Recorrido: de Veal Rihn a Sihanouk Ville: 81 km
En mi bici habia decidido establecerse una familia de ranas, ya que las condiciones eran optimas para ellas, y ademas podian disfrutar del paseo gratis. Pero aquella mañana ya la lluvia fue excesiva, y estuvieron a punto de ahogarse las pobres. Les habia cogido cariño, nunca podre dejar de ser un sentimental; pero no tuve mas remedio que mantener el tipo y despedirme de ellas fingiendo indiferencia, cuando finalmente saltaron a una sobre una acequia, mucho mas seca, sin duda, que el conjunto que yo arrastraba a pedales, capa de agua y viento en contra a toda vela.
Y es que despues de los calores que habia pasado tan solo un par de dias antes, hubiera parecido que la lluvia traeria alivio. Pero con ella habian bajado tanto las temperaturas, que ni la playa apetecia para un baño, ni el cielo para una ducha.
Segui por un encantador vergel inundado al pie de unas voluminosas montañas, que despues de varios miles de kilometros absolutamente llanos (se dice pronto), casi me sorprendian por su mera existencia. Las casitas sobre pilotes demostraban el por que de este tipo de construccion omnipresente en estos paises. A muchas de ellas les llegaba ya el agua, y eran pocas las que conservaban en suelo emergido sus pilares. Con las tareas reducidas al minimo por la meteorologia, las familias pasaban un agradable y forzado asueto entre sus hamacas y faenillas cotidianas de poca monta.
Unos kilometros despues tome un desvio hacia el mar, para darme una vuelta por el parque natural Ream. Su tesoro consistia en un archipielago de islotes bordando la costa, pero yo me conformaria con un vistazo a las playas continentales. Al final de otra de esas montañas cubiertas de bosque llegue a una estupenda playa desierta, revuelta por las lluvias y los vientos. Dos monjes vestidos de azafran caminaban despacio, en una estampa casi existencialista, los kilometros que llevaban a una aldea que a penas se distinguia a lo lejos.
En la playa se veian abandonadas barracas que alguna vez habian sido bares, y en una de ellas me refugie de uno de los chaparrones que de tanto en tanto sustituian a la fina llovizna habitual.
Segui hasta el pueblo de Ream, y tuve tiempo de resguardarme de nuevo en un puestito que colgaba sobre la playa, a cuyos pilotes alcanzaban a romper las olas, justo antes de que de mar adentro llegase un vendaval, una tormenta furiosa que parecia querer arrancar la casita del suelo. El tremendo aguacero impedia ver el mar unos metros mas alla, y disfrute del espectaculo siempre maravilloso de la Naturaleza desatada, tranquilo solamente porque no parecia que los nativos estuviesen preocupados pese al huracan.
Cuando amaino volvi a la bici; no quedaban mas que 30 kilometros hasta Sihanouk.
Por primera vez en mas de 2.000 kilometros tuve que subir alguna cuesta, dandome cuenta de que tanto llano habia conseguido hacerme perder la buena forma fisica que habia llegado a tener al principio del viaje. Y tuve que subirlas bajo una incomoda lluvia venteada, que junto con las mantas de agua que salpicaban sobre mi los coches al pasar, fueron agriandome el humor poco a poco. Por primera vez en todo el viaje me hacia la temida pregunta: " Que demonios estoy haciendo yo aqui???". Tal vez cuando estaba a punto de tirar la bici al rio y continuar en autobus, subiendo una cuesta con lenta pesadumbre senti una mano que me asia por la espalda para ayudarme a subir. Al girarme encontre el rostro de otro farang, con un aire a Becquer, que subia tambien en bici. Eso si, sin alforjas. Francoise era un frances de veintipocos años que viajaba en bici, pero que ya llevaba una semana varado en la ciudad. En dos meses no habia hecho mas que los 600 kilometros que separaban Bangkok de Sihanouk.
Me acompaño hasta las callecitas de Victory Hill, el tipico lugar algo cochambroso con pensiones economicas para mochileros. La ciudad casi no era tal. Habia crecido dispersa, dejando mucho campo libre entre urbanizaciones y hoteles, y la zona de los mochileros se apretaba junto a las playas del oeste.
Despues de desembarrarme en la ducha sali a buscar a Francoise adonde me habia dicho que estaria. Pero no aguante mucho alli. Era un chaval joven y vivaracho, simpatico y de facil trato, con un interesante viaje lleno de ancedotas por contar. Pero se habia buscado unos extraños amigos que me dieron repelus. Se trataba de tres franceses cincuentones de mirada torcida, que a la legua se veia que solo estaban alli para emborracharse y acostarse con chiquillas camboyanas. Alguna de ellas rondaba a su alrededor. Asi que me despedi cortesmente con la excusa de que queria ver la playa.
Y es que pronto pude comprobar que la ciudad era un autentico y masivo prostibulo. Salvo algun despistado como yo, y alguna parejilla escandinava fuera de lugar, alli no habia mas que vejestorios occidentales sin escrupulos.
Las pocas playas publicas que quedaban no eran gran cosa, y menos en aquel clima deleznable. La mayoria eran privadas, cerradas por algun hotel especializado en alguna nacionalidad. Por ejemplo, una de las mejores pertenecia a un hotel para la nueva clase de ruso mafioso y rico que a menudo viene por estos lares a hacer sus desmanes vacacionales en hordas al mejor estilo cosaco.
Recorri en bici alguna otra playa del lado opuesto de la ciudad, para confirmar el penoso espectaculo y decidir que lo mejor seria marcharme por la mañana.
Recorri en bici alguna otra playa del lado opuesto de la ciudad, para confirmar el penoso espectaculo y decidir que lo mejor seria marcharme por la mañana.
Pero entonces me llamo la atencion el cartel de un bar: "Paco's, spanish tapas and pinchos". Pase a curiosear y, efectivamente, Paco, el dueño, era un madrileño que se habia marchado de España hacia ya dos decadas. Despues de muchos años en la India, habia recalado en el, segun el, ultimo pais virgen: Camboya. Y vivia de un restaurantito muy apañado que habia montado dos años atras.
Era un tipo realmente interesante, y se me hizo casi la una de la madrugada enganchado a las muchas historias que me contaba.
Habia sido hippy; vivido la movida madrileña; fue el primer hare krishna de Madrid. Una tarde tuvo una idea, hizo la mochila, cogio un tren en Chamartin, y en dos semanas de mas trenes y autobuses, llego a la India, donde vivio la epoca dorada del misticismo y de los santones, antes de que todo aquello se convirtiese en un negocio como otro cualquiera. Conocio alli a su ex-mujer, una italiana con la que habia tenido una hija, que ahora estudiaba en Sidney. Habia vivido de todo tipo de negocios, como compra venta de artesania o piedras semipreciosas. Negocios que, decia el , siempre funcionaban como para darle de comer, pero que acababa abandonando por aburrimiento. Y alli, tras la barra del bar, decia que por fin habia encontrado su lugar. El mismo se preguntaba en voz alta, como tras media vida dando vueltas, su nidito y su destino habian resultado ser aquella ciudad, y casarse con una vietnamita mayor que el y con cuatro hijos de matrimonios anteriores. Y con cara de adolescente decia que estaba enamorado de ella, y de la sencilla vida que llevaba, comiendo su arroz con almejas, cada dia, rodeado de una familia con la que a penas podia comunicarse. Aunque afirmaba que esto era mas una ventaja que un inconveniente: su matrimonio con la italiana no habia funcionado porque se entendian demasiado bien, y a fuerza de debatir y discutir, se les habia enfriado el cocido. Paco pensaba que cuanto menos se pudiera hablar, mucho mejor.
Solo volvia a España de vez en cuando para ver a su familia. Amigos ya no le quedaban: habian sido hippies como el, pero hacia mucho que habian cambiado las rastas por el traje de empresario, o la corbata de director de banco. Vivian una vida perfecta, pero algo en su interior les revelaba que no habian sido consecuentes, y que habian vendido su alma por un plato de lentejas al entrar de lleno a formar parte del Sistema. Paco, sin embargo, habia seguido el duro camino de la consecuencia; y esa libertad sublime y terrible que habia conservado siempre, y esa manera de vivir arrastrada, les recordaba quienes habian sido, cuales habian sido sus sueños, y en que se habian convertido. Se sentian incomodos en presencia de Paco. Su mera existencia les hacia sentir vertigo, les recordaba sus vidas pasadas, sus viejos principios, sus ideales perdidos. Les hacia plantearse su mundo, los pilares de sus edificios mentales temblaban como su fueran de mantequilla. Asi que hacia años que preferian no saber de Paco, que me contaba todo esto con muy pocas y humildes palabras. Mas bien era yo el que ponia esas palabras, y el quien me las confirmaba casi avergonzado.
Renegaba de la España de nuevos ricos que creian que tenian derecho a quejarse de todo, siendo unos amargados y apresurados que ignoraban su propia fortuna, en un mundo en que los problemas reales eran algo mucho mas serio. En Camboya era facil, solo mirando a tu alrededor, darse cuenta de lo afortunado que cualquier occidental que coma mas de dos veces al dia, y otra cosa que no sea arroz, se puede considerar a si mismo. Los españoles, decia, habiamos perdido el norte, no sabiamos que era lo importante, y que lo accesorio e insignificante. Y no teniendo problemas reales, nos los inventabamos. A nivel individual, familiar, politico, regional... a todos los niveles.
Arremetia contra el consumismo capitalista que habia arruinado el planeta, y el futuro de las generaciones por venir. Se asustaba viendo lo que se nos echaba encima: el fin de la era del petroleo, hambrunas, guerras por el control de los recursos energeticos, insurrecciones de pueblos al borde de la inanicion... todo a la vuelta de la esquina. En esta vision fatalista y agorera, por desgracia no podia yo estar mas de acuerdo.
Paco era un filosofo, que tras un largo recorrido, habia perdido la fe en la Humanidad. No creia que hubiese alternativa al sistema, a esta ley de la selva de la propia naturaleza humana dejada a sus anchas, que es el capitalismo. Con el marchabamos hacia la catastrofe. Pero, es que acaso eramos capaces de otra cosa? El creia que no.
Quedaba pues, como en una nueva edad Media individualista, el refugiarse cada uno en su pequeño agujero en el mundo, y vivir la propia vida lo mejor posible. De espaldas a un mundo que, ni tenia arreglo, ni tal vez lo merecia ya. Y en estas estaba. Feliz como un niño, dedicando dulces miradas a su esposa, y compartiendo ratos y charlas con pasajeros que, como yo, de tanto en tarde se perdian por alli.
Cuando volvia hacia la posada, me sentia afortunado de encontrar, en los recodos mas inesperados del camino, maestros de la vida como Paco. Personas que recorrieron caminos diferentes y originales, con puntos de vista peculiares. La vida de Paco era una de tantas posibilidades. Y me enseñaba mucho de lo que no quiero ser y hacer en la vida, y muchas de las lecciones que su variante del camino le enseña al caminante.
Sabado, 14 de Junio de 2008
En Sihanouk Ville
Con la trasnochada me fue imposible madrugar; y con el chaparron que no cesaba, fue facil decidir que era mejor no salir de la cama, y dormir a placer por primera vez en dos meses. Decia Gala una vez que le preguntaron si le daba miedo la muerte: " Cuando pienso que me tengo que morir, tiendo una manta en el suelo, y me harto de dormir". Ea.
Con la trasnochada me fue imposible madrugar; y con el chaparron que no cesaba, fue facil decidir que era mejor no salir de la cama, y dormir a placer por primera vez en dos meses. Decia Gala una vez que le preguntaron si le daba miedo la muerte: " Cuando pienso que me tengo que morir, tiendo una manta en el suelo, y me harto de dormir". Ea.
Pasado el mediodia la lluvia paro para recuperar fuerzas, y aproveche el intervalo para acercarme al centro y buscar algun libro que cambiar por mi Quijote, que finalmente habia muerto en su cama. Pase la tarde leyendo un ensayo sobre el declive del Islam desde sus siglos de preponderancia hasta hoy, resguradado de la lluvia en un bar al pie de la playa.
Las agitadas olas eran aprovechadas por bañistas menos frioleros que yo, camboyanos acomodados de la capital que venian a pasar el fin de semana a la ciudad. Un hombre ciego de unos 50 años paso muy despacio, guiado por un niño y una niña de unos 6 años a modo de Lazarillos. El ciego pedia limosna entonando una melodia misteriosa, como de otro tiempo, con un aire mezclado entre mediterraneo, arabigo y oriental, que se unia con el sonido del mar y de la lluvia para crear un momento especialmente sensitivo. Varios niños casi mendigos recogian las latas arrojadas a la arena por los descuidados tuirstas camboyanos, para los que toda esta realidad alternativa pasaba desapercibida, como quien solo se espanta unas moscas molestas al paso.
Pase por un ciber, y me encontre con una increible sorpresa que me alegro el dia. Gracias al blog, un amigo de quien hacia 20 años que no sabia nada, me habia encontrado. Jorge habia sido para mi una referencia de infancia, una de las personas a las que debia ser como soy. Con 11 años Jorge ya era un niño sarcastico, incisivo, que deslumbraba con sus razonamientos y asombraba con su vocabulario refinado y para mi desconocido por aquel entonces. Yo era todavia un niño apocado y provinciano, y Jorge desperto en mi muchas facetas, entre ellas un espiritu critico que no se si de otra manera me hubiese aparecido. Durante algunos años despues de verlo por ultima vez, Jorge habia seguido siendo alguien a quien intentaba parecerme.
Y 20 años despues, aparecia en mi correo una carta suya contandome que me recordaba y no habia dejado de apreciarme. Era inexcusable reencontrarnos en persona en cuanto tuviesemos ocasion. Teniamos mucho de que hablar, tras dos decadas. Trataba de imaginar por donde le llevo la vida, si su talento extraordinario habia sido para el una bendicion o una condena. Podia ser bonito recuperar una amistad que se quedo congelada en los primeros años 80, cuando el Mundo era tan, tan diferente.