Dia 28: de Vieng Poukha a Luang Nantha: 65 km
Dia 29: en Luang Nantha
Si lo que buscaba cruzando la frontera era un cambio de aires, desde luego que habia dado en el clavo. En los dias que llevaba de ruta por Laos me habia perdido por un paisaje practicamente despoblado, cubierto de una espesa selva tan solo desarreglada por los arañazos de una carretera que casi no llegaba a serlo, y por menudos claros donde se asentaba la poca poblacion humana, casi exclusivamente tribal en estas latitudes del pais. Es cierto que tras la primera etapa, despues de Vieng Poukha, y segun me acercaba a Luang Nantha, la primera poblacion reconocible como contemporanea, la civilizacion moderna iba poco a poco ganando terreno, y las aldeitas ya lucian sus cables electricos sobre postes sobrecargados, y las primeras antenas parabolicas. Bueno, no tenia claro si esto al final era un adelanto o un atraso. La selva cedia aberturas cada vez mayores a la voracidad del bicho, pero seguia mirando de reojo al ser Humano. El cambio de estacion ya se hacia notar. Hasta ahora solo habia llovido por las noches; pero un persistente viento del sudeste comenzaba a soplar y a traer toda la humedad del Indico para sepultar bajo agua al Asia monzonica, a comienzos de junio. Tras un par de etapas bastante duras, con innumerables puertos poniendo a prueba mi masoquismo (que empezaba a flaquear), decidi quedarme en Luang Nantha, pese a que el recorrido del dia habia sido corto y aun me quedaban varias horas de luz.
Aproveche la tranquila ciudad para disfrutar, despues de muchos dias de casi calamidad, de algunos burgueses lujos, como pasear por el mercado, disfrutar de un cafe en una terraza, o escribir en el cibercafe. Se me fue la tarde y la noche leyendo en algun barecito refugiado de la lluvia y relajandome con su aroma de humedad tropical.
Me acoste temprano con la esperanza de madrugar y que me cundiera el dia en bici. Pero cuando a penas llevaba una hora durmiendo, llego un frances que trataba de ligarse a una de dos australianas que venian con el, y que no encontro otro sitio para contar su obra y milagros que el patio de la posada. Les pedi silencio, pero con herida hombria se nego el frances; con personaje tan grosero y primario solo habia dos opciones: aguantar hasta que se cansaran y se fueran a dormir, o rememorar la batalla de Roncesvalles. Aunque el tipo se merecia esto ultimo, opte por no ponerme a su altura y trate de dormir pese al barullo. No lo consegui hasta que se fueron a acostar, mas tarde de las dos de la madrugada. Me quedo el consuelo de que el tipejo no se comio una rosca; pero en un pais que se reactiva a las 5 de la mañana para aprovechar la luz que se desvanece a las 6 de la tarde, esto me dejaba pocas opciones de levantarme a buena hora y aprovechar el dia en bici. Cuando sono el despertador llovia copiosamente, asi que me parecio estupendo apagarlo, seguir durmiendo, y pasar el dia en Luang Nantha, que seguro que me sentaria bien descansar del trajin.
Desayunaba a deshoras en una terracita cuando empezo a hablar conmigo Silke, una alemana que viajaba sola, a raiz de un ataque de estornudos que me dio. Fue solo un momento de charla, pero me invito a que me acercase a comer pasado el mediodia con ella y un grupo de españoles con los que habia quedado. Mmmm, españoles... y yo que siempre solia rehuirlos cuando viajaba; pero este aislamiento de la bici y la selva me pedia a gritos un poco de conversacion sin esfuerzos.
Y asi conoci a lo largo del dia a varios personajes interesantes con los que comparti un relajante y divertido dia para recomponer mi equilibrio mental, tocado por la soledad de casi un mes por los montes.
Alberto y Carol eran una pareja de ingenieros que lo habian dejado todo aparcado para dedicarse a viajar durante un año. Tanto eran viajeros de largo recorrido, que segun contaban su blog alcanzaba el centenar de visitas diarias. Humor fino y buena onda, justo lo que me hacia falta. Aqui enlazo el blog por quien le interese un viaje de mochileros que probablemente den mejores referencias que la Lonely Planet:
Otra chiquilla, canaria, vivia en una furgoneta en España. Su cuerpecillo menudo no le impedia trabajar de camionera, ella lo solucionaba todo con un compresor.
Y al final de la noche aparecio Pako, otro experimentado viajero cuya especialidad era el analisis politico. Su blog:
Con el despedi la noche en una interesante conversacion sobre experiencias viajeras o sobre el sistema socialista de Laos o Vietnam, que segun el distaba mucho de los logros sociales de Cuba. Algo en lo que nuestras experiencias discrepaban eran nuestros respectivos viajes a Vietnam. Pako casi maldecia a los vietnamitas, que segun su relato habian tratado de engañarle y cobrarle sobreprecio con descaro en cualquier cosa que habia necesitado. Hablaba de gente desdeñosa y poco amistosa que carecia de escrupulos para aprovecharse del viajero extranjero. A mi modo de ver esto confirmaba una vez mas la gran diferencia entre viajar de mochilero con transporte publico, o viajar en bicicleta. En un mes en Vietnam, en bicicleta, mi experiencia conocia gente encantadora, amistosa, que sonreia al verme pasar, que me convidaba a cenar y a dormir en su casa, que incluso si me descuidaba me buscaba novia... Cuando se viaja en autobus se suele llegar a puntos neuralgicos, grandes nucleos de poblacion, casi siempre con algun reclamo turistico proclamado en las guias, y por tanto inundado de viajeros todo el año. Este flujo constante corrompe las mentes, y alla donde el negocio es posible, aflora lo peor de las gentes.
Sin embargo, la bici te lleva fuera de los circuitos turisticos. De acuerdo, no esta al alcance de todo el mundo, pero una buena opcion es alquilar moto o coche y viajar de un modo parecido., si no se esta en forma. Para empezar, te da una vision mas real del pais; la autentica cultura vive en el campo, que guarda las costumbres y los viejos modos de vida. Las ciudades son, hoy en dia, exactamente iguales en todo el mundo. Por ejemplo, quien viene a España y ve el Albaicin de Granada, el centro de Sevilla y la Gran Via de Madrid, se va sin conocer nuestro pais. La vida y la cultura hispanicas palpitan en los pueblos serranos de Andalucia, en ciudades perdidas como Teruel o Soria, en los pueblitos donde la gente saca las sillas a la puerta para charlar a la fresca de la noche escuchando los grillos.
Por eso solo el viaje en bici es capaz de mostrarle al viajero la autentica dimension de la cultura que irriga las venas de un pais. Y por otro lado, alli donde nadie suele llegar, donde si acaso alguien pasa de largo de vez en cuando sin pararse a mirar, no se ha dado esa perversion de las personas que, como comentaba Pako, le trataban de engañar en todos los lugares que visitaba en Vietnam.
Le conte a Pako mi experiencia mas parecida a ser engañado en Vietnam: entre a comer en un puestito de un pueblo; un joven estudiante que hablaba un poquito de ingles se acerco a conversar conmigo. A veces no encontraba las palabras en ingles, y la conversacion se quedaba algo bloqueada. La dueña del restaurante se dio cuenta, y trajo un diccionario ingles-vietnamita, que nos ayudo un poco a profundizar sobre lo que me estaba contando.
Cuando fui a pagar casi me enfade; la señora me pidio un precio excesivo, unas tres veces lo que yo sabia que costaba el arroz en cualquier sitio. Pero ya me lo habia comido, y no tenia mas remedio que pagar y acordarme la proxima vez de preguntar el precio antes de pedir nada. Con esta sensacion de timo y un buen cabreo continue carretera adelante. Cuando llevaba unos 30 km de recorrido, paro a mi lado un camion. El conductor empzo a decirme algo y a hacer gestos que yo no entendia. Como yo no me enteraba, se debio de desesperar y subio el tono, indicando que volviese hacia atras. Yo le decia que no, que tenia que seguier, casi asustandome por aquel tio dando voces, algo que se me antojaba demasiado violento en un pais casi melindroso como Vietnam. De repente me di cuenta de todo: el gesto que hacia describia un libro. Me decia que tenia que volver al pueblo a por el diccionario. Ya comprendia: la señora no me habia cobrado de mas. Habia entendido que yo queria el diccionario y me lo habia vendido; y al ver despues que me lo habia dejado en la mesa (que otra cosa iba yo a hacer con un diccionario que no sabia que habia comprado), encargo a un camionero que pasaba en mi direccion que me avisase para que volviese a por el libro. Por supuesto no regrese a por el, agradeci al camionero su paciencia, y continue el viaje con la sensacion de que los vietnamitas eran todo corazon.
Miercoles 30 de Abril de 2008
Recorrido: de Luang Nantha a Udom Xai: 118 km
El dia tambien amanecio lloviendo. Pero no podia quedarme en aquel pueblito sin demasiado interes. Puse los impermeables a las alforjas y comence a pedalear cuando parecia apaciaguarse un poco. Me esperaba ademas un largo dia de bici por delante. Queria llegar a Udom Xai, a unos 120 km, la siguiente ciudad del recorrido, el unico lugar donde podia encontrar donde alojarme. En otros viajes, en otras condiciones, me encanta dejar que caiga tranquilamente la tarde, y pedir a alguna familia que me deje dormir en su casa. Asi lo hice muchas veces en Cuba o Vietnam, incluso en Marruecos. Al final me convertia en el acontecimiento del siglo para la aldea, y todos sus habitantes iban desfilando por la casa, cuyo dueño y anfitrion mio presumia de su nuevo amigo occidental. La velada se hacia entrañable, rodeado de un monton de gente que se divertia con mis esfuerzos por comunicarme y entenderlos a ellos. Me daban de cenar, e incluso trataban de marearme con licor de arroz.
Pero en Laos no sentia que podia hacer esto. No al menos en los poblados tan humildes que estaba cruzando. No me apetecia abusar de la hospitalidad de los nativos pidiendoles que me acogieran en sus casas. Familias enteras, varias generaciones, convivian bajo un techo de no mas de 30 metros cuadrados, y no me parecia razonable intentar ser su intruso. Me estaba planteando incluso, que si no llegaba a la ciudad de Udam Xai, tal vez podria pasar la noche en alguna d elas chozas de los arrozales: a penas empalizadas elevadas del suelo y techadas, sin paredes, servian a los campesinos para protegerse de las inclemencias del tiempo cuando trabajaban en los campos a varios kilometros de sus aldeas; pero no vivian en ellas, y por las noches tal vez podrian servirme de refugio si me embadurnaba en repelente de mosquitos.
Durante todo el dia me acompaño un tiempo intestable, con ratos de llovizna que no llegaban a empaparme. El paisaje seguia siendo insolito, de una belleza indescriptible. Al principio extensos y verdisimos valles de arroz bordeados por el bosque. Despues solo el bosque, la montaña, la naturaleza virgen.
Me quede a 15 km de la frontera china, y alli me desvie hacia el sur, por una carretera que alternaba tramos de asfalto en los que dos coches no se podian cruzar sin cuidado, con otros de tierra y piedras embarrizadas por la lluvia, que hacian penoso todo avance.
Echaba de menos la comunicacion con la gente. Sin una lengua comun me tenia que limitar a sentarme en las aldeas, tomarme un refresco si habia tiendita, y observar a las personas en us tareas, sonreir, intercambiar algunas miradas. Las necesidades basicas eran faciles de cubrir con gestos. Pero hubiese planteado tantas preguntas a aquellas gentes, preguntas que no podian mas que quedarse en el aire...
El recorrido seguia consistiendo en subidas y bajadas hasta el hastio, por montañas que se agrupaban sin orden ni concierto en todas direcciones. El relieve era tan accidentado que los franceses, en su epoca de metropoli, descartaron toda posibilidad de sacar provecho a aquellas tierras mediante cultivos extensivos; sin provecho economico, se olvidaron de ellas y las condenaron al estancamiento y a la prehistoria. Ni si quiera se molestaron en construir caminos que las comunicasen, solo el Mekong hacia de lentisima autvia para los pueblos de sus riberas. Y fueron los chinos, en plena guerra de independencia de Laos, los que construyeron la precaria red de carreteras de la que hoy dispone el pais, para ayudar al Phatet Lao, el partido revolucionario socialista que acabo expulsando a franceses y norteamericanos en una sangrienta guerra de emancipacion. Laos, y en particular este norte que yo recorria, ostenta desde entonces el record de haber recibido el mayor numero de bombas por habitante de la Historia de las guerras. Bombas norteamericanas, por supuesto, y napalm, y agente naranja...
Al final del dia por fin respire tranquilo al llegar a Udom Xai, una fea ciudad que a escala española no seria mas que un pueblito de la provincia de Toledo. Pero tenia hospedajes. Y muchos. Desde que los chinos vinieron a Laos para construir sus carreteras, Udom Xai se convirtio practicamente en una ciudad china. Era evidente por los carteles de los comercios, la abundancia de productos chinos, o los rasgos predominantes de sus habitantes. Y como centro de comercio con la cercana China, estaba bien surtida de hospedajes para los viajantes de comercio.
Aunque esta naturaleza china del lugar me daba un repelus. Cuanto mas voy conociendo a los chinos menos me gustan, menos ganas me quedan de visitar su pais. En Vietnam, junto a la frontera china, tuve ocasion de comprobar lo poco amistosos que eran, y la mala cara que traian en contranste con la sempiterna sonrisa vietnamita; algunos viajeros me habian contado historias grotescas del contacto con los chinos. Por ejemplo, una amiga que cruzo en bicicleta toda Asia, desde Turquia hasta Pekin y de ahi hasta Bangkok, contaba bellezas sobre paises a priori tan dificiles para una mujer como Iran, Irak o Pakistan; pero describia a los chinos como agresivos, racistas, xenofobos, chovinistas orgullosos de su ignorancia, que solian recibirla a pedrada limpia cuando pasaba por las aldeas.
En Udom Xai se les veia en su nueva salsa, trajinando en sus negocios y manejando los billetes con soltura. Los tiempos de Mao quedaban ya en el olvido.
Entre a cenar en un restaurante, inevitablemente chino. En la carta tenian escrito en chino e ingles los platos. Pedi coliflor, pero me trajeron acelgas. Con calma y una sonrisa trate de explicarle que coliflor era otra cosa, que tal vez la carta estaba mal escrita o se habia equivocado al tomarme nota. La señora cogio el plato y se marcho gritando y haciendo exagerados aspavientos. No tuve mas remedio que marcharme ante su violenta reaccion, que hubiera sido impensable si se hubiera tratado de un laosiano, un vietnamita o un tailandes.
Que lejos quedaban los tiempos en los que voluntarios internacionalistas chinos venian animados por Mao a trabajar gratis por la causa revolucionaria laosiana, construyendo sus puentes y carreteras bajo las bombas. Que poco habia durado el sueño de hermandad de los pueblos.
Recorrido: de Udom Xai a Pak Mong: 84 km
Aunque el Monzon seguia instalandose sin prisa sobre los verdes campos de Laos, me dio un dia de respiro sin lluvia, pero teniendo a cambio que cargar a la espalda con la losa terrible del sol. Al menos el agua me perdono, que era preferible.
Y es que algo habia que celebrar: mi primer mes de viaje, completado sin contratiempos, sin ni si quiera haber caido enfermo un solo dia. Lo tipico cuando se viaja por el tropico es tener alguna diarrea o fiebre (mas bien todo junto), normalmente durante un par de dias en la primera semana, y despues ya poder viajar tranquilo con el cuerpo adaptado a las nuevas condiciones. Mas aun viajando de esta manera, comiendo en los lugares mas mohosos de las aldeas mas insalubres, perdidas en los montes mas remotos. Sin embargo, a un mes del comienzo, no habia tenido ni un mal dolor de cabeza.
Por supuesto estoy vacunado de meningitis, encefalitis japonesa, rabia, tifus, hepatitis A y B, fiebre amarilla, tetanos, y de todo lo que uno se puede vacunar. Pero no hay que llevarse a engaño: si existen vacunas para una docena de enfermedades, no las hay para unas doscientas enfermedades de tipico contagio tropical, especialmente via vector alimentario. Se recomienda evitar ensaladas, zumos, batidos, yogur, comida no procesada en calor, y por supuesto beber agua embotellada. Pero aprendi hace ya mucho a no obsesionarme con el tema, y como lo que encuentro, incluso si veo como la cocinera usa sus renegridas uñas para preparar la comida. Si los locales lo comen y no se mueren es que yo puedo y no me he de morir; y si mi cuerpo es mas flojo que los suyos, que se vaya adaptando, que ya va siendo hora.
Tambien habia que celebrar que no me habia salido muy caro el mes, hasta ahora me habia gastado unos 300 euros. Tengo amigos que se gastan esto en un fin de semana, asi que no me podia quejar.
Y sobre todo tenia que celebrar que seguia ilusionado, y con mas ganas que nunca de continuar viajando hacia nuevos horizontes.
Desde el comienzo en udom Xai, la carretera se abrazo a unas hermosas montañas cubiertas de la mas pura selva. Subia sin remedio durante horas, gozando de las nubes mas hermosas que recuerdo, de un volumen sorprendente, unas lineas perfectas delimitandolas, y un blanco fulgor que deslumbraba, alzandose soberbias en un cielo azul limpisimo, y dando una dimension y una profundidad inusual a la boveda celeste.
Con las lluvias, que llevaban ya unos dias regando la inmensa selva, habian comenzado a descomponerse las hojas secas en el suelo, y el aroma humedo y profundo del bosque tropical se veia de vez en cuando envuelto en un recuerdo de barrica de vino tinto, de bodega, de fermentacion dulce.
Al paso me salian escalofriantes criaturas, de las que la bici me protegia, afortunadamente, a cierta altura del suelo: escolopendras de unos 30 cm de longitud, del grosor de un pulgar y con hileras de patas de unos 3 cm cada una. Escorpiones negros y enormes tambien, amenazando con su aguijon erguido. Alguna serpiente reptando entre las hojas o cruzando la carretera...
Y tambien las mariposas, en una impresionante variedad; predominaba el color negro azabache, siempre combinado con vivos colores metalizados: verde, azul, amarillo, rojo... la mayoria de ellas lucia tamaños descomunales, como una mano adulta extendidos los dedos, y cuando me pasaban rozando no podia evitar, pese a saber que eran inocuas, verme impresionado por su envergadura y reaccionar casi inconsientemente tratando de espantarlas. Imponian respeto aquellos bichos...
Por selvas y mas selvas cruzadas por un carrilito de asfalto o barro, iba avanzando siempre por la penosa pendiente, y parando en cada aldeita a refrescarme en una sombra y observar lo que sucedia a mi alrededor.
En una de ellas se me acerco a charlar un joven estudiante que hablaba un ingles bastante bueno. Habia sido monje en Luang Prabang, pero lo habia dejado para seguir estudiando y convertirse en un arquitecto, y por ahora estudiaba en el instituto de Udom Xai. Al verme hablar con el, la gente que pasaba, que normalmente me solia mirar con una mezcla de recelo, timidez y humildad, en seguida se acerco a verme mas de cerca y a reirse con las frases que el estudiante les iba traduciendo. Pase un buen rato e incluso hice fotos sin tener que esconderme para ello.
Por el camino pase por una cascada a un centenar de metros de la carretera. Lejos de cualquier lugar habitado, no debia de haber muchas visitas al cabo del año. Pero en el punto de acceso habia una chocita con un guardia que cobraba la entrada, y se alegraba de tener compañia. Eso si, la tarifa era doble para extranjeros, y yo no pasaba por laosiano.
La subida no acababa nunca, pero confiaba en llegar a Pak Mong, un pueblito en el siguiente cruce de carreteras; pensaba que era probable que dispusiera de alojamientos, gracias a su situacion algo estrategica. Y asi fue. Despues de disfrutar de las tremendas vistas desde lo alto del puerto que alcance por fin, tan alto que alla arriba se notaba un poco de fresco, y sobre el que se situaba una montaraz aldeita hmong, comence una vertiginosa bajada de 25 kilometros que me llevo hasta el mismo Pak Mong, en las puertas de un gran valle, y como cruce de caminos, repleto de tienditas y alojamientos.
El pueblo tenia su encanto, situado junto a un rio y rodeado de arboles. Pasee al atardecer por las desordenadas casitas de bambu sobre suelo de tierra. Los chavales jugaban al Kataw, una especie de boleybol jugado con los pies y la cabeza, mientras los hombres mayores los observaban fumando sus largas pipas hechas con una gruesa caña de bambu, y las mujeres tejian en sus telares o preparaban el arroz de la cena en hogueras junto a las chozas. El humo le daba un aire misterioso y difuso al atardecer, mientras los ultimos rayos de sol se filtraban por los escasos huecos que dejaban los arboles enormes.
Bajando unos escalones esculpidos en la arcilla se llegaba a un recodo del rio donde varias familias despedian el dia bañandose; algunas mujeres lavaban la ropa en una estructura de cemento, mientras los hombres se bañaban y fregaban de la cabeza a los pies a sus muchachos, y todo se hacia en un distendido y alegre tono de juego.
Luang Prabang me quedaba ya a tiro de piedra, a 110 km que esperaba bastante llanos, ya que segun el mapa descenderia junto a un rio que iba a dar al Mekong, a cuyo cauce regresaba yo tras una semana por los montes.
Uno de los hijos de los dueños de la posada donde me alojaba, que debia de tener cumplidos los 25, mostraba su travestismo sin complejos. Esto lo habia observado muy a menudo en tailandia, pero se me hacia increible en un pais mucho mas tradicional y conservador como Laos, donde es inmoral dar un abrazo a una chica en publico, no digamos ya un beso. Mas aun en un pueblo perdido que no pasaria de los 500 habitantes.
Habia oido que en los paises de la region no era ya solo que la extraordinaria tolerancia de los budistas permitiese con normalidad fenomenos como el travestismo. Era mas bien que muchas familias educaban y vestian, ya desde la cuna, a alguno de sus hijos varones para que se comportase como una mujer. El motivo de esta practica me era desconocido, pero era algo que debia investigar en cuanto tuviese ocasion.