Recorrido: de un templo en medio de ningun sitio a Tha Ton: 75 km
La noche fue dominio de los mosquitos, y en esta zona propensa a la malaria, esa no era cosa de tomarse a broma. En viajes cortos me suelo tomar la profilaxis en forma de pastillas semanales contra esta enfermedad. Pero los efectos secundarios no la hacen recomendable para estancias mas largas, y lo unico que se puede hacer es protegerse todo lo posible de las picaduras. A falta de ventilador que los espantara, tuve que pasar la noche enterrado en mi saco sabana, sudando y reciclando el aire que respiraba y que solo se renovaba un poco a traves de un agujero en la tela. Pero aunque dormi mal, habiendome acostado poco despues del anochecer por no tener mucho mejor que hacer, a las 6 de la mañana ya estaba fresco y en marcha. Bueno, no del todo: por la dureza de la cama y por alguna mala postura, una pierna no me respondia bien. Por otra parte, no tenia nada para desayunar, tan solo dos platanos revenidos por el calor. Ni tampoco agua potable. Normalmente lleno las botellas con agua del grifo, añado dos gotas de lejia por litro, y en media hora el agua esta lista para beber. Funciona. Lo llevo haciendo mas de una decada y nunca he tenido un problema por este asunto. Sin embargo no se puede hacer esto con el agua estancada, de un charco, o de un rio, por ejemplo. O como en este caso, con el agua que salia directamente de un deposito abierto que se llenaba con la lluvia. En estos tipos de agua se crian larvas, gusanos, parasitos digestivos; y la lejia no puede con ellos. Asi que tuve que comenzar el dia con el estomago solo llenado con un platano que se salvaba de la cochambre, y muerto de sed tras una noche de mucho calor. Pero el amanecer en el paisaje perdido del tiempo, tenia una hermosura que, con todo, no se podia pasar por alto.
Comence con unos kilometros de subida hasta un puertecillo. Y yo asi, en ese estado un poco lamentable. Pero al poco llegue a la bajada entre las montañas karsticas en un rosado y brumoso amanecer. Y por fin un lugar habitado para recomponerme el cuerpo con agua y comida, mas de una hora despues de arrancar.
Supongo que cualquiera que lea esto pensara que soy un loco pasando estas calamidades innecesarias, durmiendo como un vagabundo, tirando para alante sin agua ni comida... Pero dios, como me gusta esto. Como me gusta necesitar tan poco, ser autosuficiente, no precisar mas que de mi cuerpo y de mis ganas de conocer y sentir para poder recorrer el mundo. Que increible sensacion, en la dureza, de libertad, de independencia.
(En la foto la cocina del lugar donde desayune. Nota: el perro no es para comer. Eso para los vietnamitas)
Pasadas las montañas del principio desemboque en un valle llano hasta el horizonte. De nuevo volvia al trafico levantando el polvo de la recta y aburrida carretera. Los pueblos modernos tai se disponen a lo largo de las vias, ocupando tan solo 50 o 100 metros a ambos lados, y extendiendose por kilometros sin que quede claro que es el pueblo y que no lo es. Asi como en Europa las casas se agrupan entorno a un centro bien definido, ocupado por una plaza mayor o por la iglesia principal, en Tailandia el concepto urbano varia considerablemente. De hecho, los templos, que pudieran ocupar el lugar de nuestras iglesias, suelen aqui situarse en las afueras, huyendo del ajetreo, y dejando a las poblaciones sin una referencia central identificable.
Y asi recorria decenas de kilometros de carretera flanqueado por un frontal de casitas que no se acabaria hasta llegar a Fang, una industriosa ciudad llena de tiendas con miles de cachivaches de todo tipo que yo, que llevaba dias en paisajes sencillos y rurales, veia con falta de costumbre e incredulidad. Ropa, mercados de comida, tiendas de motos y coches, aparatos electrodomesticos, joyerias, jugueterias... parecia que no habia espacio para vivir, solo para comprar. Aquella ciudad era un feo desproposito de hormigon que no merecia mas que pasarlo de largo.
Y una vez atras la poblacion, volvia la tranquilidad, los campos verdes y las llanuras. Por primera vez en todo el viaje podia utilizar el plato grande, el maximo desarrollo para caminar a toda velociadad por carreteras sin demasiada subida. Por falta de uso anterior ni si quiera sabia que no lo tenia ajustado. Asi que tuve que parar a hacer un poco de mecanica en la bici para poderlo utilizar.
Al final de la etapa me esperaba Tha Ton, un sencillo pueblito en el recodo de un rio que se abre paso entre montañas exuberantes de un verde profundo, con un enorme Buda blanco coronando una de ellas. En una orilla del rio descansaban las lanchas alargadas y techadas que servian para viajar rio abajo hasta Chiang Rai. Un recorrido que yo me habia planteado, recomendado por otros viajeros. Pero cuando pregunte en el puertito, se me quitaron todas las ideas que traia, y decidi viajar a Chiang Rai por la carretera de las montañas, que a primera vista parecia tambien interesante. La razon era el precio. En plena temporada baja no parecia posible juntar al minimo de turistas dispuestos a hacer el recorrido; y sin ese minimo, para utilizar el barco habia que pagar el pasaje completo de todos los pasajeros imaginarios. Demasiado dinero para cuatro horas de rio. Si, interesantes poblados etnicos en su orilla; pero supongo que parecidos a los que llevaba dias visitando, nada que mereciese semejante desembolso.
Buscando donde alojarme, con varias horas de luz por delante, pasee sin prisas por la orilla del rio. Unos niños pescaban con gafas de buceo y arpones, mientras una niña los observaba emulando a la sirena de Copenhaguen.
Y volviendo al centro del pueblo, a quien me encontre? A buena parte del grupo que habia conocido en Pai, sin los españoles, y con nuevos compañeros. Todos nosotros viajabamos por separado. Como maximo en pareja algunos de ellos. Pero de pronto se habian reencontrado en Tha Ton, y por sorpresa llegaba yo para redondear la casualidad.
En realidad esto es bastante frecuente cuando se viaja, ya que es habitual que uno diseñe un recorrido tipico para visitar los lugares mas interesantes en un tiempo razonable. Lo que era mas raro era que yo, andando mucho mas despacio en bici, me hubiese topado con ellos, viajeros de autobus.
De este modo, y por unas horas, volvi a sentirme arropado por mi pequeña familia, y a no despedir el dia en soledad. Cenamos en una terraza junto al rio; subimos los peldaños que ascendian hasta la enorme imagen de Buda sobre la montaña. Charlamos junto al puente que unia las dos orillas, y escuchamos a Vicenzo, un italiano con pintas de Krisna, extraer delicadas melodias de un extraño instrumento tailandes de cuerdas pulsadas por martillos de hueso.
Por la mañana continuarian todos hasta Chiang Rai, y yo seguiria mi camino. Esta vez nos despedimos, aunque sin grandes ceremonias.
Miercoles 23 de Abril de 2008
Recorrido: de Tha Ton a Chiang Rai: 94 km
Una tormenta estuvo descargando agua y rayos durante toda la noche, y aun lo seguia haciendo por la mañana. Con ella, la temperatura se habia refrescado bastante, y no me apetecia mojarme tan pronto. Por eso estuve paseando por el pueblo, protegido con el impermeable, desayunando sin prisas, a la espera de que amainase un poco para no hacer del recorrido una odisea. Y no lo hizo hasta casi las 11 de la mañana, por lo que el tiempo para el pedaleo se quedaba ya muy reducido.
Sali bajo una fina llovizna que no llegaba a empapar. Girones de nubes se desgarraban bajo las cumbres de las montañas, tocadas con un oscuro halo misterioso. Eran el dia y las condiciones perfectas para el tramo tan interesante que me esperaba: una olvidada carreterita que se enroscaba en silencio por un sinfin de aldeas tribales en las que parecia haberse parado el tiempo.
El clima del lugar era peculiar: el verdor de sus bosques y de sus campos de arroz aun sin segar delataban un mayor regimen de lluvias que dulcificaba la tierra. Por todas partes veia trabajando campesinos de tez oscura, ya me resultaba sencillo distinguir que no pertenecian a la mayoria tai. Pare aqui y alla a observarlos en sus tareas, y a intercambiar sonrisas con ellos, ya que no era posible mucho mas.
El tipo de la foto liaba un cigarro de no se sabia muy bien que material. En estas tierras los campesinos combinan las hortalizas con el cultivo de tabaco, marihuana y opio, por lo que no es facil adivinar de que se trataba.
Algunas de las aldeas eran asentamientos de chinos del Kuomingtang y sus descendientes, huidos de China tras la victoria de Mao sobre el ejercito nacionalista. Sus chozas tambien se construian con bambu y paja, pero en ellas los letreros se escribian con caracteres chinos, y la musica que llegaba de los reproductores de las casitas era de un origen claramente diferente del que me habia acostumbrado a oir al paso. Pare a comer en una de estas aldeas chinas, y alli conoci a Jo, un aka convertido al cristianismo que mentaba a Dios e invocaba su proteccion a cada frase. Con todo era simpatico, y hablaba un buen ingles, cosa harto rara. Me hablo de sus planes de emigrar a Australia por dos años, para trabajar y perfeccionar su ingles, y mas tarde volver convertido en guia turistico. Una historia mas de quimeras de vidas mejores con muchas posibilidades de naufragar. Pero con unos 25 años, todo tiene arreglo en esta vida. Aproveche para preguntarle si era seguro transitar las carreteras de la triple frontera con Birmania y Laos, hacia donde me dirigia. Y el me conto que aunque fue peligroso hasta recientemente, hoy en dia solo habia que evitar circular por la noche para no tener un mal encuentro con los traficantes de opio y marihuana que siguen enseñoreados de una vasta region de los tres paises.
Y segui por este paisaje, cruzando una tras otra aldeitas diminutas en bambu y guano: akas, karen, hmong, lisu, lahu... Un fotografo mas descarado que yo lo hubiese pasado en grande. Pero a mi siempre me ha parecido violento fotografiar a las personas como si se tratase de animales en el zoo. Los escasos retratos que tomo con la camara procuro hurtarlos sin que el fotografiado se de cuenta, y asi me tengo que conformar la mayoria de las veces con guardarlo todo en mi memoria. Coloridas mujeres en sus atuendos tradicionales, con tocados bordados en hilos de colores y cordones de los que cuelgan monedas,esferas, y otros abalorios de plata; ancianos tejiendo cestas de bambu; mujeres hirviendo el arroz en un perol de barro sobre una hoguera en el suelo de tierra, mientras los pollos y las gallinas picotean el suelo y se escucha el canto del gallo y el gruñido de los cerdos. Los niños parando sus juegos para verme pasar, primero con sorpresa, despues sonriendo. Saludos amables. Y gente caminando sin prisa entre los campos de arboles frutales y los macizos de plantas de bambu. Las brumas haciendo aparecer y desaparecer las lomas boscosas, a veces ribeteadas por las chocitas de otra aldea aferrada a su cresta.
Y yo, el espectador privilegiado. Parandome a contemplar en silencio, a respirar el aroma acaramelado de la lluvia sobre las hojas y la hierba. Escuchando el apacible discurrir del tiempo, de un modo de vida que no ha cambiado mucho en siglos. Volvia a sentirme tan afortunado...
De nuevo observe que en algunas aldeas sobresalia una iglesia, y a veces una mezquita. Su modo de vida tradicional, sus culturas, tradiciones y religiones animistas, que son autenticos fosiles vivientes de la Humanidad, que son un puro patrimonio de todos en si mismos, estaban siendo barridos con desprecio a cambio, una vez mas, de espejuelos y aguardiente. Una vena piromana me tentaba a cada paso.
Y viendo las aldeas chinas del kuomingtang, practicamente similares a las de las etnias mas tradicionales, caia en la cuenta de como el control del poder politico condiciona el estatus de una cultura, de una etnia, de un modo de vivir y de entender el mundo. Los Tais, que en Vietnam son una pintoresca minoria campesina que vive en las montañas como lo hacia mil años atras, aqui son una mayoria de varias decenas de millones de personas. Controlan el poder, la administracion, la policia, el ejercito. Son la etnia culta y desarrollada, la que posee las mejores casas, los coches, los negocios, los valles fertiles y las empresas. La que inunda culturalmente todo el territorio con su idioma, su alfabeto, su cine, su literatura, su musica, su religion, sus costumbres... Son los que en las ciudades copian modelos occidentales, y hasta imitan la organizacion mafiosa de otros puntos del planeta.
Y por ejemplo, los chinos de etnia han, que en China suponen una superpotencia de mas de mil millones de personas que arrincona al resto de las etnias originarias de aquella region, aqui en Tailandia viven poco menos que como otra tribu. Y eso que durante decadas fueron favorecidos por el gobierno tailandes, que consintio que los campamentos chinos del kuomingtang controlasen el trafico de drogas en las fronteras del norte a cambio de que masacrasen y tuviesen a raya los conatos de rebelion de los comunistas, que empezaban a ser populares en todo el pais, y especialmente entre las minorias etnicas de las montañas septentrionales.
Los lannas son otro ejemplo: hoy a penas varios miles de primitivos campesinos desperdigados en aldeas diminutas, tuvieron un reino propio 10 siglos atras, que hacia sombra a los Khmeres, en una epoca en la que los tais vivian a miles de kilometros de esta region. Por su parte, los Khmer, tras su epoca de esplendor de Angkor, volvieron a la selva y poco mas se supo de ellos hasta los tiempos de Pol Pot.
Y es que en esta concurrida region del mundo se da una milenaria confrontacion de etnias y culturas que no se mezclan o superponen, sino que predominan o se ven condenadas al ostracismo y a la decadencia. La secuencia es siempre similar: un pueblo consigue hacerse fuerte militarmente, y derrota y saquea la cultura anteriormente esplendorosa, que se habia vuelto debil y confiada. La sustituye, y si antes se la podia considerar una cultura en estado larvario, una vez tomado el poder politico y militar inicia un desarrollo cultural y social y alcanza su momento de esplendor. Controlando los mejores cultivos y los recursos de todo tipo, crece en numero hasta que sus miembros se cuentan por millones. Construye ciudades, impresionantes templos para sus dioses. Genera escritos, literatura incluso. Pero algun dia, una de las demas etnias antes olvidadas y arrinconadas se hace fuerte militarmente; tal vez por un puntual adelanto tecnologico; tal vez por un carismatico lider que los une y aprovecha un momento de debilidad de la potencia dominante. Crece a su sombra, y acaba derrotandola y condenandola de nuevo al atraso, a dispersarse por los lugares mas inhospitos, menos fertiles, a las montañas y a la selva.
En fin, la clave que salva o condena a una cultura radica en mantener el poderio militar. Asi ha sido a lo largo de la Historia. Asi de simple, asi de triste. Y no hace falta venirse tan lejos para comprobarlo. Europa es, por excelencia, la pura Historia de la guerra, del predominio o de la desaparicion. Condenada Humanidad.
Me desperto de estos pensamientos espesos una situacion que no habia vivido antes: un pajaro del tamaño de una graja me ataco mientras pedaleaba, y en tres intentos me toco la cabeza con sus garras. No me hizo nada, pero consiguio hacermelo pasar mal.
Llegue a Mae Chaem, en las ultimas estribaciones boscosas de las montañas que acababa de recorrer, y entre verdes arrozales llenos de lustre. Podria haberme quedado alli, pero solo faltaban 30 km para Chiang Rai, una ciudad que todo el mundo me habia recomendado como un lugar pequeño y pintoresco. Y decidi seguir, pero no me encontre lo que esperaba; despues de pasar todo el dia en una perdida isla del tiempo, volvi de golpe al ruidoso siglo XXI. A partir de Mae Chaem entre en una carretera atestada de trafico, que durante 20 km se rodeo de industria y de otra lineal urbe de hormigon. Desacostumbrado como estaba, consegui desorientarme por la bulliciosa y comercial ciudad de Chiang Rai, carente de todo atractivo. Segun el plano de mi pesima guia habia unas tranquilas posadas al lado del rio, pero no acertaba ni a encontrar su orilla.
De pronto pase cerca de una chiquilla occidental de aspecto desaliñado, vestida con una falda larga, una camiseta raida y agujereada, y un pañuelo que ocultaba su pelo. Me parecio que podia ser la viajera adecuada para que me recomendase una posada baratilla. Y tras un par de frases en ingles, ambos descubrimos que eramos compatriotas. Miriam, que asi se llamaba, me hablo de su pension junto al rio, con un tranquilo patio ajardinado y un precio asequible, y me indico como llegar. Asi, tras veinte vueltas por la ciudad, llegue a la parada del dia, cuando el cuentakilometros marcaba que me faltaban unos cientos de metros para alcanzar la cifra de 1000 km por Tailandia. Esto habia que celebrarlo, y pense que seria buena idea quedarme un dia perreando por la ciudad, olvidarme de la bici y descansar.
Iba camino de la ducha cuando Miriam llego al patio, trayendome un helado de coco. Me parecio un detalle precioso, y es que era un sol de niña. Pero su aspecto angelical engañaba, y ahi donde la veia, a sus 24 años habia viajado mas que yo y de maneras mas primarias incluso. Asturiana, estudiante de ingenieria a falta de realizar el proyecto de fin de carrera, aprovechaba su tiempo de una manera envidiable. A su edad habia recorrido unos cuantos paises de Asia, Europa, America, Africa, Oceania. Habia viajado durante un año por Mexico haciendo autoestop (madre mia, que loca), y viviendo de la venta de las pulseras que encajaba. Habia trabajado de jardinera en Australia, de recolectora de fresa en Dinamarca, recogiendo botellas para reciclar o haciendo de basurera. Conocio la vida en Christianity, el centro autogestionado (okupa) de Copenhague que se hizo famoso por su violenta y certera resistencia al desalojo. Y alli estaba, la flamante ingeniera que caminaba despacio, sola, con la cadencia que tiene la samba, por las calles de Chiang Rai. Yo estaba maravillado de aquella chiquilla de aspecto fragil que mostraba un arrojo poco habitual en nuestro pais.
Salimos a dar una vuelta por el mercado nocturno, donde mujeres de diferentes etnias vendian recuerdos para los turistas, junto a puestitos de comida y tiendas de artesania. En el centro habia una plaza abierta llena de mesas y sillas puestas en comun por el sinfin de puestos de comida que se disponian alrededor de la plaza. Tomamos asiento en una de ellas y cenamos, mientras en el escenario que se elevaba en un extremo, cantautores tailandeses entonaban sus canciones con bastante poco acierto.
Me encantan esos dias completos en los que hay un poco de todo: espectaculares paisajes, momentos unicos con las gentes que los pueblan, esfuerzo tonificando el cuerpo y el alma, y cerrando la noche una agradable conversacion junto a una sorprendente y encantadora persona, escuchando musica en directo, charlando hasta que el sueño te vence.