Recorrido: de Chiang Saen a Chiang Kung: 59 km
Un mes me parecia mas que suficiente en Tailandia. Ese era el tiempo que llevaba de viaje, y aunque me sentia comodo, a gusto en este pais encantador, empezaba a pensar que llegaba la hora de cambiar. Esperaba volver mas tarde para recorrer sus costas, de las mas hermosas del planeta. Pero ya estaba cansado de la homogeneidad de la parte del pais que habia estado viendo, ya se me hacia incluso monotonia.
Estaba decidido a cruzar a Laos al dia siguiente, y a cambiar de aires; fuese para mejor o para peor, en el cambio esta la gracia, y yo no soy persona que fuste de acomodarse.
Tome la carretera que descendia junto al Mekong, despues de un tranquilo desayuno junto al rio. A pocos kilometros de Chiang Saen subi un camino que se separaba del principal para ascender la colina sobre la que se encontraba un templo construido sobre otro antiguo, del que quedaban algunos restos. Desde arriba las vistas de los meandros del rio y de su fertil valle eran privilegiadas.
En algunos tramos del dia, la carretera se separo del rio para obligarme a subir un par de buenos puertos, agotadores; parecia que Tailandia no queria despedirse sin darme un ultimo repaso.
La etapa fue corta, pero mas cansada de lo que esperaba, asi que llegue con alivio al final del recorrido.
(En la foto una pescaderia en la carretera)
El unico punto de interes de Chiang Kung consistia en ser la puerta de Laos.
Pase una tranquila tarde refrescandome en alguna terraza sobre el rio, o paseando por la calle principal ocupada por puestos y mercados. Tome buena nota del horario de las lanchas que cruzaban a Laos, y me asegure, preguntando en la posada y en alguna agencia de viajes, de cual era el tramite a seguir para pasar la frontera.
Era tan simple como sellar la salida de Tailandia en la oficina de policia del embarcadero; tomar la lancha y cruzar, y una vez alli pagar la visa y darse por entrado.
Al final del recorrido eche la vista atras. Tailandia era un pais librando una batalla entre sus ansias de modernizacion y su deseo de conservar sus tradiciones. Sus ciudades atesoraban una gran riqueza, pero el campo vivia especialmente atrasado. Lo que los unia a todos era el budismo, y el amor por su rey, cuya imagen omnipresente se encontraba en cualquier casa, tienda, cartel callejero, oficina... La monarquia estaba incluso por encima de la politica, de las frecuentes asonadas militares y golpes de estado. Para los Tailandeses representaba el nexo de union con una cierta estabilidad en el tiempo. Algo que los asiaticos aman por encima incluso de las condiciones sociales y economicas en las que viven. Despues de todo, Tailandia fue uno de los pocos paises de la region que nunca sufrieron la colonizacion europea. Y su monarquia era admirada con devocion por este pueblo tan nacionalista.
Echaria de menos este querido pais...
Habia conseguido un mapa de Laos, pero no una guia, por lo que toda la informacion de la que dispondria hasta llegar a Luang Prabang seria, con toda probabilidad, la del mapa de carreteras. Luang Prabang era el destino turistico principal, y la primera ciudad de importancia que me encontraria tras 500 kilometros de carretera por pequeños poblados en los que no esperaba encontrar una libreria.
De todos modos habia pocas alternativas ademas de bajar el rio en barco hasta Luang Prabang: solo una carretera sin ramificaciones cruzaba toda la region de Bokeo, la primera que encontraria y la mas deshabitada y salvaje del pais.
En la posada coincidi con un grupo organizado desde una agencia de viajes. A este subtipo de viajeros prefiero llamarlos turistas, simplemente. Estaba claro que aquellas chicas, que bebian una cerveza tras otra sin perder el compas, y que seguramente nunca habian salido de su barrio de Londres, no habrian podido llegar muy lejos sin un guia. Ese era el papel, o papelon, de Scott, un australiano curtido por el sol que conocia bien la region; aproveche para preguntarle algunas cosas sobre Laos. Segun el, con la salvedad de que no encontraria mucho mas que chozas de bambu, no tendria problema alguno para viajar en bici por todo el pais.
Domingo 27 de Abril de 2008
Recorrido: de Chiang Kung a Vieng Poukha: 123 km
Me levante de un bote de la cama y me puse en marcha. Algo raro en mi, pero tenia que tomar una lancha a Laos. Estaba impaciente; sentia una cierta inquietud por pasar a un nuevo pasi cuyos trucos desconocia, mezclada con la ilusion por el nuevo descubrimiento que me aguardaba. Ya le habia sintonizado los ritmos a Tailandia, y ahora que me encontraba circulando tan a gusto y en mi salsa, daba el salto a otro pais. Me quedaba mucho por ver de Tailandia, pero tendria que esperar a una proxima ocasion.
Segun lo previsto, selle la salida y baje al embarcadero; bueno, en realidad una playa fluvial embarrada y a la que se acercaban las proas de las lanchitas que cruzaban los 200 metros de rio. Desmonte las alforjas para poder subir los bultos y la bici, y en un momento desembarcamos en Laos. Medio centenar de viajeros occidentales ocupaba la orilla, esperando el slow boat que en dos dias los transportaria a Luang Prabang. Yo me habia planteado tomar ese barco, pero despues pense que no seria buena idea empezar por el lugar mas atractivo del pais. Lo mejor hay que dejarlo para el final, porque si no, lo menor ya no sorprende. Y cuando se viaja en bici hay que ganarselo, llegar como Julio Cesar a Roma triunfal tal la conquista de las Galias. Asi que decidi dejar atras el Mekong y continuar por la carretera, que me llevaria por unos 500 kilometros de tierra a penas habitada antes de llegar a Luang Prabang.
Pero antes los tramites. Durante mas de una hora tuve que pelearme con una sudorosa marabunta de viajeros que no hacian cola para la unica ventanilla en la que se firmaban los visados de entrada. Yo era el unico de ellos que no iba a tomar el slow boat, y sin barco que perder, era tal vez el que menos prisa tenia ante la tediosa ventanilla. Pero no podia dejar que se me hiciera muy tarde, con un duro dia en bici por delante. No habia banco en el pueblo, tan solo una oficina que cambiaba moneda; me alegre de llevar siempre una remesa de euros para estas ocasiones, y asi poder obtener mis primeros kips, la moneda laosiana, para cubrir las necesidades de los primeros dias.
Tome una sopa de tallarines en un puesto callejero, y me puse en marcha pasadas las 10 de la mañana. Lo primero que comprobe fue que en Laos conducen como dios manda, es decir, por la derecha. En Tailandia, en cambio, se conduce a la inglesa, que por mas que ellos insistan, es conducir al reves; y mis quebraderos de cabeza me habia costado, por ejemplo, en los cruces imposibles de Bangkok, cuando ademas el sentido de todo estaba cambiado.
Al principio se dejaba notar la proximidad del pueblo de Huay Xai, que iba quedando atras en el rio, y su actividad. Humildes pueblitos que, al menos, tenian aspecto de pueblo con su templo, alguna casa en cemento y las demas en madera, tiendas y cables electricos. Pero poco a poco me fui adentrando en una inhospita region de sublime belleza. Un cielo azul surcado por brillantes nubes coronaba una selva inmaculada, en la que no se podia apreciar la actividad del Hombre mas alla de la carretera. A diferencia de en Tailandia, esta selva se encontraba en estado virgen, era un enmarañada alfombra de altura descomunal sobre un suelo que nunca llegaba a verse; venerables gigantes alzaban sus ramas por encima del muro de vegetacion, con portes de mas de 40 metros y troncos de varios metros de diametro. Cada muchos kilometros aparecia una calva en la selva de un centenar de metros de lado, en cuyo centro se refugiaba una chocita de bambu. Lejos de representar una amenaza para la selva, parecian baluartes de humanizacion a punto de ser devorados por la floresta.
Y el relieve accidentado, una inacabable sucesion de montañas y valles, hizo de esta etapa una de las mas duras en lo que llevaba de viaje. Subia enormes puertos tan solo para bajar despues hasta el lecho del siguiente rio, y perder asi toda la cota ganada, para a continuacion reanudar la subida, y asi sucesivamente. Los valles solian estar ocupados por precarios asentamientos humanos, a penas unos grupos de casitas de bambu rodeados por algunos arrozales, y despues la selva.
La carretera era muy buena. Hasta poco tiempo atras habia sido una pedrera infame, pero recien acabada por los chinos para tener una via rapida a Tailandia a traves de Laos, ofrecia un firme estupendo... para mi solo, ya que algun vehiculo se cruzaba conmigo tal vez cada media hora. La soledad era sobrecogedora, y aunque bellisima, no terminaba de hacerme sentir bien. Me acabo doblegando el animo, y me vi en la necesidad de escuchar musica. Gracias a la seleccion de mi mp3, consegui recuperar ganas y pedalear de nuevo al ritmo.
Y las pocas personas que me cruzaba en cualquiera de las aldeitas, parecian encantadas de verme; los niños se emocionaban y gritaban Farang para avisar a sus amigos y saludarme todos con la mano, o correr un rato junto a mi bici. Farang es la manera en que los laosianos y tailandeses pronuncian la palabra France, el pais que los trajo locos durante unas cuantas decadas mandando mas de la cuenta por estas latitudes, y hoy llaman asi a todos los occidentales.
(Para quien diga que todos los orientales son iguales, buscar las 35 diferencias en menos de 5 minutos)
El contraste con Tailandia era profundo. Los campesinos vestian ropajes viejos, agujereados y llenos de mugre. Muchos niños andaban descalzos, y la electricidad no llegaba a ninguna de las aldeas. Ni el agua corriente: un unico grifo surtia a cada pueblo. Si habia alguien sobre este planeta que no se veria demasiado afectado por el fin de la era del petroleo, eran los habitantes de esta remota region, por los que el siglo XX habia pasado de largo. Muy pocas cosas ademas del asfalto de la carretera servian para convencerme que no me hallaba viajando por el siglo XV o por cualquier otro.
Se acababa el dia, me habia propuesto dormir en un pueblo que el mapa marcaba como algo mas grande que las aldeitas primitivas que cruzaba, y que no tenian ni una tiendita ni un lugar donde comer o dormir. Y llegue casi anocheciendo, con el cuerpo molido por el recorrido rompedor. Pero no habia donde alojarse; pregunte en varias casas si me podian dejar algun rincon para dormir, y todo fueron negativas. Cuando me di cuenta de que el panorama no era muy prometedor, preferi ponerme de nuevo en marcha para hacer los 12 kilometros hasta Vieng Poukha, un lugar que con seguridad tenia donde alojarse, antes de que la ultima claridad del dia fuese sustituida por una noche cerrada. Con la fresca de la noche camine todo lo a prisa que podia sin arriesgarme a salirme de la carretera por no verla; la iba adivinando gracias a la linea blanca de su medio, y poco a poco se hacia mas imperceptible en la noche. Miles de luciernagas voladoras parpadeaban casi sincronizadas, ofreciendo un espectaculo psicodelico. Habia momentos en que eran tantas las que volaban contra mi direccion en el aire que atravesaba, que el efecto era similar a esas peliculas de ciencia ficcion en que la nave espacial cruza el universo a velocidades inimaginables, y por la ventanilla se ven las estelas de las estrellas que se acercan y pasan de largo hacia atras. Fue una experiencia unica.
Y si esperaba encontrar una gran urbe en Vieng Poukha, la mayor ciudad del recorrido, solo encontre otra aldeita oscura, sin luz en las calles. Aqui si que habia electricidad en algunas casas, en las que se veia brillar alguna bombilla. Pero la oscuridad era tan cerrada, que no me daba cuenta de que me cruzaba con alguien hasta que lo tenia a dos metros de mi. Afortunadamente encontre una posada, y por fin me baje de la bici tras 123 km de paliza. Cuando quise andar, las piernas no me respondian.
Despues de ducharme y cenar di un pequeño paseo en la oscuridad total de la noche. Por suerte llevaba una linterna. Porque luego me entere de que en este pueblo la electricidad solo funcionaba de 6 a 9 de la tarde; a partir de esa hora solo alguna tenue vela tras las paredes de bambu de las casas, y el mar de luciernagas por doquier, se distinguian del negro vacio.
Mientras las observaba sentado en silencio en la terraza de mi habitacion, con la linterna apagada, senti la necesidad de agarrarla fuerte no se me fuese a caer. Sin ella estaba perdido. Pensaba lo indefenso que se encuentra el fragil ser humano sin la luz. Imaginaba lo duros que tuvieron que ser los tiempos en los que la Humanidad caminaba la teirra sin la bendicion del fuego.