jueves, 5 de junio de 2008

Mi primer templo camboyano

Viernes 30 de Mayo de 2008

Recorrido: de Kampong Cham a Baray: 105 km


Me di un paseo por la mañana para ver si la ciudad tenia alguna curiosidad. Recorri el mercado, el paseo del rio, las grandes avenidas de la zona administrativa... nada que valiese la pena quedarse un dia entero. Asi que recogi mis cosas y me puse en marcha.

La carretera, por primera vez casi en dos meses, tenia un trafico considerable; pero aun asi seguia siendo un precioso paseo por un pasillo de arboles que sombreaban el camino. Solo era un poco mas ruidoso que habitualmente. Detras de una hilera de casas que no parecia acabar nunca, aparecian los arrozales con un aspecto mas tropical que en Laos: palmerales y cocoteros sueltos destacaban en altura llevandose la vista hasta el horizonte; llegaba la epoca de plantar las matas de arroz, y algunas cuadrillas de campesinos formaban hileras en el barro encharcado.

Por todas partes aparecian espeluznantes fosas comunes de las guerras y represiones del siglo XX. Cuando los Khmeres Rojos iniciaron su eliminacion fisica de todo lo que les parecia burgues, los bombardeos americanos y las guerras civiles entorno a la idea de independizarse de las potencias coloniales, habian tal vez causado ya un millon de muertos; y los Khmeres rojos, entre su desastroso planeamiento economico, que mato de hambre y enfermedades a cientos de miles, y los otros tantos que fusilaron, completaron este paisaje del terror, que sigue hoy muy presente en los campos camboyanos. Era aterrador cuan cerca estaba el infierno del paraiso, tan a menudo, en estos paises tropicales.




Creo que no basta con rechazar de plano las barbaridades del pasado, como las matanzas que vaciaron las ciudades de Camboya no hace ni 30 años. Pienso que es necesario comprender las razones que llevaron a aquello. Porque todo lo que sucede responde a unas circunstancias, siempre. Los pueblos siempre tienen unos motivos, incluso cuando cometen genocidios como este. Y hay que comprender cuales son esas razones que llevaron a una barbarie que nunca debio darse, para que nunca vuelva a suceder. La razon, facil de entender a mi juicio, era en aquel tiempo una profunda division social entre la opulenta vida de las elites urbanas, y la precaria vida de la mayoria campesina cuya esperanza de vida no era mejor que en la antiguedad. Llego un momento en que, harta de no poder esperar nada mejor, la poblacion campesina decidio vengarse, y lo hizo a las bravas. El odio hacia cualquier expresion urbana y burguesa tomo su expresion mas radical.
La Historia ha dado ya demasiadas vueltas como para que los desheredados del mundo soporten, como desde siempre, estoicamente, las desigualdades sociales abismales que produce el actual sistema economico. Tal vez los camboyanos tarden decadas en volverse a hartar, tienen el dolor demasiado cercano aun; pero los problemas de antaño siguen siendo los mismos, siguen sin resolverse. Hoy el polvorin puede ser Africa. O Hispanoamerica. No hay mas que darse una vuelta por los paises americanos para darse cuenta de que la gente no se conforma mas, y los impedimentos morales, el contrato social que asegura la convivencia, acaba por ser ignorado por la mayoria. La violencia, el asalto, el asesinato acaban siendo cotidianos, la sociedad se sumerge poco a poco en el lodazal del odio; la indigencia moral es peor que la material, y el resultado es que te pueden matar por un reloj con cuya venta el ladron se pague la borrachera de esta noche. Surge el miedo, el panico colectivo; el nada importa ya; y una vez que la sociedad se desmembra no hay vuelta atras. En cualquier momento puede saltar todo por los aires. Se repiten los errores del pasado, se siguen cometiendo las mismas injusticias; y los resultados volveran a sorprendernos cuando la tuerca de unas vueltas mas.




Acostumbrado a las soledades de Laos o del norte de Camboya, me sorprendia y agradaba encontrar una hilera de casas casi continua, con mucho terreno alrededor. Y en la mayoria de ellas una charca permanente de unos 20 metros de lado, con la que cada familia se aseguraba el aporte de proteinas de pescado, y de los patos que se criaban a sus anchas.
Parecia una kilometrica ciudad longitudinal en medio del campo encharcado, que reflejaba enormes y esplendidas nubes refulgentes.



(Las cosas blancas son fosas comunes: paraiso e infierno)

Algo me sento mal; y con el sistema digestivo algo revuelto, me encontraba debil y sin ganas de pedalear. Necesitaba encontrar alojamiento y descansar. Pero por mas habitado que estuviese el entorno de la carretera, no habia nucleos de poblacion mayores con alojamiento. Andaba renqueante cuando me cruce, en el pueblito de Baray, con un belga que montaba en bici en direccion contraria. Me dijo que iba a pedir de dormir en el templo de Baray, y me sume a la idea, que ya era hora. Preguntamos y unos muchachos nos acompañaron a la pagoda, escondida en un bosquecillo por un camino embarrado. Ellos mismos hablaron con los monjes, y sin mas estaba resuelto el tema.

Con el agua del pozo y un cubo nos duchamos, y ya apañados para la cena salimos del templo de vuelta a los puestitos de la carretera. John trabajaba en Malasia, era otro de esos jovenes que no soportan el ritmo de vida de su pais. Vivia ahora en un pueblito costero, y entre su casa y el mar no habia mas que arena y cocoteros. Y con el sueldo como profesor de ingles, vivia como un rey. Solo tenia dos semanas de vacaciones en esta ocasion, y aunque no viajaba en bici, habia alquilado una por un par de dias, y no llevaba consigo mas que una mochililla de paseo.

Despues de la cena aparecieron de nuevo los chavales que nos habian llevado al templo por la tarde. Traian linternas, y nos volvieron a llevar por si de noche no lo podiamos encontrar. No solo habian sido hospitalarios, sino ademas atentos y encantadores. Incluso nos trajeron un antimosquitos de los que se queman durante toda la noche, y velas para suplir la falta de luz electrica. Sobre una estera a los pies de la imagen de Buda, dromi sin rechistar.