En la playa de Sai Khao (White Sand Beach), Koh Chang
No habia elegido sin motivo aquel lugar que haria las delicias de cualquier soñador. Este 19 de junio cumplia años, 34 ya, y mi autorregalo era, como en alguna ocasion anterior lejos de casa, pasarlo en un lugar especial. Y este puedo prometer que lo era.
Tarde en salir de la cabaña, porque no paro de llover en toda la mañana. En el porche de la posada conoci a una familia sudafricana peculiar. Cada uno de sus tres hijos procedia de una etnia distinta, adoptados, claro: una era oriental, una de la India, y otro era blanco. Los padres eran mas bien mulatos. Y aunque entre ellos hablaban afrikaans, el dialecto holandes de los boers sudafricanos, el rato que pasamos charlando solo usaron el ingles por respeto hacia mi, muy digno de considerar. No hacia mucho que habia leido un libro sobre la historia reciente de Sudafrica, y por otra parte el pais ultimamente habia saltado a las primeras planas por los brotes xenofobos. Asi que tuvimos mucho de que conversar mientras esperabamos que dejase de llover. Por lo que contaban, la burbuja inmobiliaria habia llegado tambien a su pais, y una vez que habia comenzado a desinflarse, los problemas afloraban rapidamente. Los millones de inmigrantes del resto de Africa acudian al unico pais industrializado del continente, y ahora que la crisis entraba por la puerta, muchos sudafricanos de raza negra veian en ellos una amenaza que hundia sus salarios, compitiendo por los mismos empleos a cambio de mucho menos dinero. Nada nuevo bajo el sol, solo que cuando en Africa se enfadan, los muertos se cuentan por cientos.
La discriminacion positiva, por otra parte, favoreciendo a los ciudadanos negros, se habia fomentado tras el fin del apartheid; esto habia expatriado a la gente mas preparada, de raza blanca, medicos, ingenieros, fisicos, que en la actualidad eran discriminados en favor de alguien menos preparado, pero de raza negra. Hoy, los mejores profesionales trabajaban en Australia o Arabia Saudi, hiriendo con su fuga de talento el tejido industrial sudafricano. Peter era optimista, pensaba que en dos o tres generaciones desaparecerian las tensiones raciales que, sin duda, hoy permanecian.
Linda, su esposa, era la tipica mujerona africana con aspecto de matrona alegre y deslenguada. Ella estaba mas preocupada por el cambio de mentalidad que el mundo necesitaba para sobrevivir una generacion mas. Segun ella, los occidentales habiamos agotado los recursos del planeta, especialmente un petroleo que era vital para nuestra supervivencia y se encontraba en declive ya, antes incluso de haber llegado a poder ser aprovechado por los pobres del mundo. No tendriamos mas remedio, en un futuro casi inmediato que ella fechaba en cuatro años, que vivir vidas mas sencillas, mas solidarias, y adquirir una vision de los efectos globales de cada uno de nuestros actos cotidianos. No teniamos mucho tiempo para aprender; sin aprobar el examen, la supervivencia seria dificil.
Me sorprendia encontrar cada vez mas gente que habia tomado, por fin, conciencia del problema sin precedentes al que inminentemente nos enfrentariamos. Sin un paradigma y un sistema nuevos, el futuro seria terrible, y cada vez mas gente se daba cuenta de esto.
Tan pronto dejo de llover, se despejo el cielo y empezo a hacer un calor pegajoso. Por fin me di un baño como dios manda en las aguas del Indico. Aunque estas estaban tan turbias por la epoca de las lluvias, que ya habia descartado practicar snorkel, que era el atractivo principal de las islas.
Dedique el dia a pasear y a leer, en un relax que ya casi me estaba aguachando el cerebro. Mientras asistia, libro en mano, a un deslumbrante atardecer sobre el agua del mar, sentado en una tumbona de las muchas terrazas de la playa, se sentaron a mi lado tres viajeras inglesas atipicas. La casi totalidad de los viajeros de esta nacionalidad que uno se cruza en el camino, son unos atolondrados irrespetuosos que no tienen la menor idea de por donde caminan. Pero a cuatro palabras que cruzamos, en seguida pude entrever una mentalidad mas en la onda de los conscientes viajeros germanos u holandeses, que viajan para aprender, no para emborracharse.
Con el espectacular atardercer que nos regalo el sol, las siluetas de mis nuevas amigas contra un cielo inflamado me dieron las mejores fotos del dia.
Me invitaron a cenar con ellas, y asi pude celebrar en condiciones que cumplia 34. Por alguna casualidad, Annie me pregunto cuando era mi cumpleaños. Respondi "hoy", y en un momento se armo la algarabia. Louisse desaparecio, pense que para ir al baño; pero volvio con un pastelillo, una vela, y hasta un regalillo con forma de elefante. Con unas entrañables amigas que acababa de conocer, pase una divertida noche, a 10.000 kilometros de casa. Yo me se de uno que con 33 años ya habia hecho todo lo que tenia pensado hacer; y yo por contra, con 34, aun seguia buscando mi lugar en el mundo. Sin prisas. Disfrutando del paseo.