martes, 1 de abril de 2008

Un aterrizaje suave



No es la primera vez que lo dejo todo por una de estas locuras adolescentes y me voy a ver mundo, pero nunca me habia costado tanto separarme de las personas que se quedan esperandome. La sensacion estos ultimos dias era como si nada fuese a ser igual cuando vuelva dentro de unos meses; esta vez creo que el cambio no solo moldeara al viajero, sino que la tierruca que dejo ya no sera la misma al regreso. No sabria explicar por que. Seguramente porque ya no soy ese adolescente jugando a dejarlo todo por un sueño. Y porque tal vez nunca el mundo cambio tan rapido como lo hace ahora.
Si bien sera un viaje al sudeste asiatico, lo comence admirado por los alemanes. Tenia que conectar el vuelo en Munich, asi que tuve ocasion de disfrutarlos. Una azafata que no permite repetir cafe con el frugal almuerzo; un aeropuerto, el de Munich, carente de carteles, indicaciones, sin paneles luminosos informando del lugar de embarque de mi vuelo. Y no es que uno acabe de llegar al orbe, pero tuve que calzarme la boina y la faja para preguntar a no menos de seis personas de uniforme como dar con mi puerta de embarque. Cada uno contradecia al anterior, cada vez tenia que deshacer el camino, no era la terminal 2, sino la 1, bueno, era la 2 pero la salida B, que por supuesto no aparece indicada. Ah, pero esto debe de ser en el edificio de enfrente, atraviesa una placita con tiendas y alli detras tiene que ser. Y yo que tenia por otra cosa a los alemanes. Llegue a la puerta de embarque tan solo unos minutos antes de que lo cerraran.
Claro que, volvi a mi concepto original sobre este curioso pueblo injustamente olvidado por los antropologos, cuando el compañero de asiento que la suerte me deparo probo ser un especimen preclaro. Pasaba la sesentena, y su modo de tomar el almuercito con la dedicacion y pasion meticulosa con la que se dirige una orquesta sinfonica, demostraba claramente que el tipo debia de saber hablar, aunque fuese en teuton. Pues bien, sin mediar palabra me declaro una guerra fria (fria porque el tipo ni pestañeo, ni llegue nunca a escuchar su voz) por la posesion del reposabrazos comun que nos separaba, que unilateralmente decidio reclamar como territorio aleman. Si en algun momento ensaye una escaramuza aprovechando que el tipo retiraba su brazo para, que se yo, rascarse una oreja, el en seguida ponia las cosas en su sitio y el orden que debia durar mil años se imponia de nuevo mediante un habil y seco codazo que me obligaba a retirarme a la retaguardia. El, entonces, avanzaba persiguiendo al enemigo, y finalmente tomaba territorios allende la frontera polaca. Es decir, entre mis costillas y el higado.
Con este panorama poco pude dormir, por lo que, tan cansado, el dia fue bastante soso. Un jet lag poco curado (recomiendo dormir las horas del vuelo y llegar asi adaptado, pero en ese caso hay que declarar la guerra a Alemania); una temperatura excesiva, una soledad que añade confusion... Vaya, y encima ya no hay tren desde el aeropuerto a Bangkok. Es lo que tiene llevar mi vieja guia de hace 7 años, ya hay hasta un nuevo aeropuerto, y no dispone de conexion por tren con la capital. Afortunadamente habia preguntado por todo esto antes de montar la bici, porque en caso de enterarme con todo armado no hubiese podido tomar el autobus que en su defecto me llevaria al centro. Primera impresion: como ha crecido este pais desde la ultima vez... una maraña de scalestrics enreda el paisaje urbano, llega a ser exagerado. Y que abundancia de mochileros en la vieja Khao San, lugar de encuentro de viajeros. Me gusta empezar el viaje intercambiando opiniones con otros viajeros, tanteando la situacion en cada region, y por eso he venido a hacer noche a este lugar. Pero esto ya es excesivo, no se trata de los cuatro o diez viajeros que en seguida nos encontramos y nos tomamos algo juntos para contarnos y recomendarnos rutas: hay miles de neohippies, de jovenes caminando en bikini (ellas) o sin camiseta (ellos), en un pais budista que yo recordaba especialmente porque no hace tantos años podias ser cercado por miradas reprobatorias si enseñabas demasiada pantorrilla. Creo que tengo que salir de aqui cuanto antes y comenzar mi ruta...

En el mismo lugar donde me dejo el autobus arme la bicicleta y sali pedaleando. No, si esto lo hago por montar el espectaculo y que me pregunten de donde soy. La foto corresponde al momento de la asuncion de la bicicleta, sacada del carton, y ya hecha una.

Por la noche, el barrio de Khao San se convirtio en el paraiso de quien busque buen ambiente de marihuana, musica, cerveza barata... Entre coloridos puestos de comida, artesania, ropa, musica,... paseaban y bebian los grupos de rubios viajeros, sin mucho cuidado. Obviando las costumbres de este pais, que seguramente se escandalizaria en caso de ver lo que sucede por estas calles. Mujeres de las montañas convertidas en simples vendedoras de abalorios, chicas jovenescon la ropa justa utilizadas como reclamo de turistas para que entren en uno u otro bar, supongo que algunos de ellos rayando el concepto de club de carretera. Un cosmos curioso, aunque incomodo para un viajero que no busca estas cosas en un viaje.

Conforme se hacia mas de madrugada, los grupos de turistas, muy afectados por el alcohol, se desparramaban por las aceras alrededor de quien tuviese una guitarra, a veces un tailandes cantando canciones americanas en un sedoso ingles. Yo volvia de un recorrido nocturno con mi bicicleta, por deserticas calles que infundian un poco de respeto, pero disfrutando de unas bellisimas vistas de los templos y palacios iluminados en todo su esplendor oriental.