El desfase horario y el calor sofocante no me dejaron conciliar el sueño hasta bien entrada la noche. Asi que no madrugue demasiado, y no quise ni perder tiempo con esos pormenores de la ducha y el desayuno. Monte en la bici y sali a recorrer las calles.
La luz cegadora del sol hacia dificil mantener los ojos abiertos ante el brillo dorado de las estupas y chedis del Wat Phra Kaeo, un fenomenal conjunto de palacios y templos de la monarquia tailandesa. No lo visite por dentro, ya que lo habia hecho en mi anterior viaje. Lo cierto es que, aunque estos edificios deslumbran desde lejos por su monumental exotismo, vistos de cerca denotan claramente el caracter tailandes, a veces deliciosamente ingenuo, a veces extremadamente chabacano. Los brillos de los chedis son pan de oro, pero los templos estan forrados de pequeños espejos de colores, que los hacen parecer mas un parque tematico para niños que un templo solemne.
Tome el bote para cruzar hasta la orilla occidental del rio que se abre paso en el plano de hormigon de la ciudad, un ligero respiro de aire fresco bajo los 35 grados sin tregua del mediodia.
Por callejuelas de a penas un par de metros de anchura, la bici era el mejor transporte, paseando entre casitas de madera o cemento, con sencillos tejados de chapa; niños jugando en el suelo, familias enteras charlando en la calle durante las mas pegajosas horas del dia. Sonrisas. La proverbial sonrisa tailandesa, que de natural acaba contagiando al viajero. Acabas caminando con una sonrisa por la calle, y sonries a quien cruce contigo la mirada, algo muy peligroso si luego vuelves a Madrid y no tratas de borrartela de la cara, pues cualquiera en España pensaria que estas loco o que buscas una paliza... Asi somos los españoles.
Al final de las callejas y de varios templos, aparecio el fenomenal Wat Arun, cubierto de intrincados relieves de porcelana china multicolor. Soberbio de lejos, vuelve a parecer un juguete hinchable cuando se lo ve de cerca, pero siempre es agradable el ambiente relajado y recogido de un templo como este, a orillas del rio, salteado de arboles rituales, pequeñas fuentes y bonsais, por donde caminan en silencio monjes de tunicas de color azafran que hacen una oracion frente a cada rincon del templo con contenido simbolico. Bueno, si que ha cambiado este pais: vi occidentales y tailandesas usando minifaldas y tops en medio del templo; recordaba cuando solo se podia entrar con pantalon largo y manga larga, y no habia mas remedio que llevar siempre esta ropa a mano para poder entrar en los templos, pese al sofocante calor.
Cruzando un puente sobre el rio volvi a la alocada Bangkok, a su barrio chino, fundado en parte por los chinos del Kuomingtan que decidieron continuar con el trafico de opio cuando la China continental se volvio comunista. Aqui se respira capitalismo, desarrollismo bestia, una huida hacia adelante que no consigo comprender. La calidad de vida de estas gentes sumergidas en el trafico y en la insalubre aglomeracion es pesima desde mi punto de vista; pero eso si, estan bien surtidos de los millones de tonterias y juguetes, a veces utiles y a veces inservibles, que abastecen otros miles de tiendas esparcidas sin pausa por los bajos de los edificios, sus aceras, y las propias calles. Enormes carteles luminosos ensuciando todas las fachadas anuncian un futuro de serpentina. Aqui se puede encontrar de todo. La foto corresponde a la calle principal, en esta al menos la calzada esta libre de puestos y los coches intentan circular como pueden.
Decidido, no es lugar para mi. Mañana parto en tren a las montanhas, a la ciudad de Chian Mai, en el norte de Tailandia. Puedo resumir diciendo que Bangkok se va occidentalizando rapidamente; que los chinos no conocen limites y si los dejamos se lo comeran todo. Y una nota a pie de pagina: por las noches se pueden ver multitudes sin hogar durmiendo por las calles; por el dia he visto una enorme cola de gente en un comedor callejero benefico. Tal vez la crisis de los Tigres Asiaticos de los pasados años empobrecio mas a este pueblo que ya se hacinaba en los suburbios de Bangkok cuando vine la primera vez. En aquel entonces no recuerdo tanto mendigo, tanta persona abandonada a su suerte.