Martes 3 de Junio de 2008Recorrido: primer dia en Angkor: 57 km
Con la fresca de la mañana ya estaba yo en el edificio de entrada comprando el billete. Un poco excesivo, hay que reconocerlo, pero no habia mas remedio que pasar por el cepillo. Despues de pagar los 40 dolares de la entrada, ayudado eso si por el reciente hundimiento del dolar frente al euro, pedalee por la sombria avenida de arboles gigantes, que en lugar de llevar a Angkor, hubierase dicho que llevaba al corazon de una selva. Aun las rojizas brumas del amanecer coloreaban las copas de los arboles cuando llegue al foso de un centenar de metros de anchura y unos dos kilometros de perimetro que rodeaba el Angkor Wat. Pero dejando este para despues, continue por la carreterita que lo rodeaba hacia el este, encaminandome a los varios templos de diferentes epocas que sucesivos reyes habian edificado como simbolo de su poder y del estado que representaba su reinado. Siempre entre dulces arboledas fui visitando unos templos tras otros. Algunos eran pequeñas estructuas en ladrillo, con torres y relieves mal conservados de deidades hindues. Otros ya en piedra suponian un despliegue mucho mayor de ingenio; kilometricos muros de piedra cerrando la explanada, y puertas monumentales con caras esculpidas en los cuatro puntos cardinales que daban entrada a los recintos.
Una vez dentro de las antiguas explanadas ahora convertidas en bosques, una larga caminata conducia al templo central, a veces flanqueado por otros edificios menores, pero ricos tabien en relieves arrebatados al Hombre por la Naturaleza. Especialmente espectacular era Ta Phrom, el templo en el que las sucesivas reconstrucciones y restauraciones habian respetado mayor numero de arboles de intrincadas raices aereas colgando sobre las estructuras, dandole un aspecto magico y perdido que, por mas conocido de todos, no dejaba de sorprender y admirar.
Como viera en el puente de Kampong Kdei, la ausencia de arcos y el uso un poco caotico de estructuras poco meditadas, habian convertido la mayoria de galerias y pasadizos en montañas de escombros de piedras talladas sobre los que crecian arboles de portes majestuosos. Impresionaba mas este dominio de la naturaleza que el arte en si de su piedra. Con menos de mil años de antiguedad, la simplicidad de los motivos de sus relieves, su hieratica e ingenua composicion, y la poco estudiada estructura, desordenada y de proporciones mas bien menores, el conjunto me estaba decepcionando un poco. Tal vez era culpa de que ya habia visto otras creaciones de la Humanidad; Egipto, con dos o tres milenios mas de antiguedad, y exquisitas y gigantes obras de belleza delicada y sensual; Roma, Grecia, con una maestria escultorica y una grandiosidad en sus monumentos que no podia compararse; yendonos a creaciones contemporaneas de las Khmeres, no se podia comparar la delicada ejecucion de los relieves de Kajuraho en el corazon del hinduismo, con las poco imaginativas y planas figuras de Angkor. El esplendor del gotico escalaba al cielo cuando los khmeres creaban galerias de cuatro metros de altura que se habian ya venido abajo. En fin, a sabiendas de que decir esto me puede propinar una reprimenda, tenia que afirmar que todo aquello me parecia extraordinario y en medio de un escenario natural magico y misterioso. Pero en ningun modo me llego a impresionar. Mas bien lo encotre tosco, primitivo y simple. Ahora las collejas, por favor.
Tampoco me impresionaron algunos otros templos que se estructuraban en piramide. Mas toscos todavia, en su mayoria nunca fueron terminados por los reyes que los mandaban construir, y que morian antes de tiempo. Si me gustaba, sin embargo, imaginar aquellas autenticas ciudades con miles de monjes y estudiantes que siglos atras poblaban cada rincon de las galerias. Por tiempos hiduistas y por tiempos budistas, de las dos religiones quedaban testimonios en piedra.
El calor me doblo, y tal vez fue eso lo que me impidio disfrutar de todo aquello como se merecia. Montado sobre la bicicleta habia olvidado los calores del tropico. Pero recorrer la solana de los templos a pie, sin el airecillo del pedaleo, me sumia en un estado de letargo fisico y mental cercano al sueño. Me hacia sentir enfermo, febril, debil y lento. Cada escalon o pedrusco de los derrubios era un suplicio que las piernas no podian aceptar. La barriga seguia dandome dolores, y tenia que sentarme cada vez que encontraba una sombra. Al final de la tarde pude recobrar el aliento, y para tener una primera impresion de los edificios mas impresionantes, Angkor y Bayon, cerre el recorrido circular descendiendo desde el norte hacia el sur por la ciudadela de Angkor Tom y el Angkor Wat en si. Un esplendido atardecer me mostraba de lejos unas joyas algo mas relucientes, que dejaria para la segunda jornada.
Reventado y febril, me fui a dormir a penas llegue de regreso a Seam Reap.
Miercoles 4 de Junio de 2008
Recorrido: segundo dia en Angkor: 43 km
Era el momento de visitar el templo por antonomasia. Angkor Wat esperaba cercado por un foso lleno de agua, de orillas escalonadas con sillares, que bien merecia ser considerado una maravilla en si mismo. Cruzando por un pasaje monumental se llegaba al primer cierre, una muralla kilometrica con estructuras a modo de puerta columnada por cientos de metros. Los relieves de las paredes representaban unicamente Apsaras, diosas danzantes hindues, pero aun entrando ya en terrenos del siglo XII, no mostraban una memorable evolucion del arte Khmer en siglos. Tras la bienvenida de una gran estatua de Vishnu, que incomprensiblemente seguian adorando muchos camboyanos aparentemente budistas, se salia a la explanada interior, con un portentoso pasaje de piedra dos metros elevado del suelo y una decena de ancho, con varandas de nagas tambien en piedra, y unos trescientos metros de largo que acababan en la estructura principal del templo, cuyas torres aparecian en una conocidisima silueta. Al no haber ni un solo arbol, con pasar de las 9 de la mañana el corredor de piedra era ya un horno insufrible. Antes de darme cuenta ya tenia el dia preparado a semejanza del anterior, agotado antes de tiempo, con dolores en todo el cuerpo y una debilidad que me hacia aborrecer cada escalon. Me aproxime al templo sin prisa, contemplando la variante perspectiva, que con todo no me parecia demasiado estudiada. Desde ningun angulo se contemplaba completa la estructura principal, que siempre era ocultada por partes menores del edificio que, eso si, era del todo enorme y monumental.
Con este templo bien se merecia la fama el enclave. Di en primer lugar una vuelta completa por el segundo cerramiento de muros y galeria alrededor de la piramide principal de cinco torres que era el centro del templo. Estas galerias estaban ricamente labradas sobre la piedra arenisca, con escenas del Ramayana, la leyenda epica sagrada hindu. Tras darle la vuelta completa, volvi al origen para cruzar los vestibulos escalonados que antecedian al centro del templo, con galerias construidas alrededor de cuatro piscinas tambien escalonadas que alguna vez llenas de agua sirvieron para que los reyes Khmres profesaran los ritos de purificacion. Y siguiendo el ascenso por las escaleras, por fin aparecia la estructura piramidal, que recordaba vagamente las mayas, con escalinatas peligrosamente verticales en cada uno de los cuatro lados. Las ricamente adornadas torres que la coronaban no podian contemplarse satisfactoriamente desde ningun angulo, una vez mas habia siempre algun impedimento para ver su totalidad.
Con todo le dedique casi un par de horas a Angkor Wat, refugiandome del calor en algun rincon de las galerias que me permitiese una buena vista. Cuando ya habia saboreado cada relieve y cada apsara danzante, sali por el pasaje de piedra en direccion al foso de agua, para recuperar la bici que me esperaba atada en la puerta, y continuar hacia Angkor Tom, la ciudadela de kilometrico perimetro que albergo el centro del imperio, una ajetreada vida urbana, y varios templos y palacios magnificos. Por el puente sur, flanqueado de nagas, demonios y guerreros de piedra, cruce bajo la puerta de la muralla, coronada por cuatro caras segun los puntos cardinales, y estatuas del dios Indra sobre elefantes. Despues de un par de templos menores, continue hasta Bayon, una estructura enjuta y desordenada, pero sorprendente por las mas de 200 caras enormes esculpidas en sus torres, y por los relieves contando historias de las guerras que sometieron a los Cham al imperio Khmer. Bayon, que asi se llamaba este templo, era la obra culmen y ultima de la epoca dorada de esta cultura, pero tampoco sus galerias de precaria estructura se habian librado del derrumbe, tan solo ocho siglos despues. Y en una de las muchas piedras sueltas meti el pie de mala manera, hasta darseme la vuelta, con un dolor tremendo que me llevo al suelo, mareado y pensando que me habia roto algun hueso. Por unos minutos pense que se acababa con esto el viaje en bici, y casi el viaje completo. Pero un rato despues me di cuenta de que no tenia nada mas que una luxacion. Durante dias me costaria caminar, pero nada me impediria pedalear normalmente.
Y asi pase otro dia de agobio soleado, tratando de reponerme de las penurias para disfrutar imaginando aquellas gentes viviendo cada dia, vistiendo sus coloridos y sensuales ropajes, desfilando en un asiatico maremagnum de personas, animales, carros, elefantes, monos... Podia casi tocar aquella vida atrapada en las piedras milenarias, que distinto era todo.
Cuando al atardecer se aproximaba la hora del cierre, me habia dado tiempo a ver el resto de edificios importantes del complejo. Podia decir que lo que me quedaba por ver era comparativamente menudo, asi que aunque habia estado en dudas de dedicar un tercer dia a Angkor, ya tuve claro que lo daba por visto. Ademas no me quedaba cuerpo para otra socarrina como la de los dos dias que habia pasado, entre dolores y sudores, desmadejado y derrotado. Angkor era una maravilla digna de visitarse, pero haciendo caso del consejo de no crearse espectativas. Sin duda era mejor dejarse llevar e ir descubriendolo poco a poco con un espiritu de sorpresa.
Con la decision de partir a la mañana siguiente, nada mas llegar a Siem Reap fui a comprar un billete para el barco que, cruzando el Tonle Sap, el lago interior camboyano, me llevase al sur, hasta Battabang. Hubiera preferido un viaje mas largo por el lago, tal vez incluso hasta Phnom Penn; pero con el agua baja de la estacion seca, solo los barcos hacia el suroeste seguian funcionando, y si queria ver la vida y el paisaje particular del lago, no tenia mas remedio que conformarme con este recorrido y cruzar a Battabang. No podia dejar de conocer este paisaje fundamental del pais, con sus aldeas flotantes y su vida en barca, y solo me evitaba a cambio unos tramos de carreteras polvorientas por el oeste del pais que carecian de puntos de mayor interes que algun perdido pueblo comercial en la ruta a Tailandia.