Sabado 31 de Mayo de 2008
Recorrido: de Baray a Kampong Thom: 114 km
Y despues de todo lo bien que se habian portado con nosotros, no quisieron aceptar un donativo para el templo. John y yo estuvimos de acuerdo en dejar un dolar cada uno; pero con sonrisas nos daban las gracias y nos decian que no lo querian, que estaba bien asi. Con todo lo mal que me habian hablado otros viajeros sobre los camboyanos, que segun ellos no dejaban tranquilo al turista para sacarle algun dinero, ni tenian miramientos a la hora de cobrar el doble si podian, no me esperaba que pudieran ser tan majos.
Lo bueno de dormir en un templo es que a las 5 y media empieza la actividad, y no se va a quedar uno dormido con varios monjes alrededor rezando al Buda. Asi que a las 6:30 ya me habia lavado la ropa, recogido, desayunado, y puesto en camino. Con lo cual el dia me cundio, y mucho.
Segui por la carreterita ya sin tanto trafico, con la gente dirigiendose en bici o andando a sus quehaceres en el campo, o a la escuela los estudiantes. No parecian descansar el sabado, y acudian como todos los dias. Como la vida se hacia siempre en la calle, o mas bien en la tierra alrededor de cada casita, seguia siendo la mirada indiscreta que los veia acicalarse, encender la chasca para hacer el desayuno, afilar sus herramientas para la jornada en los arrozales, o despiojarse en los ratos muertos, como las dos mujeres de la fotografia:
Tras los muros de los colegios se iban acumulando cientos de bicicletas de los niños que iban llegando, ordenadas perfectamente en varias filas. Me preguntaba como eran luego capaces de distinguirlas, siendo todas del mismo modelo y marca. Pero seguro que no tenian problema.
El camino se dividia muchas veces, pero siempre encontraba quien me indicase cual llevaba a Sambor. En uno de los desvios, que pase inadvertido por parecerme un camino menor que el principal, todo el mundo en la aldea comenzo a darme voces: para indicarme que al templo se iba por el otro lado, sabiendo que un farang no podia estar buscando otra cosa.
Por fin aparecio el templo, aislado en un bosque minado de enormes arboles sombrios. Los caminos dentro de los templos estaban limpios y no habia peligro, pero habia que saber que mas alla del complejo de ruinas no se podia caminar. Deje la bici al cuidado de una mujer que vendia agua de coco en la entrada, y segui la senda al bosque a pie. Alguna serpiente se colgaba de las piedras oscuras de los derruidos muros Chenla, 15 siglos de antiguedad abandonados a la selva. Lo unico reconocible de los templos principales eran unas mas bien toscas torres de ladrillo con forma de campana invertida, en cuyas paredes aun se reconocian algunos relieves de dioses hindues sobre el propio ladrillo, que alguna vez estuvo estucado y pintado de colores. Sobre plataformas cuadradas, el interior de cada torre contenia linghams simbolizando a Shiva; podia imaginar a los brahmanes bañando ritualmente los linghams con agua, entre humos de incienso y monotonos rezos en el antiguo sanscrito, que aun se podia leer en estelas de piedra y dinteles.
Yo era el unico visitante del dia, y recorria a mis anchas el bosque laberintico por las sendas pisadas, y dejando marcas en el suelo por si acaso me desorientaba y tenia que volver sobre mis pasos. Pero con el grosero mapa de la guia y una brujula que siempre llevo encima, me apañe facilmente.
Despues de la visita tenia que recorrer otra vez los 30 km de camino de tierra. Fuertes pero breves chaparrones me empaparon, pero era cosa de agradecer en un calor insoportable. La luz del sol colandose por los claros del cielo no dejo de brillar ni un momento, y un despliegue sorprendente de colores se adueño del infinito plano inundado y salpicado de cocoteros. El hecho de que me estuviese mojando sin perder la sonrisa, como todo quisque, debio de despertar la simpatia de los que me veian, que mas que nunca se mostraban encantados de saludarme al paso. Era imposible no pedalear con una sonrisa casi boba en aquel lugar maravilloso.
Volvi a dormir a Kampong Thom, una ciudad construida alrededor de un cochambroso mercado lleno de basura, y sin ningun interes. Habia sido un dia inolvidable.