Recorrido: desde Kasi hasta Vang Vieng: 60 km
Lo peor de las montañas habia quedado atras, por lo que solo tuve que subir pequeñas lomas que a veces se elevaban sobre el llano. Poco a poco me interne en un desfiladero de mogotes calizos cubiertos de arboles tamizados por algunas de las nubes que parecian descolgarse del cielo para reposar sobre los picos. Al pasar tan cerca de las paredonas podia observar mejor los detalles, como los afilados cuchillos negros que, fruto de la erosion del agua, corrian verticales del suelo hasta las crestas.Se me pego por el camino un muchacho de unos 15 años que conducia una moto con dos cestas llenas de cachivaches, que llevaba a vender de pueblo en pueblo. No hablaba una palabra de ingles, y yo hacia lo posible porque me entendiera. Pero paso mas de 20 minutos a mi lado insistiendo en que le comprara algo. No se para que podia el pensar que me hacia falta un balde de aluminio, un cubo de plastico o unas sandalias de flores para niño. Opte por no contestar mas a su letania, repetia sin cesar algo en su particular bable que venia a ser que le comprase algo, y acabo hartandome. Asi que durante un rato tuve un molesto moscardon que no paraba de repetir la frase y que no se importunaba aunque yo no le mirase, o me parase de vez en cuando a mirar un rio o un bosquecillo. Se canso por fin cuando pasamos por un pueblito, y alli se quedo vendiendo al personal, espero que con mejores tecnicas de marketing de las que habia usado conmigo.
Llegue a Vang Vieng al mediodia, ya era una costumbre del clima darme amaneceres lluviosos y encapotados y despues despejarse en lo mas caluroso del dia. Lo primero que hice fue buscar la orilla del rio, para poder refrescarme y contemplar de cerca el imponente paisaje que se elevaba del otro lado de su verde orilla. Las onduladas crestas del cuerpo de otro dragon aun mas alto y encrespado lucian de un negro amenazante levemente interrumpido por algunos arboles colgados de sus grietas. Alli, sentada en unos tablones, habia una viajera italiana admirando las vistas. Empezamos hablando de todo un poco, en esas tipicas conversaciones de dos viajeros que tienen ganas de hablar pero no encuentran mucho de que ante un desconocido, y acaban comentando recorridos, lugares y milagros de sus respectivos viajes, de modo que antes que el nombre del interlocutor, uno se entera de por donde ha estado huyendo. Hacia un calor sofocante, y se nos ocurrio casi a la vez que seria estupendo bañarse en el rio. Claro, que con toda la ropa, ya que los pudorosos laosianos se hubieran escandalizado de otro modo.
Despues de buscar una posada con vistas al rio y cambiarme de ropa, sali a dar un paseo por el pueblo, cuando de pronto me encontre con Tracy, la norteamericana que habia conocido en Pai, Tailandia, casi veinte dias antes. Fue una alegria volverla a ver, y conocer a algunos de los nuevos amigos que habia hecho en Vang Vieng. Uno de ellos era un español medio macarra, de padre aleman y madre asturiana, que brincaba de los cincuenta años y se jactaba de no haber trabajado en toda su vida. En invierno viajaba, normalmente a la India, donde su guru o maestro le ponia las cuerdas de su sincretica religion a tono; y en verano volvia a España cargado de joyeria en plata para venderla en playas y eventos, actividad que complementaba trapicheando con hachis que sacaba de Marruecos. No le preocupaba mucho que lo pillaran y se pasase dos años entre rejas, con tal de poder vivir como lo hacia, sin preocuparse de mucho mas que de disfrutar de la vida. Con Tracy y con Luis pase la mayor parte de los buenos ratos durante los tres dias que siguieron, y que me proporcionaron el merecido descanso de la bicicleta.
Esa misma tarde, despues de almorzar y escuchar las hilarantes historias de Luis, alquilamos una moto entre los tres y nos perdimos por un camino de piedras que llevaba al lago Azul, un rio verdoso donde se podia nadar a los pies de las increibles montañas esculpidas por los siglos. Luis conducia como podia, salvando los baches y charcos mientras trataba de conservar el equilibrio de los dos pasaeros que montabamos atras, y entre sustos y agujeros, tuvimos de que reir con gusto.
En la cena segui conociendo a aquel ineresante e histrionico tipo cinico y arrastrado. No era alguien con quien compartiria mi habitacion, pero escuchar sus historias era mas que divertido. Nos contaba como habia estado casado y divorciado, y su hijo ya estaba a punto de acabar la carrera de quimica. Para Luis era un fracaso personal que su hijo, contraviniendo sus consejos, hubiese optado por estudiar y por la vida miserablemente asalariada de España, ganando mil euros para no poder pagar un alquiler de mil quinientos. El veia tan facil vivir fuera del sistema, aprovechandose de el en lo que podia, y traficando con lo que estuviese prohibido, que no entendia como alguien podia entregar su juventud a los libros y su talento a alguna empresa explotadora. Todo un caracter, sin duda.
Miercoles 7 de Mayo de 2008
El dia siguiente pensamos durante el desayuno que seria divertido alquilar unas piraguas, subir en tuk tuk unos kilometros rio arriba, y dejarnos llevar por la corriente de regreso al pueblo.
Ya habia visto que Vang Vieng era poco mas que un escenario idilico convertido en una ciudad de vacaciones. Los viajeros extranjeros se contaban por cientos, y superaban en numero a los locales. Copaban los muchos bares y terrazas del pueblo, y por las noches llenaban las discotecas a cielo abierto que se concentraban en una isla que quedaba en medio del rio, y a la que se cruzaba por un puente de bambu.
Y bajando el rio en piragua comprobamos hasta que punto el lugar parecia un parque tematico. Sin mucho mas que hacer en el pueblo, por el dia los turistas alquilaban camaras hinchadas de camion a modo de flotadores enormes, y descendian el rio del mismo modo que nosotros con las piraguas. Por cientos se paraban en los muchos bares construidos en las orillas, que atronaban los valles con musica rave. Plataformas elevadas con tirolinas servian de trampolin en el insolite parque acuatico, y el alcohol que todos consumian sin cesar amenazaba con estrellar a alguno de aquellos locos contra aluna roca en vez de caer al agua. Quien quiera imaginarse el tipo de ambiente y de viajero que se encontraba en estos rincones, solo tiene que ver la insoportable pelicula "La playa", con Leo di Caprio.
Por la noche la vida se trasladaba a las discotecas de la isla. La especialidad del lugar eran las drogas, y de hecho los restaurantes ofrecian doble menu: el normal, y las happy meals, confeccionadas con marihuana, opio o setas. Por la noche, quien mas y quien menos bailaba bajo sus efectos. El unico que parecia circular solo en alguna cerveza era Pako, el español que habia conocido en Luang Namtha, y que llego a Vang Vieng poco despues de mi. De repente dejaba la soledad y la lluvia plomiza de la ultima semana para encontrarme reconfortado entre amigos, bailando con la alegria de vivir bajo la luna y los brillos de las luciernagas. Una tremenda tormenta cerro la sesion con todo el mundo corriendo a refugiarse, y la fiesta continuo bajo los techados.
Jueves 8 de Mayo de 2008
No madrugue al dia siguiente, habiendome acostado mas tarde de las cuatro. Fui a desayunar con Tracy, pues Luis no aparecio, y decidimos alquilar una bicicleta e irnos a recorrer los caminos que se adentraban en el bosque de mogotes karsticos del otro lado del rio. Para mi ya era familiar el escenario de montes arbolados y planos arrozales entre ellos, con algunas aldeas de hmong reasentados repartidas junto al camino. Pero Tracy disfruto de la experiencia de pedalear despacio y parar en silencio a tomar algo en un puestito mientras pasan los campesinos, los niños van o vienen del colegio, o las mujeres terminan una cesta de mimbres. Una musica tradicional de sola voz salia de una casita: alguien cantaba una dulce melodia repetitiva, que nos sumergia en un mundo excepcional y apartado.
Despues de almorzar en un restaurantito construido en bambu a modo de palafito sobre un laguito, en el que algunas mujeres recogian con pequeñas redes las algas del fondo (que debian de ser alimenticias), entramos en un recodo del rio que estaba mas limpio de limos y donde la gente del lugar y algunos viajeros se daban un chapuzon. A nosotros nos quito el barrizal y el sudor del camino, cosa de agradecer, antes de tomar el camino de vuelta a Vang Vieng, porque no le restaba mucho al dia. Segun llegabamos nos alcanzo una tormenta que nos venia ronroneando durante todo el dia, y que nos dio la segunda ducha en poco rato.
Y por la noche nos dimos todos cita, nuevamente, en las discotecas de la isla. Esta era ya la despedida, pues por la mañana solo me quedaria yo en Vang Vieng, y los demas partirian en diferentes direcciones. Pense que me apetecia pasar el viernes tranquilo, paseando, leyendo y escribiendo. Asi lo hice para relajarme lo suficiente como para vover a montar en la bici con ganas renovadas, que a dias me habian flaqueado. Y poco mas que contemplar la lluvia es lo que hice el viernes.