demasiado madrugador, y queria aprovechar una de las pocas mañanas en que lo habia conseguido ser para disfrutar de la fresca y aromatica atmosfera de aquella preciosa selva a contraluz, que esperaba impaciente el fuego diario del sol.


Compre algo de fruta para ir desayunando por el camino y reanude la marcha. Seguia rodeado de una tupida y nebulosa selva despreocupada de la carretera. El camino era agradable y no encontraba mas compañeros a mi paso que las coloridas aves y alguna ardilla listada.
Y alli estaba yo, tomando conciencia de mi fortuna, de mi perspectiva privilegiada.
En estos asperos comienzos del siglo XXI, el mundo ha terminado por convertir sus mejores paisajes en parques de atracciones, mercados que atraen a turistas casi en masa. Hoy, viajar es tan sencillo, esta todo tan trillado y tan masticado, que los viejos rincones de ensueño pierden su esencia al masificarse. La belleza de la intima soledad ante un grandioso despliegue de belleza natural o humana no se encuentra ya tan facilmente; el descubrimiento como acto interior y sorprendente. Y esto es lo que a mi manera de ver hace grande el viaje en bicicleta. La soledad del camino, el silencio contemplativo, la puerta abierta de los sentidos devorando sensaciones. La mente abierta a la armonia, a las ideas que cruzan la mente cuando pasas despacio junto a un anciano que lia su tabaco, junto a un niño que juega con un cachorro; junto a una madre que da el pecho y te sonrie, o alguien que teje una estera con una paciencia infinita. Compartiendo su silencio, compartiendo los aromas vivos que flotan en un ambiente virgen al que solo llegas tu en ese precioso instante, que tomas consciencia de ser viajero en el tiempo, en el espacio, en la Historia. Que recibes la mirada transparente de alguien que jamas entenderia tu mundo interior, tu vida de cada dia; del que jamas entenderias sus pensamientos, su imaginacion volando mientras teje, o sus recuerdos de niñez junto a su abuela. Sus mundos perdidos, o su preocupacion cotidiana. Tal vez se trate de la ultima aventura romantica que un viajero puede afrontar sin riesgo a ser uno mas entre miles. La magia de llegar a un poblado y almorzar con los nativos, alli donde tal vez nadie haya parado a escuchar a los niños reir mientras canta un gallo. El recodo insolito del camino que ofrece agradecido a tu silencio una gala de colores y sensaciones. El bosque y sus delicados sonidos, los finos perfumes de la vida, los rios con su metaforico y eterno viaje. Una catarata como reloj que nunca detiene su paso inexorable, recordando el finito tiempo que nos es dado, y del que tiene que brotar la poesia como unico modo de trascender mas alla del sucio anden del Metro.
El viaje en bici, buscando la sorpresa, a veces bella, a veces insoportablemente dura, es el unico viaje autentico que queda, la ultima de las aventuras. La ultima posiblidad de cabalgar sobre Rocinante. Ganando con el esfuerzo de cada pedalada cada experiencia que llega, cada momento vivido con la emocion erizando la piel. La desnuda piel en contacto con el aspero espinar de este planeta hosco a veces, grandiosamente cruel, brutalmente precioso. Los elementos castigando tu cuerpo sin piedad, dandote la vida y haciendotela sentir con fiereza. El premio y el castigo de sentir y ser fragil ante un coloso vivo, la Tierra. El griterio de la fauna cuando la tarde despide el dia en el bosque. Los rostros sudorosos, los ojos como libros de Historia, contando relatos de pueblos y culturas antiguas, que caminaron, que se cruzaron, que se encontraron, que se volvieron a la oscuridad de los tiempos. Que se desvanecieron, pero nos dejaron sus ojos . El crisol del tiempo bordando cada sonrisa. El aire. El agua. La lluvia. El sol. La tormenta. La libertad.
Con los kilometros comence a bajar, y poco a poco las montañas quedaron atras. El paisaje fue cambiando gradualmente hacia frondosos valles cultivados hasta donde el campo se cerraba con enormes arboles, y lentamente la Humanidad recobraba posesion del territorio; pequeñas chozas de madera primero; incipientes poblados tai, ya en hormigon, despues. Y llegando a las inmediaciones de Mae Ma Lai, las montañas y la selva habian desaparecido. La esplendorosa soledad de las carreteras por las que habia transitado durante mas de 600 km dieron paso a un paisaje humano y plenamente conquistado por el siglo XXI. El trafico de coches y motos me aturdio de repente, y una linea de casas se fue adueñando del borde de la carretera, apareciendo entre ellas los arrozales en los que algunos campesinos trabajaban protegidos por amplios sombreros conicos de paja.
Mae Ma Lai era una ruidosa y sucia poblacion en un cruce de carreteras que, no mucho mas lejos llevaba de regreso a Chiang Mai, mi lugar de partida. Tome, sin embargo, la carretera que me alejaba de nuevo, hacia el norte, en direccion al triangulo de oro del opio, es decir, la triple frontera de Tailandia, Birmania y Laos.
La idea que comenzaba a tomar ventaja en mi mente era la de continuar hacia la frontera oriental con Laos, y cruzar al pais que tanto me recomendaban todos los viajeros que venian de alli.
Entre tanto se habian acabado las curvas del bosque, y una aburrida autovia sin demasiado trafico, pero desesperantemente recta e inacabable, me conducia por el valle del rio. Sin embargo, los campos eran incluso mas verdes que muchos de los tramos de montaña que habia cruzado. Pare de vez en cuando en algun barecito con terraza sobre el rio, para tomar un refresco que sudar en cuanto volviera a la bici.
Poco a poco se fue cerrando el valle, centrandose en las curvas del rio, que discurria manso entre enormes arboles de copa alta y aplanada, y promontorios de roca vertiendo al serpenteante rio. Pase por el camino varios campos de adiestramiento de elefantes. En ellos se cobraba a los turistas por verlos de cerca, algo que en mi caso sucedia de vez en cuando, naturalmente, en el camino. Aun hoy siguen utilizandolos puntualmente para las tareas mas pesadas en los puntos mas inaccesibles. Por ejemplo, para arrastrar troncos de maderas preciosas desde lo mas tupido y pantanoso de la selva hasta la carretera mas cercana.
(En la foto, un mercado de frutas en la carretera, tipico lugar de afluencia indigena para vender sus productos)
Por una vez me habia organizado bien el tiempo: habia madrugado mucho, por lo que a medio dia habia recorrido una distancia aceptable, y comparable al total de otros dias menos organizados. Asi que pase las horas de mas calor refugiado en el fresquito de un cibercafe, escribiendo y leyendo noticias de casa.
Pasadas las cuatro de la tarde el sol volvia a perder su batalla diaria, y el paisaje le acompaño cambiando de nuevo. Desde el horizonte se iban acercando las verticales puntas redondeadas de las montañas karsticas que abundan en el sureste asiatico: tremendas moles calizas cortadas muy verticalmente en paredes de roca desnuda y raida por la accion de la lluvia en vetas verticales intercaladas en blanco, gris, negro, rojo y amarillo. Sosteniendo una selva colgante en sus cimas y en algunas lineas de sus escarpes. Solitarias, elevandose por sorpresa sobre los valles, o unidas en series de aspecto aserrado sugiriendo a veces la silueta de un dragon gigantesco que reptase sobre la tierra. Entre los verticales acantilados asomaban fisuras y entradas a cuevas por las que alguna vez circulo el agua.
Y a sus pies se intercalaban campos de cultivo y bosques secundarios de arboles jovenes, demasiado controlados por el Hombre. Y de nuevo desbastados por las quemas de maleza, que se extendian indiscriminadamente.
Se me estaba haciendo una vez mas la hora de buscar alojamiento, y aunque a lo largo de la carretera era continuo el goteo de casitas campesinas, no daba con lugar alguno para dormir. Me habia puesto, con algo mas de precaucion que el dia anterior, la hora limite de las 6 o 6 y media para encontrarme ya a resguardo.
Pero el resultado no fue muy diferente del dia previo. Seguia entre bosque, casitas, campos cultivados y estribaciones montañosas tras las que ya se habia acostado el sol. Por la carretera, que ya se habia convertido en un carrilito desierto, ya no se veia circular a nadie. Comenzaba a tener una sensacion de fastidio por encontrarme una vez mas en la misma situacion.
Por fortuna, al doblar de una curva aparecio, a un centenar de metros de la carretera, un templito, de los mas pequeños que habia visto. Pense que, bueno, esta ya era como mi propia casa. Y asi fue; aunque no habia nadie, ni a nadie vi en toda la noche, me servi solo.
Como ya me atacaban los mosquitos del atardecer, la primera tarea acuciante era ponerme de largo; y para ello antes me tenia que duchar y quitarme el sudor pegajoso del dia. En un grifo que habia junto al miserrimo urinario, y con la ayuda de un perol que encontre, me duche, me seque, y me cubri por fin de los enfurecidos zancudos.
Un poquito de repelente aqui y alla, y rapidamente me puse a lavar la ropa antes de que la oscuridad me envolviese en una mognifica soledad. Normalemente lavaba la ropa en mano, pieza a pieza la enjabonaba, restregaba y aclaraba. Pero esta vez tuve mas suerte. Un balde que encontre en la cocina del templo me sirvio para hacer la colada de una sola vez. Y la tendi sobre unas cañas de bambu que servian a los monjes para colgar sus tunicas al sol.
Alli mismo, en la cocina, habia un jergon de madera, y decidi que era el mejor lugar para extender el saco de dormir. Yo duermo bien en cualquier sitio, encima de pedruscos si hace flata. Pero en Tailandia siempre es recomendable dormir en algo elevado sobre cuatro patas, como lo era esta especie de mesa que me sirvio de cama. La abundancia de serpientes, escorpiones y pavorosas arañas, hace necesario escapar del suelo. Del mismo modo que, a tal fin, se separa un par de metros del terreno cada casa, cada puestito de carretera y hasta cada parada de autobus, a lo largo y ancho del pais.